HISTORIA:
Se quedó sola encima de una roca, junto al río. Sus pantalones vaqueros estaban sucios de tanto llevarlos, y no importaba que los lavara, seguían pintados por la naturaleza en verde y ocre, verde de la yerba y el heno recién cortados, ocre de la tierra suelta de los cultivos de la granja.
La mirada resbalaba por el agua, como su pensamiento. El Anciano acababa de marcharse, y le había dicho mucho. Otro mucho había sido obviado, pero no importaba, allí estaba el sentido de su vida, quizá no el por qué, pero sí el para qué.
Su… magia. Ya podía decirlo así. Sus arrebatos infantiles, todo ese fuego… su fuego. Ella era eso, conjuntada, unida a ese elemento poderoso y difícil. Era sobre todo difícil, y durante años había tenido que convivir con la incomprensión, desde que perdiera a sus padres. El miedo, de amigos y vecinos, que la iban dejando apartada.
Desde que llegó la tragedia. Sus padres. Algo oscuro apareció en su casa, rompiendo la paz, ahogando la luz. No era enfermedad, ni muerte tal como debe ser. Era algo maligno, despiadado, cruel. Un ser malvado, disfrazado de normalidad. No, no era nada un hombre normal, era alguien como ellos, un ser cargado de magia. Pero no era en realidad como ellos, sino que la usaba para hacer daño, para absorber la vida ajena y prolongar la propia. Prolongarla hasta la eternidad.
No pudieron hacer nada en absoluto contra él. Ni su madre, que no estaba habituada a luchar, ni su padre, cuya magia era pura bondad. Ni ella, aún una niña. No le abrasó su fuego, porque aún no lo controlaba. Le atacó con furia, pero nada más. Y él se rió de ella, y dejó atrás el cuerpo exangüe de su madre, y a su padre sumido en el dolor más desesperado, dolor que se lo llevó poco tiempo después.
Rehizo su vida amargamente, silenciosamente. Y Sol trabajó, no sólo en la granja, también en sí misma, y en su poder. Y, poco a poco, su magia había ido dejando de estar ligada a su estado de ánimo. Lo que era una suerte porque Sol era inflamable. Fogosa.
Pero habían pasado años, y ahora había llegado el momento. Tenía un propósito, y ya, por fin, tenía dominio. Su fuego la obedecía, podía dosificarlo, darle forma. Desde la más pequeña chispa que encendiera una hoguera, hasta el chorro de llamas más contundente y mortífero. Podía enviar bolas de fuego o podía iluminar una llamita en la palma de su mano. Lo que quisiera.
La Universidad la había pulido, fortalecido. Le había enseñado trucos, técnicas. Le dio amigos, compañeros que compartían su naturaleza. Cuando regresó a la granja, Sol ya no era ni de lejos aquella niña desvalida y vulnerable que vio morir a sus padres en la impotencia.
Y como si ese dominio hubiera atraído al Anciano, el viejo mentor del que ni siquiera sabía el nombre, él la había encontrado. Y le había hablado con convicción. Y dado un hito.
Había una manera de luchar contra esa faceta maligna de la Magia que ella odiaba. Hablaron de los Archimagos, de la posibilidad de que ella fuera uno de ellos. Y de cómo se formaban, de cómo aprendían. Y cuáles eran sus propósitos, su misión.
Sol la hizo suya al instante. Quizá por venganza, en parte. Y en parte por convicción.
Y en ese momento, sobre la roca junto al río, Sol supo que ése era su futuro. Su destino.
Bernardo es un joven de 19 años. Mide 1,78 cm y pesa alrededor de los 73 kg.
De pelo cobrizo y ojos verdosos.
De carácter fuerte, a veces algo irreflexivo, le cuesta dominar sus impulsos, aunque lo cierto es que, desde su entrada en la Universidad de la Magia, aquel ha mejorado.
Nacido en el norte de España, cuando tan sólo contaba con tres años, sus padres, Miguel e Isabel, se trasladaron a vivir a la capital por motivos laborales.
Durante su etapa escolar se presentó como un estudiante relativamente notable, especialmente teniendo en cuenta que no dejaba de ser algo vago, y que vivía más de los réditos de su inteligencia que de su constancia o trabajo.
Su etapa de instituto estuvo marcada por su fuerte carácter y las constantes discusiones con sus progenitores. Socialmente siempre fue muy bien aceptado entre sus compañeros, especialmente por el género femenino, el cual si en un primer momento le alababa, no era infrecuente que acabaran odiándolo.
El tiempo, el paso a la universidad y, por qué no decirlo, diversas sesiones de psicología añadidas, acabaron por descubrirle que había algo en su interior que le ocasionaba un constante frustración.
Bernardo no logró identificarlo hasta que se produjo el cambio de su condición a hechicero y pasó las pruebas que le permitieron acceder a la Universidad Mágica. El componente mágico en su vida era muy alto, y la imposibilidad de canalizarlo hacia fines pragmáticos y como parte rutinaria de su vida ordinaria, creaban en él una desazón que desembocaba en ese carácter que su madre optaba por calificar, amortiguando otros calificativos, como “rudo”.
Huelga decir que su vía mágica era la “Materialización”. Bernardo había descubierto su capacidad para crear de la nada arcos y munición que, con su sola voluntad, aparecían entre sus manos. Lo cierto es que se había convertido, a base de práctica, en un auténtico experto. Ahora tenía un firme propósito, conseguir que aquellas armas no fueran ordinarias, sino que gozaran de dotes extraordinarias que les permitieran ser más letales...
La vida de Bernardo había dado un giro de 180 grados en el momento en el que le habían propuesto unirse a los Archimagos. Aquella era la oportunidad que Bernardo, sin saberlo, había estado buscando. Al fin, su don había encontrado un objetivo en el que centrarse y que le permitía canalizar sus emociones… sólo esperaba saber atemperar su carácter…
Historia: Hijo menor de una exitosa familia de empresarios de origen asturiano, dejó el norte de España a tan corta edad que prácticamente no recuerda haber vivido allí alguna vez, aunque lo conoce debido a las vacaciones que ha disfrutado cada verano en la casa de campo familiar, cerca de Oviedo, donde vivía su abuela Abril. Sus padres son ambos mentalistas, aunque siguen distintas ramas de esa vía. Su padre, Marco, es telequinético, especialidad que ha heredado su hermano mayor Saúl. En cambio su madre, Eva, es telépata como él.
Pelayo era muy joven cuando leyó la mente de su padre por primera vez. Descubrió, para su decepción, que éste se sentía profundamente decepcionado con Saúl por no haber desarrollado la especialidad telepática, debido a que le parecía extremadamente útil para seguir desarrollando la labor familiar en el mundo de los negocios, algo para lo que la telequinesis no le parecía útil en absoluto. Pelayo, en cambio, le parecía muy prometedor, pero éste se dio cuenta de que su padre no le veía sino como una proyección de sus propias ambiciones, como si tuviera que seguir sus pasos únicamente por hacerle sentir orgulloso. Fue cuando decidió que no seguiría con el negocio familiar, sino que se labraría su propio futuro. De ahí que se decidiera a ingresar en el cuerpo de Archimagos, un trabajo importante y respetable dentro de la comunidad mágica que nada tenía que ver con el negocio familiar, pero para el que sus capacidades serían seguramente útiles.
Leer la mente de su padre tan sólo fue la primera de muchas decepciones. A pesar de haber llegado a la conclusión de que, en el fondo, es mucho mejor vivir en la ignorancia, no puede resistirse a leer la mente de sus conocidos y amigos de cuando en cuando. Termina, por culpa de esa costumbre, descubriendo sus verdaderos pensamientos y sufriendo la decepción de saber lo que realmente piensan acerca de él. Es por ello que ha terminado aislándose bastante, no permitiendo que nadie se le acerque demasiado. Tan sólo cuenta con unos pocos y distantes amigos, el cariño de un hermano al que ve menos de lo que le gustaría, y el amor incondicional de su madre.
Laylah Bosch es la hermana mayor de la familia; su hermano adolescente de 16 años, un chico problemático que le cuesta asumir responsabilidades, se llama Daren; y sus padres, Gynevra y Jasen, quienes se divorciaron hace 8 años luego de altercados constantes que dejaron una herida mal sanada en sus hijos. Jasen es un hechicero especializado en la Oscuridad que labora para el Canciller (aunque no de manera directa) siendo parte de su cuerpo de seguridad privada; y Gynevra es una mujer que resultó tener un gran don para el Mentalismo Telepático que trabajaba con los humanos normales en un banco porque no le llamaba mucho la atención involucrarse en la sociedad donde nació.
Cuando Laylah nació, el matrimonio gozaba de una buena época de relaciones tranquilas y amorosas; de ahí que la joven creciera en sus primeros años en un ambiente rebosante de atenciones y calma, adquiriendo una personalidad afable a tan temprana edad y un tanto traviesa, pues era consciente que sus bromas no pasarían a un campo mayor. De igual manera, su curiosidad infantil fue creciendo al comprender la disparidad de las magias de sus padres, queriendo aprender más y más no solo del mundo de ellos, sino de la sociedad en general. No obstante, poco tiempo antes de que naciera Daren, la chispa en la pareja se fue desvaneciendo y Laylah fue viendo poco a poco cómo sus padres tomaban distancia hasta el punto de que podían pasar días sin verse.
La llegada de Daren evocó en una pequeña niña el sentimiento de querer cuidarlo, protegerlo y hacerle notar que todo estaba bien, por lo que ayudaba en lo que fuera aprendiendo a cambiar pañales y vigilarlo cuando durmiera. Lo quería (quiere) mucho, y en ocasiones sentía que la presión era tanta (su escuela, ignorar los problemas de sus padres, su hermano) que, sin querer, fue cerrándose para que no se preocuparan por ella y, por no controlar esas emociones que no competían a alguien de su edad, adquirió ciertos rasgos impulsivos que le forjaron las bases por cómo es en la actualidad. No pudo evitar que Daren creciese en un ambiente lleno de tensión, pero es algo que el ahora adolescente valora y del que Laylah es consciente que no podía hacer mucho más por la edad y la propia época.
Con rumores rondando a la familia, Laylah, a sus 10 años, se percató que a veces las personas pueden cometer acciones que uno nunca esperaría o que simplemente eran a consecuencia de problemas mal tratados; como un padre tornándose más agresivo y ausente, y una madre que manipulaba a los demás en su ambiente laboral o social para desahogarse. Sabiendo estas capacidades, la pequeña rehuía de casa tratando de pasear más bajo el pretexto de pasarla con sus amigas y llevándose a Daren fuera de casa de ser necesario; y, a pesar de todo, intentaba ver el lado positivo de las cosas pensando que todo acabaría pronto y formándose una personalidad férrea que llegaba a sorprender a sus profesores cuando la veían tomar decisiones que no eran propias para una chiquilla de 11 años.
Sin embargo, cuando tenía 13, había salido con unas amigas suyas para hacer la tarea y, al regresar tan tarde, miró que afuera de su casa estaba Daren, agachado y tapándose los oídos siendo asistido por lo que luego sabría eran unos Archimagos que estaban ahí por violencia mágica incontrolada. Luego de una exhaustiva investigación, llegaron a la conclusión que sus padres no lograron manejar bien sus poderes y debido a la mala canalización, dejaron que todo fuera creciendo junto a un matrimonio que se iba a la ruina y negándose aceptar tal circunstancia. Asistieron a terapia y un año después se divorciaron quedando con la patria potestad compartida. Laylah aprendió a no confiar a la primera de los demás y esto posiblemente fue lo que definió su interés en volverse Archimaga, pues sabe que hay ocasiones en la que los problemas fluyen por los dedos como si fuesen agua y que, por más seres pensantes que fuesen los humanos y los hechiceros (y otras especies) podían cometer errores graves con daños colaterales que marcaban a los aferctados. Por eso, en su adolescencia comenzó actuar por su cuenta "tras bambalinas", teniendo una iniciativa mayor ante ocasiones que pudiesen salirse de control y continuando con su hábito de investigar para estar preparada ante situaciones problemáticas.
Ansiosa por mejorar, cuando tenía 16 años intentó practicar magia avanzada creando estacas de su sombra, pero como aquello superaba sus propios conocimientos se lastimó bastante fuerte en su pierna derecha. Su madre intentó ayudarla, pero se negó a cualquier intervención y para no olvidar que a pesar de querer controlar las situaciones no siempre podía, se dejó la cicatriz para no olvidar que no podría abarcar todo en la vida. Laylah no lo veía como una marca de sufrimiento o una penitencia a cargar, sino algo como orgullo por lo que aprendió en el pasado. Entró a la Universidad con una personalidad fresca, animada, perceptiva y decidida, siendo de las primeras en hablar si algo estaba mal y no dejarse intimidar cuando alguien intentaba meterse con ella; por otro lado, se llegaba a ofuscar con facilidad y eso ocasionaba uno que otro malentendido que debía cambiar y lo logró, aunque de vez en cuando continua enfrascándose al leer, pensar demasiado o en algo que de verdad le gustara. Eso era algo que la contradice mucho: puede prestar demasiado atención al ambiente, a sus allegados y a lo que hace; pero también puede ser "distraída" a ojos externos.
Al ser aceptada como parte de los Archimagos, consideró que esto fue un gran avance en su vida y a sus propósitos para ayudar a los demás en la medida de lo posible. Daren ya se definió como mago mentalista como su madre, pero no ha querido indagar en alguna especialización por temor a convertirse en aquello que tanto temió cuando era niño. Laylah se lleva bien con él a pesar de todo, siento un poco protectora por lo ocurrido en el pasado y confían uno en el otro a pesar de que el chico a veces se meta en problemas; por su parte, Jasen y Gynevra se ven de vez en cuando por compartir las responsabilidades con su hijo menor, y aunque no se ven a sí mismo como amigos, pueden tolerarse el uno al otro siendo amables hasta cierto punto, pues saben que sus errores lastimaron a sus seres queridos y no han podido perdonarse.
Su historia es difícil de contar, no sabe casi nada de su pasado por una amnesia retrógrada que sufre, debido a un estrepitoso incidente que le hizo perder una de las manos, siendo esta ahora completamente artificial, aunque imita sin problemas una real debido a la alquimia que le aplica con un material que desarrolló él mismo. El anillo que suele portar es un objeto preciado para él por ser la única posesión que tiene desde el accidente, así que suele usarlo en su mano real para tener recordatorio de quien es. Lo último que recuerda además de su propio nombre, es escuchar gritos.
Viste ropas que para los demás se consideran extrañas por el estilo oscuro que conllevan aunque para él es motivo de felicidad sin entender el porqué. No supo que era mago hasta que casi derrumba el muro de una sala del hospital, por haber perdido el control debido a la desesperación que sufría.
El apodo Eireen se lo dio una enfermera, que junto a su esposo y su hijo tuvieron compasión de él, y se tornaron su familia adoptiva, los cuales desde que salió del hospital le han ayudado en todo durante casi toda su vida, o al menos, todo desde ese evento hace ya varios años, dándole vestido, alimento, incluso un hogar, además de ser los únicos que ha conocido desde el accidente que son hechiceros, dándose cuenta de esto cuando ella usó control mental sobre él para calmarlo por primera vez en la casa mientras su esposo le mantuvo paralizado durante todo el día con enredaderas, desde entonces ambos son quienes se encargan de su entrenamiento como mago, ayudándole a desarrollar su vía mágica y habilidades.
Se suele mantener mediante la creación de pociones y pequeños artefactos con materiales que extrae de la tierra, y que vende con ayuda de Cassandra y Dóminic, siendo él quién le ayudó con libros de su trabajo, siendo él un químico en la universidad, de igual forma llevándolo a la biblioteca mágica a estudiar junto a alquimistas amigos de su padre, ayudando a que tenga un pequeño negocio suficientemente próspero para ayudarles con el mantenimiento de su hogar.
Suele tener bastante clientela, pero es Leandro, su hermano adoptivo quien le ayuda con las ventas para no tener que lidiar con otros magos y hechiceros, siendo sus compradores algunos miembros dentro de la Cancillería, no vende las pociones él mismo porque sabe que esto le daría fama, lo cual quiere evitar, dado que desde el incidente que casi le cuesta la vida se volvió más reservado socialmente, evitando multitudes o tener que socializar en exceso, incluso con otros jóvenes de su edad.
Además de ser inteligente e imaginativo, odia los conflictos, tanto generarlos como involucrarse, manteniendo una postura generalmente neutral e imparcial, pero si es por defender a alguien, es capaz de ser un buen oponente por su vía mágica, como cuando defendió a su hermano de una pandilla que quería asaltarlos, encerrando a los agresores en una pared mientras ellos huían del sitio.
Desea unirse a los archimagos dado que desea mediante ellos, poder esclarecer sobre su pasado, entendiendo quien fue y lo que sucedió antes y en el incidente. Así mismo desea tener la capacidad de proteger a su familia, desarrollando mejor sus habilidades y destrezas, para así evitar que el suceso que le hizo perder la mano, fuera cual fuera este mismo.