Estaréis de acuerdo conmigo, nada hay más funesto para la autoestima de una misma que el andar por casa echa un cromo. Nada de chandal con manchas ni pijama con pelotillas. En casa hay que estar vestidas como si fuera a llamar a la puerta la persona más importante de vuestras vidas. Es decir maravillosas siempre.
Bien peinadas, con un poquito de maquillaje (algo que quede natural) oliendo de maravilla y con un modelo como este de Lounge Lover, no me diréis que no son impresionantes !
Aquí debajo la dirección que a estas alturas debéis estar buscando desesperadamente. ; )
Un abrazo y buen fin de semana.
Lo que te mandaré te hará ver que tu conducta no fue tan exagerada. El problema en tu caso fue que el receptor no esperaba tu acción. Cuando ambas partes están de acuerdo y confirman lo que quieren y pactan niveles, todo fluye. Te soy sincera, son videos porno, cortitos, de 15 o 30 segundos. Es pornografía de alta calidad, en blanco y negro, y ajustada a la realidad. Sobre todo es pegging, diversas formas de tomar y sodomizar a hombres en particular. Amordazados o no, atados con sogas o correas, diferentes posturas y agresividad en el acto. No dudo de que ya habrás visualizado escenas semejantes, pero como te digo, estos videos son rigurosos con el mundo real. Seguro que tú no fuiste tan..."salvaje" como algunas de las mujeres que salen en esos videos.
Un par de minutos después te llega otro mensaje de voz de Sey.
Ya sabes que el bdsm no es solo dolor, ni que la sumisión dominación significa infligir dolor a la otra persona participante. En tu test pusiste que querías probarlo todo. Haremos unas pocas actividades y veremos tus reacciones. Confírmame que quieres adquirir el rol de sumisa aunque posiblemente introduciré ciertas dosis para comprobar tu inclinación hacia la dominación-dolor. Cuando veas los videos, me contactas y me das tus impresiones. Buenas noches, Alice.
Caminar por la playa quema calorías (Zack Minor para Unsplash)
Los 31 días de este plan se dividen de la siguiente manera: el entrenamiento A se hará los días 1, 3, 5, 6, 10, 14, 19 y 25; el entrenamiento B se reserva para los días 8, 11, 13, 15, 18, 21, 22, 23, 26, 27, 29, 30 y 31; y, por último, se establecen nueve días de descanso, que serán los días 2, 4, 7, 9, 12, 16, 20, 24 y 28. Pero, ¿qué hay que hacer cada uno de los días?
El plan de 31 días
Aunque el entrenamiento A está más dirigido a principiantes ya que el B reduce los tiempos de recuperación, cualquier persona que se lo proponga puede llevar a cabo este plan destinado a adelgazar. Eso sí, hay que saber de qué estamos hablando en cada momento: cuando se trate de andar de forma pausada es la que se refiere a caminar a ritmo normal, mientras que la caminata rápida quiere decir que hay que andar como si se tuviera prisa por llegar a algún lugar.
Entrenamiento A. Los días que tengamos que hacer este tipo de entrenamientos seguiremos este guion: 3 minutos de calentamiento a ritmo normal; 1 minuto de caminata rápida seguido de 2 minutos de caminata normal; después, alternaremos 12 minutos de caminata rápida y normal para terminar con otros tres minutos de caminata normal para relajar los músculos.
Entrenamiento B. Estos días hay que comenzar con 3 minutos de calentamiento a ritmo normal, seguidos de 1 minuto de caminata rápida y otro de caminata normal; después se alternan 10 minutos de caminata rápida y normal de uno en uno, pero tras descansar solo 30 segundos, se alternan otros seis minutos en los que se hace 1 minutos de caminata rápida y solo 30 segundos de caminata normal; finalmente tres minutos de caminata normal para relajar los músculos.
Con la caminata rápida hay que moverse a buen ritmo, pero sin llegar a correr; es decir, que nos resulte difícil hablar al mismo ritmo
Los dos entrenamientos no duran más de 20 ó 25 minutos, por lo que cualquier persona podría hacerlos en cualquier momento del día en el que tenga un hueco libre. El objetivo es pasar un buen rato al aire libre para tener ganas de más y, al mismo tiempo, hacer el deporte necesario para llevar a cabo nuestro proceso de adelgazamiento, que habrá que completar con una alimentación sana y equilibrada.
Un sonido estridente te despierta en medio de la noche. Te vuelves entre las sábanas sudadas, tanteas en el mesilla. El móvil protesta como loco. Un manotazo y es tuyo. ¿Quién coño llama ahora? Es Ben, un compañero de la Brigada. Un buen tipo.
-Hola, Trevor. Siento llamarte a estas horas pero tenemos jaleo. Un asesinato feo. -Acaso hay asesinatos bonitos? Te da la dirección, una calle del barrio de Compton. - Pasa a busca a Jackson, ya la he avisado. Mueve el culo.
Joder. Las 5:40 . Te siguen jodiendo con esta mierda de trabajos. Tu visión se aclara con la pálida luz de un amanecer tardío. A tu alrededor las paredes desconchadas, surcos de humedad, parecen un mapamundi, del asqueroso cuartucho de alquiler. Los muelles del colchón rechinan como viejos artríticos. Te aseas, te vistes, y te largas a toda prisa.
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Un sonido estridente te despierta en medio de la noche. Qué calor, el aire acondicionado otra vez no funciona. Te vuelves entre las sábanas sudadas, tanteas en el mesilla. El móvil protesta como loco. Un manotazo y es tuyo. ¿Quién coño llama ahora? Es Ben, un compañero de la Brigada. Te parece un buen tipo por lo poco que le conoces.
-Hola, Jackson. Lamento estas horas pero tenemos lío. Un asesinato feo. -Acaso hay asesinatos bonitos? Te da la dirección, una calle del barrio de Compton. - Trevor te pasará a recoger, ahora le aviso.
Joder. Las 5:41 . A Trevor le siguen jodiendo con esta mierda de trabajos y de rebote pillas como su compañera asignada. Tu visión se aclara con la pálida luz de un amanecer tardío. A tu alrededor las paredes de suave azul pastel de tu dormitorio, te saludan, solitarias, como cada mañana. Te desperezas. Menos mal que jj se quedó en casa de una amiguita anoche. Te aseas, te vistes, un café, preparas un termo con más café y justo al poco aparece Cole.
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Ni siquiera ha amanecido cuando Trevor recoge a Belinda, y ya hace un calor infernal. El aspecto de Trevor es de resaca. Belinda le pasa el termo con café, sabroso y cargado. No tardáis en llegar a Compton. El lugar es un callejón maloliente, a rebosar de basuras y escombros. Los chicos de azul han acordonado la zona y viligan con caras soñolientas y aburridas. Enseñáis la placa y levantan la cinta.
-Por fin estáis aquí -os saludad Ben saliendo de un portal. Es un chico de unos 25 años, poquita cosa, metro setenta, apenas sesenta kilos, camisa planchada, bien peinado.- Vaya pinta, hhh .Venid. Una chinita -señala un bulto que yace en la acera, cubierto por una bolsa negra de plástico.
Os acercáis al fiambre, de paso saludáis a otro par de polis que hay al lado, que ni os contestan y siguen hablando sobre el partido de los Lakers de anoche. -Cayó desde el quinto piso -explica Ben. -Es un edificio viejo, de ladrillo rojo, plagado de pintadas, marcas de humo y suciedad, con balcones de metal ennegrecido y una escalera de incendios. Ben aparta la bolsa de plástico y os encontráis con los fríos ojos rasgados de una niña, 14-16 años, asiática, el craneo fracturado y la sangre reseca formando un charco en el pavimento. Tiene el cuerpecito lleno de moratones y heridas varias. No es más que un cascarón vacío.
El jueves despiertas enamorada de la vida. Y eso que no has probado todavía ninguno de tus nuevos juguetes. No. Quieres disfrutarlos con "ellas". Frisbee. Michelle. Noche y día. Eres una chica con suerte.
La abeja reina, ¿no?
Ahora está todo solucionado con ese diablo que te succiona el alma que es la tatuadora. ¿Y por qué no la tienes en tu cama hoy, ahora? Le podrías comer el coño como ella fantaseaba. Y luego...y luego Frisbee te daría un meneo rico. Y así hoy, y mañana, y pasado...Para eso tienes que irte a vivir con ella. ¿Tan malo sería? Quizás un poco sí, mejor esperar, ¿no?
Ir probando.
Mensajes. Anoche, ya muy tarde. Sey avisa de que se retrasará una hora. Mary no puede venir esta vez. Vamos, no cree que pueda, pero para la siguiente semana la chica le ha asegurado que sí. El que sí vendrá es Alan, un joven igual de sumiso que Mary y con la misma debilidad de recibir dolor que tú misma.
Otro mensaje. Tempranito. De Michelle. Te puedes quedar trabajando en la pensión, ella estará fuera durante todo el día. Os podéis ver el viernes por la mañana si no hay contratiempos, un ratito, que tiene lío. Ya te confirmarás si vas a su casa o no. Viernes noche y sábado ocupados. Tu jefa tiene su vida, claro. Tal vez el domingo podáis dedicaros la una a la otra. Y si no es posible, el lunes.
"Prometido <3".
Ah, Michelle. Su piel blanca, su bella rosa madura todavía jugosa. Sus dulces y tibias colinas. Su paz y su ternura.
Acabas de ducharte y te llega otro mensaje. Esa mañana es una auténtica cascada de ellos. Este es de Frisbee:
¿Follamos esta noche?
Fiel a su estilo, directa y poco sutil. ¿Esta noche después de la sesión con Lindsey? ¿Dominación y luego sumisión? Quizás es demasiado. Muy fuerte. O no. Se lo preguntas a tu cuerpo. Podrías citarla el viernes. Y todo el finde si no puedes quedar con Michelle. Fantaseas mirando la caja de regalitos. ¿Será receptiva Frisbee, esa loca salvaje, a catar nuevas cosas en tu compañía? Te estremeces al recordar sus abrazos, sus besos y sus mordiscos. Sus cachetes y su habilidad con el cinturón. Por dios, estás enferma Alice, parece que te dice una vocecita en tu cabeza.
Pero es que Frisbee es lo más. ¿Y si la llamas ahora y te vas corriendo a echar un polvo con ella? ¿Se notaría mucho lo pillada que estás? Como si no lo supiérais ambas. Y ella, ¿qué? También está colada por ti. Estás deseando arrodillarte frente a ella, babear en sus pies, lamer su piel tatuada con dedicación y amor. ¿Amor? No...con deseo y lujuria. Eso es, lujuria y lascivia. Desde luego.
Y estás secándote la cabeza y recibes otra notificación. La tienes que leer un par de veces. Perpleja. Es de Kate. Que ha decidido venirse contigo. A probar suerte como tú. Sin embargo no viene sola, sino con su nuevo chico. Que si hay sitio en la pensión o conoces de algún sitio. O si te animas y compartes piso con ellos, que sería una gozada. Madre mía. Kate. Es tu mejor amiga entre las pocas que conservas. No sois super amiguis del alma, pero la conoces desde el insti. Está ahí para ti, es el contrapunto a la austeridad y frialdad de tu familia. La chica liberal y generosa que siempre te ha querido empujar al mundo bohemio y algo desordenado. Kate, que...bueno, se las trae también, no es un alma de la caridad ni un ángel. Pero es kate.
-Pero…te miro y te escucho, y algo se remueve dentro de mí. Probablemente pensarás que soy un poco idiota, la chica jovencita arrastrada por el encanto y el morbo de la madurez. Sin embargo te aseguro que yo para esto no soy tan apasionada, mantengo la cabeza fría, serena y poco impresionable
Arranca la motocicleta y a volar camino de su casa. Atrás quedan Brenda, Carlota, y el resto de sus amigos. Y Simone. La intrigante rubia.
Sábado noche. Más alcohol, más maría, nada de coca esta vez. Más sexo. Con descanso a sesiones BDSM, que sigues dolorida y además, satisfecha por ese lado. En realidad ahora tu balanza corporal y mental, necesita poseer, dominar. Con Frisbee, más allá de tomar las riendas en alguna de las folladas, sabes que no podrá ser.
La fiesta sigue por la mañana. Parece el último día en la Tierra. Ninguna de las dos se cansa,
Eric Lambert
34 años
-Nunca supe quienes fueron mis padres. Sus nombres, su forma de ser, sus vidas, quiero decir. Me contaron que ella era prostituta y él debía ser uno de sus clientes. Un cabrón que la dejó embarazada y se largó. A saber. Pero ya puedes imaginar la clase de vida que podía llevar ella.
-Bueno, no te hicieron mal –dijo la chica-. Mírate, un tipo alto y fuerte, con esos traviesos ojos soñadores que arrasan con cuanto ven. Un cabello negro resistente, y conservas todos los dientes. Agradéceselo. Lo único malo en ti es que no hablas mucho. Demasiado serio.
-Hum. Este mundo no es para hablar, sino actuar. No hay mucho que decir y poca gente que te escuche. Eso es lo que había hecho desde que nací, actuar: en el orfanato, en las casas de acogida, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en los trabajos nocturnos. Nunca detenerme, siempre en movimiento, siempre haciendo algo.
La muchacha, desnuda, se giró en la cama, se alzó y se sentó a horcajadas sobre mí. Comenzó con un movimiento suave.
-Eso es –dijo. –Vamos a actuar ahora y dejarnos de otras chorradas. –Era atractiva, a pesar del colmillo izquierdo y parte del labio inferior que le faltaban. Bajita, pechos menudos, su piel mestiza sudorosa y sucia de arena. Yo no estaba más limpio. El día había sido duro en el campamento, muchos heridos, muchos refugiados. Demasiadas personas para tres médicos desesperados sin recursos más allá de sus manos y su voluntad. La segunda se me agotaba. Pero West sabía hacerme feliz durante un rato.
A un tipo que había abandonado el mundo cómodo y opulento por los desiertos, las selvas, los yermos olvidados de dios, impulsado por una necesidad insalvable y enfermiza de ayudar a todas esas personas desterradas de la tierra y de la esperanza. Y, para ser sinceros y decir toda la verdad, arrastrado por una mujer: Clarisse.
Ella era una mujer con una extraordinaria sensualidad debajo de una capa de tía dura. Dirigía una pequeña organización que cruzaba el mundo llevando medicinas, alimentos, trastos y mercaderías a esos rincones inexistentes para los noticiarios hasta que no estallaba una guerra o una epidemia mortal. Clarisse decía que el amor era el motor que uniría de nuevo a las personas y abriría una brecha en la lobreguez de los días. Clarisse. Me uní a ella como médico cirujano en su locura quimera y acabé en su cama. Terminé subyugado por ella, por sus ideas, por sus anhelos, por su visión del futuro y su fuerza. Ahora, su nombre es una bala. La maldita bala que le atravesó la cabeza y me dejó solo una vez más. La historia de mi vida.
Es médico cirujano, su habilidad y conocimiento para las intervenciones quirúrgicas sobresalen muy mucho por el top ten. Se ha pasado los últimos años sumido en su trabajo, colaborando con asociaciones de voluntarios, siempre yendo a los lugares más peligrosos donde haya una guerra, una catástrofe, una emergencia. Es una huida hacia delante que solo se ha detenido cuando se unió al Proyecto Edén, acariciando la idea de encontrar un lugar en las estrellas donde el sueño de Clarisse se pueda materializar.
Es alto, cerca del metro ochenta y cinco, delgado, en buena forma, un chasis resistente y una gran capacidad para aguantar y superar el desgaste físico y emocional. Tal vez no es demasiado conversador, pero sabe escuchar y siempre tiene un momento para los demás. No le falta la sonrisa en la boca incluso en las peores situaciones, impulsivo, un poco arrogante quizás, de trato afable con los amigos, poco tolerante con la gente tóxica que envenena los corazones y la vida.
Ha vivido dos romances fallidos, cortos ambos, de jovencito, engañado y manipulado. Con todo, esto no le ha llevado a desconfiar de las chicas, si bien hizo que fuese con más pies de plomo. Tuvo una tercera relación a los veintidós, su pareja fue una mujer quince años mayor. Hubo más de pasión y sexo que de amor durante el año y medio que estuvieron juntos. Esa chica le abrió las puertas al mundo adulto y le hizo comprender la responsabilidad y consecuencias de sus actos. Después llegó Clarisse y tras su asesinato solo ha tenido esporádicas relaciones o escarceos que han tenido más de sexo que de romance.
Le gusta escribir, lleva un diario de viajes, donde escribe y dibuja, como antaño. No fuma, no se droga, le gusta la cerveza potente, beberla a morro, pero con una tiene suficiente, con dos birras pilla un punto, así que no se pasa de la tercera. Y solo bebe exclusivamente si va de fiesta, en buena compañía o cuando se sumerge en la nostalgia del pasado.
Caía la noche en Nueva Orleans. Una de aquellas noches melódicas al borde del Misisipi, que casi parecían armonizar la llamada de grillos y luciérnagas anunciando la madrugada. Una ópera de insectos en celo similar a las enrevesadas orquestas que Wagner había compuesto el siglo pasado. Una ópera que escuchaban a diario los infantes, recién salidos de la fábrica de algodón, como un canto que les acompañaba de vuelta a casa, o a lo que fuera que llamasen hogar…
Caía la noche en Nueva Orleans, y Wilson, un chaval con apenas 17 años de vida, amante de la frescura otoñal que despedía Luisiana a mediados de octubre, decidió salir a dar un paseo, camino del French 75 Bar. Había escuchado decir a uno de sus vecinos que un tal Duke Ellington se pasaría a tocar jazz en aquel local esa misma noche. Supuestamente había triunfado en la célebre Nueva York. Al chico le encantaba la música y el jazz era el “boom” del momento.
Wilson, a pesar de su juventud, ya residía solo en un apartamento al sur del bloque industrial, cerca de donde se inauguró la estación ferroviaria que conectaría con Florida. Era un chico espabilado, no tenía estudios, y la mayoría de sus ingresos salían de la calle, laburando en diversos oficios de mala gana y juntándose con dudosa compañía. Pronto demolerían su edificio para expandir los almacenes portuarios, pero esto no parecía importarle, a pesar de su avanzada madurez.
Una vez atravesado el bloque industrial, Wilson cruzó los canales del ferrocarril, todavía activos tras el atardecer, las mercancías no tenían horario. Se entretuvo un par de minutos observando los delicados artículos del mercado francés, sediento tras ver tantos manjares exóticos que nunca podría comprar. Siempre se encontraba con licores que no había visto nunca, algunos maquillados con zumo o especias, otros sin etiquetar y en garrafas de madera, ya que la prohibición apretaba en especial a los vendedores ambulantes. Tras meter la mano en sus bolsillos y percatarse de la vacuidad de los mismos, prosiguió su rumbo hacia el bar, esta vez con la intención de encontrar algo que beber para entonar la velada, aun si tuviera que tomarlo prestado.
Wilson sabía de la facilidad con la cual uno podía negociar con algún vagabundo errante, en especial si se encontraban embriagados por la cálida caricia del verde diablo. El joven tomó una desviación para probar suerte entre las callejuelas cercanas al Misisipi, ocasional lugar de reunión entre los más distinguidos mendigos de la región. Tras pactar un justo intercambio con tres indigentes dormidos bajo mantas de cartón duro, Wilson recuperó unas sobras de aguardiente que mezcló con un frasco de whisky en la parte trasera de un local nocturno. Se escuchaban muchas risas, gritos, y alboroto general ahí detrás, resonando contra las pringosas ventanas de la taberna. Era uno de los típicos garitos en los que nunca se había atrevido a entrar, cosa que justificaba por su mala fama, pero aquel pensamiento no era más que una excusa para velar su miedo.
Mientras el chico terminaba de sazonar su insípido coctel, un terco golpe impactó contra la puerta trasera del bar, desde dentro, marcando una abolladura en el oxidado metal del picaporte, que carecía de manilla o pomo. Wilson cayó hacia atrás sobresaltado y derramó su botín sobre el hediondo asfalto. Sin dudarlo un segundo, se incorporó y fue a ocultarse tras los mugrientos contenedores de basura, no sin antes asegurarse de que nadie podía verle en su escondrijo. Un segundo impacto abrió entonces la puerta. Chocando contra la pared, volteó en dirección al chico, impidiéndole observar el interior. Se asomó levemente a una esquina del conteiner para captar mejor visión, percatándose de que se encontraba en la parte cerrada de un callejón. Una bizarra sensación de angustia le recorrió el estómago. Dos corpulentos hombres salieron del local, cargando en sus brazos varios escuálidos cuerpos humanoides que palidecían frente a la leve luz bermeja del antro. Parecían portar el mismo código de vestimenta: camisa blanca con corbata (una de ellas más elegante que la otra) junto a una americana ajustada y pantalones negros. No llevaban zapatos, pero sí sombrero. Uno de ellos, que en lugar de americana vestía una gabardina, abrió sin esfuerzo el contenedor situado a apenas dos metros de Wilson, quien se esforzaba por mantener el silencio a escondidas, a pesar de su curiosa adolescencia. No era el mejor momento para jugar a los Boy Scouts.
– Venga, échalos ahí. – Gruñó el varón de la gabardina.
Mientras levantaba la abertura del vertedero con una sola mano, miró a un lado y otro del callejón, vigilante, y sacó de su bolsillo un prominente puro que llevó a su boca con delicada fiereza. El otro señor, más robusto que el anterior, lanzó su cargamento en la basura, derramó el charco final de ron que guardaba en su petaca, encendió una cerilla y, sin mirar el destello de la chispa, la arrojó al contenedor. Su compañero lo cerró con rapidez, e hizo una mueca de rechazo al hombre de la americana.
– ¿Qué? – Increpó el señor que había lanzado la cerilla.
El hombre de la gabardina se espolvoreó las manos, grandes como para estrangular a un león, y buscó algo en uno de sus bolsillos interiores. Sacó una enjuta caja, fijó su mirada sobre su compadre, y, con suave cuidado, deslizó la apertura de la misma para agarrar un par de cerillas.
– Ves que quiero fumar, ¿verdad? – Señaló el varón.
– Sí. – Respondió el grueso señor, apoyándose contra la pared del local.
– Entonces por qué cojones tiras la cerilla… Sin encenderme el puro. – Preguntó a desgana, más a modo de reprimenda que de pregunta.
– Disculpa. – Masculló cabizbajo. – Fue por precaución, lo marca el protocolo. ¿Tienes otro?
Hizo un gesto indicativo de llevarse un cigarro a la boca. El hombre de la gabardina sopesó un momento la situación, guardó la caja de cerillas, lanzó una mirada hacia el interior del bar y extendió un puro de su cajetilla, entregándoselo a su compañero.
– Gracias.
El varón de la americana esbozó una leve sonrisa, a lo que su socio encendió ambas cerillas rasgándolas contra su propia piel, sin inmutarse, y alumbró los dos habanos uno después del otro. Empezaron a fumar junto al incansable bullicio del tugurio a sus espaldas, y su fumadero se vio acompañado por el negro hollín que desprendían las rendijas del conteiner. Conversaron sobre algo que Wilson no lograba comprender. Entre el jaleo de la noche y la insolente niebla del vertedero, no podía más que preguntarse si aquello que habían tirado a la basura, aquellos cuerpos… ¿eran cadáveres?
Pobres desalmados. Las desapariciones no eran de extrañar en la región de Nueva Orleans, pero pocas veces podía uno presenciar la pulcra cremación de algún desgraciado, tras la extorsión de los gánsteres. O al menos eso le parecían a Wilson, tras la negra cortina que separaba el callejón de su única escapatoria. Birlar unos cestos de comida o ratear alguna billetera le eran cosas cotidianas, pero enfrentarse a dos gorilas en plena libertad no le hacía demasiada gracia.
El humo de las basuras expulsaba un hedor insoportable. Peor aún que la humareda de los cigarros, que por edad y entorno ya le eran costumbre a Wilson, el tufo del caucho quemado junto a alcohol y carne carbonizada competía con el clásico efluvio que emanaba el alcantarillado de Luisiana, famoso por su espléndida gestión de los residuos… que consistía en arrojarlos al Misisipi.
https://aminoapps.com/c/anime-es/page/item/sayaka-miki/d3KI_aIEZdW6l06mZ042BlxkRxGG7Yv
Para el sistema de juego voy a desempolvar uno que usé hace la tira, precisa proactividad y creatividad de vuestra parte, cosa que no os falta ;-). Un ritmo ágil sin que las tiradas entorpezcan, sino que avancen la acción (no es pbta).
No hay atributos. Solo ser consecuente con tu psj.. Para cualquier cosa, 1d4. Si el resultado es de 1 a 3, narráis lo que queréis hacer. El resultado también dependerá de otra tirada mía, se pueden dar fracasos, éxitos con consecuencias directas o futuras. El 4 es éxito directo, podéis describirlo como queráis, por ejemplo, un león os persigue, pues nada, narración de la manera en que le dais esquinazo.
También habrá una bolsa común con puntos de fortuna. Si utilizáis dos, es éxito sin lanzar dados. Si tienes un 4 y gastas un p de fortuna, en el ejemplo del león no solo te libras de su ataque, sino que puedes deshacerte de él.
O puedes usar un p para relanzar el dado. O sumar 1 al resultado. Eso sí, una opción solo.
Estos puntos son pocos y finitos. Tenedlo en cuenta. Si bien, de alguna manera se podrán recuperar de uno en uno pero no resultará fácil.
Pero vamos, que la idea es que nos echemos unas risas como la otra vez :D