Diego recoge de su hamaca los aperos que fueran a hacerle falta y se anuda el fardo a la espalda. Se cuelga su armas de fuego cómodamente y deja su filo al cinto, sin prever ningún percance en el que le vaya a hacer falta pero sabiendo que más le valía tenerlo a mano. Vuelve a cubierta y, con el resto del grupo, baja a la chalupa.
Cuando el Marselles me señala,respondo con un asentamiento de cabeza.La hermosa vista hacia tierra me distrajo momentaneamente del bullisio de los marineros.
De todos modos ya pensaba oferecerme.
Lo siento,es que ando en epoca de examenes,si no contesto demasiado rapido,pido disculpas,intentare acelerar mi ritmo.Saludos.
Una vez estáis ya todos armados y preparados, embarcáis en la pequeña chalupa. ... Y así, los últimos rayos del amanecer contemplan como la chalupa se separa de Le Sauvage y se introduce a fuerza de remos en la desembocadura de un riachuelo, tranquilo y no demasiado caudaloso. En la popa, Chandanag maneja el timón, marcando el ritmo de los diez remeros. Un par de piratas, en la proa, se mantienen alerta, dispuestos a dar la voz de alarma (y usar la culebrina) en caso que aparezcan indios.
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