LA CIUDAD
Enclavada en el extremo oriental de la costa mediterránea de la Península Ibérica. Arrinconada entre Montjuïc y el Tibidabo que la mantienen encajonada, en una existencia perpetuamente contenida, Barcelona sobrevive, presa de su destino.
La Ciudad Condal es el epicentro de una área metropolitana en la que agonizan 3 millones de almas y que constituye, a pesar de todo, uno de los más importantes centros de Poder de la Europa meridional.
Tratándose de la única plaza controlada por la Camarilla en la Península, Barcelona resiste a pesar de todas las penalidades propias del terreno fronterizo; las dificultades de la fortaleza enclavada en territorio enemigo.
Del Besós al Llobregat, los deltas de estas cloacas al aire libre delimitan, perimetralmente y de Norte a Sur la Ciudad:
En las sucias callejas de la Mina y la Verneda los rateros campan a sus anchas mientras en los bares de Poble Nou y la Barceloneta todavía hay quien siente nostalgia de la inmundicia en la que chapoteaba antes de las Olimpiadas.
En los locales de Gracia los anarquistas traman el advenimiento de un nuevo orden sin saber que la burguesía del Eixample no está por la labor.
En el casco viejo, entre la Plaza Catalunya, barrio Gótico y Raval conviven con pasmosa naturalidad lo mejor y peor de la humanidad: La Catedral y edificios monumentales, las principales obras de Gaudí en el Passeig de Gràcia con su sucesión de tiendas, hoteles y restaurantes de lo más chic... todo ello se mezcla con putas octagenarias, ansiosas por poner un digno punto final a su escabrosa existencia.
Hombres y mujeres llegados de los más recónditos rincones del planeta pugnan por sobrevivir, algunos incluso por prosperar sin importarles los medios que emplean o a quien deben llevarse por delante en su ciega carrera.
Los asuntos más turbios se dan cita a escasos metros del Liceu, el histórico y suntuoso Teatro de Opera barcelonés que resulta ser, además, centro de la vida social Cainita.
A poca distancia, desde el Palau de la Generalitat, Montoya domina con mano de hierro lo que ocurre en la ciudad siempre vigilante e inflexible ante lo que sea que ocurra.
Al final de Las Rambles y como consecuencia de una absurda broma Malkavian, Cristóbal Colón señala con su índice el continente africano en lugar de descubrir América.
Unos kilómetros más allá, en los bares de Sants la gente moderna discute tanto la actualidad política como el último partido del Barça, afincado en el colosal estadio en plenas Corts y rodeado, por los avatares del destino, por una infinidad de sórdidas whiskerías y locales de alterne que aprovechan el reclamo que supone el fútbol para ofrecer la fría carne a su público.
A medida que uno se aleja de los centros de Poder, y todavía dentro de la ciudad, la estricta cobertura de Montoya se diluye, en cualquier rincón se está expuesto a ser asaltado por las criaturas más inimaginables: Vampiros antitribu que acechan entre las sombras, lupinos llegados desde las montañas con oscuras pretensiones, cofradías de magos que tratan de encontrar el significado de las estrellas o Cazadores ansiosos por capturar a una de esas criaturas mitológicas de las que tanto han leído.
Cuidado con lo que hacéis, vigilad con quién tratáis, esto es Barcelona nocturno y solo los más prudentes lograrán sobrevivir a ella.
LAS TRADICIONES EN BARCELONA
Tened especialmente en cuenta estas Tradiciones, el hecho de no observarlas puede implicar vuestra aniquilación:
La primera tradición: La mascarada.
No revelaras tu verdadera naturaleza a los que no sean de la sangre. De hacerlo renunciarias a los derechos de Sangre.
La segunda tradición: El dominio.
Tu dominio es tu propia responsabiblidad. Todos los demás te deben respeto mientras te encuentren en el. Nadie puede desafiar tu palabra en tu dominio.
La tercera tradición: La progenie.
Sólo abrazarás a otro con el permiso de tu antiguo. Si creas otro sin permiso, tanto tú como tu Progenie seréis ejecutados.
La cuarta tradición: La responsabiblidad.
Aquellos que creas son tus propios chiquillos. Hasta que liberes a tu progenie, estarán a tus órdenes en todo y sus pecados serán tu carga.
La quinta tradición: La hospitalidad.
Honra el dominio ajeno. Cuando llegues a una ciudad extraña deberás presentarte ante el que la gobierne. Sin su aceptación, no eres nada.
La sexta tradición: La eliminación.
Tienes prohibido destruir a otro de tu especie. El derecho corresponde sólo a tu antiguo. Sólo los más antiguos podrán declarar Caza de Sangre.
La séptima tradición: La convivencia.
No destruirás a ningún Humano , procurarás alimentarte de ellos sin dejar rastro y sin acabar con sus débiles existencias.
NORMAS DE CONDUCTA EN EL LICEU (Elíseo de Barcelona)