-No se si eran buenos o qué, me atraparon, me ataron y quitaron todo lo que tenia, para liberarme luego y realizar una misión suicida- si bien agradecía que no me hubieran metido una bala, sabia bien que mi posición en ese momento no era la mejor y mis opciones bien limitadas. Apreté los labios ante la ultima pregunta de la joven. No veía su rostro, no distinguía su estado de animo o emoción, pero mi respuesta podría transformar su expresión en una mascara de desesperanza-. Pues.. yo creo que...
Eee! ¡Venid aquí! ¡he encontrado la luz!
La voz del niño, mucho mas adelante de lo que había creído, me interrumpió. Me maldije por dejar que se separara tanto, incluso si solo fueran unos pocos metros. Apuré el paso, llevando a las dos jóvenes de las manos para no perdeélas de vista.
-Espera, no te adelantes solo- casi no le había prestado atención a su descubrimiento, el cual podría darnos por fin acceso al exterior. Temía que algo malo ocurriera de un momento a otro, como venia pasando desde que el ataque empezó.
Iba tan concentrada intentando no tropezar en la oscuridad así como en la conversación que mantenía con Jack que ni siquiera me di cuenta que el crío no iba con nosotros, sólo cuando le oí gritar llamándonos reaccioné. Si por mí fuera le hubiera dado una buena regañina por separarse de aquella forma de nosotros, pero era consciente que ni yo era su madre ni era el momento adecuado, no después de todo lo que el pobre crío debía haber pasado en aquellos túneles.
Pero ni siquiera fui capaz de decir algo ya que, como bien decía el niño, habíamos llegado a una zona donde podíamos ver la luz. Una estación... Estábamos en una estación, lo que significaba que nos encontrábamos más cerca de la superficie y, por tanto, de la libertad y el agobio de esos malditos túneles.
Miré a mi alrededor, agachándome a recoger una muñeca polvorienta que se encontraba tirada en el suelo. Me quedé mirándola, preguntándome dónde estaría su dueña y si habría conseguido salir ilesa del ataque. Volví a mirar todo a mi alrededor, buscando cualquier indicio que pudiera indicar que estábamos en peligro o, por el contrario, podíamos salir por fin a la luz del día, a respirar el aire libre, mientras dejaba caer la muñeca de nuevo al suelo.
—Al fin... Al fin podremos salir... No me lo puedo creer.
No sabía muy bien porqué hablaba en voz baja, quizás no quería atraer la mala suerte o que nos oyeran alguno de los indeseables que acababa de dejar atrás, fuera lo que fuera mi voz había sido apenas un susurro.
—¿Vamos?
Me moría de ganas de salir de allí, pero a la vez algo impedía que diera un solo paso. Puede que el temor a descubrir lo que pudiera encontrarme fuera, comprobar que el mundo que había conocido ya no estaba, me impedía avanzar en dirección a la luz.
Pese a la orden del Warsong el niño continuó avanzando, siguiendo la fuente de luz. Sus pasos le condujeron a una escalera desde la que entraba la luz de la luna o del atardecer, dado su tenue brillo. Vamos, ya casi estamos fuera -urgió el niño para sí mismo.
A vuestro alrededor, en la devastada estación, no había ni una sola alma más, ni rastro alguno de vida. Las escaleras por las que subía Michael, ubicadas a la derecha de la estación, parecían ser la única salida ya que la otra salida, unas escaleras gemelas situadas a la izquierda, estaban bloqueadas por escombros caídos del techo y de las paredes.
-Condenado niño- ni siquiera le había echo caso. Hace unos momentos estaba aterrado y ahora corría como una polla hacia la luz. Eso siempre termina mal. Suspiré, Connor parecía tan esperanzada que resultaba contagioso. Quizás solo este siendo por demás de paranoico, tal vez en verdad eso era una salida y mi preocupación solo era algo propio de un viejo amargado.
-No tenemos muchas opciones- dije tratando de que mi voz sonara animada-. Claro que vamos... Solo estén alertas.
Aquel mocoso no tenía respeto alguno por la autoridad de los mayores, ni siquiera había hecho caso a las advertencias, pero podía entenderlo ya que yo también me encontraba igual de ansiosa por poder ver la luz del día y, sobre todo, saber qué narices había pasado. Pero tampoco es que me fuera a lanzar de cabeza hacia aquel atisbo de libertad. No, desde luego que no lo iba a hacer, ya había escarmentado en los túneles y no tenía ganas que aquello fuera algún tipo de trampa o que nos encontráramos con un tercer grupo en discordia que no dudaría en acabar con nosotros.
—Tranquilo... Mantendré todos mis sentidos alerta. No quiero volver a caer en manos de asquerosos como los que acabamos de dejar.
Pero... era una salida, una pequeña luz hacia el exterior y hacia la vida conocida.
Mis titubeantes pasos se detienen cuando ante nosotros se abre el amplio espacio de la estación. Parpadeo para acostumbrar la mirada a la luz que llega desde lo alto de las escaleras y avanzo un poco más. Evito posar la vista en los objetos que adornan el suelo: sé que sus dueños ahora están probablemente muertos y no quiero sentir compasión por nadie más que por mí misma.
El niño parece haber desobedecido y camina apresurado hacia la salida. A decir verdad, no sé por qué los demás dudamos, ¿qué puede ser peor que estos túneles? Tal vez la ciudad esté destruida y no queden de ella más que escombros y cadáveres, pero yo no tengo fuera a nadie a quien llorar. Miro hacia mis compañeros y echo a andar hacia las escaleras.
Adiós, túneles del demonio.