El ogro, al oír lo de los 200 hombres bestia, con gesto de suma concentración, comienza a contar con los dedos de una mano y cuando Schiller afirma que solo hay 20 defensores válidos usa la otra mano, mirando alternativamente a una y otra con el ceño fruncido. Tras unos instantes hace un gesto de hastío y se cruza de brazos, las cuentas para el que sepa hacerlas, aunque preferiría quedarse en Untergard, lugar donde tiene un techo que llamar su hogar, acatará la decisión del capitán que para eso sabe contar y por eso es el que manda.
Lambert escuchó con atención al capitán Schiller.
200 contra 20...estamos jodidos-pensó el bretoniano y volvió a lamentarse al ver el estado de la empalizada.
Si al menos tuviéramos unas buenas murallas...volvió a renegar.
Decidió tomar la palabra, al fin y al cabo, su vida estaba en juego.
- Creo que deberíamos marcharnos, quedarse aquí esperando el ataque de esas bestias, sin esperanza de que lleguen refuerzos, es poco más que regalarles nuestro cuello. -dijo seriamente Lambert.
- ¿Qué opciones tenemos si huimos de Untergard? ¿Cuál es el punto seguro más próximo? ¿Qué camino el más indicado?
Debemos pensar en todo esto y cuanto antes mejor. Quedarse en este lugar, según mi criterio, no es una opción.
Estoy con Hans Baumer- dijo el bretoniano.
Miró a su lado y vió al ogro haciendo cuentas con los dedos de la mano, verlo así de concentrado era gracioso, decidió dirigirle unas palabras.
-No te había dicho nada, pero gracias por la ayuda en el puente. Me tenía apresado esa mierda de mutante y gracias a ti puedo contarlo.
Te debo una grandullón- le dijo mientras le dedicaba una sonrisa a la cual le faltaba algún diente.
- Deberían quedarse algunos hombres aquí, valdrán como distracción para la horda, si no la horda se nos echaría encima en cuestión de horas, si se quedan suficientes personas tal vez habria alguna posibilidad - Digo mientras afirmo con la cabeza y cruzo los brazos.
- Entiendo que nadie quiera quedarse, sus nombres no serán recordados, no serán héroes, simplemente serán otros más que muerdan el barro, pero como ya he dicho antes, el mundo es una mierda - añado mirando a Magnus
-¿Algún voluntario? - Girandome hacia los soldados.
Magnus sonrió al aprendiz de manera enigmática.
Ulric demanda de nosotros valentía. Inició. Pero no nos pide que arrojemos nuestras preciosas vidas de manera innecesaria. Sin embargo, parece ser que nuestro compañero aquí presente quiere sacrificarse por el bien mayor. Aunque lo estimo innecesario, aplaudo su valentía al querer dirigir tal iniciativa. Seguro que alguien de su talento servirá para "distraer" a la horda cuando llegue. Los demás debemos emprender la marcha cuanto antes.
Motivo: Carisma.
Tirada: 1d100
Dificultad: 32-
Resultado: 72 (Fracaso)
Motivo: Carisma. PS.
Tirada: 1d100
Dificultad: 32-
Resultado: 26 (Exito)
Tiro carisma a ver si logro volver a los habitantes un poco en contra de Aracsám. Gasto PS porque la autoridad religiosa no debe ser desafiada (y soy así de vengativo jajaja). Recuerda que tengo don de gentes y afecto 10 veces más personas.
- No tengo problema en quedarme, no temo a mi destino, pero tampoco me he ofrecido voluntario - respondo al devoto, acto seguido me doy la vuelta y vuelvo a mirar a los soldados.
-He escuchado a ambas partes- comienza el capitán Schiller-, y ahora, como líder legítimo de Untergard, debo tomar una decisión. Por más que duela decirlo, estoy de acuerdo con Hans en que no tenemos esperanza alguna de resistir a los hombres bestia. Mañana con las primeras luces del alba nos dirigiremos al norte, hacia Middenheim. Sabemos que el Conde Todbringe está allí, y dentro de los muros de la ciudad estaremos a salvo. Y con la ayuda del Conde, regresaremos y terminaremos de reconstruir nuestros hogares. ¡Untergard resurgirá de nuevo! Ahora disfrutemos de la recompensa del Conde; después dispondremos para partir. Tenemos mucho que hacer antes de que salga el sol.
Las palabras de Aracsám infunde temor, nadie desea quedarse a una muerte segura, la intervención de Magnus hacen que todos se pongan a su favor
-No dejaremos a nadie atrás, no habrá sacrificios- sentencia el capitán Schiller
Me giro hacia Magnus y me acerco a el caminando
- El temor es una herramienta útil si sabes utilizarla -
Me giro y me marcho a donde sea que estemos hospedados.
-No te había dicho nada, pero gracias por la ayuda en el puente. Me tenía apresado esa mierda de mutante y gracias a ti puedo contarlo.
Te debo una grandullón- le dijo mientras le dedicaba una sonrisa a la cual le faltaba algún diente.
El ogro deshace la postura con los brazos cruzados y le da una palmadita, muy suave, al humano tan simpático para que no se le rompa. GRUK gusta ayudar, GRUK gusta matar mutantes, GRUK contento, HOHOHO. Cada carcajada hace que su enorme y dura tripa se agite arriba y abajo.
Tras las palabras del capitán la suerte está echada, hay que irse pero por lo menos no será con el estómago vacío así que GRUK se frota la panza en cuyo interior sus tripas se retuercen, anticipándose al festín que se avecina y creando una curiosa cacofonía.
Lambert no pudo estar más de acuerdo con la decisión del capitán, aunque en su interior pensaba que si unos cuantos resistían en el pueblo darían un tiempo muy valioso a los supervivientes, pero él no estaba por la labor de morir en un combate desigual, había soportado mucho en la vida para acabar así.
Oyó como decía de tomar un respiro, el bretoniano eligió un montón de paja y se tumbó con cuidado, todavía tenía el cuerpo magullado de la anterior pelea y necesitaba de todas sus fuerzas para la misión que iban a emprender.
Pegó un trago a su odre de agua fresca, dejó sus armas cerca de su alcance, bajó su gorro de cuero y intentó relajarse lo mejor que pudo.
¿Si descansamos un poco o comemos algo de comida no recuperamos ninguna herida?
Si no es así, tomaré la poción de salud que tengo en la mochila.
— Ulric prefiere la valentía, el temor es la herramienta de los perversos, los descarriados y los adoradores del caos. ¿Eres alguno de ellos? —sonrió con sorna al aprendiz—. Además, pides a los demás algo que tú mismo no harías, eso es peor aún —le respondió al final—.
Sin más nada que decir, Magnus se dedicó a ofrecer cualquier ayuda, tanto material como espiritual, a los maltrechos caminantes que habían llegado con Hans.