Esperando que el bárbaro aceptara las palabras del elfo, Moravius se dirigió a su caballo y acomodó y ajustó la montura sobre su lomo. Rápidamente montó en el animal y buscó el cabestro del equino que llevaba el cofre con lso tres mil escudos.
- Entonces... mejor nos movemos - comentó mientras espoleaba a su corcel - Deberíamos llegar allá mucho antes que ellos... y aprovechar la ventaja que tenemos. Con suerte, el mismo pantano los detendrá - aseveró antes bajar el tono de voz y murmurar - Solo espero que no nos detenga a nosotros -
Las palabras finales del pícaro, sin embargo consiguieron que esbozara una sonrisa y, para no perder la costumbre le replicara - Si, si, lo supongo - aseveró mientras comenzaban a moverse - Mujeres, bebidas y probablemente algún juego de cartas... donde algún pobre incauto perderá sus bienes - Meneando la cabeza agregó sarcástico - De donde me sonará una situación parecida? - Había cosas que no cambiaban ni siquiera con el peligro acercándose. Las observaciones a su mentor sobre el juego y los pobres incautos, como había sido, en su momento, su padre biológico, eran una de esas cosas.
OK, entendido lo de la magia y la luz
-No, esta vez creo que me abstendré de las cartas... con un incordio tengo más que suficiente.- dijo Antor, más llevado por a pasión provocada por recibir una puya tras semejante aburrimiento que por un interés en hacer verdadero daño al joven mago -Además, la gente por estos lares no sabe perder...- añadió, espoleando a su montura para ponerse en cabeza.
Tal vez calquier otro pie de conversación lo hubiera hecho reaccionar muy distinto; incluso lo hubiera animado, muy posiblemente, tratando de tirar del hilo de charleta cuanto de sí hubiese dado. Pero cada uno tenía sus culpas, y si bien las de los demás podían rondar en torno al suceso del otro día, las del fullero estaban muy enterradas en un pasado mucho más lejano; uno que no había conseguido encajar aún, a pesar del tiempo que llevaba ya viajando con el chaval.
En ocasiones la vida con Moravius podía ser tan difícil... Posiblemente todo era efecto de las duras situaciones que estaban viviendo todos: el hambre, la humillación ante el primer postor, la emboscada, estarse jugando la vida abiertamente tanto por sus perseguidores como, aún ás flagrantemente, por su destino final... Todo volvería a estar más tranquilo cuando hubieran pasado este mal trago. Pero entre tanto, bueno, lo único que le faltaba era encima una discusión para "amenizar" el buen ambiente.
Sus dedos se vieron tentados de aferrar el flautín y liberar un poco de tensión, pero una clara mirada a Bathalias, por encima de su hombro, lo disuadió de intentarlo. El elfo había predecido sus acciones y ya tenía "aquella cara", que lo decía todo. Resignado, siguió camino adelante,l con la habitual vana esperanza de que ser el primero traera más novedades que ir después. Sin embargo, la cruda verdad era que solo las traía antes, si es que las había, que no era el caso.
Moravius :
No, desde luego no era el mejor lugar para entablar combate, puesto que la ventaja de la altura la tenía precisamente el enemigo, mientras que ellos sólo tendrían una llanura a su espalda.
Y para un gran número de hombres no sería excesivamente complicado rodear a su pequeño grupo.....Bathalias tenía razón, luchar allí sería un suicidio, y pese a ello Merkus se resistía a dejar su posición para seguir a sus compañeros.
Sólo un par de horas le separaban de la revancha que llevaba esperando desde el día anterior, y sin embargo, de nada serviría que dejara su vida en aquellas tierras. Ni siquiera les detendría el tiempo suficiente como para que pudiera tenerse en cuenta.
Está bien - respondió en un gruñido - pero esta es la última vez que escapo de nuestros perseguidores.....tenedlo claro.
Quizá tuvieran suerte y el propio pantano les impidiera el paso, lo que les obligaría a volver grupas y enfrentarse a aquellos hombres de una vez por todo. Tanto el bárbaro como su espada estaban sedientos de sangre.
Bathalias contemplaba a sus compañeros en silencio. Aquel viaje estaba siendo agotador para todos. Mientras con su piedra afilaba su hoja, lenta, constantemente, con la práctica de siglos, podía sentir las dudas y preocupaciones de aquellos con quienes compartía su búsqueda. Al menos, aun tenía la suficiente agilidad como para poder guiar a un caballo solo con sus piernas.
Si hubiese sido otro hombre, Merkus le habría partido por la mitad. Y ni siquiera sabía si no tenía razón. Pero todos le miraban buscando consejo, y su primera responsabilidad era mantenerles con vida. Les gustase o no.
Levantó su espada y observó cuidadosamente su hoja. Era antigua, humana. La espada con la que partío de los bosques eternos se partió bajo la maza de un ogro hacía siglos. Esta, un regalo de otro humano, ya muerto hace mucho, aun tenía su filo, a pesar de que los años le habían arrebatado el brillo. Pero aun podía cortar, atravesar armadura y huesos, y matar. Hasta el día que un desafortunado encuentro la destrozase. Pero habría cumplido su función hasta el día de su muerte.
Esperaba tener la misma suerte.
-Espero que hayáis descansado. Debemos tener fuerzas para proseguir el viaje. Es hora de partir. El elfo se levantó, guardó su manta y terminó de preparar su montura. Ahora estamos solos. Siempre ha sido así como hemos trabajado mejor.
-Muy bien, estoy de acuerdo. Vamos pues.
Sin dejar de lanzar miradas hacia las colinas la mujer preparó sus cosas, bien pocas en realidad, y recogió junto a los demás el campamento. Mientras lo hacía no pudo dejar de murmurar, quizá para sí, pero también para quien la quisiera oir: Este tributo nos costará caro, no me preocupa tanto el dinero que no pudiéramos cobrar... me preocupa incluso más nuestra relación. Hay algo de maldito en ese cofre, en esa bruja, en ese conde... En todo esto. Algo que corroe, y nos está alcanzando. No me gusta, no me gusta nada... hemos aceptado un encargo que sabíamos peligroso. Pero el peligro que siento más amenazador es que nunca habíamos estado tan taciturnos, diría, incluso, tan molestos... y no es por otra causa que esa misión... Por fin saltó sobre su caballo, y calló de una vez. Aunque su rostro seguía mostrandose sombrío, y su gesto era contenido, preocupado.
Se puso junto al carro del cofre, y emprendió de nuevo la marcha al trote, caracoleando su montura nerviosa, quizá por la mano de su dueña, quizá por su propia intuición...
La decisión estaba tomada, no había más por decir.
Así pues, se pusieron en marcha. Recogieron con gran presteza sus pertenencias y azuzaron a sus monturas para poner tierra de por medio entre ellos y quienes quiera que fuesen los que ocupaban el campamento en lontananza.
El día comenzó a tomar forma, el cielo clareó y las luces de las hogueras distantes fueron desapareciendo. El terreno ante ellos era principalmente descendente, con lo que el esfuerzo para los animales fue menor. Se trataba más de una cuestión de habilidad que de fortaleza, sin embargo las mulas que cargaban con el cofre les impedían marcar el ritmo que hubieran deseado, tenían que conformarse con el paso cansino que ofrecían aquellos sumisos animales.
El tiempo fue pasando de manera demasiado lenta para sus intereses, no obstante no hallaron ninguna señal de que les estuvieran persiguiendo ni encontraron obstáculo alguno ante ellos. Así, tras atravesar los últimos valles y recorrer un corto pero inquieto trecho por el camino real, alcanzaron finalmente los límites del Pantano de las Pesadillas. Su nombre no le hacía honor. Era peor.
Se trataba de un infecto lodazal humeante que desprendía un penetrante hedor a azufre y emitía calor tan intenso que hacía incómodo incluso el respirar. Donde quiera que se mirase los únicos colores existentes eran el gris profundo y el marrón putrefacto. Una capa de espesa niebla amarillenta reclamaba su dominio sobre aquellas tierras y se mostraba más que terca ante la posibilidad de ceder su sitio. Había que estar loco para querer atravesar aquel lugar, mas no tenían opción. El final de su viaje se hallaba en el centro de aquella ciénaga.
Un estrecho sendero, más una porción de tierra solidificada que otra cosa, se adentraba serpenteante en la oscuridad del pantano como la funesta invitación de un demonio.
A pesar de que falta ya poco para que comience el torneo, me gustaría en la medida de lo posible seguir avanzando con esta partida de prueba para testear situaciones que están próximas por llegar.
Aquellos de vosotros que queráis podéis responder al mensaje y seguiremos roleando un poco. El que no desee continuar sólo tiene que decirlo, no hay problema.
Saludos!!
- Bueno... Ahora viene lo divertido - murmuró Moravius sin parecer demasiado divertido mientras miraba con desconfianza la niebla que envolvía el lugar - Crees que podrás guiarnos allí adentro? - le preguntó a la druida. Sabía de sus capacidades, pero el malsano pantano no parecía demasiado "natural".
El hechicero se acomodó en su montura y miró a sus compañeros. Los que llevaran armadura lo tendrían complicado, pero el tampoco era el niñero de nadie. Ya decidirían que hacer - Lo bueno es que si alguien no sigue no creo que se anime a entrar allí adentro. Entre nosotros, yo tampoco tengo muchas ganas... pero supongo que deberemos hacerlo. Después de todo nos comprometimos -
Por mi no hay problema... siempre listo!
Por cierto, hay camino "dentro" del pantano? ó por lo menos un sendero? O el camino real se acaba y no hay ninguna senda que lo continúe?
Esperando que la druida habra camino... despues de todo es druida, no?
Mi tiempo va de mal en peor hasta que me alcancen las muy esperadas vacatas de navidad. Me gustaría seguir, pero no prometo frecuencia de posteo... Ando de culo y cuesta abajo.
Buena puntualización Moravius!!
Si que hay camino, edito el post anterior para añadirlo.
...
Mensaje editado.
No hay problema Antor, postea cuando puedas, serás bien recibido.
Merkus dirigió una mirada cargada de desconfianza a las grises sombras que se encontraban más adelante, y que tendrían que atravesar si, finalmente, decidían proseguir aquella dirección.
Tampoco tenían demasiadas opciones, puesto que su misión les obligaba a introducirse en aquel enfermizo terreno para poder entregar el cofre.
El bárbaro hubiese agradecido que aquellos que, pensaba, eran sus perseguidores les hubieran dado alcance, pues así tendría la escusa perfecta para dar la espalda a aquel pantano y enfrentarse a la muerte en una lucha limpia.
Sin embargo aquel lugar parecía albergar la muerte, una muerte lenta y axfisiante que les haría sucumbir a cada paso que dieran. Contra eso no servía el filo de una espada, ni la fuerza de sus entrenados músculos. Imposible luchar contra el propio aire.
Giró el cuello y observó atentamente el camino que acaban de recorrer, buscando una simple señal de haber sido seguidos, pero no fue así......una lástima, una verdadera lástima.
Suspiró sonoramente e irguió los hombros, como si así pudiese enfrentarse con otro ánimo a lo que les esperaba.....pura apariencia, pues aquel lugar era de los que te iba debilitando por dentro hasta conseguir extraer toda la energía del cuerpo, provocando que hasta dar un paso fuese un completo sufrimiento.
No tenía sentido esperar más. Si tenían que hacerlo mejor hacerlo cuanto antes - Entremos a pie - propuso bajando del caballo que le había llevado hasta allí - Los caballos no podrán cargar con nosotros por ese terreno.
Miró de soslayo hacia el baúl que portaba otro de los cuadrúpedos, preocupado porque aquel peso pudiese ser demasiado para el animal.....y si él no podía, complicado tendrían el poder hacer entrega de su carga.
Necesitaban encontrar el camino más firme, pero él poco podía hacer para ayudar en ese aspecto. Su terreno era el campo abierto, y no los lugares que se hundían bajo los pies.
Tambien estoy en un momento de mucho trabajo, pero podré seguir el ritmo sin problemas.
-Bienvenidos a nuestro "bucólico y encantador" complejo de retiro y asueto "rústico", señores viajeros. En las instalaciones podrán ustedes disfrutar de todas las comodidades de nuestra era, desde el sofocante calor ambiental acondicionado a la temperatura que sea que no pueden soportar, hasa nuestros solícitos mosquitos masajistas entrenados, devoradores de "todo lo que te quede en las venas", que trataran de hacer su estancia mucho más inolvidable de lo que se imaginan. No duden en descansar en uno de nuestros pozos de "jamás volver a respirar" en cuanto tengan oportunidad, ni olviden respirar el delicado aroma de nuestros chorros de sulfuro venenoso. Confiamos en que todo sea tan de su agrado como esperamos y pedimos que no den de comer a los lugareños... no es bueno para la salud... este, para la suya, claro. Trataremos de amenizar sus días más bajos con algunos ejercicios de calistenia básica a muerte, tan "pintorescos" por estos andurriales.- se mofó Antor sarcástico.
Obviamente el lugar le gustaba tan poco como al resto, y el hecho de que aquellos perseguidores no se hubieran dignado a darles alcance, aún menos. Lo cierto era que aún guardaba la esperanza de tener un ápice de originalidad en este viaje desde la jornada pasada, en que el aburrimiento amenazaba con rajarle el cerebro con acero y pizarra. Cualquier cosa fuera del horrible plan básico y antisocial hubiera valido, desde luego, pero muy al contrario, parecía empeorar por momentos, de hecho. Hasta una conversación con la loca y mortífera regente de aquel lugar parecía desplegar más posibilidades. El caso era que una vida conviviendo consigo mismo había mostrado a Antor lo temerario que podía resultar el dejar a su propio yo desenvolverse en dicho ambiente carente de emoción... posiblemente la menor oportunidad de algo diferente tendría unos resultados demasiado inesperados por su parte como para ser deseables; y sin embargo, la deseaba con ineludible constancia... un cambio, cualquier cosa, por pequeño que fuera, o acabaría volviéndose loco.
-Desmontad. Yo iré por delante, tantearé el camino según vaya avanzando. Dejad al menos diez cuerpos de distancia entre vosotros y yo. Os quiero tan juntos que podáis agarrar al de al lado por su ropa interior a la menor señal de problemas. A partir de aquí nada de bromas, esto es serio. Abrid bien los ojos, no sabemos lo que podemos encontrar una vez entremos… ahí – Bathalias había adoptado una vez más aquella máscara que le hacía cargar con las vidas de todos aquellos que le rodeaban. Y no admitía discusión.
Agarró las riendas de su caballo con una mano y el arco largo a modo de bastón con la otra. Así, se internó en el Pantano de las Pesadillas.
PNJtizando...
Entraron en él como quien atraviesa los eternos pasillos que conducen al purgatorio: despacio, con paso indeciso y la mirada perdida en todas direcciones.
El suelo era como una continua charca de apenas unos centímetros de profundidad. Aquí y allí se remontaba alguna porción de suelo sólido, libre del agua putrefacta que lo cubría casi todo, pero la mayor parte del tiempo caminaban con los pies hundidos en el fango. El olor, continuo y penetrante, les provocaba un pellizco en el estómago, tan sólo retener dentro de si mismos la última comida ya era toda una hazaña. No se veía nada más allá de unos metros, pues la densa niebla sumía el mundo en una melosa y gigantesca nube grisácea. El silencio era tan sólo roto por el sonido de succión que sus pies provocaban al caminar sobre la tierra húmeda, cada paso indistinguible del anterior.
Caminar en aquellas condiciones hacía que hasta el más optimista de los hombres deseara dar media vuelta y salir de allí cuanto antes, a pesar de lo que ello pudiera suponer.
El día fue avanzando sin señal alguna del origen de los fuegos que vieran aquella mañana. ¿Acaso los habían imaginado? ¿Tal era el efecto nocivo que aquel lugar provocaba? ¿Cuánto tiempo llevaban caminando por aquel pantano detestable?…
¿Qué había sido aquel ruido?
¿Se movía algo ahí delante o tan sólo era un remolino en la niebla, un efecto visual provocado por la casi inexistente brisa?
El sudor cubría sus frentes y una horda de irritantes mosquitos hacían su trabajo sobre cualquier porción de piel descubierta que lograsen hallar. Todo cuanto lograban ver era desolador, triste y sin color… y no parecía que fuera a cambiar en poco tiempo.
Pero aún así seguían avanzando.
La luz menguó, quizás estuviese ya atardeciendo, aunque era poco probable, el día se les habría hecho tremendamente corto entonces. Era posible que se debiera a que la niebla se estaba espesando aún más. Sea como fuere, la falta de visibilidad, el aletargamiento provocado por la monotonía, el cansancio acumulado, o la suma de todas esas cosas, casi hicieron que se dieran de frente con una criatura a la que ni tan siquiera Bathalias había visto llegar.
Era un ser alto y corpulento, con mayor envergadura incluso que la de Merkus, con la piel de tonos cenicientos y aspecto húmedo. Su rostro carecía de pelo y nariz, presentando únicamente un par de orificios en el centro de la cara a modo de ésta. Tenía las orejas puntiagudas y un par de rendijas por ojos, por las que se filtraba una mirada amarillenta que haría temblar al hombre más valiente. Sus manos acababan en una afiladas uñas metálicas. Se cubría, apenas, con los restos de la piel de algún animal que resultaba imposible de identificar.
Se detuvieron en seco y echaron mano a sus armas. No sabían qué tipo de criatura era aquella, pero su aspecto y su postura no presagiaban nada bueno. Apenas habían tenido tiempo para pensar qué hacer cuando una segunda criatura, idéntica a la primera, apareció a su lado. A continuación una tercera y luego una cuarta. Dos más aparecieron a cada lado del grupo y otras dos a su espalda.
¿De donde habían salido? ¿Cómo podían moverse con aquel silencio?
Una figura más apareció frente a ellos. Vestía algún tipo de uniforme militar de mejor calidad que las raídas ropas del resto. Les echó un rápido vistazo sin emitir ningún sonido y sus ojos se detuvieron sobre el cofre que era cargado por una de las mulas. Tras prolongar la incertidumbre durante más tiempo del que hubiesen deseado, finalmente hizo un asentimiento de cabeza y les indicó con un gesto que le siguieran. Se colocó en cabeza de la marcha, con el resto de criaturas formando un círculo alrededor de ellos.
Una palmada resonó en el interior del pantano, provocada por la gran mano del bárbaro al golpear contra su cuello, aplastando unos cuantos mosquitos que campaban a sus anchas.
Pudo comprobar que aquello no servía absolutamente para nada, pues algunos de sus congéneres tomaban nuevamente posición nada más retirar la mano.
No pudo evitar soltar un bufido de disgusto. Podía enfrentarse a enemigos diversos, pero no contra aquellos malditos mosquitos.
Poco a poco, el aburrimiento fue haciendo presa de él, debido a caminar por un paisaje tan desolador y tan monótono.
Eso le hizo bajar la guardia.....algo que no se podría perdonar durante mucho tiempo, pues cuando apareció la primera criatura le había pillado con la guardia baja.
Sin embargo no tardó en reaccionar y, empuñando su arma, avanzó su posición hasta colocarse al frente del grupo, preparado para enfrentarse a aquel ser que, pese a su tamaño, se había acercado en completo silencio.
Estaba preparado para lanzarse al ataque cuando apareció una segunda criatura, por lo que frenó de golpe su movimiento. Ahora era necesario plantear una estrategia antes de atacar, pero no debía tardar demasiado o perderían incluso antes de comenzar a luchar.
Pero la reunión no había terminado, y apartando las brumas fueron apareciendo más seres similares, rodeando al grupo y haciendo prácticamente imposible la defensa.....pero no sería Merkus quien muriera sin luchar. Antes de caer se llevaría a uno o dos por delante, para que le hicieran compañía en el largo camino hacia el otro mundo.
Afianzó fuertemente la espada y se preparó para lanzarse contra el más cercano, aunque este no parecía mirar en su dirección, sino hacia el lugar donde se encontraba el cofre.
Un momento. ¿Acaso eran lacayos de la bruja que allí habitaba? Al parecer así era, y por los gestos de la criatura, querían que los acompañaran.
Muy bien, así al menos les guiarían hasta el lugar donde debían realizar la entrega. Aún así no se fiaba en absoluto, y aunque comenzó a caminar rodeado por la escolta, la espada seguía pendiendo de su mano.
Silencio, tedio, bruma, hedor...
...una mezcla horrible que calaba profundamente en el ánimo de cualquiera, y en particular del suyo, haciéndola vulnerable, y débil. Se revolvió, inquieta, no podía permitírselo. Era una luchadora, una defensora de los suyos, no iba a dejar que el ambiente la socavara...
...pero lo hizo. Nada había oído de extraño, nada había vislumbrado en la densa niebla que les circundaba, hasta que aparecieron. Apenas pudo proferir un pequeño sonido de sorpresa y disgusto, y llevar su mano a su fiel espada, reproduciendo casi exactamente, aunque a una escala mucho más pequeña, el movimiento que una fracción de segundo antes había iniciado el colosal guerrero, Merkus.
Sin embargo, poco costó darse cuenta de que, a pesar de las apariencias, a pesar de lo pavoroso que resultaba la visión de esas criaturas de los pantanos, todo estaba en orden. Dirigió una mirada fugaz, rápida, a Bathalias, y asintió. Estoy preparada, viejo, seguiré tu orden en cuanto la pronuncies. Incluso, en cuanto la pienses...
El hechicero movió la cabeza apesadumbrado. Lo que vivían no era magia, no era combate, era solo la desagradable putridez de un pantaño llevada a extremos insospechados. A pie, con la brida de su caballo y del mulo que llevaba el cofre en una mano, Moravius se apoyada pesadamente en su bastón para avanzar entre los hedores de la ciénaga
Como de costumbre, su mente estaba perdida en los entresijos del arte aunque sus ojos recorrieran el entorno y sus labios lanzaran sus acostumbradas pullas a Antor - Supongo que estarás feliz con el lugar. Así yermo y desamparado, dejas el alma de quienes son tus víctimas - llegó a comentarle, sabiendo que su broma era de mal gusto, pero con la necesidad de expresar en palabras la horrible sensación que el páramo le causaba
- Espero que esto no dure mucho, realmente es desagradable - insistió al resto de sus compañeros mientras sus pies trataban de evitar cualquier pozo oculto bajo el agua, por lo que su bastón tanteaba con cuidado cada sitio donde fuera a poner los pies.
- Que? - la sorpresa fue total. Uno, dos y luego muchos mas de esos extraños seres los rodearon, hasta completar la media docena y el mago no tuvo tiempo para protegerse... de hecho ya no le quedaban muchos recursos mágicos, por lo que lo unico que pudo hacer fue levantar su bastón en posición defensiva, esperando que sus compañeros se ocupasen de los recien aparecidos mientras el, simplemente, se defendía
Con todo, y en absoluto silencio observó como nadie atacaba. Quizás el gesto del lider de los engendros los había convencido Los lacayos de la bruja, no hay duda se planteo a si mismo mientras decidía estar atento a lo que pasaba y huir, a la primera oportunidad, si sus sospechas no eran ciertas - Parece que tenemos guias - comentó sardónicamente mientras sus ojos recorrían el lugar y observaba desesperanzado que estaban totalmente rodeados.
Con todo hizó un rápido recuento de sus reservas mágicas. Si, si hace falta puedo desaparecer... pero dejarlos solos... no, reservémonos para el momento indicado Tratando de no demostrar su mal pálpito caminó junto al resto, siguiendo al "capitan de la guardia" e intentando demostrar más seguridad de la que tenía - Vamos muy lejos? - le preguntó como si de un compañero de estudios se tratara - Este sitio no es el más cómodo para caminar y el viaje a sido largo - le comentó, más que todo para ver si este le respondía.