Partida Rol por web

Haciendo una breve pausa y girándome hacia Juliette, palpitando mi corazón como si quisiera salirse de mi pecho.

-"Querida, estoy tan segura como lo puedas estar tú; ese es el camino mas rápido para salir de estas cloacas. La superficie esta a nuestro alcance y estando juntas, podemos con quien sea." Intentando conservar la calma, le dedico una sonrisa.

Echando un vistazo a Tanukime y las dos chicas, emprendo la marcha de nuevo. "Deprisa, salgamos de aquí, antes de que nos descubran y puedan alcanzarnos."

El grupo parecía haber decidido el camino a tomar. Grettel alumbraba con la antorcha aquí y allí, mientras se acercaba a la puerta. 

Pasó la antorcha por la izquierda, por la derecha, dejando la estela azulada y rojiza del espectro lumínico con cada brusco movimiento, además del humo. Nada, solo sucia piedra llena de moho. Pero un pequeño impacto la hizo detenerse. Normalmente no hubiera tenido en cuenta eso, ya que todo goteaba en aquel lúgubre lugar. Pero era algo diferente, más cálida, a diferencia de las demás gotas que le habían golpeado la armadura que eran gélidas. Al levantar la mirada, pudo observar dos puntos rojos en el techo.

Lentamente levantó la antorcha para confirmar sus sospechas: Era un enorme rostro de morro alargado, peludo, con dos enormes dientes amarillentos y parcialmente astillados. Un grito chirriante la sobrevino, pero en el momento justo, la enana pudo apartarse hacia un lado para evitar el ataque sorpresa. La figura cayó del techo al suelo como una masa de oscuridad, doblada levemente hacia adelante, luego se alzó ante ella lentamente, tanto como pudo, el enemigo le sacaba una cabeza, era tan alto como Juliette. Iba prácticamente desnudo, salvo por un trozo de tela podrido que le cubría mínimamente a modo de falda. Alzó las garras de forma agresiva, listo para atacar.

Mientras todo eso ocurría, en la retaguardia, Juliette no pudo dar un paso hacia adelante. Algo le sujetó violentamente la pierna y rasgó parte de sus botas cuando la guerrera se apartó rauda.

Del borde del canal, unas garras se clavaron en la roca *Clink Rasss* y casi de forma teatral, empezó a asomar dos orejas puntiagudas, una de ellas, rota en dos, y luego un morro que creaba remolinos de polvo con su respiración mientras iba ascendiendo. Era otro hombre rata, incluso más corpulento que el anterior.

Juliette casi no tuvo tiempo de advertir el ruido de pisadas que se acercaban desde atrás. Otra rata emergió de la oscuridad, pero esta era distinta. Era más pequeña y achaparrada, tenía un escudo de madera, decorado con todo tipo de huesos y dientes, atado al pecho, y otro a la espalda, parecía dispuesto a embestir al grupo en cualquier momento.

La rata corpulenta, intentó atravesar las lineas y logró coger del pelo a Uzumi, que gritó con un -Nyaaa!!- mientras la arrastraba hacia él, ante la sorpresa de la mirada de Tanukime, en medio de todo y cargando con una chica en sus hombros.

Todos mis temores se hicieron realidad en el momento en el que vi con mis propios ojos qué era lo que, momentos antes, había agarrado mi pierna. Nos habían encontrado. No sólo eso, sino que, sin darnos tiempo a reaccionar, habían agarrado ya a Uzumi con la intención de llevársela de nuevo con ellos.

No... no puede ser...

Mi cuerpo no reaccionaba. Parecía estar congelado debido al pánico que sentía. Incluso mi visión se hizo borrosa... Por momentos había creído que podríamos salir de allí. Sin embargo, esa ilusión parecía haberse desvanecido al instante...

Mi mano, temblorosa, alzó la espada. El tiempo parecía fluir más lentamente de lo que debería. Apenas podía oír los ruidos que se producían, sólo los latidos acelerados de mi corazón...

...al menos hasta que escuché el grito de Uzumi.

En ese momento el pánico fue dejando paso poco a poco a la ira. No. No no podía permitir que le pasara nada... No de nuevo...

—¡Suéltala, maldito bicho asqueroso!

Aún sentía miedo, pero pese a todo, me abalancé hacia la rata que agarraba a Uzumi con mi espada en ristre. No permitiría que nada más le pasara a mi compañera, aunque mi vida dependiera de ello. Se lo había prometido... y pensaba cumplir mi promesa.

Tras el sobresalto inicial, el cual hace que casi se me salga corazón. Dando un salto hacia un lado, apartándome de su furtivo ataque, escapadoseme “Mierda”. Aferrando la antorcha e interponiendola entre la rata y yo, echando mano al Lucero del Alba; girándola haciéndola silbar.

Viendo como izo las garras de forma bélica, listo para atacarme; “Grrrrrrrrr”, adelantando la mano de la antorcha, como si fuese a atacarla con ella, para en un ultimo momento, con el Lucero del Alba sibilante efectuó un golpe giratorio hacia su torso.

Un sonido espantoso se escuchó. Era como si un pellejo de piel repleto de vino cayera y derramara el contenido pesadamente en el pavimento.

"¡Slash!" y luego un grito de dolor "ÑIIIIIIIK"

Fue un movimiento rápido. Cuando los pies de Juliette tocaron el suelo, después de abalanzarse con un fugaz y grácil salto, la figura oscura que tenía ante ella se dividió en dos, una pequeña lengua de sangre los unió un segundo ante la mirada implacable y llena de decisión de la muchacha humana.

La rata dio un paso atrás, agarrándose un muñón sanguinolento a la altura del codo. El resto de su brazo estaba en el suelo, incluso algunas de sus garras se encogieron sobre la palma como si tuviera vida propia unos pequeños instantes antes de quedar muerta del todo.

Uzumi cayó de culo al suelo, con la mirada envuelta en pánico. Ante ella, se alzaba la espalda de su compañera Juliette, en postura de combate, interponiéndose entre ella misma y el monstruo, protegiéndola, agarrando su espada con tal fuerza que hasta los nudillos se le quedaron blancos, con el filo al descubierto brillando ante la vibrante luz de la antorcha.

Antorcha que Grettel movía ante su enemigo, dejando una estela de luz que podría cegar a cualquiera en ese entorno oscuro. Pero ese ser estaba acostumbrado a cambios bruscos entre luz y oscuridad.

El lucero del alba emitió un destello y un silbido antes de acercarse a su rival. Y ante la sorpresa de la enana, aquella cosa se agachó un segundo antes del impacto, quedando como una bestia, anclado al suelo, con sus pies y sus "manos" apoyadas en las frías losas de piedra y moho. La bola de hierro pasó por encima del lomo del hombre rata, arrancándole varios pelos de su melena a su paso, pero que no hizo daño.

Bajo el reflejo de la luz de la antorcha, a Grettel le pareció ver lo que intuía, una sonrisa lupina llena de maldad en el rostro de ese ser. Aunque quizá fueran imaginaciones suyas.

- Formad un círculo, que no se acerquen a las chicas - Tanukime parecía haber estado absorto en pensamientos del pasado. - No dejéis que no os separen.

La situación era complicada, pero después de lo que hemos vivido aquí con las cucarachas gigantes, el cofre cangrejo y otras miserias similares no iba a dejar que unas ratas apestosas se alzaran con el triunfo sobre el grupo.

- Descansa aquí, ahora te sacamos - Dejo suavemente a la joven en suelo y desenfundo uno de mis cuchillos arrojadizos y una antorcha, aún apagada a modo de cachiporra preparándome para el inminente contraataque

Asintiendo a las palabras de Tanukime, retrocedo unos pasos, para formar un circulo alrededor de las chicas y poder protegerlas de esas inmundas bestias. Preparada para lo que se viene encima. Haciendo silbar el lucero delante de la rata enorme que se me acerca.

Cuando Uzumi cayó al suelo, después de que mi espada cortara el brazo de la rata, mi cuerpo se interpuso en el camino entre ella y nuestros enemigos. Tras mí escuchaba las palabras de Tanukime, así como la contestación de Grettel.

Yo no contesté. Estaba totalmente concentrada. Mi mirada, cargada de ira y determinación, no se apartaba en ningún momento del de las ratas que tenía frente a mí. Ni siquiera pestañeaba... estaba decidida a frenar cualquier posible embite y contraatacar con fuerza.

¡PUM-PUM! ... ¡PUM-PUM!

A mi alrededor todo se escuchaba atenuado, salvo los latidos de mi corazón, que parecían haberse vuelto especialmente sonoros. Por otro lado, sentía como todo mi ser ardía con una intensidad incluso mayor que cuando mi cuerpo quedó totalmente marcado en el pasado. Sin embargo, esta vez no era provocado por las llamas... sino por la ira y el deseo de exterminar a todo lo que quisiera hacer daño a mis compañeros.

La rata que se atreviera a acercarse más de lo debido, cometería un grave error...

Aquel ser se movía con una maligna ferocidad e inteligencia. Antes de que Grettel siquiera pudiera meter mano a la antorcha, aquella criatura se impulsó con sus extremidades y despegó del suelo para lanzarse sobre la enana. Ambos rodaron unos metros hasta casi el borde del abismo que llevaba al río. Mientras ella intentaba sacudírselo de encima, notaba el dolor lacerante por todo su cuerpo: la bestia empezó a rasgar su cuerpo con sus garras, se oía como los jirones de ropa y armadura se partían y como las garras de ese híbrido entre hombre y rata empezaban a mancharse de carmesí.

Mientras todo eso pasaba, la bestia al que le faltaba el brazo, aulló rabioso, lleno de ira hacia Juliette, y se lanzó hacia ella para intentar morderla en el cuello ¿cometió un error? posiblemente, porque la guerrera lo esquivó sin ningún problema, y sus amarillentos dientes junto con su morro, dieron a parar contra el muro, cerca de donde estaba Uzumi. Su macabra mirada rojiza, llena de odio, se volvió hacia ella puesto que era el elemento más débil del combate...

Tanukime dejó a la chica en el suelo. Aunque él trataba de comunicarse con ella, la chica apenas podía abrir los ojos, siquiera hizo un ruido para contestarle. Antes de que tuviera tiempo de prepararse del todo, sintió un traicionero golpe por la espalda, muy fuerte, que le produjo bastante dolor en la zona lumbar y casi le hizo caer hacia adelante contra el suelo. Al volverse para contemplar el origen del golpe, pudo observar a un hombre rata más pequeño y extraño. No usaba las garras ni los dientes, sino su propio cuerpo como arma. Era como un proyectil viviente: se impulsaba con los pies y cargaba con fuerza con el escudo que portaba en su peludo pecho, con una táctica especialmente alocada y sin sentido, pero que era capaz de descuadrar a cualquier guerrero con el que se enfrentara. La criatura empezó a mover una pierna contra el suelo, levantando polvo, como preparando su siguiente embestida.

-"Aaaaahh!!!!" soltando un alarido que resuena por toda la alcantarilla, tras que esa miserable rata se me echara encima, haciéndonos rodar por ese fangoso suelo, haciéndome que mi mano golpease en el suelo y soltarle con tan mala fortuna que el Lucero del Alba se perdiera al caerse en el riachuelo; "chaass";  tragándosela y perdiendola de vista.

Haciendo acopio de fuerza que me da la adrenalina al sentir mi sangre brotar por mi cuerpo y el asco que me da sentir sus babas sobre mi cara, le doy un empujón alejándomela de mi.

Aprovechando que esta encima mía, a la vez que le suelto un empujón le arrimo la antorcha al pelaje, para alejarla de mi y poder incorporarme de nuevo.

Esquivar a aquella miserable rata no fue ningún problema para mí. Sólo me hizo falta dar un pequeño pero hábil paso al lado. Luego, sin darle tiempo a volver a levantarse, lancé una estocada dirigida con el filo de la espada a su cabeza con la intención de ensartarla y acabar de una vez por todas con ella.

De fondo, escuchaba el grito de Grettel, y el forcejeo de Tanukime...

¡Debo darme prisa...!

Parecía que las cosas no iban del todo bien allí atrás. Debía darme prisa y ayudar al que tuviera más cerca sin romper del todo el círculo que habíamos formado. No podía permitir que nada les pasara a mis compañeros... pero tampoco podía permitir dejar desprotegidas a Uzumi y la otra chica...

El combate no es mi punto fuerte, pero eso no me convierte en un inútil y esa maldita rata lo va a comprobar. - Maldita sea, necesitaría algo ayuda por aquí - Lanzo el kunai que tengo en la mano, pero el golpe de la rata hace que salga bastante desviado

Mi espada se clavó con asombrosa facilidad en el cráneo de la rata. Ésta emitió un leve y lastimero quejido... Justo después, su cuerpo dejó de ofrecer resistencia, acabando por desplomarse del todo en el suelo...

...

Era la primera vez que mataba a una criatura humanoide. Hasta entonces, sólo habían sido bichos o animales. Nada que se asemejase a un humano... pero, no sentí nada por ello. Ningún tipo de remordimiento. Todo lo contrario, la adrenalina me pedía a gritos que siguiera atacando y matando... pues solo de ese modo podría salvar mi vida y la de mis compañeros.

Y, así hice en cuanto escuché la petición de ayuda de Tanukime y vi, analizando en apenas un instante, la situación en la que se encontraba...

La rata que tenía frente a él parecía decidida a embestirle como si de un toro embravecido se tratase. Sin embargo, antes de que emprendiera el embite, avancé a toda prisa hacia ella, alzando mi rodilla a la altura de mi pecho cuando estuve a tan solo un metro de él, y proponiéndole una patada con todas mis fuerzas en su costado...

Levantada, jadeando, con los ojos injectados en sangre, chirriando los dientes, mirando con furia al maldito roedor a los ojos,
que acaba de derribarme, la vuelvo a empujar con una rabia, para alejarla de mi, dandole con lo único que tengo; mi mano libre y la antorcha, dirigida a su pecho maloliente, peludo.

-" Largo, maldito roedor." diciéndoselo  entrecortada, y con voz cabreada.

La inmensa criatura peluda cayó al suelo como un muñeco de trapo. La cuenca de uno de sus ojos estaba hecha una masa sanguinolenta y la sangre generaba un río que se perdía por entre los huecos de las losas y desembocaba en el borde, mezclándose con el agua del canal. Seguramente, el filo de la espada había llegado incluso a su cerebro, por ello, todavía se movía con estertores de muerte, como manejados por hilos invisibles. Pero eso pasó inadvertido para la furiosa Juliette, a la cual su cuerpo le pedía seguir con aquella lucha, sin sentir dolor, cansancio o miedo. Su patada fue brutal, la rata pequeña la recibió en el costado, y aunque seguramente mañana la chica rubia tendría un buen moratón en la pierna por el choque con el escudo de su enemigo, ahora mismo no sentía nada. La rata pequeña salió disparada unos centímetros contra la pared y emitió un chirrido de dolor, cayendo bocaarriba. La extraña criatura intentaba ponerse en pie cual tortuga, agitando los brazos y las piernas en el aire, pero los escudos que llevaba en su cuerpo se lo impedían.

Algo más allá, al mismo tiempo, Grettel seguía luchando por su vida. La situación era compleja, pero la enana estaba hecha de otra pasta. Mejor dicho: de una roca. Se zafó de su enemigo con ayuda de sus poderosas aunque cortas piernas, haciéndolo caer hacia un lado. Cuando su enemigo logró incorporarse, listo para volver a atacarla, en sus malvados ojos pudo reflejarse un fulgor repentino.

Luego un segundo de oscuridad cuando la antorcha se apago.

Y justo después todo se iluminó como si el sol acabara de salir.

¡¡ÑIIIIIIIIAKKK!!

La rata estaba envuelta en llamas. El fuego se propagó con mucha facilidad en aquel pelaje sucio y repleto de grasa. La bestia se movía sin control chocando con las paredes y revolviéndose por el suelo mientras se iba calcinando cada segundo que pasaba.

Tras el ataque, y viendo a la rata salir despavorida y dejando detrás de si un maloliente olor a carne y pelo quemado.

Observando la situación alrededor, con una mueca de aliviada y un resplandor en mis ojos, que no se podría distinguir, si es por la cólera de la lucha, el dolor infligido o por el destello de ver la luz que emitía la rata en llamas.

Mientras tiro la antorcha hacia la rata, inspirando por un momento para recobrar el aliento; saco otra antorcha, busco la yesca y el pedernal, y enciendo una nueva tea.

Miro en torno a mi, buscando la situación de mis compañeros y de paso otros enemigos, al que poder atizarle, y quitárselo de encima.

-”Venga, a por ellas que son pocas y cobardes!!!!”; intentando dar ánimos a mis compañeros; y de paso a mi misma.

La patada fue efectiva, haciendo que la maldita rata rebotara contra la pared y perdiera el equilibrio. Al volver a apoyar el pie en el suelo, noté un ligero dolor. Nada grave, al menos no mucho con la adrenalina por las nubes debido al combate; pero seguro que dolería cuando todo volviera a la calma... si es que sobrevivía para poder comprobarlo.

Fuera como fuese, mi atención no estaba en si mi pierna sufriría o no, sino en la rata que ahora yacía en el suelo, girando sobre sí misma e intentando levantarse.

Evitando perder tiempo, comencé a avanzar hasta ella... con paso decidido y dispuesta a acabar con su vida. Pero, cuando ya estaba a punto de rematarla... todo se tornó repentinamente oscuro...

Por un momento, pestañeé confusa, sin entender qué pasaba. Cuando lo comprendí, mi corazón se paró en seco...

¡La antorcha...!

Si podíamos vencer, no era sino con luz... En la oscuridad, todas nuestras posibilidades se reducían drásticamente; pues, si todo oscurecía, las ratas volverían a tomar la ventaja. Después de todo, ellas estaban en casa... y, probablemente, pudieran ver bien en la oscuridad...

Rápidamente, llevé mi mano hacia la mochila, dispuesta a sacar una antorcha lo antes posible... Sin embargo, en apenas unos instantes... volvió la luz, y con ella los gritos escalofriantes de la rata que se quemaba viva.

¿Qué había pasado?

No lo sabía. Había estado tan concentrada en mi combate que no había podido ver qué había provocado que aquella rata ardiera de forma espontánea. Estaba confusa, pero no debía perder tiempo en pensar demasiado o perdería mi oportunidad: debía acabar con la rata-tortuga antes de que se levantará.

Así pues, volví a centrar mi mirada en ella... Sin embargo, con todos aquellos movimientos y pataleos, acertarle se convirtía en algo realmente complicado de conseguir.

—¡Quédate quieta de una vez! —le ordené, llena de frustración mientras lo intentaba una y otra vez.

La rata seguía dando tumbos contra las paredes ante la mirada de Grettel, estaba herida, cansada, sus músculos pedían ya un descanso, todo eso unido al pico de adrenalina que había alcanzado, hizo que sus manos temblaran mientras iba encendiendo la yesca. Lo que antes había hecho con suma facilidad mil y una veces, en esa situación se volvía una acción muy compleja, tanto fue así que tuvo que chocar varias veces el pedernal antes de que saliera la preciada chispa que provocara la luz de la antorcha. 

Ahora el túnel parecía más iluminado que nunca.

La rata quemada al final acabó hincando ambas rodillas en el suelo y se quedó ardiendo, mientras que todo el ambiente se impregnaba aun más si cabía, a una peste de pelo y carne quemada.

Mientras todo eso pasaba, la vista central de la escena* nos lleva a Juliette nuevamente, sus ojos reflejaron las llamas de su enemigo, con una cierta mueca de confusión en su rostro. Pero poco le duró, pues tenía otro objetivo. La chica agarró su espada con ambas manos y golpeó una y otra vez a la rata, que la miraba con terror, mientras el filo de su acero rebotaba una y otra y otra vez contra el escudo de su pecho, dejándole profundas muescas a la madera, mientras que en mitad de todo ese caos, la criatura rodaba de un lado a otro a la desesperada, hasta que pudo agarrarse a un saliente de la pared y alzarse, dándole la espalda a sus enemigos mientras respiraba fuertemente con sus fauces tan abiertas como pudo, como si le costara recuperar el aliento.

- Permíteme, Juliete - La voz del mapache sonó bastante distinta en aquel momento, como si estubiese imitando a otra persona - En objetivos acorazados una espada más ancha que un estoque jugará en vuestra contra, apuntad a las articulaciones y al cuello, usad la agilidad, no la fuerza. - Continuando con su voz normal - Esperaba no tener que llegar a usar ese consejo del instructor pero... - Clavo el estoque en el cuello de la rata con toda la tranquilidad que soy capaz de reunir en esa situación. - Espero que eso le dé la muerte rápida que ellos no tienen la decencia de ofrecer a sus víctimas.

Retiro la espada del cuerpo de la rata y lanzo un vistazo rápido a mi alrededor para evaluar la situación

La rata intentaba incorporarse, arrastrando sus pezuñas por la roca de la pared, como si escalara a la desesperada. Pero de pronto se quedó paralizada. 

"!Shink Cruck!"

Sus fauces permanecían abiertas, y sus ojos rojos perdieron el brillo de la vida. Lentamente puede verse el motivo: el filo del acero de Tanukime le atravesó la garganta de forma limpia. Al sacar el arma de su cuerpo, la rata empezó a caer despacio por la pared que había intentado escalar, dejando una marca sangrienta a su paso.

Todo quedó en calma unos instantes que parecían eternos.

A pesar de todo, no muy lejos podía oírse el ruido de más enemigos llegando, atraídas por el ruido.