Partida Rol por web

—¿Bessy? Se llama Canthus. Es el perro de la familia. 

Caerwyn cogió la bolsa de oro que Vincenzo arrojó en la mesa y miró en el interior. Cómo había conseguido el bufón llevar tanto oro a la vista y no ser emboscado por una banda en algún callejón de Puerto Victoria... escapaba a su comprensión. Quizá fuera mucho más que un bufón, después de todo.

—Está chupado —abundó Caerwyn con una risita. 

Mientras Canthus olisqueaba a Vincenzo, y le daba con el hocico húmedo en la mano buscando algo de comer, la arquera meditaba. Un mercader no se hacía rico regalando su dinero. Dudaba de que fuera tan fácil. Nunca era tan fácil cuando había magia involucrada. Dudaba mucho de que la torre del mago fuera tan inocua como la pintaba Vincenzo, y tenía claro que era allí era donde se iba a tener que ganar el oro que le ofrecían.

Sonrió, aunque su sonrisa resultaba más repugnante que otra cosa.

—Mis habilidades serán de gran utilidad en campo abierto —afirmó, y señaló con la cabeza a los enanos cuyos nombres empezaban por K—. ¿Qué tal si hablas con esos dos? No se me ocurre mejor forma de disparar a placer que doscientos kilos de músculo enano impidiendo que nadie se acerque a mi posición. Y yo estoy acostumbrada a tirar al cuerpo a cuerpo, de todas formas.

Lezard se dedicaba a comer y escuchar las conversaciones, a pesar del ruido gracias a los sentidos de su familiar podía diferenciar en especial una de una chica y un sujeto de atuendos graciosos sentados juntos, grande fue su sorpresa al ver la bolsa de dinero que este mostró en la mesa, Que interesante, una torre de mago, seguro hay objetos interesantes allí, al terminar de comer y pagar se acerco hasta la mesa de estos y detrás de Vicenzo dice, Yo también estoy interesado si tienen una vacante disponible! Se un poco de magia, por cierto perdonen mi educación, mi nombre es Lezard y este es mi amigo Xeros...

Ya había picado su curiosidad, solo esperaba no obtener una mala reacción por parte del grupo ya que la manera en la que se acerco no fue la más idonea.

Al llegar khar empezaba a escuchar mejor a al bufón, y pudo ver cómo la bolsa de oro caía en la mesa y se caía una moneda, la cual agarro y mordió si es oro aclaro mientras veía como la chica asomaba su cabeza para ver qué contenía el destino nos tiene preparado caminos entretenidos a todos, y estos eventos no pueden dejarse pasar se sentó en la mesa reojeando para ver cuándo le traían su comida espero que la plaza este abierta para un caminante enano miro al bufón esperando su afirmacion. me preparé mucho tiempo, se pelear cuerpo a cuerpo y conozco las artes de curación, algo muy útil cuando el destino te hace creer que es tu último día una carcajada gruesa resonó en la taberna.

La cosa parecía ponerse interesante cuando vio la bolsa llena de monedas de oro y se habló de asaltar una torre abandonada de un antiguo mago, era justo lo que estaba esperando y ocurrió nada más llegar. Desde luego que recordaría este momento, una posada enana con cerveza, un compañero enano que además decía que sabía sanar, oro y aventuras lejos de su tierra. Se acercó a la mesa de la arquera que decía llamarse Caerwyn y se sentó con rudos modales con permiso, a mi en principio me interesa hablar con ese mercader que te manda le dijo sin más al bufón quiero saber que ofrece exactamente, yo no sé curar pero se me da bien luchar. Como dije antes, aunque no aquí mismo, mi nombre es Kurin y esta señorita dice señalando a la arquera es el complemento que necesito, pues no sé luchar a distancia, a la vez que la compañía de Khar dice señalando al enano el viajero del destino para que cure nuestras heridas mientras lucha junto a mi contra los peligros que surgan y ¿porque no? siempre viene bien la ayuda de la magia dice por último señalando a Lezard.

Y en tan solo unos instantes, el bufón tenía un grupo de aventureros con el símbolo del dinero en las pupilas, mirando su bolsa de monedas como perros famélicos miraban un trozo de solomillo. Pero bueno, eso era precísamente lo que había venido a buscar, ¿no? Guerreros de fuerte brazo y aún más fuerte avaricia.

 -Por favor, siéntense caballeros. Con gusto les explicaré en qué consiste el trabajo y lo que mi amo quiere de todos ustedes. Le comentaba a la caramap... ¡La señorita!- Enzo hizo una pequeña pausa, ¿se habría notado? Por el Dios que Ríe, que no se hubiera notado. -Que este trabajo es sencillo y bien pagado. Verán, mi amo es un coleccionista nato. Adora añadir a su vasta colección todo tipo de artefactos extraños y sin valor a los que atribuye mil propiedades artísticas diferentes. Bien, a una semana de viaje de aquí, existe una torre en ruinas que creemos que perteneció a un viejo hechicero y que contiene muchos de estos artefactos. No tienen valor intrínseco, pero mi amo está más que dispuesto a pagar un gran sueldo a aquellos que vayan a recuperarlos. Y ahí es donde ustedes entrarían en juego.

Se reclinó hacia atrás en su silla y sonrió más ampliamante.

 -El único peligro real del camino es un grupo de bandidos que se han apostado cerca de las ruinas. ¡Y para gente como ustedes eso será pan comido! Así que, como le decía a la joven dama, es viajar, saquear, tal vez pelear, volver y cobrar. ¿Qué puede haber mejor que eso?

Volvió a sentarse de manera normal y recogió la bolsa de monedas.

 -Así que, los que estén interesados, ¡que se tomen un trago a mi salud! Después iremos a ver a mi amo para que les ilustre sobre cualquier detalle que deseen conocer. Oh, y las fieras- señaló a Xeros y Canthus -pueden venir también, en el campamento de mi amo se permiten animales.

    El tabernero no había visto con muy buenos ojos la entrada de Enzo, ya tenía suficiente con tolerar al bardo como para que ahora le apareciera otro patán a hacer de las suyas y molestar a sus parroquianos en el peor momento posible. Por suerte su numero fue corto y en cuanto se alejó a hablar de cerca con la joven el fino oído del enano pudo sentir a la perfección el tintineo del oro en el interior de aquella bolsa.

    Sin perder más tiempo, llamó a uno de sus camareros, le dio ciertas instrucciones y al cabo de un rato, el chico llegó a la mesa en la que se habían agrupado los aventureros con el pedido de Khar y algo más. Tras depositar sobre la mesa, no sin poco trabajo, un par de gran jarras destinadas a los enanos repletas de cervezas así como otros tes cuernos para el resto, también había una pequeña marmita acompañada de varios cuencos para que que todos pudieran servirse de ella. Lo cierto era que el aroma de la comida combinaba carne, verduras y especias impregnando el ambiente de tal modo que logró desplazar el olor viciado del local y despertar el apetito.

    Paralelamente, algo curioso estaba teniendo lugar. El bardo se había subido a un taburete cercano al hogar de la chimenea para iniciar a cantar su próximo tema, no pocos jóvenes y mozas se habían aproximado a él, aunque la mayor parte de los parroquianos parecieron ignorar esa parte.

    Desde su improvisada tarima, aquellos que volvieron la mirada, pudieron cerciorarse de que el artista era en verdad un gnomo de tamaño menudo, cabellos dorados y mirada risueña. Se había parados unos momentos para dirigir algunos comentarios mordaces a las chicas, pero en cuanto los comentarios entre el resto de su público alentándole a continuar crecieron de intensidad, este hinchó el pecho y tras unos acordes de su laúd se arrancó a cantar una vieja canción conocida dedicada a un viejo rey maldito:

-Atentos, amigos

venid a escuchar

la trágica historia

de funesto final.

Se trata de un elfo

con sangre real

al que su herencia

quisieron negar.

Pasaron los siglos hasta encontrar

la sagrada montaña en la que reinar

(...)-

     Por un rato más, el pequeño cantante siguió con su música, un arte en el que parecía diestro, pero súbitamente algunos abucheos se alzaron entre una parte de los asistentes, concrétamente aquella ocupada por los marineros que, hartos por oír canciones de aquella temática, comenzaron a exigir que el gnomo tirara de un repertorio más acorde con sus gustos. Los medianos no parecían muy contentos con aquellos gritos e improperios e intercambios de miradas fugaces empezaban a anunciar que la tensión estaba incrementando por los alrededores.

—¡Un mago! —exclamó Caerwyn, incapaz de contener su entusiasmo después de la intervención de Lezard.

Abrió la boca para decir algo más pero, por prudencia volvió a cerrarla. Al fin y al cabo, la posibilidad de que Lezard pudiera contestar a la pregunta que iba a hacerle era ínfima. Ya le preguntaría, si llegaba a conocerle.

Los enanos decidieron sentarse con ellos antes incluso de que el bufón los llamara. La arquera suspiró tranquila cuando Khar mencionó sus habilidades curativas. Si había algo mejor de cien kilos de músculo enano y cincuenta kilos de acero enano, era si aquel enano, además, sabía curar. Tal vez sus habilidades curativas fueran lo suficientemente poderosas como para arreglarle la cara.

Una chica podía soñar...

Y, de pronto, el ambiente se empezó a caldear a su alrededor. 

—Eeeh... bufón... 

¿Había mencionado su nombre? No se acordaba.

—Creo que es buen momento de que nos lleves ante tu amo.

Puah, un bardo de ínfima calidad se había puesto a canturrear en la posada. ¿Y tipos como él se hacían llamar artistas? Denigraban totalmente a los de su profesión. ¡Ay, casi echaba de menos los tiempos en los que recorría el mundo con la trupé Biancarella! Puede que fueran una pandilla de bastardos, ¡pero al menos tenían talento de verdad, no como ese gnomo musical!

Menos mal que la mujer era tan sensata como deforme. El bufón sonrió y se levantó de un salto para hacer una reverencia ante los aventureros.

 -Por favor, llamadme Enzo, puesto que ese es el nombre con el que se me conoce internacionalmente. Enzo el Multicolor, Rey de Bufones y Bufón de Reyes.

Acto seguido, se giró hacia la puerta.

 -Puedo llevaros ante mi amo cuando queráis. Si queréis poneros en marcha ahora, os guiaré. Si preferís quedaros a beber _{y a aguantar a ese imbécil ruidoso} también podemos. Mi amo no va a moverse de donde está, puede esperar una cerveza o dos.

Khar estaba bastante hambriento y mas cuando en su reciente viaje devolvia mayor parte de su comida cada vez que una ola golpeaba el barco, al escuchar que la joven incitaba a irnos acercaba mas comida a su boca y comia mas rapido.

aun con restos en la boca y salivando mientras comia Ya he.. pa..gado por est..o traga por lo menos terminemos de comer, el alcohol me gusta pero si vamos a hablar de oro luego, seria mejor estar sobrio deja escapar una carcajada

Ante las palabras de la chica Lezard no pudo voltear y darle una sonrisa! Si señorita, un mago y mi muy leal amigo, Xeros. Luego llamo su atención el servicio que fue traído a los enanos del ahora equipo, luego de ello un gnomo empezó a llamar la atención con su canto pero a algunos de los presentes no disfrutaban totalmente de ello.

No se ustedes pero prefiero estar afuera a arriesgarme a problemas con alguien acá y menos si no los he buscado. Los espero en la entrada!

Lezard disfrutaba de la tranquilidad por encima de cualquier cosa y el exceso de ruido y las emociones alteradas no eran lo que buscaba.

El ambiente en la posada estaba caldeándose y podía salir por cualquier sitio, Kurin no tenía ganas de una pelea de taberna ahora por lo que asintiendo a las palabras del mago se bebió de un trago la cerveza con intención de abandonar la sala, pero el hecho de que Khar quería quedarse un poco más y que el tabernero era enano y le había puesto una cerveza digna de un miembro de su raza se lo pensó mejor y con todo el disimulo que pudo desenvainó el estoque y lo dejó a su lado listo para dar caña a quien lo necesitara para calmarse. Sólo esperaba que si ocurriera algún percance las autoridades de la ciudad no lo arrestaran. No era lugar para un enano recién llegado el calabozo. Así que con un susurro murmuró a sus nuevos compañeros deberíamos salir de aquí

    A la vista de lo que prometía terminar como una típica trifulca de taberna, el grupo apostó por salir del local en cuanto antes no sin que Khar terminase lo que había pagado para saciar su apetito voraz. Tras ello, bien pudieron evadir la riña ya que como respuesta a las quejas de los mercenarios, algunos marineros ya habían empezado a levantarse de sus asientos para arrojar nuevos improperios, tratar de iniciar nuevas canciones más afines a sus gustos e incluso amenazas contra los que intentaban ir en su contra. Los aceros aún no habían empezado a brillar, pero la promesa de una batalla campal iba a cumplirse en cualquier momento.

    Por ello, Enzo guió a todos a la salida y se dispuso a dirigir a sus nuevos amigos a conocer al que bien podría convertirse en su nuevo patrón.