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Tumbas vacías

Diario de exploración de los Leones de Wati

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27/01/2018, 10:31
Director

Diario de Exploración de los Leones de Wati

 

Awib entró en la sobria habitación de la posada de Diente y La Cachimba dejando atrás el barullo general del comedor principal de la taberna, dónde los variopintos miembros de las expediciones de ruinas antiguas congregadas en la ciudad de Wati celebraban los éxitos de sus aventuras mientras que algunos, en rincones más alejados, lloraban las perdidas de sus compañeros y ahogaban la pena en el alcohol. 

Era una noche especial, la enana fue quitándose una a una las placas de metal de su armadura y dejándolas cuidadosamente encima del catre. Manchadas de sangre y otra suciedad, cada placa que extraía dejaba caer arena del desierto al suelo. Cuando hubo acabado con el proceso, ya en prendas de tela, desenrolló las tiaras de metal que recogían su cabello en múltiples coletas y sacudió la cabeza expulsando la suciedad acumulada. Tras ello, tomó su martillo "Rompedor de Tierra" y lo dejó ceremonialmente apoyado frente al catre dónde yacía esparcido el resto de su equipo.

Awib se asomó a la pequeña ventana que daba al exterior de la posada, las calles de Wati parecían rebullir de actividad y festejos aún bajo el manto de la noche, iluminados por antorchas y la nítida luz blanquecina de la luna llena de aquella noche. La paladin de Torag observó durante unos instantes la luna, en lo alto del cielo, mientras se preguntaba sobre cuántos de aquellos aventureros apreciaban realmente la oportunidad de recuperar los antiguos secretos de Osirion y honrarlos, en vez del enriquecimiento personal y la gloria que todos buscaban, ignorando la verdadera fortuna que se escondía tras aquellos lugares que habían sido testigo de grandes épocas con grandes historias.

La enana reflexionó sobre todo lo acontecido en la tumba de Akhentepi, de los peligros que habían vivido y del característico grupo al que se había unido, cuyo nombre elegido era el de Leones de Wati. ¿Eran, incluída ella, dignos de denominarse leones?  se preguntó la enana mientras se sentaba en un pequeño escritorio junto al catre y extraía de su bolsa de viaje un rudo tomo con cubiertas metálicas que dejó con un sonoro golpe sobre la mesa, sacando a continuación una pluma y un pequeño frasco de tinta negruzca.

Awib abrió el libro de placas metálicas, cuyo titulo aún había sido grabado, y con dedo pasó sus páginas de textura apergaminadas sin texto. La paladin de Torag cogió la pluma con sus gruesos dedos y mojo su punta con algo de tinta del frasco, entonces empezó a rasgar en la primera página de aquel libro...

Yo, Awib del linaje Osezis, tercera de mi nombre, sierva del padre forjador y heraldo legítima del Clan Maestroesfinge, inició la escritura de este diario de expediciones para dar cuenta de las venturas y desventuras de los Leones de Wati, esperando que todo lo descubierto en nuestras expediciones sirva al propósito de conservar y honrar la historia de Osirion y de todos sus pueblos libres, dejando así un legado que nos haga imperecederos a los ojos de la historía por las eras y milenios por venir.

El primer pasaje de este diario debe destinarse a mencionar a los miembros que narraran los hallazgos que aquí se plasmen, si los dioses nos permiten alcanzarlos, pues su variopinta composición puede sorprender a cualquiera que lea estas páginas. 

Todo empezó en la ciudad viviente de Wati, tras el edicto promulgado por el faraón Khemet III, príncipe Rubí, por el cuál se decidía abrir formalmente las necropolis antiguas de Osirion para su respetuosa exploración bajo la supervisión del clero de la diosa del descanso eterno Pharasma. Fue allí dónde conocía  uno de los integrantes de la expedición, el joven Abayoni Lisimba Init-Herit a quién me referiré a partir de ahora solo como "Ali". Ali era la mejor representación posible de un osiriano dedicado al comercio, ambicioso y con una lengua a la que no parecía acabarse las palabras, el joven mercader y león de wati, resultó el nexo con el que conocí al resto de los que luego se convertirían también en leones, haciendo la presentación de una joven de tez bronceada y aspecto místico llamada Nylwa Rahüt, quién a pesar de inmadurez y inocencia, parecía ser portadora de dones que a día de hoy no alcanzo a comprender y que espero que a lo largo de nuestras aventuras acaben por ser desvelados. 

El siguiente león de Wati al que debo mencionar es a Mensah Ravic Ur-Atum, al que mencionaré a partir de aquí como "Ravic", un honorable soldado del ejército de Ipek con el que tras compartir más de un peligroso combate debo mostrar mi más sincero respeto como guerreros que somos. El último de los Leones de Wati por mencionar es Ibrahïm Taymullah, un estudioso de las artes arcanas cuyas habilidades han resultado de extraordinaria utilidad para nuestra expedición y cuya extraña compañía es su fiel cabra llamada Abbas, cuya utilidad aún no sé explicar ni entender el nexo que une a mago y bestia. 

Hecha esta breve presentación, debo hacer referencia a la primera de las aventuras que ha llevado a juntar nuestras armas, la expedición a la Tumba de Akhentepi, una tumba anterior a la plaga de la locura, ubicada en el cementerio original de la ciudad en la sección oriental de la necrópolis cuya exploración sirivió para probar si los recién bautizados leones de wati seriamos capaces de trabajar en equipo, sin que la avaricia, el egoísmo o la cobardía acabará por hacernos matar a todos. 

No voy a entrar en detalles sobre como logramos llegar hasta la cripta final de Akhentepi y sobrevivir a las innumerables trampas que casi segaron la vida de algunos de nosotros, en especial del joven Ali, ya que probablemente no haría honra de lo que en el futuro se convertirá nuestro grupo expedicionario. Sí que diré, y si no que sea aplastada por el martillo de Torag, que esta primera expedición aunque accidentada demostró que cada uno de sus integrantes era poseedor de un corazón bueno y noble, más que digno de descubrir los misterios enterrados de Osirion, motivo por el que no tuve recelo alguno en seguir formando parte, y digo más, empezando a sentir un aprecio por todos ellos que a menudo pienso debería evitar que interfiera en mis decisiones...

Awib dejó la pluma sobra la mesa y alzó la mirada al techo suspirando. La fiesta parecía no llegar a fin en el comedor de la posada, sin embargo ya era tarde, mañana sería un nuevo día destinado a una nueva expedición otorgada por la Iglesia de Pharasma en la ciudad de Wati motivo de más por el que descansar. La paladin cerró el diario con cuidado y sonrió para sí (algo nada habitual en la recia enana), se levantó acariciandose la rodilla debido a una vieja lesión que le provocaba una importante perdida de destreza y echó las placas de su armadura al suelo para dejarse caer encima de la cama. 

Sí... mañana sería otro día, otra nueva oportunidad de honrar la historía de Osirion en la que, no tenía ninguna duda, los Leones de Wati pasarian a formar parte.