Partida Rol por web

Tributo de Sangre (IV)

Heraldos de Paz

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18/02/2009, 01:38
Alfren Niubar

Varios insectos salieron disparados cuando Alfren los golpeó con su brazo apartándolos del camino mientras transportaba al mago. Era más grande de lo que ella misma había imaginado, pues sus ropas anchas y su gesto siempre torcido hacían creer que el hombre sería mucho más endeble y ligero. Por fortuna, y quizá por la cabezonería de la guerrera, éste no tuvo la fuerza suficiente para resistirse a ella. Lo arrastró con cuidado, con el que podía en la situación en la que se encontraban, claro está. Cuando por fin lo puso en tierra comprobó que tenía sangre en su propia cara, producto de algún golpe que no vio venir.

Alfren jadeaba y miraba nerviosa a los lados intentando buscar una salida cuando de pronto una capa espesa, bastante difusa, apareció frente a sus ojos ocultándolo todo en gran parte. Lo había visto alguna vez, y pronto lo relacionó con el mago. Es posible que más adelante le reprochase su comportamiento, pero había salvado su vida, no se arrepentía en absoluto. Y gracias a eso, ahora él podía salvar al resto.

- Vale, ¿estamos todos bien? Creo que sí, Merkus... Antor, Ailara... Estupendo, y todos con vida, es lo más importante. ¿Qué fue de Sarcess? -preguntó casi escupiendo el nombre por la boca-. ¿Esto nos protegerá de los golpes del exterior? ¿Hemos de estar juntos o podemos separarnos un poco, Moravius?

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18/02/2009, 05:13
Moravius

Tironeado por aquel furioso vendaval, Moravius no pudo hacer más que dejarse arrastrar y mirar hacia atrás. Con el bastón todavía en alto, que no tuvo tiempo ni voluntad de bajar, presenció cómo el bárbaro cargaba a Bathalias en brazos, y echaba a correr seguido de Ailara y Antor. Los pedazos de torre se desmoronaban de forma intermitente, lo que era más peligroso que si fuera un derrumbe en cadena pues no había patrón para predecir. El mago fue arrastrado mientras agitaba el bastón sobre su cabeza y la de Alfren, dando golpes ciegos a diestra y siniestra, pegando sólo ocasionalmente a alguno de los bichos que completaban el caos. Sus ojos estaban fijos, comtemplativos, y todo en él estaba preparado para lanzar el hechizo sobre los cuatro que corrían; pero esperó. Decidió confiar en la velocidad y destreza de sus compañeros, y aguardó a que llegaran más cerca de él para invocar.

Cada segundo fue para Moravius una tortura, al borde de su propia conciencia. Cada piedra cayendo y destrozándose contra el suelo, delante o inmediatamente al lado de Ailara o Antor, cada uno de los saltos y sus dientes apretados escapando por milagro de la muerte, fue una prueba terrible. Cada uno de los bichos lanzándose en picada, directo a sus cabezas o sus cuerpos, pasando cerca de sus cuellos o sus pechos con aquel zumbido infiernal, era para el mago una señal a los gritos de que debía accionar de inmediato. Era un latido perdido de su corazón frenético, desbocado; una voz en su cabeza que rompía sus oídos reprochándole el haber escuchado a la sensatez de la magia. Una mano en su pecho apretando cada vez más fuerte, hasta dejarle sin respiración.

Perdió de vista a Sarcess, concentrado en ellos, aunque podía sentir su lucha. Y en el momento cúspide, un pensamiento fugaz le cruzó la cabeza y creyó saber que la hechicera lo había perdido todo. El objeto mágico anclaba una magia que podía no ser más poderosa que la de aquella mujer, pero sí mucho más concentrada. Sarcess peleaba contra una fuente de magia que quizás aquel hombre del Conde había pasado semanas alimentando, y trataba de oponer todo el cúmulo de poder que podía reunir en un pequeño envase, su propio cuerpo, en un breve momento. Sarcess trataba de resistirse a ser aplastada por una mano gigante que estaba por caerse encima de su reino y su propia vida, oponiéndose con su pequeña mano agrandada por su magia. Tenía que ser demasiado fuerte para lograr que su mano se agrandara lo suficiente para soportar aquel peso repentino.

Sólo cuando los separaban pocos metros, y todos estaban vivos, Moravius volvió a respirar. Cerró un momento los ojos. Alfren lo soltó sin que se lo tuviera que pedir, y entonces el mago clavó el bastón el suelo con fuerza. Dejó que la magia fluyera de su mente a su cuerpo, y que las palabras mil veces repetidas en su memoria corrieran varias veces por cada uno de sus nervios, que se montaran sobre sus latidos, que palpitaran contra su agitación. Merkus ya casi llegaba a chocarse contra él cuando Moravius alzó la mano, abrió los ojos de forma repentina, y susurró.

- Gaoth airbhe balla mor!

El escudo los cubrió en el mismo momento que los seis estaban juntos. El mago salió de su trance por las voces de los demás, que hablaban de algo que Moravius primero no llegó a entender. Cuando terminó de volver en sí, y advirtió que su hechizo había funcionado y que todos estaban bajo él, respiró hondo. Miró a su alrededor, directamente a la sangre que le caía a Alfren por la frente, como si recién reparara en aquel detalle y estuviera evaluando si era una herida de importancia o no.

- El escudo se moverá con nosotros. Bathalias verá mejor a través de él que todos nosotros, y Mazgul puede oler a través de la magia - dijo con rapidez, aunque sin desesperación; había comprado unos segundos de reflexión para tratar de salvar sus vidas - Sarcess no podrá con el cofre. Esto aguantará, pero debemos salir de aquí de inmediato. Las escaleras pueden haberse roto, pero tenemos que intentarlo.

Miró al elfo, esperando que se negara o que tuviera algún plan mejor. Luego miró a Ailara. Sin preguntas, tomó la mano derecha de la druida aferrándola con firmeza. Se dio vuelta para moverse hacia fuera de la habitación, manteniendo la mano del bastón más alta de lo normal, y entonces se inclinó hacia la druida. Cerca de ella, susurró:

- Sé que no te gusta la magia, pero necesito de tu ayuda. Quizás necesitemos del poder de la naturaleza en sólo unos minutos, si la magia no nos funciona. No me sueltes, Ailara - Moravius apretó un poco más la mano, sólo apenas, sin dejar de mirar a Ailara a los ojos - Pase lo que pase, mi magia no te hará daño. Y pronto saldremos todos de aquí.

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18/02/2009, 22:34
Bathalias de Emdelis

 

Multitud de minusculos fogonazos y descargas envolvían el escudo del mago, la invisible y etérea esfera protectora creada por moravius se dibujaba de coloridas visceras de insectos que hallaban la muerte al impactar contra ella. Sin duda se trataba de una macabra y bella obra de arte .

Bathalias al sentirse liberado de Merkus se giro violentamente hacia él,  sin embargo el cruce entre los ojos de ambos y el rápido oír de sinceras palabras impidió actuar al elfo que simplemente frunció el ceño . ya hablaremos. - dijo con voz sombria apartando la espada del barbaro- La tendrás que usar estate alerta...

Tras esto el elfo se giro y su mano de se poso sobre el hombro del mago sintiendo la energía que este emitía.

Es hora de irse de aquí amigo mío… - dijo en voz baja al mago – No os separéis salgamos antes de que esto se venga abajo! – Alzo la voz y miró todos con firmeza señalando más allá de la puerta-

 

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19/02/2009, 18:03
Dama

Bajo una cúpula de magia, cada uno de ellos cruzó su mirada con los demás. No fue largo, fue un instante, sólo un aliento. Pero en ese instante supieron de nuevo todos ellos por qué estaban juntos, qué clase de fuerza los unía. Tan dispares y tan compenetrados, tan opuestos y tan complementarios. Fuerza y astucia, magia y voluntad. Sutiles y férreos en conjunto, eran bastante más que compañeros. Eran amigos...

Pero no había tiempo para dejar que la reflexión les retrasara, apenas para que la emoción trajera una sonrisa a sus labios. Hasta en los del rudo Merkus, aliviado, o en los del pícaro Antor, y la brava Alfren. Y, enseguida, la realidad cruenta acaparó la atención, realidad que se vislumbraba distorsionada a través de la curva del escudo, una superficie acuosa, semitransparente, que permitía ver su entorno aunque fuera retorcido, y amortiguando el sonido a su alrededor.

Los insectos que se estrellaban contra ese escudo estallaban a su contacto, formando flores y dibujos de colores, como el cielo nocturno durante los fuegos artificiales. Sin embargo había que moverse, y deprisa, porque era evidente que los insectos que llegaban a impactar debilitaban la capa protectora, y era impredecible saber cuánto aguantaría ésta. Moravius, tomado aún de la mano de Ailara, prendido de su mirada, era sin embargo muy consciente de ese hecho, su escudo era efímero. Así lo dijo al elfo. Y así escuchó la orden de Bathalias.

La puerta, el pasillo, las escaleras... tenían aún un largo trayecto que recorrer, un duro reto para todos.

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20/02/2009, 13:57
Moravius

Aquella orden fue lo único que necesitó Moravius para estar seguro. Ya había tomado su decisión en el mismo momento que había aferrado la mano de Ailara; pero la confirmación de Bathalias llevó a su cuerpo tenso por la magia una tranquilidad que la situación no tenía. El mago sabía que aquello no era un truco ni un milagro, si no una simple consecuencia de su confianza hacia el elfo. Confiaba en él tanto como confiaba en su propia inteligencia: y si ambas voces coincidían, como en ese momento, a Moravius no le cabía duda que pisaba en el camino correcto.

Pero eso no quería decir que el camino fuera el más fácil, ni que el éxito estuviera asegurado.

En el último segundo de quietud, de pasividad, echó una mirada a sus compañeros. Vio el gesto contraído de Merkus, crispado no por el miedo ni la duda, si no la concentración y la fuerza. Vio los labios apretados de Alfren, su mirada intensa a través de todo siempre puesta en el frente, y la tensión de su cuello a punto de accionar. Estaba también la tranquilidad de Antor, sólido y calmado tras toda su experiencia, esperando el momento justo para lanzarse adelante a salir bien parado como siempre. Estaba el tiempo en la cara de Bathalias, detrás de la tensión de sus cejas y la seguridad de su boca, resignado a su propia muerte pero dispuesto a matar por la vida de otros. Y estaban los ojos inmensos de Ailara, aquellos que se habían estancado en un invierno eterno y cuyo verde jamás había vuelto a la primavera; aquellos ojos tantas veces con reproches y con miedo, con desprecio arcano y con amor a lo natural, con la inmensidad del mundo.

Fuegos artificiales y florituras de magia estallaban sobre sus cabezas, como si fuera una celebración al retorno de los héroes o un tributo a ellos en su funeral. Se torcían las espirales de colores con cada impacto que se sentía contra la piel, dentro de aquella mitad de esfera que los separaba de todo. Atrás quedaba un duelo sin blanco ni negro sobre el piso de ajedrez, donde dos fuerzas alineadas sólo con el poder se debatían las últimas migajas de orgullo. Adelante se abría un campo desconocido, un abismo, entre la salida y ellos. Pero si algo había enseñado la academia de magia a Moravius, y si algo le había enseñado su propia vida, era que ante la ignorancia a uno le queda un solo camino, por orgullo, dignidad o necesidad: moverse.

- ¡Vamos, amigos! - gritó el mago.

Dejó paso a Bathalias y a la loba delante de ellos, quedándose en el centro mismo del escudo con el bastón el alto, pero ya no quieto. Con la mano de Ailara guiándolo dejó que el paso de los demás, su corrida y su dirección, lo guiaran por el pasillo y las escaleras, mientras se concentraba en el mismo hechizo y en una serie de hechizos de más. Empezó a adelantarse a la falta de escalones o las posibles caídas, al encuentro de enemigos o de agujeros insalvables, todas aquellas situaciones que no le iban a dar ni un segundo para reaccionar. Las palabras de magia empezaron a cubrir su mente detrás de sus sentidos atenuados, y se extendieron por su conciencia hasta apagar todo otro pensamiento, pero no aquel sonido. Aquella vibración nítida, furiosa, del corazón en la garganta.

Moravius sonreía. Dentro de sí sabía que su lugar en el mundo era aquel. Preferiblemente no corriendo por su vida; pero de hacerlo, corriendo así. Con ellos.

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20/02/2009, 15:19
Alfren Niubar

¿Cuántos caballeros de la Orden habrían pasado una situación como la que se encontraba Alfren? Esa pregunta se repetía en la cabeza de la guerrera una y otra vez. De un modo extraño, se sentía orgullosa por haber sobrevivido hasta ese momento, satisfecha por haber podido salvar la vida de sus compañeros. Había tomado la decisión correcta, y eso la reconfortaba.

Tosió dos veces pues el polvo de los escombros había entrado en su garganta. Se frotó la boca con el dorso de la mano sintiendo la boca mucho más pastosa. Cuando bajó el brazo golpeó con este sus muslos como tantas otras veces había hecho. Estaba con vida, sana, y por el momento, a salvo. Aún dentro de la burbuja creada por el mago, Alfren sujetaba la espada que siempre portaba con ella. El tacto del pomo y arriad en sus dedos la hacía sentir más segura y cómoda que el escudo protector. Sabía que aquel momento no solo estaba siendo resguardada por lo que la rodeaba, si no por sus antepasados, por hombres y mujeres nobles de su propia familia que habían dado su vida por la de otros.

¿Cuántos caballeros de la Orden habrían pasado una situación como la que se encontraba Alfren? Nuevamente la misma pregunta, pero en esta ocasión una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Se sentía preparada por fin, lista para servir, para seguir el Código impuesto, para ser lo que siempre había querido ser. Quizá unas normas, leyes y la respuesta negativa de los superiores le negarían su deseo, pero su voluntad se había visto reforzada.

- Estamos a salvo. Saldremos de aquí con vida, lo sabéis -dijo la mujer mirando a sus compañeros con un brillo en su mirada-. Habrá tiempo de hablar, de ajustar cuentas y de brindar con vino. Ahora simplemente sigamos a Bathalias. Guíanos al exterior...

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20/02/2009, 16:43
Merkus

El bárbaro avanzo delante de todos apenas cuidando de nos salir de aquella burbuja mágica que el poder de su compañero había construido merced a su voluntad, de vez en cuando se llevo los brazos a la nuca o tenso los músculos apunto de saltar cuando veía que algún pedazo de techo les venia encima, sin embargo eran solo reflejos naturales pero innecesarios, ya que el mago probo su poder con cada paso, con cada centímetro que ganaron hacia la salida concretaron una victoria. La espada en manos del guerrero brillo con caprichosos movimientos ante las rutilantes luces de las antorchas, perlas de sudor resbalaron por la frente de Merkus, mas fruto de la tensión que del cansancio físico, el destino aun les reservaba algunas sorpresas y había que estar preparados para ellas, o al menos así lo pensó el guerrero que no dudo ni por un instante en que saldrían de allí, o al menos sus compañeros lo harían...

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20/02/2009, 19:14
Antor PielGris

La burbuja del mago les habia dado algo de tranquilidad pero esa tranquilidad podia quebrarse en cualquier momento

Mejor que nos vayamos si,  un mago que no eres tu Moravius quiza beba un vino con algo de veneno y luego su querido conde muera accidentalmente cayendose desde una balaustrada, luego quizas beba a su salud y me acueste con alguna moza del castillo, sera una buen recompensa al final despues de esta aventura, no me gusta que me hechen a los perros asi como asi y los favores hay que devolverlos

 

Con una sonrisa picarona Antor continuo moviendose a la par de sus compañeros mientras cavilaba todo lo que podria hacer en el castillo

tambien puedo matarlos y quedarme con el, no estaria mal para pasar un buen rato

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21/02/2009, 10:33
Director

Mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor los aventureros se dirigían en pos del pasillo por el que habían venido. ¿Saldrían vivos de aquella odisea?

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21/02/2009, 10:34
Director

La siguiente historia me la contó un viejo bardo en una taberna de Berengold, muy al sur del Pantano de las Pesadillas:

- Debéis saber, noble caballero, que los héroes lograron salir de aquella torre maldita. Diría incluso que salieron de una pieza pues gracias al conjuro de aquel mago. Oh, bueno, el conjuro del mago les ayudó a llegar a las escaleras. Luego fue el acero quien completó el trabajo segando las vidas de los prefgas que tuvieron el infortunio de cruzarse en su camino...
Pero se abrieron paso, como digo, y lograron salir al pantano. Así pusieron una prudencial distancia entre la enfurecida bruja y sus maltrechos cuerpos, pues tras varias batallas en las escaleras no penséis que llegaron de rositas al exterior. ¿Encontraron ayuda en ese pantano para lograr su fuga? Oh, sí... pero no me entretendré en detalles... También encontraron sorpresas desagradables y signos de traición que, sinceramente, no les sorprendieron demasiado.
¿Qué fue del cofre, de la bruja y del malnacido conde de Nesvind? Ah... Esa es otra historia, mi buen amigo. Dicen que el conde se enfrentó a la bruja pues los aventureros no eran más que una avanzadilla que llevaba algo para debilitar su poder de conjuración. Pero ¿logró el conde acabar con la hechicera? ¿se vengaron los aventureros de aquellos que les habían tomado el pelo por segunda vez? Mmmm... es tarde y ya no soy tan mozo. Quizás mañana pueda contar la historia completa. 

Después partí hacia estas tierras sureñas y digo que ardo en curiosidad de saber como acabó esta historia, aunque nadie ha regresado del norte para decirme si sigue habiendo una torre en el Pantano Negro o si el conde Nesvind sigue siendo el regente de aquellas tierras. Espero volver al acabar la próxima estación y enterarme de todo... Te mandaré una carta si lo descubro porque, estoy seguro, la historia será interesante, muy interesante...