Una noche, sin una razón aparente, un vasto y vetusto bosque apareció en la tierra como si hubiese existido durante cientos de años. Imponiéndose destructivamente a todo lo que había antes que él, el bosque destruyó el trabajo del hombre. Nada escapó al sudario de árboles, ni siquiera el asfalto de las carreteras o los edificios de las grandes ciudades. La vida como la conocíamos terminó: las edificaciones cayeron; las carreteras, vías de tren y autopistas se estrangularon; y todo lo que hubiese podido ayudar a la recuperación fue perdido. Durante un breve periodo de tiempo, el estado de emergencia fue divulgado por todos los medios accesibles pero pronto, las palabras de consuelo enmudecieron.
Pese a lo devastador que resultó El Evento, lo que vino después fue aún peor. Comenzó a resultar obvio que este enorme bosque, al que pronto se le llamó "El Mar de Hojas" no era como cualquier bosque mundano. Antiguo, amenazador y de alguna manera vivo, resultaba ser un lugar salvaje, lleno de animales astutos y peligrosos e impregnado de La Llamada, un canto de sirena que atraía a los débiles, los desesperados y lo solitarios hacia sus profundidades.
A lo largo de las semanas, cerca del ochenta por ciento de la población sucumbió a la Llamada y se adentró en las profundidades del Bosque para no volver nunca. Los supervivientes comprendieron que la manera más segura de evitar la Llamada era crear comunidades pequeñas y comprometidas en localizaciones que permitiesen defenderse de los peligros del bosque. Los lazos con otros seres humanos les permitía escudarse de la siempre presente Llamada del Bosque.