Partida Rol por web

Taberna del Poney Pisador. Año 3018 de la T.E.

Me alegro que estéis bien, hace un tiempo que no os veía, jóvenes amigos... -os dijo el mago gris-.

Habíais llegado a Bree, a la posada del Poney Pisador. Vuestra amistad, poco entendida por muchos, os ayudó a vivir alguna que otra aventura en Eriador y más al norte, y también os ayudó a enriqueceros un poco. En vuestra llegada a Bree para descansar, habíais dado con Gandalf el Gris, un viejo amigo al que estimábais y él a vosotros. Os contó noticias de la Comarca, de cómo desde hacía años atrás iba y venía a tal lugar por unos asuntos de los que ni él mismo estaba seguro... El caso es que la pura casualidad os reunió en Bree, en el Poney Pisador.

Pues es la gracia de los Hacedores el haberos encontrado, Balderick e Iriä -decía mientras sostenía una jarra de cerveza, y vosotros vuestras bebidas, sentados al calor del fuego en torno a una mesa-. Porque precisamente busco a dos personas que me hagan un favor. Tiempo apenas he tenido yo para esclarecer todos mis asuntos, pues siempre que me ocupaba de unos aparecían otros tantos... y no todos buenos. Ahora me ocupa en la Comarca un asunto de gran importancia... y por eso quiero dejaros ésto... -entonces movió sus dedos sobre un fardo que había dejado sobre la propia mesa; era un fardo bien recogido entre telas. Algo había dentro, algo voluminoso, al parecer-. Si bien querríais hacer este favor a este viejo, os pido los siguiente: por favor, marchad hasta Rohan, hasta el castillo dorado de Meduseld, donde habita el rey Théoden; cuentan que esta raro, muy raro, y no he tenido tiempo de ir allí. Y llevadle como presente este fardo. Es un objeto antiguo, una reliquia hecha pedazos que encontré en las escabrosas Landas de Etter, al norte de las Montañas Nubladas... ¿Haréis eso por mí? -el mago torció la cabeza un poco, sonrió y aguardó vuestra respuesta.

Habíamos llegado a nuestra taberna favorita, tenían la mejor hidromiel de la Tierra Media. Iriä y yo acabábamos de llegar de unos de nuestros viajes, y allí estábamos retomando fuerzas hasta que de nuestros mejores amigos, Gandalf el gris se dirigió a nosotros.

Parecía que Iriä y un servidor tendrían poco tiempo de descanso, ya que este nos cuenta una misión, a la cuál siendo el quien nos lo pedía nos era imposible decirle que no.

- Amigo Gandalf, como bien sabes no podríamos negarnos a hacer un favor a un buen amigo como tu. Eso sí, ¿Qué crees que le puede estar pasando al bueno de Theoden?, no habíamos oído nada de que estuviera raro o algo le hubiera perturbado. Esperemos tener un camino tranquilo. Tu haz tus quehaceres en La Comarca y nosotros nos encargaremos de esto. 

Cojo el fardo de telas que nos entrega y me lo guardo a buen resguardo. 

- Iriä que te parece si descansamos esta noche y salimos mañana temprano hacia Rohan y comprobamos realmente que es lo que ocurre.

Tras esto tomo un buen trago de hidromiel, alegre de que volveríamos a estar en acción.

Tras nuestro último viaje decidimos descansar pero al parecer el destino tenía otros planes. Nuestro viejo amigo nos había planteado una nueva misión en las tierras de Rohan y era imposible decirle que no. 

Asiento a las palabras de Balderick y doy un sorbo a la cerveza. 

- Me parece bien. Hoy descansamos y mañana nos ponemos en marcha ¿Qué camino seguiremos? - miro a Gandalf - ¿Alguna recomendación para llegar a Rohan? - pregunto. Había varias rutas posibles y quería recibir el consejo de alguien sabio antes de ponernos en marcha.

¿Qué asunto podía ser de gran importancia en la Comarca como para no entregar él en persona el regalo?

Estaba ligeramente nerviosa porque quería partir inmediatamente... son muchas jornadas hasta Rohan, el viaje no sería corto. 

- Cumpliremos, amigo, como siempre - le dije convencida.- Esperemos que no haya muchos contratiempos por el camino... aunque seguro les podemos hacer frente - otro sorbo a la cerveza.

Tiempos extraños para Rohan. La hospitalidad de Théoden y los rohirrim ya no son lo que eran. Mas no hay tiempo de más explicaciones, amigos. Lo más sensato es descender por el Camino Verde hasta adentrarse en el camino del Norte, descendiéndolo a buen paso. Atravesad las ruinas de Tharbad, o si no, mejor, rodeadlas. No os adentréis en las Tierras Brunas, más allá del Aguada Gris -se refería al río Gwathló-, ni tampoco os desviéis por las Montañas Nubladas. Id directos al Paso de Rohan, al sudeste de aquí. No sabría deciros si viajar de noche es más seguro que hacerlo de día... -musitó finalmente, justo antes de dar una última calada a su pipa-. He de irme, la Comarca me espera. Espero que al Rey Théoden le agrade este presente. Mucha suerte. ¡Adiós! -dijo finalmente-.

Cuando se levantó, y os despedísteis, vísteis que el mago gris había dejado unas monedas sobre la mesa, invitándoos al trago.

Descansásteis esa noche, y os pusísteis manos a la obra al dia siguiente. En vuestro zurrón aguardaba todo lo necesario, y sabíais que llevaríais ese misterioso fardo, muy bien atado sobre telas y fina cordelería, hasta el País de los Caballos y los Jinetes.

Doce días después.

La ruta estimada e improvisada de Gandalf fue un alivio para vosotros, sea porque no es encontrásteis demasiados viajeros en esos días: un grupo de woses que viajaba, al parecer en direcció nal este desde las Tierras Brunas; un par de comerciantes elfos que parecían majestuosos y volvían de algún extraño viaje, tomando éstos las Montañas Nubladas y atravesando las tierras de los dunlendinos, un lugar lleno de campamentos de estos clanes; También recorrísteis los muros de la antigua y colosal Tharbad, que hubo de ser esplendorosa y luego un nido de ladrones, de los que ahora sólo quedaban los muros anegados en agua y ruina; y por último vísteis una carreta de hobbits, cuatro para ser exactos, proveedores de cerveza de la Cuaderna del Sur, que se dirígian casi en vuestras misma dirección y que quedásteis atrás (cuatro ponies y cincuenta barriles hacía muy lenta tal comitiva).

El caso es que tras ese tiempo estábais muy cerca del paso de Rohan. Se trataba del único paso sencillo y estratégico entre las Montañas nubladas y las Montañas Blancas, el cual comunicaba el antiguo reino de Arnor y el actual Gondor. Al norte estaba el valle natural de Nan Curunir, formado por las Montañas Blancas, donde la torre de Orthanc se alzaba en él; y aunas pocas millas al sureste, el Abismo de Helm. Ahora, casi habiendo entrado en el pudísteis ver desde lo alto de una colina un puñado de bandidos que habían descendido hasta la Marca Occidental el Reino (entre el río Isen y el Adorn) y que parecía que habían dado alto a una caravana de comerciantes y herreros, tal vez para asaltarla o saquearla.

Un viaje cómodo y sin incidentes. Casi un milagro podríamos decir. Habíamos tardado menos de lo previsto en acercarnos al paso de Rohan.Habíamos podido disfrutar del viaje. Siempre había querido ver con sus propios ojos Isengard, el lugar donde vive el mago blanco.

¿Crees que podremos ver el Abismo de Helm? Sólo he leído las leyendas sobre él, me gustaría verlo con mis ojos - digo a Balderick mientras seguimos avanzando.

Me paro en seco, algo me alerta. Fijo mis ojos en la caravana y en los bandidos.

- Eh. Balderick - señalo el punto - Mira ahí.

El camino había sido cómodo y ya estábamos llegando a nuestro destino. La verdad que el viaje había sido más rápido y sencillo de lo que en un principio podíamos haber esperado.

- La verdad Iria que ver el abismo de Helm con tus propios ojos te gustará. Toda esta zona es espectacular. Esperemos seguir disfrutando del viaje.

Tras esto la elfa me hace fijar la vista en lo que parece ser el ataque a una caravana.

- Si que lo veo, parece ser un posible ataque, ¿Qué opinas?

Iriä pudo ver con su vista élfica algo más en aquel punto de interés: se trataba un puñado de bandidos dunlendinos (enemigos desde antaño de Rohan). La caravana de comerciantes y herreros no era sino un grupo de varios enanos, que tomaban el camino del norte. Estaban ahora en el Paso, siendo hostigados.

- Dunlendinos hostigando a unos enanos - le describo a Balderick - ¿Nos acercamos a echarles una mano? - pregunto a mi compañero. 

Me fijo mientras nos acercamos a ver si puedo contar cuandos dunlendinos hay y cómo van armados. 

Iriä logró escudriñar la escena desde la distancia, y contar el puñado de tipos que arremetían contra la caravana enana: eran seis dunlendinos contra las ocho carretas y doce enanos. Éstos últimos parecían estar a su merced.

Vamos - le apremio a mi compañero y me dirijo a paso rápido hacia el asalto.

Cuando estoy a una distancia apropiada para disparar pero no para que me alcancen en combate saco el arco y espero.

- Eh, vosotros! - grito para captar su atención - Dejad en paz a los enanos - les advierto.

Si no se marchan disparo al dunlendino más cercano.

- ¿Enanos en peligro?, Vamos no puedo dejar que acaben con ellos. 

Agarro mi martillo y salgo raudo hacia ellos. Veo como Iriä saca el arco y llama la atención de ellos, y parece dispuesta a disparar.

- Dejad en paz a mis hermanos escoria inmunda - comento a los dulendinos mientras me dirijo a ellos esperando que huyan. En caso de que se queden y planten cara ataco sin piedad según llegue donde ellos.

- Iriä, cúbreme, si no se van hay que acabar con ellos. 

Fuísteis pues, avanzando con el arco y el martillo, descendiendo hasta el mismísimo paso de los habitantes del país de Rohan. Ambos gritásteis para llamar su atención, pero los dunlendinos eran rápidos en tal pillaje, y preferían no atenderos y saquear la caravana de mercaderes enanos antes de que llegárais. Vosotros, por tanto, actuásteis. Balderick decidió atacarles ante su negativa a huir e Iriä comenzó a lanzarles flechas.