La aldea de Kravenhold siempre ha sido un lugar tranquilo, rodeado de campos de trigo y bosques antiguos. Pero desde hace un año, una sombra se cierne sobre el pueblo. Los cuervos llegaron en bandadas interminables, oscureciendo los cielos y llenando las noches de graznidos inquietantes. Poco después, los muertos comenzaron a levantarse de sus tumbas, atormentando a los vivos.
En el centro de este misterio se alza el Castillo Kravemir, una ruina sombría que vigila la aldea desde la cima de una colina. Las historias de los ancianos hablan de un antiguo noble, el Barón Cuervo, quien gobernó el lugar con puño de hierro antes de ser derrocado por su afición a las artes oscuras. Ahora, mientras la bruma se espesa y los días parecen más cortos, las campanas de la iglesia tocan por última vez.
Punta Arena se ha enfrentado a pocos retos y peligros durante sus cuarenta y dos años de historia, pero eso está a punto de cambiar...
Sin saberlo, los fundadores del pueblo construyeron su comunidad sobre las ruinas de una antigua fortaleza que antaño se usó como laboratorio y prisión, un lugar donde se llevaron a cabo horribles experimentos. Aquí, en las Catacumbas de la Ira, diversos arcanistas exploraron y perfeccionaron las artes robadas de la alteración de la vida y el moldeado de la carne, uno más de los muchos lugares que los aprendices de la señora de las runas Alaznist emplearon durante el apogeo de Thassilon.
Estas catacumbas quedaron inactivas con la caída de Thassilon, pero la que se encontraba enterrada bajo Punta Arena no estaba destinada a seguir así...