Partida Rol por web

- Director McKellister - saludó Zachariah en tono formal. Habitualmente cuando estaban solos prescindían de ciertos formalismos, pero aun así Zachariah quería mantener su educación, al menos hasta que Connrad le dijera lo contrario.

- Disculpe que le moleste. Quería hablarle de un tema delicado... - comentó con cuidado. Zachariah miró hacia la puerta para asegurarse de que estaba cerrada y de que la recepcionista no estaba pegando la oreja.

- Es sobre el... incidente - dijo sin saber muy bien qué expresión era mejor usar para referirse a lo ocurrido, - y sobre los agentes de la Periferia que patrullan la zona. Sé que hay que llevar estos asuntos con discreción pero me preguntaba si podría informarme de si sabe hasta cuándo tienen pensado quedarse esos agentes. Podrían interferir con el resultado de algunas clases que planeaba impartir esta semana. No es nada grave, pero quizá tenga que hacer algunas modificaciones en mi calendario y avisarle a los alumnos.

Los ojos de Zach no se apartaron de los de Connrad, tratando de dilucidar los verdaderos pensamientos del director respecto a todo lo ocurrido.

- ¿Hay algo que yo pueda hacer por ayudar? - añadió tras unos segundos, pero antes de que el director le contestara. Debía mostrarse colaborativo, de eso estaba seguro.

La manera en que Mario se mueve y les guía dentro del lugar les recuerda a los mas experimentados agentes de Candela Obscura la razón por la cual aquel joven entró en el radar de ese grupo de investigadores. Están seguros de que han pasado desapercibidos, con la ayuda del ojo experto de Sylvia y los años de hacer ese tipo de trabajos de Ulysses.

La sala de exposiciones ha cambiado desde que salieron de allí. Por un momento, el humo que aún se disipa en el lugar les hace pensar que sigue siendo efecto de la bomba del mago, como si el tiempo no hubiera pasado desde ese momento. Sin embargo, pronto notan que se trata de un humo distinto, el de un fuego que ardió intensamente aunque en ese momento esté apagado.

De la tarima practicamente no queda nada ya. Las llamas consumieron gran parte de la madera, ennegreciéndola y dejándola en ruinas. Los restos de la modelo, o aquello en lo que se hubiera convertido, son también cenizas. El gran cartel de UNDARK está parcialmente quemado, pero la palabra sigue brillante, de fantasmal luminosidad, sobre los restos de la tarima carbonizada.

Tan pronto como llegaron al lugar de la tarima destrozada, Sylvia se puso unos guantes y echó mano del resto de su equipo de investigación. Guardó parte de las cenizas de la tarima en un pequeño vial de cristal que cerró con cuidado y después se dedicó a buscar algún resto que fuera más interesante; quizá lograra encontrar algún pedazo del vestido o incluso (pensó con un escalofrío) algún resto de su cuerpo. Si lo lograba, lo guardaría también en un vial distinto, con objeto de estudiarlo todo más adelante.

Concentrada en su labor de investigación, examinó todo el lugar en busca de algún tipo de pista adicional, cualquier cosa que se les hubiera podido pasar por alto a sus compañeros en su primer intento.

Mientras lo hacía, se acercó al cartel y sacó unas pinzas con objeto de conseguir una pequeña muestra de la pintura con la que estaba pintada la palabra UNDARK.

Siguiendo los gestos y movimientos de Sylvia, el trio busca entre los restos que no se han quemado del escenario. Detrás de la plataforma, finalmente, logran encontrar una caja rectangular, de un metro de largo, 50 cm de ancho. Un papel a medio quemar muestra una nota escrita a mano, aunque si iba firmada se ha perdido.

Par--

Seño--ta Montg---

Espero que las me--- --ean correctas, y bril-- -- na estrell--

En la caja, lleva puesto la etiqueta de envío.

El remitente indica que fue enviado por la corporación Radiance desde Montang Springs, en las Montañas Bridadas.

A Sylvia no le es dificil imaginar qué pudo haber dentro de la caja. La caja en la que esta guardado su vestido de novia es similar, al menos en tamaño, aunque claramente el suyo no tuvo un desenlace traumático como el de la señorita Vera Montgomery.

Sylvia guardó la tarjeta en un bolsillo y después anotó con un pequeño lápiz la dirección de envío, en las Montañas Bridadas.

—Es la caja en la que vino el vestido —afirmó—. Quizá sería interesante hacer una visita al 82 de la calle principal de Mordant Springs.

Estaba segura de que era una caja pensada para transportar un vestido, porque era tremendamente similar al que habían utilizado enviar su propio vestido de novia. Los recuerdos abrumaron por un momento a Sylvia; cómo se había abrazado al vestido, como una niña, dando vueltas por la habitación de la casa de sus padres. A su padre no le había hecho demasiada gracia el carácter algo poco respetable del pretendiente de su hija, pero al final había transigido, y acompañó a su hija al altar. La boda había tenido lugar en una capilla cercana al puerto, y los festejos comenzaron en un salón respetable y caro, pero terminaron en el propio Sea Queen, el barco de Angus, rodeados de gente muy poco respetable, pero que pronto se convirtieron en gente muy querida para Sylvia.

Casi todos ellos murieron el mismo fatídico día que Sylvia perdió a su marido.

Sylvia no tocó la caja del vestido. Allí no parecía haber nada más que pudieran investigar, y la mujer le hizo un gesto a sus compañeros, señalando la puerta.

—Si no habéis encontrado nada más, deberíamos irnos.