- No se preocupe, maese McSiry, su labor ha sido encomiable durante todo nuestro viaje. Simplemente es que estamos cansados. - comentó al que había sido su guía durante todo el trayecto.
Pero lo cierto era que se notaba cansado, nervioso, y además no se quitaba de encima aquella extraña sensación que le causaba cierto pesimismo. Las cosas no estaban saliendo bien del todo, y todavía tenían mucho que demostrar como grupo antes de poder dar nada por seguro.
Así, Baldred llegó hasta las puertas de Moria, acompañado por el grupo. ¿Por qué harían los enanos, de tan baja estatura, unas puertas tan grandes? - pensó al ver aquella majestuosa construcción. Estaba convencido de que era todo un intento de ostentar. Pero no lo diría en voz alta, los enanos eran cabezones y orgullosos como duras eran las piedras.
Ataviado ya con todo lo necesario para adentrase en aquella desconocida tierra, Dastar descansado aunque un poco turbado todavía, emprende junto a sus hermanos de armas Baldred y Ceorl el camino al interior de Moria.
—Hermanos —les dice a ambos—, como en el Muro mi sangre y mi espada son suyos. Sigamos con nuestra misión junto a nuestros nuevos camaradas.
El sembrante de Caleb se mantenia serio y aunque trataba de ser amable y optimista, el cansancio del dia anterior aun se notaba en sus ojeras.
Bosteza en silencio.
Tras cruzar la puerta de acceso a Moria, Urko teme el entrar y tengo q agarrarlo para ayudarle a perder el miedo.
Hago que olfatee la entrada.
- Tranquilo compañero todo ira bien. Anda quédate con el camino de vuelta...Por si tienes que sacarnos de aquí.
Mientras miraba la entrada, le dije a mis compañeros, en voz baja, mientras entrábamos finalmente en la legendaria Moria, de la que tanto había oído hablar:
- Se que seguramente a la mayoría no tendría que decirlo, pero por precaución voy a hacerlo igualmente: Debemos de caminar en silencio, sin hacer ruido y hablar lo menos posible y en voz baja. En estos lugares cada retumba debido al eco y no sabemos lo que podemos encontrarnos, alertado por el ruido que provoquemos.
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Tras despediros de Elmarel y dejar los caballos y el equipo que no pensáis cargar al interior de la montaña, os aproximáis a las puertas que están entreabiertas. Se había oído decir que las puertas de Moria fueron destruidas hace muchos años, parece que alguien, o algo, las ha reconstruido en los últimos tiempos.
Bain no hace ningún comentario, pero puesto que las puertas están entreabiertas, entra en Moria junto a vosotros y contempláis Khazad-dûm. Después de andar un rato entráis en las estancias del este, las más antiguas habitaciones de Moria. Lo primero que encontráis es la estancia de entrada, una sala amplia y cuadrada con un techo muy alto. Se cuentan hasta catorce saeteras recortadas en el cercano muro del este, que iluminan la habitación con una luz pálida.
Ya, por fin, estáis en Moria.
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Al final subimos un poco más, hasta llegar a un lago de aguas cristalinas. Bain parecía estar extasiado con ello. Anduvimos un poco más y llegamos a las puertas de Moria, unas puertas descomunales. Busqué un buen sitio e hicimos campamento. ¡Por fin pude cenar un par de veces!
Al día siguiente nos adentramos en la ciudad. El humor generalizado era malo, ¡hasta yo estaba algo hosco con los demás! Enmarel se quedó con los animales, mientras que el resto nos adentrábamos en la oscuridad de la montaña. Todo parece abandonado, pero las apariencias engañan muchas veces, por lo que iba atento a los alrededores. La opresión del lugar me ponía los pelos de los pies de punta.
Pasamos la noche mas o menos tranquilos, pero a su vez algo rondaba el aire que nos rodeaba... Entre sueños y un descanso mediocre, amaneció, tomamos algo frugal para desayunar, excepto el mediano, que era una despensa con piernas, y nos dispusimos a cargar con el material exclusivamente que creimos necesario para adentrarnos en aquellas majestuosas pero aparentemente abandonadas estancias.
Llegó la hora compañeros. A partir de aquí no creo que os sea de mucha ayuda como guía. Confió en Bain para ello, y podeis contar con mi arco...
El humor de la gente era seco y se respiraba cierta tensión... Elmarel se quedaba fuera con los caballos