Nos vamos vistiendo como buenamente podemos en la oscuridad del kiosco para luego buscar un baño. Por suerte no cuesta mucho encontrar unos baños portátiles apartados de la fiesta y que están reservados para los empleados. Vale que no es el sitio más glamuroso, pero es suficiente para que pueda arreglarme aunque le pido a August que me traiga una bandeja. Y es que están tan limpias que parecen espejos, así que la utilizo para poder maquillarme de nuevo (por suerte suele utilizar muy poco maquillaje) y, cuando esté convencida, volver a la fiesta.
Apenas le doy una caricia en la mano a August pero ya no me atrevo ni siquiera a darle un beso ante el temor de lo que puedan decir mis padres. No tanto porque me preocupe su opinión si no porque pueden impedirme quedar después de la fiesta.
Pero nada de eso sucede y finalmente consigo decirle a mis padres que me iré a casa de una de las chicas para dormir y mañana por la mañana irnos temprano a correr un poco. Entendiendo mis padres que necesito hacer amigas de mi estatus social, no me ponen ningún inconveniente (incluso mejor para ellos pues así no tienen que preocuparse de mí) y a los 20 minutos consigo salir de la fiesta y dirigirme al callejón dónde quedé con el caballo.
Aunque estoy un poco nerviosa, no negaré que también me hace mucha ilusión sobre todo porque implica que dormiré por primera vez toda la noche con un chico. Para mí será algo nuevo, hasta ahora todos habían sido para un rato y ya.
A menos que el máster quiera cortar algo, creo que podemos adelantar este rato.