En plena Autovía de Madrid, se encuentra el Pub Dulcinea.
Con un amplio Parking y alejado del barullo del centro de la ciudad, el local de dos plantas era acogedor y sorprendente a la vez. Nada más entrar por la puerta, el aroma a canela inunda las fosas nasales, y una suave música de fondo os acompaña hasta la barra. La iluminación es tenue, y hay una amplia pista de baile que, en estos momentos, está completamente desierta. Por todo el local hay sillones amplios y cómodos, estratégicamente desprovistos de luces directas, donde distinguís parejas bebiendo animadamente. Al fondo hay unas escaleras que suben a la primera planta.
En la barra, iluminada con luces rojas y violetas, ocupando casi todo un lateral de la planta baja, había taburetes altos donde algunas chicas con vestidos provocativos tomaban cócteles o simplemente charlaban con el camarero y dueño, un tipo alto y con una sonrisa grabada a fuego en el rostro. Lleva una camisa negra y unos pantalones del mismo color, y escribía en una libreta hasta el momento justo en el que entráis al local. Entonces alza la cabeza y abre los brazos, recibiendo a la comitiva.
- ¡Goyo! ¡Me cago en la puta! ¡Ya era hora de que te dignaras a aparecer por aquí! - dice, saliendo de la barra y abrazando al concursante afectuosamente - ¿Quiénes son tus amigos?
- Hola Fede, estos son Milo y Oscar. Es una larga historia, simplemente necesitamos un sitio donde pasar el rato y tomarnos algo.
- Claro coño, aquí como en tu casa. Sentaos, sentaos. ¿Qué queréis tomar? - dice, agarrando tres vasos de tubo y acercando una hielera - ¿Cómo está tu padre de salud, Goyo? Me dijo Sete que andaba jodido...
Ambos amigos charlan animadamente de temas triviales, dejando a Milo y Oscar totalmente libres de explorar las instalaciones.
Milo llega al bar y sabe exactamente lo que quiere, es lo mismo que pide en todos los bares.
Una crema de whiskey, por favor, con bastante hielo.
Observa de hito en hito el lugar, le parece algo clásico y mira los parroquianos que visitan el sitio.