Partida Rol por web

Aventuras en Meridian

Crónica

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28/03/2017, 22:19
Sir Castor

Llegando a pie a la provincia de Meridian, por el camino junto a los acantilados, once adoradores igolios de Yllana nos atacaron. La culpa fue de Barajas: como yo y mi amigo el druida Alcolo sabíamos, el granuja había robado a su sacerdotisa un símbolo sagrado. En su momento, no le había exigido que lo devolviera porque sabía que los siervos de Yllana no aceptarían una justa reparación, sino que querrían su muerte. Tuvimos que luchar para no ser sacrificados. Pese a la altura, Alcolo y Barajas prefirieron saltar al mar, pero Warflor, su lobo Kor y yo aún acabamos con varios de ellos antes de tener que saltar también. A duras penas, todos sobrevivimos al oleaje y a las rocas y así llegamos a una pequeña cala.

*          *          *

Allí nos encontró Bontau, un niño de una aldea cercana. El chiquillo seguía la fe de Optimus Prime y nos llevó a su aldea, el Caserío de Margaret, donde fuimos atendidos de nuestras heridas y se nos concedió alojamiento, además de brindársenos escondite contra los siervos de Yllana que nos perseguían. Conversando todos en privado, revelé a Warflor el delito de Barajas -y mi propia responsabilidad, de callármelo-, pues ella no entendía por qué nos habían atacado. Barajas, por su parte, nos explicó que había robado el símbolo sagrado porque estaba seguro de que había sido de su madre, desaparecida mucho tiempo atrás. No pudimos hablar mucho antes de que nos interrumpieran. Durante la cena, los aldeanos nos contaron que el pueblo estaba siendo atacado últimamente por trasgos, ya que las autoridades de Meridian no les defendían, y que Jane, hija también de Margaret, había sido secuestrada por esas criaturas. Como no podía ser de otro modo, me comprometí a encontrarla y traerla de vuelta, cosa en la que mis compañeros me apoyaron sin dudar. Los colonos celebraron la noticia.

Esa noche la pasé en la capilla del pueblo, rezando a mi dios para jurar mis votos y pedir sus bendiciones. Juré que no consentiría que ninguna criatura malvada quedase viva y que no recurriría a tácticas indignas para conseguir mi objetivo. A cambio, Él me infundió el conocimiento perpetuo del paradero de la niña y puso Su Mano sobre mí, de forma que ningún arma de filo me dañaria. Si rompiera mis votos, perdería su bendición.

*          *          *

Al día siguiente, partimos, aún algo maltrechos de las peripecias del día anterior. Gracias a Warflor el viaje fue mucho más rápido y breve de lo previsto, pues contábamos con emplear toda la jornada para llegar al Bosque Verde -donde se escondían los trasgos- y sólo tardamos la mitad. Por desgracia, mi falta de atención hizo que durante el viaje nos sorprendieran unos bandidos y tuviéramos que combatirlos. Dos de ellos cayeron y dejé huir a los otros dos, pues mi dios, a través de -ejem- una humilde rana, me reveló que no eran hombres malvados, sino pobres diablos, y que por tanto podía dejarles vivir. Al mediodía, llegamos a los lindes meridionales del Bosque Verde...

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07/04/2017, 17:15
Sir Castor

...del Bosque Verde, donde pedí a Optimus Prime que me mostrara el camino hacia la niña, Jane. Concentrado en la guía divina, caminé durante horas por el bosque apenas consciente de mis alrededores, pero sabía que mis compañeros me acompañaban y me defenderían de cualquier peligro.

*          *          *

Al atardecer, llegamos a las inmediaciones de un poblado, el de los trasgos que habían raptado a la niña. Había allí unos setenta trasgos, pero por suerte la mayoría partían en esos momentos hacia el noroeste, sólo los dioses saben con qué intenciones. Junto al poblado se alzaba una extraña colina* por cuya superficie vagaban lo que nos parecieron unos fuegos, pero que no pudimos identificar con certeza. En ese momento, dos trasgos salieron de la colina por una cueva con un humano, al que metieron en la celda de la aldea.

Para investigar, Alcolo se convirtió en una joven águila y sobrevoló el poblado, pero su espíritu justiciero no pudo evitar cagarle encima al jefe trasgo, quien se enfureció y envió a dos de sus guerreros tras él. De este modo, el druida fue herido por una flecha y cayó en el poblado. En tal situación, no pude sino lanzarme hacia él para rescatarle, de tal forma que revelé mi posición a los dos arqueros y además tropecé con la cerca, cayendo al suelo. Por fortuna, Warflor me cubría las espaldas y acabó con uno de ellos, mientras que Alcolo, recuperando su forma élfica, sorprendía al otro y le rompía el cuello de un bastonazo.

Mientras tanto, el astuto Barajas se había separado de nosotros y se había aproximado sigilosamente hasta el cautivo humano. Usando sus habilidades, eliminó al guarda y liberó al preso, que resultó ser Michael, uno de los muchachos que habían intentado rescatar a la niña, y que en ese momento estaba muy débil. En cuanto pudo, Alcolo se reunió con ellos, pero, por desgracia, el joven no fue capaz de decir nada útil. Para que pudiera defenderse, le dieron una espada trasga.

Por mi parte, y en virtud de mis votos, no podía permitir que ninguna de esas inmundas criaturas siguiera viviendo, así que me quedé esperando a las que venían a buscar a sus compañeros. Warflor y yo eliminamos al par, pero uno de los trasgos pegó un alarido que atrajo al resto, incluyendo al jefe. Sólo gracias a la intervención de Barajas y Alcolo, que mató a ese líder -un sacerdote de Cazur-, conseguimos eliminar a unos cuantos y poner al resto en fuga. En ese momento, yo habría corrido tras los supervivientes -que sin duda corrían a avisar a la horda que habíamos visto partir-, pero mis compañeros me convencieron de que lo prioritario era salvar a la niña. Incumpliendo mis votos, y perdiendo así -por el bien mayor- las bendiciones de Optimus Prime, me interné con ellos en la colina.

*          *          *

Una vez dentro, descubrimos que la loma en realidad era... ¡Un gigantesco muladar! En cuanto a los fuegos que habíamos visto afuera, no podían ser otra cosa que escarabajos de fuego. Siguiendo un largo túnel, llegamos a una sala inundada de agua sucia. En la estancia había también un puente levadizo, pero su palanca estaba al otro lado del agua. En el puente, además, había una trampa, que Barajas activó accidentalmente tratando de desactivarla, y todos fuimos heridos por unos dardos que salieron de las paredes. Para cruzar y alcanzar la palanca, Warflor disparó una cuerda con una flecha atada, que se encajó entre las rocas del otro lado. Por desgracia, cuando intentó cruzar, calló al agua, arrastrándonos a Alcolo y a mí con ella. Tras estos infructuosos intentos, y habiendo descubierto que no había peligro en las aguas, todos cruzamos nadando y escalamos la pared opuesta.

Un poco más adelante, y tras dejar a la izquierda un enorme y antiguo andamio de madera, vimos a lo lejos una gigantesca larva que se movía por el túnel. Conseguimos eliminarla, pero no sin sufrir daños.

En ese momento, unos cuarenta enanos fantasmales aparecieron en ambos extremos del túnel, armados con picos y palas, y cargaron contra nosotros. Alcolo sugirió que nos pegáramos a las paredes, pues a lo mejor sólo querían matarse entre ellos, y todos obedecimos. Sin embargo, los enanos llegaron hasta nosotros y nos atacaron... ¡Pero no ocurrió nada! ¡Sus armas espectrales nos atravesaban sin herirnos!

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01/08/2017, 17:50
Sir Castor

Dejando a los enanos atrás, descendimos hasta las tripas del muladar, donde encontramos una extraña sala. De forma rectangular, amplia y construida en piedra, en ella sólo había unas pocas puertas de enrejado, una vasija y un fornido hombre encadenado e inconsciente. En primer lugar, despertamos al hombre, que con su sola fuerza consiguió arrancar sus grilletes de la pared. Rehusó darnos su nombre, algo que nos hizo desconfiar de él, pero yo consideré que nuestra prioridad era simplemente encontrar a la niña Jane y salir de allí, así que le bauticé como «Grilletes» y decidí seguir adelante.

Simultáneamente, pedí a mi dios Optimus Prime que me mostrara el mal que había en la sala, y Él me señaló... ¡La vasija! (No así Grilletes, lo que me hizo confiar algo más en él.) Enfurecido por la presencia del mal, por aparentemente inofensivo que fuera su recipiente, me lancé espada en mano contra la vasija y la rompí. Entre los pedazos, apareció un extraño cilindro cerámico, que Barajas rápidamente recogió del suelo. Qué error. Al momento, el cuerpo de Barajas comenzó a convertirse en humo (sin que Barajas aparentemente se percatara) y fue absorbido de alguna forma al interior del cilindro, en cuya superficie pudo verse  una versión diminuta del ladronzuelo caminando y flotando entre vapores. En cambio, cuando cogí el cilindro con mi capa y lo metí en mi mochila, para no dejar a Barajas atrás, no sucedió nada. Sin acabar de comprender lo que acaba de pasar y con un miembro más (y otro menos) en el equipo, resolvimos el puzzle que suponían las puertas de la sala y corrimos en busca de la niña.

Mientras recorríamos aquellas cuevas, Alcolito y yo perdimos de vista durante un breve espacio de tiempo a Warflor y a Grilletes. Cuando los encontramos de nuevo, descubrimos que Grilletes había retenido a nuestra amiga poniéndole una espada en el cuello y, según Warflor, había intentado convencerla para que volvieran atrás, a la sala donde le encontramos, y buscáramos sus cosas. Grilletes se disculpó. Nuestra confianza en él había disminuido, pero debíamos seguir adelante.

Así fue como finalmente encontramos las estancias donde estaba la niña Jane. Y su secuestrador no era otro que... ¡El mago Bruneti! En cuanto nuestros caminos se cruzaron, Bruneti lanzó a dos orcos que le obedecían contra nosotros, al tiempo que invocaba a una terrible criatura similar a las descripciones de lo que llaman "tiburón", pero con cuatro patas y salido de la tierra. El combate contra este ser y los dos orcos fue duro, Grilletes demostró que estaba dispuesto a luchar y Alcolito a punto estuvo de morir -¡incluso le brotaron dos cuernos de la resurrección en la frente!-, pero finalmente nos impusimos. Para entonces, Bruneti ya había huido, dejando a la niña atrás. También había dejado una daga ritual llena de runas, con la que presuntamente pensaba sacrificar a la niña, sólo los dioses saben con qué propósitos. Cuando tratamos de coger el arma con las manos desnudas, el arma se rebeló: se enfrió como el hielo, luego se calentó como hierro al rojo, luego nos lastimó con una fuerza invisible, y finalmente aumentó su peso hasta hacerse inamovible, una cosa detrás de la otra. Finalmente, pudimos hacernos con ella envolviéndola en un paño y, aprovechando un túnel secreto, escapamos de aquel lugar con la niña. Con la ayuda de Optimus Prime, habíamos triunfado.

*          *          *

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01/08/2017, 19:21
El cronista

A la noche, tras escapar del muladar y alejarse del poblado trasgo, los aventureros acamparon en el Bosque Verde. Alcolito, Castor y Warflor trataron de conocer mejor a Grilletes (que demostró ser celoso guardián de sus secretos) y hablaron sobre lo sucedido a su amigo Barajas (aún visible en la superficie del cilindro). Más allá de devolver a la niña a su hogar, no sabían qué hacer. Se hicieron guardias. Por motivos obvios, no se contó con Grilletes para ello.

El día siguiente tenía preparado al grupo muchas sorpresas. Los dos primeras fueron nada más despertar: por un lado, Barajas había salido del cilindro y dormía plácidamente al lado del objeto; por otro, Castor había desaparecido dejando atrás su espada y su armadura. No parecía estar en el cilindro, o al menos no a la manera en que había estado allí Barajas. En cuanto a Barajas, no parecía ser consciente de que había sido capturado por el cilindro: declaró haber estado caminando por un lugar muy semejante a la aldea de la niña, pero lleno de máquinas misteriosas. Había también gente en ese lugar, la misma gente que en la aldea, pero por algún motivo no podían ver a Barajas. Había sido tal como si fuera un fantasma, dijo a sus compañeros. Incapaces de hacer otra cosa, el grupo se puso en camino en dirección al Caserío de Margaret.

La tercera sorpresa llegó hacia el mediodía: un elfo de aspecto extraño, con una túnica estrafalaria y cabellos blancos como la nieve, había acampado en el camino y, frente a su fogata, devoraba una lagartija asada clavada en un palo. Primero Barajas y Grilletes, y luego Warflor, la niña y Alcolito. El asombro de Alcolito fue mayúsculo al reconocer al individuo del camino: ¡era el mago Bergrimdollham, viejo amigo de él y de Castor! Una vez puestos al día y hechas las debidas presentaciones, el mago Berg confesó la razón de su presencia en Meridian: una visión le había mostrado aquellas tierras y le había advertido contra un gran mal que amenazaba al mundo. Y Alcolito aparecía en esa visión. Berg había decidido encontrar a Alcolito y acompañarle en sus viajes.

Al llegar al Caserío de Margaret, descubrieron una nueva sorpresa, y la peor: los seguidores de Yllana en Igol, a los que Barajas había robado una joya, habían seguido el rastro del grupo y se habían adueñado del pueblo. Los sectarios les condujeron a la casa comunal. Allí estaba su líder, una mujer llamada Shoshana a la que Grilletes pareció reconocer. Tenía a Margaret y a su familia retenida con ella. Los aventureros, sabiendo cómo se las gastaban los seguidores de Yllana se prepararon para lo peor, pero Shoshana les ofreció un trato: los yllanitas dejarían el pueblo, respetarían la vida de sus habitantes y dejarían vivir a los aventureros si estos les devolvían el colgante... y completaban cierta misión: debían matar al consejero Gaius Baltar, Bosquellana. Atrapados entre la espada y la pared, y con la idea en mente de buscar una manera de frustrar las expectativas de Shoshana y sus hombres, los aventureros aceptaron y partieron.

*          *          *

El camino hacia Bosquellana pasaba por el Bosque de las Hadas, al este del caserío. Era esta un bosque con mala fama, y los aventureros no tardaron en comprobar que era fama merecida, pues al atardecer encontraron a un viejo cazador que estaba siendo acosado por los lobos. Al ser salvado, el cazador ofreció a los aventureros -que ya se veían durmiendo al raso- pasar la noche en su aldea, donde podrían participar de la «Fiesta de la Llegada», que se celebraba una vez al año y era esa noche, precisamente.

La aldea estaba realmente preparada para la fiesta: había guirnaldas y faroles, mesas y bancos por todo el campo de la fiesta, en el centro de la aldea. Los aventureros fueron recibidos con hospitalidad e invitados a beber, a comer, a reir y a bailar. Berg y Barajas bailaron con las mujeres del pueblo y todos bebieron y vieron bailar sobre las mesas al hermano Persen, el pastor espiritual de la aldea. Pero los indicios de que allí ocurría algo raro se iban acumulando: el lobo de Warflor estaba inquieto, murmurando para sus adentros que la gente de la aldea no era "normal"; todos, salvo un violinista de la banda (que resultó ser de fuera, y que también notaba algo raro), sonreían sin parar, como si no supieran hacer otra cosa; y Berg detectó que de la casa de la colina poseía un aura mágica. Algo no era normal allí, y sin embargo no parecía que hubiera gato encerrado, ni que fuera a pasar nada extraño.

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20/08/2017, 18:40
El cronista

Avanzada la fiesta, los aventureros pusieron todas sus impresiones en común y decidieron investigar la cabaña en lo alto de la colina. Sin embargo, cuando se dirigieron hacia el lugar, el hermano Persen les detuvo amablemente, momento que todos los aldeanos observaron en silencio. Segun Persen explicó a los aventureros, la cabaña en la colina era un lugar sagrado, tabú: el Templo de los Fundadores. Los aventureros entonces fingieron quedar satisfechos y querer ir a descansar, así que los aldeanos les condujeron a la cabaña que les habían preparado, en el linde del campo de la fiesta, y a continuación comenzaron a recoger para retirarse, ellos también, a sus casas.

Pero los aventureros no pretendían irse dormir ya, sino que se prepararon para investigar la cabaña de lo alto de la colina usando la magia de Bergrim para hacer a uno de ellos invisible. El primero en intentarlo fue Alcolito, pero descubrió que las puertas y las ventanas del templo estaban cerradas y no se veía nada por las rendijas, así que desistió. Fue entonces el turno de Barajas, que en teoría podría abrir esas puertas. Al cabo de una hora sin noticias de Barajas, ocurrió lo inesperado: los varones de la aldea, liderados por el hermano Persen, aparecieron con antorchas frente a la casa donde dormían los aventureros y les animaron a salir. El hermano Persen les explicó que el pueblo había decidido concederles el mayor honor: ser partícipes del don de la felicidad de los Fundadores. Para ello, los aventureros debían acompañar al hermano Persen al templo. Sin noticias de Barajas, los aventureros accedieron. Algunos aldeanos recibieron el encargo de encontrar a Barajas.

Al llegar al templo, el hermano Persen abrió las puertas con una extraña llave dorada de formas rectilíneas y quebradas. No había signos aún de Barajas. Con reticencia, los aventureros entraron, para descubrir que las paredes internas de la única sala del «templo» estaban cubiertas de tapices. En ellos, figuras humanas celebraban la llegada de grandes objetos desde lo alto, seres de grandes cabezas salían con obsequios de dichos objetos y las figuras humanas les recibían y adoraban. Pero la mayor sorpresa vendría del fondo de la sala: sentada en un trono y respirando dificultosamente, una criatura les observaba. Tenía el cuerpo de un hombre, pero su cabeza era colosal y monstruosa. Tenía grandes orejas, dos grandes colmillos como de jabalí -pero mucho más largos- y una nariz larga y flexible, como una serpiente. El hermano Persen hizo que los aventureros se arrodillasen «ante el Fundador» y les pidió que no hablasen. Luego, indicó a Grilletes que se acercara al Fundador. Cuando el joven hombretón lo hizo, la nariz del Fundador se elevó (gracias a un cordel que se perdía en el techo, cosa que solo Grilletes pudo ver) y le tocó en la frente. En ese momento, el guerrero cayó al suelo babándose, con una amplia sonrisa en los labios.

La lucha comenzó de inmediato. Bergrim se puso a forcejear con un grupo de hombres y el fuego de la tea de un aldeano se propagó a los tapices, que comenzaron a arder con furia. Warflor, con la ayuda de su lobo Korr, corrió en auxilio de Grilletes. Mientras tanto, Alcolito se convirtió en un enorme oso y de un zarpazo involuntariamente fuerte lanzó al hermano Persen contra la pared y lo mató. Los aldeanos trataron de combatir a los aventureros, pero los aventureros eran demasiado diestros, y la situación se decantó totalmente cuando Grilletes se despertó. El toque de la criatura había hecho que el guerrero alcanzara la paz interior y se curase de sus traumas pasados, pero su energía y su determinación no habían menguado un ápice. Al principio, trató de poner paz entre los bandos, pero al no conseguirlo, comenzó a luchar del lado de sus nuevos compañeros y, quién sabe con qué propósito, alanceó a la criatura con su rudimentaria jabalina. Con su líder fuera de combate, su templo en llamas y el objeto de su adoración agonizante, los aldeanos dejaron en paz a los aventureros y se concentraron en apagar el fuego. Los aventureros, por su parte, huyeron de la aldea, no sin que antes Grilletes tomase como trofeo la extraña nariz del Fundador.

*          *          *

Durante el siguiente día, los aventureros huyeron por la carretera del bosque temiendo que los hombres de la aldea les persiguieran y les alcanzaran. No tuvieron problemas. No mucho después llegaron al pueblo de (…) y trataron de ser atendidos en la taberna Dondehay. Por desgracia, el pueblo recientemente había tenido problemas con los fanáticos de Profis por culpa de una persona hastada y, al ver los cuernos de Alcolito, les echaron sin más contemplaciones. Finalmente, consiguieron que una vieja loca les dejara dormir en su pajar llena de mugre y ratas a cambio de «cuidarle sus geranios» (que en realidad, no tenía).

Al cabo de (…) días, y ya más descansados, los aventureros siguieron su camino hacia Bosquellana, que pasaba por los Montes Aullantes. En Fuerte Solana, el último asentamiento civilizado antes de las montañas, los aventureros buscaron alojamiento y provisiones para el trayecto, pero no tenían dinero. Para salvar la situación, Alcolito ofreció a la dueña de la posada del fuerte una oferta: ellos le darían el escaso dinero que llevaban y un caballo -que entregarían a la mañana siguiente- a cambio del alojamiento y las provisiones. La señora aceptó. En realidad, Alcolito tenía un plan, que puso en práctica de inmediato: mientras la señora dormía, el druida se transformó en caballo y, a la mañana siguiente, sus compañeros culminaron el trato y se largaron del lugar con las provisiones, dejando a Alcolito detrás. Cuando nadie miraba, Alcolito volvió a su forma original y abandonó el fuerte sin mayores problemas.