PRÓLOGO
Una casa de un hobbit, dentro de la colina, con su puerta redonda... Pero no en la Comarca, sino en Bree. Un hobbit algo mayor se está preparando para el té de la tarde. Deja su bastón junto a la mesa, y se sienta. Entonces, su hijo le pregunta...
-Papá, ¿qué son los tumularios?
Y le empieza a contar la historia. El nombre del hobbit es Tarmin, y su hijo se llama Bego. La historia sucedió hace unos treinta años, antes de nacer Bego. Y fue cuando Tarmin y su primo Egan conocieron de primera mano lo que eran los tumularios.
Tarmin saca un mapa y empieza contar, pero luego se da cuenta de que se está adelantando.
Esta historia comienza en el Pony Pisador, en aquel entonces regentado por Cebadilla Mantecona, el padre del dueño actual. Cebadilla era un hombre olvidadizo y despistado, y algo difícil en el trato. Tarmin había estado recorriendo los valles y los prados de la Tierra de Bree con su primo Egan en busca de hierbas y de setas, pero aquella noche Egan no había regresado. Necesitaba ayuda, y entró en el Pony Pisador.
En un primer momento, Cebadilla me confundió con uno de los hobbits que habían acompañado al Sr. Sotomonte, que era el nombre que Frodo Bolsón de la Comarca había usado la semana antes al pasar por allí. Pero ésa es otra historia...
La de los tumularios empieza allí, cuando Tarmin se acerca a un montaraz pidiéndole ayuda para buscar a su primo desapercido.
Aquel montaraz no era otro que Belgor, un amigo de Aragorn, al que había acompañado junto a otros de la Compañía Gris. Habían bajado desde el Norte, y Belgor no conocía estas tierras que ahora tenía que proteger. Por lo tanto, se ofreció a ayudar.
Los montaraces no gozaban de buena fama. La gente les miraba con recelo. Pero eran buenos rastreadores, y conocían el terreno y se enfrentaban sin miedo a los peligros. Eran en realidad descendientes de los dúnedain, los Hombres Altos que llegaron de la isla de Númenor cuando ésta fue sepultada por el mar. Fundaron dos reinos: Gondor en el Sur y Arnor en el Norte, aunque Arnor ya desapareció hace mucho tiempo.
Belgor iba armado con arco largo, espada y armadura de cuero. Era un hombre de campo, experimentado y un buen rastreador.
-Yo te ayudaré a encontrar a tu primo, le dijo a Tarmin.
Belgor no era el único viajero aquella noche en la posada del Poney Pisador. No muy lejos del dúnadan, una misteriosa elfa observaba la escena. Era Sirwen, y había viajado desde Rivendell con un grupo de elfos que se dirigían a los Puertos Grises para zarpar en un barco a las Tierras Imperecederas de Valinor y abandonar la Tierra Media para no regresar.
No obstante, Sirwen decidió quedarse atrás y descubrir estas tierras, ya que notaba que la Sombra se extendía y que el mundo era cada vez más peligroso y oscuro. Sirwen llevaba una lanza y una espada, así como un arco corto. Pero viajaba ligera, sin armadura.
-Yo iré también, dijo y se presentó a Belgor y a Tarmin.
Tarmin estaba contento de haber encontrado a dos voluntarios para esta misión. Tarmin les explicó que había una zona al sur de Bree muy peligrosa conocida como las "Quebradas de los Túmulos". Los lugareños nunca entraban allí si podían evitarlo, pues malvados espectros fueron enviados allí en el pasado por el Rey Brujo de Angmar durante sus guerras contra el reino de Arnor y los dúnedain del Norte.
Aquellas colinas contenían las tumbas de los reyes de los dúnedain, pero ahora estaban ocupados por esos espectros tumularios.
Sirwen recordaba la historia del reino de Arnor, y de Cardolan que es como se llamaba la zona que había al sur de Bree. No en vano, ella era una elfa inmortal y había vivido muchos siglos.
Antes de partir, pidieron provisiones (víveres, comida, agua, antorchas) y también solicitaron caballos prestados para ir más rápidos. No tenían monedas para comprarlos, pero los de la posada les dieron provisiones y antorchas, aunque no resultó fácil y tuvo que intermediar Tarmin. Eran tiempos oscuros y la gente tenía miedo, y apartaban sus miradas ante las preguntas de los forasteros. Los caballos no los prestaron, así que fueron andando los tres hacia el sur en busca de Egan.
A pocas horas al sur de Bree, encontraron la cesta de Egan tirada en el suelo. Belgor se puso a rastrear, pues era un experto en leer las huellas. Descubrió que algo le había asustado al joven hobbit, y había dejado caer sus cosas y salido corriendo hacia el oeste.
Siguieron las huellas que les llevaban en dirección a las colinas de los túmulos. Entonces vieron otra huella: la de un enorme lobo, o algo peor. Un huargo malvado. Habían servido a Angmar en las guerras de antaño, y aunque ya no los usaban como monturas los orcos, seguían siendo numerosos y peligrosos.
enfrentamiento huargo
gasto 1 voluntad Belgor
atacó a Sirwen, murió antes
cuerpo desapareció