La noche había sido ajetreada con todo el asunto aquel de la casa en llamas et que, a pesar que yo me'n fui de la mesma bien que aprisa, non me pude escaquear ni evitar tener que guarescer a aquestos compañeros míos de viaje que parescía que hubieran borrachos de tanto humo que les llegó a las suyas narices.
Si además hubiera algún libro de valor... Por favor, Jacob...
A pesar de causarme un grande espanto tener que colarme en una casa en la que tantas cosas, y tan penosas, hubieran acaecido, non podía dejar de complacer los más nimios deseos del mío maestro et que bien era la primera vez en todo lo que le conocía que n'había tenido ocurrencia de pedirme algo asina que non podía dejar de facer lo que decía.
Sea pues - dígole resuelto a contentar lo que dispone et que me regreso junto a él a la vera de la susodicha casona.
Vigile, buen Nicomedes, que no en venga nadie - adviértole - et que en caso de ser d'esta manera silbe así - entono una graciosa melodía - como si d'un jilguero se tratara.
Con pasmosa facilidad, trepo bien rápido a la ventana que el médico me n'había indicado et que me cuelo dentro de la lóbrega casucha en la que prendo una vela con la que busco alguno de aquestos libros que el curandero requiere.
Motivo: Trepar a la ventana
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 5 (Exito)
Tirada oculta
Motivo: Descubrir (+Suerte)
Tirada: 1d100
Dificultad: 72-
Resultado: 13 (Exito)
Ya me dirás qué encuentro. Luego me reparto los PAp!!! ;)
Nicomedes está intranquilo, Jacob es muy joven y los alquimistas, aunque útiles tienen la cabeza llena de pájaros. Si Jacob encontrara algo que le trastornara por culpa de una imaginación fresca, sería complicado sacar las supersticiones de su cabeza. Sobre todo, no debía enseñarle de ninguna manera los libros que le habían confiado, hasta que los hubiera leído él primero. Es una lástima, para una vez que consiguió algo de leer con la que enseñarle a hacerlo...
Redios, Que santa noche nos habéis dado!!! Todo ella con alucinaciones et hablando en sueños cuando no os levantabais para orinar por doquier sin ningún miramiento. [...] Aquellos humos de hierbas infectas os nublaron mucho el juicio a todos los que las olisteis.
Me tranquiliza eso que me decís Ataulfo. Ya pensaba yo que eran los humores del vino los que me habían provocado ese indeseable estado. Asustado estaba sólo de imaginar que ya no podría catarlo más.
Con un además resuelto, Gonzalo se aseó, o lo que demonios fuera aquello. Se rascó las legañas con la uña, negra, de su dedo índice. Después expulsó los mocos acumulados durante la noche y renegridos por el humo en una jofaina de la que aprovechó unas gotas para atusarse el bigote y dijo:
Bueno, pues ya me siento más limpio. Pongámonos en marcha pues, iré a ver para qué reclama mi señor