Las botas de los reservistas tocan con su zuela el pavimento de piedra. A sus espaldas, las puertas de la verja que separan la mansión del patricio de la calle se cierran sonoramente y los guardias os dedican una severa mirada que os invitaba a iros.
Pero en ese momento ni siquiera reparasteis en eso. No.
Cuando la puerta se cerró a vuestra espalda, solo tenía un significado para los reservistas: Todo había acabado.
Y un resoplido de ¿alivio tal vez? Salió de vuestros pulmones como un géiser. Ahora solo quedaba volver.
El camino de vuelta a la taberna fue...raro. A veces alguien decía algo, que era contestado con una sonrisa, con algún gesto o un monosílabo pero lo común era el silencio. El ruido ambiental de la ciudad, el curso del río y algunas que otras voces anónimas eran los únicos y fieles acompañante en el camino de vuelta.
De forma casi autómata, y mientras reflexionaban de todo lo ocurrido en silencio, iban haciendo la maleta para la vuelta. Ya nada iba a ser como antes ¿verdad? Ya no eran aquellos chicos desesperados pero inexpertos que se alistaron. Había pasado cuanto ¿dos o tres días? Pero era como si aquella experiencia les hubiera curtido más que cualquier otra cosa que hubiesen realizado antes.
A la mañana siguiente, el guardaespaldas Oni, ahora sin máscara, revelando su rostro y sus tatuajes tribales, vino a recoger a Uzumi, como había prometido. Iba preparado para un viaje largo. Uzumi os miró un segundo, parecía que por ese pequeño segundo había vuelto a reaccionar, pero pronto bajó la mirada y se dejó guiar por su colosal compañero, éste, con el rostro cual estatua de mármol, os hizo una leve reverencia bajando el mentón, a modo de despedida, y os dio la espalda junto con Uzumi, para empezar ese viaje en busca de la sanación con ella.
Cuando las emociones, ya sea mostradas libremente a todos, o guardadas para sí, se calmaron, de nuevo les esperaba el mercader enano, en la plaza, con las mismas prisas, pero la carreta iba más ligera. Seguro que les había ido bien.
Por el camino, la misma charla que la primera vez, pero ya no había chanzas. El enano mercader supo al instante que solo habían vuelto tres. Aunque no quiso ahondar en el tema. Esta vez la carreta tomó otro camino, por la carretera real, y no hubo paradas. Por el camino os dio algo que no habíais pedido, pero que necesitabais: Tiempo para asimilarlo todo. Se os vino el rostro sonriente de vuestros compañeros, de cada uno de ellos, el primer día que formaron equipo, un flashback de aquella noche negociando y bromeando con Sebastien, la noche del baño, todas juntas, luego una escena de lucha, contra aquel mímico peligroso y como salieron victoriosos, y también algunos especialmente dolorosos, como esas últimas palabras de Uzumi antes de desaparecer en las sombras, el cuerpo de Trerth, no podíais recordar su rostro, pues solo eran huesos y carne disuelta, pero si la placa de su pecho con su nombre. Y también el impacto de ver a Uzumi ultrajada de aquella manera...no, eso era mejor borrarlo y sustituirlo por su eterna sonrisa radiante de aquella chica que empezaba sus aventuras con vosotros.
El camino de vuelta no parecía tan largo como el de la primera vez, quizá solo fuese vuestra percepción, aunque es cierto que llegaron en plena noche a Frontera. Justo, el carromato cruzó aquel paisaje donde al marcharos había humo de un aventurero recién incinerado -en ese momento, entendisteis el dolor de sus compañeros mejor que nunca– pero ahora, en la oscuridad, solo volaban tranquilamente unas luciérnagas que mostraban un retrato más idílico del lugar, donde antes había dolor, ahora solo calma. Al igual que vosotros, en ese instante, en ese momento.
Agotados por el viaje, usasteis las instalaciones de la reserva para dormir lo que restaba de la noche.
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Ya era mediodía, el sol brillaba con todo su esplendor, y se reflejaba en el agua del mar y en los pequeños canales que recorrían toda la ciudad y sus riscos y desniveles, como si fuesen arterias. Sobre uno de los pequeños puentes de piedra en arco que salvaba algunos altiplanos de la parte superior de la ciudad, unos pies se movían sobre el abismo al son de la música que cantaban las gaviotas sobre el cielo y la costa. Las manos, robustas, todavía con ampollas de aferrarse a la empuñadura de la espada y alguna que otra pequeña cicatriz de su última batalla, estaba Grettel, mirando al cielo, con aire meditativo.
El ruido de pisadas, unido al chocar de varios trastos (armadura, un petate y por supuesto, su espada) la hizo volver la cara ligeramente, sabía que se trataba de su compañera Juliette, incluso antes de verla. La enana también tenía sus bártulos sobre aquel asiento improvisado que era la barandilla del puente. La chica humana se acercó a ella y medio sentó en un saliente, junto a su compañera.
Ambas sabían lo que había pasado hacía poco menos que unas horas, en la oficina de la reserva.
"-¡Ya habéis vuelto!"
Dijo la recepcionista, al veros bajar las escaleras hacia la zona común, con su entrenada sonrisa perfecta, pero ésta se apagó un poco al ver que, de los varios muchachos que se unieron para aquel trabajo, solo volvieron tres. Aunque estaba acostumbrada a ese tipo de resultado, no significaba que no le importase.
-Me...alegro de veros.
Terminó diciendo, con un tono más sereno, mientras sacaba una bolsa de piel y la dejaba sobre la mesa. Junto a ella, una carta con el sello del patricio Lucroy.
-Debo decir que el patricio se deshizo en elogios hacia vosotros, no suele ser común en los nobles de Arveil ese tipo de trato. Me alegro muchísimo, de veras. No sé si queréis juntar la recompensa, pero os la he separado en partes iguales. 30 monedas de plata para cada uno. A parte, el patricio me hizo daros 5 más para todos...y añadió que un tal "Sebastien" prometió 25 monedas de plata por nosequé trabajo, pero que no dijo nada de que fuera para cada uno, y acaba con un emm... "ja-ja-ja" ...ese tipo es un poco idiota ¿no?
Añadió la recepcionista, mientras dejaba la carta sobre la mesa y dividía el contenido de la bolsa de monedas tres montones, con una ceja arqueada por lo que acababa de leer.
-Si invertís 20 monedas de plata podréis dejar de ser principiantes para pasar a ser miembros del gremio en pleno derecho y aprovechar las ventajas, como recibir apoyo del gremio en cada una de nuestras oficinas, el derecho a crear un clan y reclamar bases, el derecho a descansar en nuestras oficinas si hay sitios libres y si estáis lejos de vuestra oficina habitual, una comida al día sin costo. Por no hablar de poder usar al equipo de rescate... ¡Oh! hablando de ellos…
La chica hizo una pausa y miró al techo, pensativa, poniéndose el dedo índice bajo el mentón.
-El jefe del equipo de rescate estuvo siguiendo vuestra operación, no es habitual que unos novatos hagan tan bien un trabajo de recuperación. Me dijo que os comentara que hay vacantes en el equipo de rescate, si pasáis la prueba, claro. Es un trabajo estable, hay poco tiempo para aventuras individuales, pero pagan un sueldo fijo y ya tienen una base.
La chica sonrió y apoyó ambas manos en la mesa.
-Ahora os toca tomar una decisión importante. ¿Seréis parte de la reserva de forma independiente? ¿del equipo de rescate? ¿formaréis un grupo entre vosotros o buscaréis nuevos compañeros? Es algo que debéis pensar seriamente, veréis, ahora hay cuatro oficinas más. La más grande e importante es esta, la primera, os encontraréis con más gente, servicios y material. Debido a las carreteras es muy fácil desplazarse, no hace falta gastar raciones y recursos porque en un día, de ida y vuelta, abarcas mucho terreno. La segunda y nueva oficina es en Arveil, como sabéis, está recién construida y tienen poca cultura de la reserva, no se que tal les irá. Arveil os permitirá viajar más allá del río Briandas y usarlo como transporte para llegar al sur. La segunda oficina más antigua está en el Baluarte gris, pero la burocracia enana la controla más ferozmente que aquí. Aunque muchos reservistas la usan de base para explorar las montañas, el mayor atractivo son las ruinas enanas. Hay una ciudad gigante ahí abajo poco explorada, algunos dicen que no tiene fin. El problema es que los enanos son celosos de lo suyo, y cualquier reliquia que les parezca importante la suelen confiscar por el derecho del pueblo enano. Pero normalmente, lo que para ellos son baratijas, para el resto de los mortales son tesoros. La última oficina es la de Harken, aunque jeje, es muy generoso llamarlo "oficina". Veréis, hace poco se retiró un afamado reservista que es de allí y con su propio dinero abrió una oficina para tener su propio grupo de reservistas para proteger el pueblo durante la luna roja, a Harken llegan pocos recursos al ser un pueblo pequeño y casi todo allí está inexplorado, hay uno o dos aventureros allí a lo sumo, no es un destino muy popular, ni siquiera el equipo de rescate hace operaciones allí normalmente, aunque eso significa que el terreno es virgen, quizá hayan más ganancias...o no haya nada. Es un reto muy como el de los primeros colonos ¿verdad? En fin, eso es todo. Espero que toméis una decisión pronto.
Y con el rostro de aquella chica sonriente fundiéndose en negro, volvemos al presente.
Juliette y Grettel ya habían tomado una decisión, aunque no habían tenido tiempo de hablar ahora sobre ello. Menos después de que Tanukime cogiera su parte y anunciara que iba por su cuenta, "no era nada personal" dijo...había estado meditando aquella decisión todo el viaje, pero entre los compañeros perdidos y lo que había visto que pasaba en Arveil con su gente, prefirió tomar un camino en solitario, uno en el que pudiese no acabar como ellos y ser más fuerte, aunque en el fondo, sabíais que lo que realmente dijo es "voy a ayudarlos" . Recordáis que pagó las chapas, aceptando ser parte de la reserva, se colocó un colgante austero de correa de cuero alrededor de la muñeca, luego se despidió de vosotras con un gesto, levantando el mentón ligeramente, muy a su estilo y luego echó a andar despacio, visteis su fornida figura de espaldas y aquellas peludas orejas de mapache, ir desapareciendo, absorbido por la luz de la mañana que invadió intensamente la estancia cuando el pícaro abrió las puertas y salió por esta. Por una milésima de segundo, os pareció ver que giraba su rostro ligeramente y os dedicó una mirada, y estabais segura de que, al igual que vosotras, él también quería guardar aquel instante en sus recuerdos. La puerta se cerró a su espalda, muy muy despacio, como si el tiempo hubiese sido ralentizado por algún hechizo y, cuando volvió a abrirse, Tanukime ya no estaba allí.
Ahora estaban solas y tocaba que ellas hablaran sobre la decisión que habían tomado ¿cual había sido?
Os propongo varios destinos para vuestros personajes.
En cualquier caso ¿Cual sería el destino?
Esas son las preguntas que hay que responder. Cuando hayáis tomado una decisión, será el momento de plasmar aquí el mensaje de despedida de vuestros personajes (no hace falta que solo os limitéis a contestar, puede incluir flashback del pasado, reflexiones durante la vuelta a casa, etc) y con suerte, empezar una nueva vida pronto.
Cabizbaja en el carro a camino a Frontera, con los ojos empañados, por la perdida del mago Treth, el futuro incierto de Uzumi y la perdida de la sonrisa de Tanukime, apenas me podían salir las palabras, me pase mirando al suelo del carro todo el viaje, recodando desde que salimos de Frontera y llegamos a Arveil y todo lo sucedido en tan poco espacio de tiempo.
Una vez, descansada, feliz en la medida de lo sucedido en nuestra primera misión y con nuestra primera paga. Alegrándome sobremanera, de volver a vez sentada a mi lado a Juliette con sus pertrechos, dedicándole una sonrisa, un tanto apesadumbrada.
- “¿Ahora que, cual va ser nuestro destino Juliette? Será duro el camino a recorrer, conoceremos a nuevos compañeros, perderemos a otros camaradas.” Con voz entrecortada
- “Apenas he dormido, pensando en todo lo ocurrido, y en lo que me puede deparar el futuro, y he decidido seguir en esto, ser reservista.”
Mirando fijamente a los ojos de Juliette, con mis ojos empañados.
- “¿Qué vas a decidir? Desearía formar un equipo contigo, explorar, coger experiencia a tu lado.” Con voz sobreexcitada "Y sin perder en contacto con Uzumi" Al decir estas ultimas palabras me viene a la memoria tanto Trent como Tanukime, dejando entrever una lagrimita por uno de mis ojos.
Solo habían sido unos pocos días, pero nada era lo mismo ya. Una Juliette inmadura e inexperta había partido, pero había vuelto otra Juliette diferente. Quizás no mejor, pero sí más madura...
El camino de vuelta fue silencioso. Ni Grettel ni yo teníamos fuerzas ni ánimos para hablar. Los ojos empañados de mi compañera denotaban su sufrimiento. Incluso aunque hubiese querido consolarla, no me atreví a interrumpir su duelo... Yo, por el contrario, no podía llorar... no me salían las lágrimas. Pero eso no significaba que el dolor que sentía en mi corazón fuera menos grande que el de ella. Habíamos perdido mucho en Arveil después de todo: amigos, inocencia, sueños... Nada de eso podía recuperarse ya. Tampoco recompensarse. Ni siquiera con todo el oro que el gremio pudiera darnos...
...
Al salir del gremio, suspiré y miré al cielo. Así estuve unos segundos antes de bajar la mirada y buscar a Grettel. Cuando la encontré, fui hasta ella y me senté a su lado.
Tanukime nos había dejado también.
Maldito idiota...
Eso hubiera dicho mi yo anterior. Sin embargo, no lo dije. Por el contrario, solo pude asentir con la cabeza y dejarle marchar. No me arrepentía de ello... pero en mi interior hubiera dado todo cuanto tenía por evitar que se separase de nosotros. Sin Tanukime, dudaba que hubiéramos logrado salir de las cloacas de Arveil. Ahora sólo quedábamos Grettel y yo...
—Nos tenemos la una a la otra —le contesté, mirando al frente—. Lucharemos, como siempre hemos luchado. Ese es nuestro destino.
Tras decir aquello, giré mi rostro para mirarla y sonreí. Era una sonrisa difícil de describir... pues no mostraba alegría, sino más bien nostalgia. Sin embargo, también trasmitía calma y seguridad...
—Formaremos un equipo. Hombro con hombro. Y, siempre que tengamos tiempo libre, iremos a visitar a Uzumi y a Tanukime. Y... juntos recordaremos a Trerth. Brindaremos en su recuerdo. Hasta entonces... sigamos luchando por tener una vida mejor...
Grettel tenía razón. Las personas van y vienen. Tendríamos nuevos compañeros, y probablemente muchos desaparecerán en el camino. Quizás incluso nosotras también lo hagamos en algún momento. Pero, hasta entonces, todos y cada uno de ellos tendrán un hueco en mi corazón y un lugar en mi memoria.
Jamás os olvidaré...
Volví a mirar al frente, aún sonriendo... aunque esta vez una pequeña lágrima recorría mi mejilla.
—Seamos fuertes, Grettel...
El viento arrastró con una caricia aquella lagrima de la mejilla de Juliette, convirtiéndola en una gota que brilló ante el toque del sol mientras se alejaba.
Las últimas palabras de la chica sonaron como un susurro mientras todo se quedó en negro.
"Seamos fuertes, Grettel"
El valle de Aigar, sus aventuras, misterios, tesoros, alegrías y pesares, las estaba esperando.