Partida Rol por web

Jinetes de la Marca -dijo hablando a Helmgund y a Rhoffar-, veo la sangre sobre vuestras capas. ¿Qué ha pasado aquí? -entonces ambos comprendieron que era Éomer, sobrino del Rey Théoden y Tercer Mariscal de La Marca, al mando del Folde Oeste. Tras de sí no venía todo su éored, sino que le acompañaban tan sólo veinte jinetes. ¿Y vosotros dos? -ahora mirando Balderick e Iriä-, ¿Qué asuntos os traen por el Paso? Contad todo lo que sabéis.

Saludando al caballero bajando la cabeza, me dirijo a el.

- Lo primero agradecer vuestra ayuda buen amigo. Respondiendo a su pregunta nos manda nuestro amigo Gandalf, nos dijo que el bueno de Theoden estaba mal y vinimos a ver que ocurre. Ahora si me lo permite, antes de continuar hablando me gustaría ver que el resto de los enanos están bien.

Poniendo una mano sobre mi herida la cuál aun sangraba, les pregunto a mis hermanos.

- Buenas hermanos, ¿estais todos bien? ¿que ocurrió?

Asentí asombrado a todo lo que decían el enano y la elfa. ¿Hermanos enanos? ¿Dicho por una elfa? ¿Enviados por un Mago? En cualquier caso, asentí, parecía que venían de una canción del pasado, sobre todo, el ver un elfo, que era extraño en esos días. 

Luego, llegaron los jinetes, y se colocaron alrededor nuestra, y salió el capitán. - Éomer - susurré. No me lo creía. El otro mariscal de la Marca, nos pedía cuentas. Me incliné respetuosamente ante el sobrino del Señor de la Marca, y hablé: 

- Señor Éomer, hemos sido enviados por el Señor Théodred, para escoltar a una caravana de enanos, por orden del Rey. Cuando llegamos, esta caravana ya estaba siendo atacada, y nos pusimos a ayudarla. - Luego, señalé a los dos que habían combatido a su vez: - Tanto el enano como la elfa estaban ayudando igualmente a la caravana. 

Me mantuve marcial, firme, a pesar del dolor de mi pierna y del corte. Si podíamos, haría algún vendaje de emergencia, sobre todo, si debíamos seguir hacia delante ayudando a esa caravana. 

Había pasado más de 300 años en el Bosque Negro y poco entendía de algo que no fuera combate y expulsar a la Sombra de la tierra. La cortesía y el protocolo me quedaban algo lejos. Por suerte Balderick habló y explicó lo que hacíamos en Rohan. 

Acompañé con una inclinación de cabeza la exposición de mi compañero. 

- Venimos desde Bree - añado con amabilidad. Aunque el protocolo no vaya conmigo veo que son veinte y nosotros dos - Cuando vimos el ataque a la caravana de enanos no nos pensamos dos veces. Por suerte excepto unos cortes todo ha acabado bien.

El mariscal del Folde Oeste miró a Balderick y escuchó sus palabras. Después dejó que éste se interesara por sus congéneres enanos. Luego escuchó a Helmgund, y finalmente a Iriä.

Bien. Habéis hecho lo correcto no dando pie a esos dunlendinos. La misma caravana partió desde Édoras y yo algunos de mis hombres la escoltamos hasta Cuernavilla hace unos días -informó Éomer-.

Gracias, gracias... -dijo uno de los enanos, de cabellos y barba rojiza, acercándose a Balderick-. Ninguno de ellos había muerto, por suerte, pero alguno que otro tenía heridas aquí y allá. Los dunlendinos parecían saber muy bien a qué venían: a robar y saquear, pero sin perder el tiempo en eliminar a nadie (a nadie que se les opusiese, claro). Os debemos la vida. Esos bandidos llegaron minutos antes que vosotros, y simplemente se abalanzaron con violencia -explicó otro de los enanos, éste el más viejo de entre todos ellos-. Somos enanos de Ered Luin, descendientes de nuestros padres de Erebor -cuando el terrible Smaug atacó Erebor y sus habitantes tuvieron que huir, se establecieron en estas montañas-. Si alguna vez vais allí, preguntad por Herbol Piedraseca, un servidor, y tendréis cobijo y cuanto necesitéis -sentenció-. Y a vos, Mariscal Éomer, las gracias de nuevo por tratarnos bien tras los negocios con su Majestad Théoden.

No hay porqué darlas -dijo Éomer-. Ahora marchad del Paso y subid por el camino del Norte cuanto antes: La Marca ya no es un lugar libre de bestias ni peligros -miró otra vez a Balderick e Iriä, pensando aún en el nombre de Gandalf, tal y como habían anunciado-. Ahora marchad prestos -sentenció-.

Y así lo hicieron. Los enanos de las Montañas Azules, al oeste de Eriador, atravearon el Paso, dejándoos allí con parte del Éored de Éomer y éste mismo.

Y a vosotros -os dijo de nuevo-, la Marca os lo agradece. Aparte de hacer bien a los señores enanos, ¿habéis visto a una partida de orcos por las cercanías? Éstos jinetes y yo salimos desde el Sagrario persiguiendo a un grupo de ellos, de la Mano Blanca, el estandarte de Isengard. Creemos que han tomado dirección noreste, hacia las estribaciones meridionales de las Montañas Nubladas, entre Nan Curunir y Fangorn... ¿Sabéis algo de ello? -os preguntó finalmente-.

El Señor Éomer envía a los enanos al camino, así que les ayudo a recolocar las cosas de su carromato destruido en el resto, los despido con la reverencia propia del pueblo de Erebor, del pueblo de Durin, y tras su partida, vuelvo, ya con algo menos de dolor, a colocarme frente al Mariscal. 

- No, señor, ni mi compañero ni yo hemos visto ningún rastro de orcos en los alrededores, aunque hemos estado ocupados buscando a la caravana. - Inclina la cabeza, como disculpándose. - Sin embargo, podría ayudarle a buscarlos, si le parece. Conocemos bien esta zona, mi compañero y yo. - ¡Una banda de orcos! ¡Ya libremente por toda esa zona! - ¿Cuántos orcos son, mi señor? ¿Se sabe su misión? Ojalá esos pies infectos no hollasen nuestras praderas... malditos sean. 

Me quedé a la espera de las órdenes del señor Éomer, un capitán casi del nivel de su primo, nuestro Mariscal Théodred. 

Escucho detenidamente a mi compañero hablar con nuestro señor, no tengo mucho más que añadir así que me limito a ayudar a los enanos en todo lo posible, intercambiando alguna que otra palabra. Curiosa raza la de esta gente, muchos sin hogar y aun así no pierden su tesón, los admiro.

- Así lo haremos si es lo que desea, mi señor. - me coloco el casco y monto de nuevo sobre mi caballo. - Espero que esa partida de orcos no sea más de lo que es, si no un gran peligro puede acechar nuestras tierras, algo impensable y terrorífico... - mis ojos ensombrecieron, no quiero a esos seres cerca de mi hogar. - ¿La mano de Isengard? Maldita sea nuestra suerte.

Veo como nos preguntan por la posible presencia de orcos en la zona.

- Nosotros no vimos ninguno en nuestro camino desde Bree hasta aquí. El camino fue tranquilo quitando el percance que habéis podido observar. Nosotros debemos apresurarnos a ver al rey Theoden.

Me remití a la misión que Gandalf nos habia otorgado, fuese lo que fuese teniamos que llegar a Rohan cuanto antes.

Éomer asintió cuando Helmgund y Rhoffar estuvieron dispuestos a seguirle para completar su empresa. Sin embargo, miró al enano y a la elfa cuando Balderick habló, comentándole sus intenciones.

El Rey Théoden no está para visitas -sentenció-. En las últimas semanas parece debilitado y ha suspendido toda actividad en Meduseld que no sea necesaria. Edoras vive dias aciagos. Os lo diré claro: no os dejarán entrar allí. Además, el camino es peligroso, los orcos que buscamos pueden que no sean los únicos en dar rienda a sus pasos por La Marca. Venid con nosotros, señor enano, y vos también, elfa de los bosques. Somos pocos hombres aquí, y nos vendría muy bien vuestra ayuda. Cuando acabemos con los orcos, os escoltaremos al Castillo Dorado y hablaréis con Théoden, pues yo intercederé por vosotros -sentenció, a la espera de una decisión-.

Mirando a Éomer y haciendo una pequeña reverencia en señal de respeto discrepo algo de sus palabras.

- Señor Eomer, permitame decirle que como bien usted dice el rey esta débil, de ahí que sea de vital importancia lleguemos donde el  cuanto antes. Quizás podamos salvarlo. Se que tienen una misión, puede dejar que sus dos hombres nos acompañen para que nos dejen entrar, vimos que combaten bien y nos ayudarian a llegar sin problemas a Rohan. Pero le ruego que nos permita llegar, la vida del rey puede estaar en peligro.

Hablo de manera seria intentando que Eomer entienda la situación.

La oferta de Éomer parecía razonable que entonces Balderick habló explicando los motivos que tenían. Ella no era muy partidaria de hacer enfadar a 20 jinetes que ya tenían aspecto de estar tensos y enfadados pero secundó a su compañero por lealtad.

- Las palabras de Gandalf fueron claras, señor - dijo intentando explicar su postura y calmar el ambiente - Debemos ir a Édoras para hablar con el Rey, no debemos demorarnos, no sabemos las consecuencias que puede tener que nos demoremos y preferimos no explorarlas... si cuando lleguemos sucede lo que aventuráis y no nos dejan pasar, os esperaremos y en compensación, una vez finalizada nuestra tarea, nos uniremos a vosotros para acabar con los orcos y los asaltos que acontecen en esta vuestra tierra.

Había una cosa que descuadraba a la elfa y no pudo reprimirse.

- ¿Saruman no es el mago blanco? ¿Líder del concilio? - preguntó extrañada por lo de los orcos con el estandarte de la mano blanca - No tiene mucho sentido, Gandalf no nos dijo nada malo de Saruman - comentó.

Controlo las bridas de mi caballo desde lo alto del mismo mientras escucho las respuestas de la elfa y el enano. Si mi señor Eomer dice que no van a poder recibirlos es que así va a ser, no veo lógica en sus intentos pese a la prisa de su misión.

- Si no vas a poder acceder al rey, el paseo os será inútil. Venid con nosotros, ayudadnos para acabar con esta partida de orcos, cuanto más seamos mejor, y luego todos iremos si mi señor así lo cree. - digo mientras miro a Eomer. - Y entonces Eomer podrá interceder por vosotros, creo que sería lo más sensato.

- Estimado enano y elfa de los bosques, como dice Rhoffar, es ciertamente complicado que os reciban en Edoras, si así lo dice el señor Éomer- Digo, mostrando mi admiración hacia el mariscal - Y Rhoffar y yo no os abriríamos esas puertas, dado que no somos soldados de la casa del Rey, lo somos del Segundo Mariscal, el señor Théodred. - Indico, explicando que al ser soldados de otra zona, no teníamos allí contactos. - Quizás, aunque por vuestra cuenta llegarais al Palacio del Rey, tendríais que esperar al retorno del mariscal Éomer. 

Preparáos, pues, jinetes -dijo Éormer a Helmgundo y Rhoffar-. Marcharemos al norte, a los primeros picos de las Montañas Nubladas. Tal vez husmeando encontremos algún rastro de esa escoria indeseable -hablando de los orcos-. Agotáis un buen tiempo -dijo a los dos viajeros del camino del Norte-, aún estáis a tiempo de venir* -añadió finalmente el Mariscal-.

- Tengáis suerte en vuestra búsqueda, nos veremos en Edoras - dijo la elfa a modo de despedida.

_ Suerte con los orcos, nuestras misión es vital. Nuestras presencia puede salvar la vida al Rey Theoden. En cualquier otra circunstancia os habríamos ayudado, pero entended que nos debemos a nuestro sino.

Éomer asintió, espoleó su caballo y se giró azotando las briznas y echando a cabalgar. Sus diez jinetes, junto con Helmgund y Rhoffar marcharon igual de allí, cabalgando todos hacia el norte, hacia las primeras estribaciones de Hithaeglir, las Montañas Nubladas. Iriä y Balderick quedaron allí, delante de los cuerpos de los dunlendinos, y reanudaron su paso hacia Édoras. Aún les quedaban numerosas jornadas para cruzar el país, y aún más yendo a pie.