Partida Rol por web

-La verdad es que no estoy muy informado sobre los dioses fuera del imperio-, contestó ante la sorpresa hacia su pregunta. Aunque después de su explicación aun le quedaban algunas dudas o preguntas, -luego, tal vez-, se dijo mientras miraba a Uzumi tirar de Grettel. Y justo llegaron para escuchar algo sobre una reliquia familiar y una posterior respuesta no tan educada para una posterior aclaración, haciendo que la escena de alguna forma hasta resultase algo cómica para el joven mago.

-Ese debe ser el gorrón-, ese fue su primer pensamiento en cuanto miró al extraño que compartía mesa junto a sus compañeros. Dando un vistazo a los asientos libres acabó por sentarse en el único espacio que quedaba libre, -Gracias, por la comida-, le dijo a Tanukime mientras cogía los utensilios necesarios, si los había y empezó a comer con calma.

En principio el hombre no le estaba cayendo demasiado bien además de sentirse incómodo por sus miradas, -al menos no es solo para mí…-, aunque esto no era el gran consuelo. -Vamos que el patricio está encubriendo una amenaza mayor solo por su reputación, genial-, una parte de él quería reprocharle al hombre delante de él pero la verdad era que su mirada lo echaba un poco hacia atrás, -Y realmente no gano nada haciendo eso-, se justificó a sí mismo y aunque la respuesta de Juliette no era exactamente lo que tenía pensado decir era una buena forma de callarle un poco la boca al hombre.

-¿Y que esperas que manden si clasificas la misión como control de plagas?-, dijo ya algo cabreado, no necesitaba que el tipo anduviese atacando su propia inseguridad, las palabras de Grettel eran un buen motivador, -eso es verdad no es como si fuéramos cinco tontos sin idea de como defendernos-.

-Además de la comida que te estás zampando, seguro que esa también es una buena recompensa-, pensó mientras fruncía el ceño, por otro lado poco le importaba impresionar a ese señor Lucroy. Por otro lado, el estallido lo sorprendió al inicio ya que hasta ahora había sido bastante tranquila, -pero no la culpo-, -Ciertamente no es muy bondadoso por su parte, sabe, esa gente seguramente tenga familia y a está le gustaría recuperar sus cuerpos, la reputación del Señor Lucroy poco importa ante eso, además si prefiere ocultar sus errores en vez de asumirlos a lo mejor no debería tener un cargo tan importante-.

- Da igual lo lejos que estés, la "civilización" humana siempre se comporta igual, con medias verdades y mierdas así - Mi rostro se debate entre el enfado y la frustración. 

- Sebastien - finalmente alcanzo a decir - Ya me he hartado, así que voy a decirte unas cositas en las que igual no has caído. Primero, si no hay más veteranos es porque los clientes acostumbráis a pagar una mierda por enviarnos a misiones suicidas, a menudo sin decir que lo son. Segundo, para nuestra desgracia no podemos negarnos a hacer la maldita misión así que ya estás diciendo qué cojones hay ahí abajo. No me creo ni por un momento que se necesite escolta para enfrentarse a unas ratas ni a unas cucarachas. Ni de coña me creo que haya habido bajas por un "exceso de moscas". Así que, por favor, - me levanto de la silla mientras le apunto amenazadoramente con un muslo de pollo a medio comer - danos toda la información. Y tercero... - hago una pausa, me siento, pego un trago de la jarra que tenga más a mano aunque no sea la mía - no, el tercer punto no es para ti, así que luego lo expondré a mis compañeros. Que acabemos de salir del campo de entrenamiento no significa que sea nuestro primer día en el mundo.

Con talante circunspecta y a la vez con media sonrisa, viendo como mis compañeros van echándole un rapapolvos a Sebastien; y ver como Uzumi, se comía con tanta delicadeza la patata, hasta que la buena y tranquila Clériga, se levanta de su taburete, cambiándole el semblante a furibunda, reventando la patata entre sus manos, haciéndole salpicar a los que estábamos alrededor; viéndola de tan guisa, se me viene a la mente que la patata, era la cabeza del pisaverdes.

Levantándome de la banqueta y dejando la jarra al lado de Tanukime, voy a ponerme en medio de Uzumi y de Sebastien, imaginándome lo peor. El tiempo que la conozco, nunca la había visto ponerse así de enojada.

-“Tranquilízate, Uzumi, guarda tus fuerzas y tus rezos, para lo que nos espera allí abajo. No vale a pena ensuciarse las manos con este deslenguado."

Habían muchísimas cosas que me hubiesen gustado decirle a Sebastien en ese momento. Me encontraba indignada por su actitud y si no fuese por la pronta reacción de Grettel muy posiblemente hubiese acabado por soltarlas incluso antes de recibir su respuesta. La miré en silencio, apretando los labios y los puños. -¡Hmpf!- Resoplé para hacer patente mi molestia pero al final acabé por tomar asiento, cruzarme de brazos y mirar hacia el lado contrario de donde se ubicase ese hombre, así como si tuviese que dejar de mirar la mesa o a mis compañeros en absoluto. ¡Simplemente no quería!

-Está bien...- Respondí en voz baja, resignada y haciendo un mohín producto del enojo. -Pero no deja de ser ruin.- Estaba claro que no iba a dejar el tema de lado con tanta facilidad. Lo bueno es que no interferiría con las negociaciones de Tanukime más de lo que ya lo había hecho.

Sebastien estaba siendo acribillado por los muchachos, pese a eso, mantuvo su talante. Cogió la jarra de pinta y le dio un nuevo trago para refrescarse, preparando su puñal en forma de palabras para la siguiente estocada hacia los jóvenes:

-Para estar "sobradamente preparados" entendéis poco de este negocio y mi trabajo no es formaros en él, pequeños granujillas. Oh, si, llevaros a palacio, donde todo el mundo os vea y murmure: ¿Qué tiene nuestro señor que tratar con reservistas? No. En cambio...¿Qué mejor sitio para contaros estas triquiñuelas que un lugar público, donde todo el mundo grita, un bardo toca canciones horribles y un montón de borrachos balbucean tonterías con la mente nublada? a nadie le importa en este lugar lo que hablemos, eso es lo mejor de sitios así. Eso y la comida.

Su semblante cambió cuando Uzumi se puso en pie, el tipo también lo hizo, colocándose una mano en el pecho, como si estuviera herido de gravedad.

-No os quebrantéis, pequeña flor, mas mi intención no fue haceros enfadar. Y para más sorpresa para mí y mi corazón, sois culta, recitáis las costumbres y palabras extrañas de las tribus esas de las montañas ¿no? en la corte tenemos un ejemplar de ellos, un fiel y valiente seguidor. Un poco primitivo, es cierto, pero sus poderosos cuernos intimidan mucho cuando es necesario. Si no es indiscreción ¿A qué se debe vuestro interés por las tribus Oni? Eso queda demasiado lejos.

Le preguntó a Uzumi, por supuesto, sin sospechar siquiera de nada sobre ella, haciendo como si los demás alrededor de la mesa no existieran. Pero eso pronto cambió, primero porque Tanukime le amenazó con un muslo de un pollo. Y segundo, porque la enana se colocó entre la muchacha de pelo rosa y él. El ceño de Sebastien se frunció y con los dos dedos levantados de una mano, al más puro estilo zen, apartó la comida de su cara, como si hubiese sido una peligrosa daga afilada, muy muy despacio.

-Os sugiero que relajéis los ánimos y guardéis la furia homicida para la carroña de bajo tierra. Lo que sé es lo que me han dicho, no puedo contestar a vuestras preguntas. Oh, casi se me olvida la última petición de mi señor, "Si podéis traer unas especies de flores de color ¿Lila? ¿Violetas? o algo así, el Patricio os lo agradecerá. Solo crecen ahí abajo, entre la basura."

La última información, la dio con la voz grave, sobreactuada, intentando imitar al Patricio con poco éxito, tratando (sospechando también que iba a ser un fracaso rotundo) relajar a los reservistas hacia su persona.

-Menudo público.

Por un momento pareció reparar en el joven mago, que hasta ahora se había mantenido callado.

-No te falta razón, pero recuerdo que pedimos reservistas de nivel intermedio al menos, por lo visto vais mal de personal o no se habrían arriesgado a perder influencia en Arveil enviando novatos, como bien dije antes. En lo que respecta a la familia de los mercenarios, si, seguramente tengan esposa o esposo, hijos, un joven muchacho pelirrojo con pequitas que se llama...¿Timmy? jé, y una casa, o tal vez una granja, con tierras para plantar cosas y ganarse la vida con algo que no sea el acero ¿Pero sabes qué?

Su mirada tomó un tinte serio, oscuro y su sonrisa, antes casi de galán venido a menos, pasó a tener un aspecto más afilada y siniestra.

-Nos da igual. Se les contrató para un trabajo y salió mal, cuidaos de que no os pase lo mismo a vosotros. 

Volvió a sonreir un instante después, casi cerrando los ojos, de manera jovial.

-¡Ah! pero seguramente ni tuvieran familia, y fueran adictos al Snok, tenían pinta de asaltantes de caminos. Es más, diría que eran los típicos que matarían al granjero, violarían a su esposa y a Timmy y luego quemarían la granja con ellos dentro solo para robarles un poco de plata y pagar su adicción !Jajaja! Haced lo que os digo y todo saldrá bien ¿Si? Dejad de pensar tanto en cosas que no son relevantes.

Le quitó importancia, moviendo la palma de la mano de un lado a otro. Luego detuvo esta, y señaló con el dedo a Trerth

-Oh, y tu cara me suena, muchacho ¿Eres de por aquí?

Cuidaos de que no os pase lo mismo...

Como lo decía, con aquella sonrisa siniestra, casi parecía más una amenaza que un consejo... Tal vez lo que realmente quisiera era que nos pasara algo. Sí, seguramente se trataba de eso... así no tendría que tragarse sus palabras y podría tener motivos para seguir riéndose de aquellos novatos con los que había hablado en la taberna.

—...

Su actitud con nosotros... burlesca y narcisita al extremo provocaba que empezara a aborrecerle.

Y, sí... tal vez podía admitir que en ocasiones decía verdades tan certeras como puñales, pero en otras gastaba bromas tan infantiles como un niño de 5 años. Sin embargo, lo molesto no era ni que bromeara ni que dijera la verdad, sino aquella actitud que mostraba con nosotros y que me sacaba de quicio. No éramos sino un juego para él. Un pasatiempo en el que matar la noche... y si podía reirse de nosotros por ser novatos, mejor...

—¿Tienes algo más que decirnos?

La pregunta salió de mi boca con tal repugnancia que hasta me recordó a cuando padre lidiaba con los problemas y peticiones de los aldeanos del condado...

—Si no es así, ya te puedes ir a molestar a otros —añadí, clavando mi mirada en sus ojos—. Has cumplido con tu «deber» sobradamente...

Mi paciencia tenía un límite, y Sebastien parecía querer ponerla a prueba. Pues bien, lo había conseguido... no pensaba soportarle ni un segundo más... menos que siguiera molestando a Uzumi, a Grettel o a Trerth.

Oyendo su discurso tan hiriente y de poca fe, sin darnos un voto de confianza; me sentí muy molesta, apartándome de Uzumi y girándome hacia él, con paso firme y cara de pocos amigos.

-"Si ya no puedes responder a nuestras demandas, ya te puedes ir por dónde has venido, y si tu amo quiere florecillas te vas al Jigoku y se las pides a los onis que te encuentres por allí."

Mientras le hablaba, cerraba el puño, alzándolo y se me veía claramente como el nudillo del dedo corazón sobresalía sobremanera, en actitud de pegarle un capón.

-"Y como dice mi compañera, ves a joder a otros, sino quiere que de una patada, te mande a Jigoku." Haciendo un sobresfuerzo para no pegarle una bofetada, o liarme a tortazos con él.

Era un poco extraño todo. Desde que conocí a mis compañeros y compañeras de grupo no había presentado mucho más que una actitud curiosa, tranquila y alegre, inclusive frente a bromas o cumplidos. Sin embargo en apenas unos pocos minutos aquel hombre había logrado sacar dos facetas de mí que no había mostrado antes.

La primera era el enojo por su forma de actuar tan despota y desinteresada, mientras que la segunda... Incomodidad pura cuando el tema cambió a las tribus de la montaña. Se notaba en la forma en que evitaba aún más mirarlo, en cómo jugueteaba nerviosamente con mi cabello y, sobretodo, en cómo finalmente acabé ignorando sus comentarios despectivos hacia nosotros e insultantes hacia los mercenarios.

-Es parte de mi educsción como sacerdotisa...- Acabaría respondiendo luego de una pausa larga, si eso con un tono algo más inseguro que antes, un cambio muy grande a la  molestia que había presentado antes. -¿Es verdad que hay un miembro de las tribus aquí...? ¿Podría conocerlo?- Mi mirada finalmente se clavó en él, expectante, dando a entender que, fuese el motivo que fuese, aquello parecía tener cierta importancia para mí. La suficiente al menos para dejar de lado la molestia...

-... Y deje de decir cosas horribles sobre los que han perdido su vida. Y también de mis compañeros, o juro no volver a dirigirle la palabra.- O tal vez no. Al final no fui capaz de guardarme todo.

Me centro momentáneamente en la comida a la vez analizo la situación. Mastico con calma tanto las viandas como la información que nos ha dado Sebastien. 

Que nos guardemos la furia para la carroña que hay bajo tierra. Es decir que no sólo hay bichos, ya veo. Eso explicaría cómo desapareció la gente y qué pudo matar a los mercenarios. Puede que haya toda una ciudad subterranea ahí abajo lo que abre un abanico de posibilidades interesante, no necesariamente bueno, pero interesante al fin y al cabo. - Durante mi dialogo interior muevo los labios como si estuviese susurrando secretos a mi próximo bocado aunque no digo palabra alguna esta vez - Y luego están esas flores... Dudo que nos pida que las recojamos por amor a la jardinería. Lo más disparatado sería que de esas plantas se sacara el polvo de bruja o el snok, y que los habitantes de allí abajo la cultivasen para hacer la versión buena de ese veneno. Lo que haría que el Patricio pudiera dejar de importarlo a través de sus agentes... Aunque eso implicaría que o bien está bajo el yugo de ella... o él es el líder de... - un atisbo de preocupación cruza mi rostro de forma bastante evidente - Otra opción sería que sirven para hacer un té excelente o simplemente son raras y el Patricio las quiere para su colección de rarezas, como al como al pobre cornudo. Sólo hay una forma de salir de esta medianamente bien librados. Hay que usar la regla de la casa en llamas, a fin de cuentas ya estamos en la mierda, así que por lo menos habrá que sacar algo en limpio.

- Bien Sebastien. No hablo en nombre de mis compañeros pero sí espero que me den la razón en esto. - Dejo los cubiertos en la mesa y miro a mi interlocutor a los ojos con expresión neutra. Ni enfado, ni emoción alguna. - Esto son sólo negocios y como tal debe ser tratado. Iremos abajo como nos ha ordenado el gremio, quemaremos algunos nidos, y mataremos bichos como se nos ha solicitado. Eso es lo que nos ordena el gremio y es por lo que el gremio cobrará. A eso no nos podemos negar, y no lo haremos. Pero me plantea un par de preguntas ¿harán falta pruebas de nuestro trabajo?¿cuantos debemos matar para considerarse realizado? No quiero bajar, hacer el trabajo y luego encontrarme con que no es suficiente o no he traído unas pruebas de dicho trabajo. - Hago una leve pausa - Y respecto a las plantas, dado que no formaba parte del acuerdo original, el gremio se queda al margen, de esa forma el Patricio tiene discreción adicional y si por lo que sea, dichas plantas tienen un impacto negativo de alguna forma, el gremio quedará al margen y limpio. También implica que la gratitud del Patricio, que espero que lleve una vertiente económica será para con nosotros. Por supuesto, asumiendo que estén allí abajo y podamos recoger alguna. - Hago una nueva pausa, miro a mis compañeros - ¿Os parece bien a todos la propuesta?

Dejando de lado a Sebastien, contando hasta 10, respirando profundamente y volviéndome hacia Tanukime, escuchando su discurso, pensando para mi misma; menudo negociador. Pensativa mientra lo escucha, voy asistiendo a todo lo que dice.

-"Bien,Tanukime, es una que más correcta propuesta y estoy de acuerdo contigo."

Con el semblante cambiado, más sosegada se acerca a la mesa coge dos jarras de cerveza, para volver junto a Tanukime, ofreciéndole una de las jarras, sentándome a su vera; algo más calmada mira al resto de compañeros, para acabar de poner su mirada en el emisario del patricio. Degustando tranquilamente la cerveza.

Cuando Tanukime formuló aquella pregunta, yo enarqué una ceja... luego me crucé de brazos, e incluso también de piernas, y miré para otro lado soltando un bufido en el proceso.

No me gustaba estar de acuerdo con alguien como él, pero... dadas las circunstancias, y la forma en la que nos había tratado Sebastien, no me quedaba más que aceptar el plan de mi compañero de oficio: si querían conseguir aquellas plantitas, más les valía pagarnos por ello.

En cualquier caso, mi respuesta tardó algunos segundos en llegar... y, cuando llegó, fue cuanto menos escueta.

—Sí.

De hecho, por el tono de voz, casi que se podría decir que estaba molesta por ello, y... no es que lo estuviera realmente; pero no podia permitir que, por una vez, Tanukime pensara que coincidíamos del todo en algo.

Ante la respuesta de Uzumi, se rascó de nuevo el mentón, mirándola fijamente.

-Ya veo, educación ¿eh? No os enfadéis conmigo, bella flor campestre de...

Hizo una pausa para pensar algún halago nuevo, ya se le iban acabando con aquella muchacha.

-...hermoso..em..bueno..campo. En fin. Podría organizar un encuentro con él si gustáis, pero dadme tiempo, para cuando volváis seguro que puedo conseguirlo, además, así estaréis motivada para acabar la misión.

Alzó el dedo índice, sonriente hacia ella, pero de nuevo, la enana se acercó a él de forma agresiva, algo que le hizo sonreír, pero esta vez, de forma incómoda, reclinando la espalda hacia atrás y levantando ambas manos con las palmas abiertas, como colocando un muro invisible entre ambos.

-Relajaos, nadie va a mandar a nadie al Jigoku jejeje.

Sin embargo, justo a tiempo, vinieron las palabras de Tanukime, mirando todavía a Grettel, y señalando al semibestia con el dedo índice, dijo:

-¿Lo veis? esto si son negocios, vais aprendiendo. 

Se giró para mirar a Tanukime.

-Es una buena pregunta. Nos basta con que hagáis una ronda y matéis a todo lo que encontréis, que los ruidos raros bajo tierra desaparezcan un tiempo, que la gente se calme. Y recuperar los cuerpos de los funcionarios, o al menos, algo que sea reconocible como sus placas de identificación. Haremos una especie de homenaje público en el templo, eso estaría bien.

Por un momento se quedó perdido en sus pensamientos, pero luego continuó.

-No creía que fuera necesario decirlo, pero sí, lo de las plantas es al margen del contrato, al gremio no le importa lo que hagan sus agentes con su vida privada ¿no? y además será recompensado. 20 piezas de plata por planta. Creo que es bastante generoso por unas simples flores apestosas ¿no es así? Además, el Patricio tiene fama de derrochador, quizá hasta os de un poco más si se siente agradecido.

Ya atiborrada, mirando entusiasmada a mis compañeros, balanceando mis piernas sobre la banqueta que estoy, con las manos sobre mi regazo.

-“Bien, compañía si nos parece conforme a todos, habrá ir pensando en preparándonos y ver donde descansamos esta noche; así frescos y como nuevos, nada más que amanezca empecemos el trabajo con energías renovadas.”

Ahora girándome hacia Sebastien, contemplándolo con una ligera sonrisa, con los mofletes sonrojados, poniéndome rápidamente la mano en la boca para tapar un leve eructo antes de poderle hablar apaciblemente:

-“Bueno, Sebastien, ¿por donde debemos entrar?”

20 piezas de plata... eso no era nada.

Pero, teniendo en cuenta el dinero que tenía ahora mismo, cualquier cosa era buena. En cualquier caso, imaginaba que Tanukime regatearía y nos haría ganar algunas piezas más... así que yo, por el contrario, me limité a asentir con la cabeza cuando Grettel dijo que era hora de ir pensando donde pasar la noche.

Sólo esperaba que fuera un sitio aceptable, con una cama cómoda y habitación separadas para chicos de chicas... ¡Ah! Y si tenían baños con agua caliente, mejor que mejor...

—Imagino que el Patricio habrá reservado alojamiento para nosotros —contesté a mi compañera, para luego mirar fijamente a Sebastien—. ¿Verdad?

Sebastien torció la boca hacia un lado con desagrado cuando Grettel soltó aquel grotesco ruido por la boca. No pudo evitar hacer un gesto amanerado con la mano, moviendo los dedos de forma ridícula.

-Ugh, pues...a lo largo de toda la ciudad, en los canales, hay entradas. Os sugiero empezar por la puerta que hay cerca de la muralla oeste. Sea como sea, usad esto.

El tipejo metió la mano en los bolsillos de su chaleco y sacó una vieja llave, el metal ya empezaba a notarse el cobrizo color del oxidamiento. La dejó en el centro de la mesa para quién quisiera cogerla.

-En cuanto a eso, el señor me dio dinero para pagaros una noche como cortesía peeeero, me habéis tratado muy mal y pensaba gastármelo en vino y mujeres.

Dijo, cerrando un ojo, mientras volvía a rascarse los pelos del mentón.

Cuando insinuó que quizás no nos daba el dinero, volví a acribillarlo con la mirada.

Sebastien estaba optando a ganar el record de acribillamientos de miradas por minuto, sólo superable por el que le dedicaba casi a diario a Tanukime. A este paso, si la cosa no cambiaba, adelantaría a mi peludo compañero...

Tanukime, esperaba más de ti...

En cualquier caso, lejos de soltarle insultos, decidí recurrir a la vía de la diplomacia y el razonamiento.

—¿Le parecerá bien al Patricio que derroches el dinero que él invierte en la seguridad de la ciudad?

Negué con la cabeza...

Después de todo, nuestro descanso antes de la misión implicaba, indirectamente, seguridad para la ciudad.

—La malversación de fondos está duramente condenada, ¿sabes?

Y no pensaba morderme la lengua si al final Sebastien decidía quedarse el dinero. Aún recordaba lo que ocurría cuando se descubría que algún contable había tenido el poco tino de decidir usar las riquezas del condado en asuntos propios a espaldas de padre... Y eso era así en cualquier territorio siempre y cuando, claro está, quien malversara no fuera el propio propietario de dicho territorio.

Imaginaba que con el Patricio no sería muy diferente...

Al terminar de oírlo, pensaba que ya tenia todos los boletos de la rifa, solo faltaba saber quien de nosotras le iba a gratificar con un revoltijos de estacazos a mano abierta, a semejante parásito.

Cambiándome el semblante, otra vez a tenerla de pocos amigos, bajándome del taburete, caminando hacia él con los puños cerrados, hasta poner mi cara a un palmo de la suya.

-"Yo también te quiero gañan." Dedicándole una amplia sonrisa y guiñándole un ojo. Soltando una sonora carcajada y dándole la espalda sin importarme para nada su reacción o posible grosería y recogiendo la llave de la mesa.

-"Bueno compañeros, vamos a instalarnos y veamos si podemos darnos un baño." Mirando a Juliette, como sabiendo lo que estaba pensando con respecto a darse un baño, recordando su inmersión en el lago a la luz de la luna.

- Vamos, vamos Sebastien. ¿ahora que nos empezábamos a llevar bien? - ladeo un poco la cabeza - Ambos sabemos que el Patricio te ha dicho que nos pagues 30 por planta y nos das 20 y no he dicho nada, pero de ahí a privarnos de una noche de descanso... Ahí te has pasado. - Pongo una voz propia de un padre riñendo amorosamente a su hijo - Vas a pagar la habitación como indicó tu jefe, nos vas a pagar 25 por planta y nosotros nos aseguraremos de hacer que el patricio esté muy contento con el resultado y estaremos más que encantados de hacerte quedar muy bien. Sabes que es un buen trato.

Me acerco a él con tranquilidad. Aproximo mi cara a su oreja y le susurro en voz muy baja. - Se quieren bañar y tú no vas a privarme de ver ese espectáculo.

Vuelvo a mi sitio en la mesa cojo una jarra que no esté vacía y me la bebo de un trago. - ¿Unas partiditas a las cartas mientras preparan la habitación? - Saco mi baraja y sonrio,

A Sebastien se le dibujó una sonrisilla malvada cuando empezaron a tirarle en cara todo. Se le veía disfrutar con todo aquello.

-Claro que me sé las leyes, al Patricio le parecerá bien todo mientras haga mi trabajo

Mientras hablaba, sus ojos se fijaban en como Grettel se iba acercando a él, y de nuevo, se puso en guardia y su tono de voz iba menguando hasta que la última "o" de "trabajo" la dijo en un susurro, justo cuando la tenía frente a frente, como esperándose algún tipo de agresión física, Sebastien inclinó la espalda hacia atrás cuando ella sonrió y se dio la vuelta. Se permitió un leve suspiro de tranquilidad.

-Es graciosa...a su modo.

Acabó, colocándose bien el cuello de la camisa, sin mirar directamente a Tanukime, aunque escuchándole. Sus palabras le hicieron volver a sonreir.

-Chico listo. Me encanta vuestro atrevimiento. Pondré las 5 monedas de mi propio bolsillo, qué diablos.

Cuando el semibestia se acercó tanto como para susurrarle lo siguiente, si que lo miró, como si estuviera aceptando su reto.

-Desde luego que no. Pagaré la habitación.

El contacto iba a levantarse cuando el joven sacó unos naipes. Eso le hizo volver a apoyar el trasero en el asiento. Iba a coger su jarra de cerveza cuando Tanukime se le adelantó, puso cara de pocos amigos, pero no dijo nada.

-No voy a rechazar una partidita. Si pierdo te daré 5 monedas. Si gano yo...jejeje

No quiso decirlo, solo sonrió de forma malévola nuevamente mientras se subía las mangas de la camisa, para evitar ser acusado de tramposo, algo muy importante cuando se hacían partidas de naipes o dados.

Haciendo caso omiso, de la proposición de una partida con ese taimado de Sebastien y el tunante de Tanukime; no me apetecía perder mis futuras ganancias con ellos. Así, que guardándome la llave oxidada, me dirijo hacia la barra donde estaba el tabernero, pensando en el baño, pero pasando antes por el excusado. Ya poco o nada me retenía allí, dirigiéndome al resto del grupo.

-“Bien, voy a pedir el alojamiento, ¿Quién me acompaña? o ¿Vais a seguir con la sobremesa?”

Tras una breve pausa alternando la mirada entre Uzumi, a Trerth y Juliette, empiezo a tatarear una cancioncilla:

"Cierra los ojos y oculta los pies.

Que viene el coco.

La luna escondida ya no la ves.

Que viene el...."

Dejando las notas en el aire, voy hacia la barra.