Partida Rol por web

El salón del trono estaba preparado para el recibimiento. Hacia décadas que no ponía tanto esmero en su limpieza y decoración, sin duda se pretendía dar la imagen de una casa noble en su mejor momento cuando lo cierto era que difícilmente soportaría un invierno duro sin ayuda.
Los criados y doncellas vestían sus mejores ropas, mejor peinados de lo normal. La familia real se ajustaba también a esta norma. Todos estaban ya allí, salvo el bastardo y la hija del consejero que fueron los últimos en llegar.
No hubo tiempo para recriminar lo ajustado de su llegada. Las trompetas sonaron y las puertas del salón dieron paso a los invitados.

Un enorme hombre de piel negra entro en el salón. Tenia el porte y el comportamiento de un guardaespadas. Sus ropas eran de buenas telas pero sin adornos.

Portaba sin esfuerzo un baúl apollado en su hombro y sostenido por una sola mano. Lo dejo a los pies del trono y dio un paso atras.

Seguía la comitiva una mujer, hermosa y rubia. Esbelta. Sus ropas eran sencillas pero de un tejido muy caro y trabajado. Sus ojos se movierón por la sala, iguales a los de un gato.

El tercer hombre y ultimo si portaba ropajes de noble. Se presento con una discreta reverencia.
- Saludos del otro lado del mar. Mi nombre es Erik Draken, diplomático enviado por Lord Draken para ultimar el tratado y matrimonio de ambas familias.- dijo como si aquello fuera algo que aun no supierais.
- La joven que me acompaña es la sacerdotisa mayor del templo. Esta aquí para asegurarse de que los Dioses de ambas casas sean agradados con el enlace.- explico pero no encontró razón para presentar al enorme hombre negro que se había colocado justo detrás de la mujer.

La muchacha se colocó en el sitio que generalmente correspondería a su padre, cerca del lord de la casa pero sin ser demasiado vista. Se había puesto uno de sus mejores vestidos, aunque ninguna joya. Tales adornos, en una ocasión como aquella, prefería que fueran lucidos por las damas de la familia.

Germund III llegó tarde como de costumbre y algo desaliñado. No iba bien vestido a decir verdad, pero tenía casi todo en su lugar. Buscó un sitio para él y se acomodó viendo entrar al negro y a los otros dos. Sin tener mucho que decir, prefirió callar y ojear bastante bien a la muchacha que los acompañaba.

El vestido rojo oscuro que portaba quedaba bien con su color de piel y hacía parecer sus ojos azules más claros de lo que ya eran. El escote cuadrado era bastante modesto, con mangas largas que se ensanchaban al llegar a la altura del codo. El corsé se ajustaba a su figura, pero no era ceñido. Sin embargo, su parte central estaba decorada con un exquisito bordado dorado, el mismo que se hallaba también en la falda interior. Se trataba de un diseño de elegantes flores. En la parte central del pecho había sitio por si se quería decorar con algún broche, algo que ella no había hecho.

Su mirada paseó primero por el hombre de piel oscura, entendiendo que era tal vez algún tipo de criado al no ser presentado y llevar el cofre. Después miró a la sacerdotisa brevemente, y finalmente a Erik Draken. Mantenía el silencio, sabiendo que era el lord de la casa quien debía responder, pero no pudo evitar mirar a Beren y después a lady Aurora. Deseaba hablar con ella lo antes posible, en cuanto hubiera un pequeño momento.

Lord Germund asintio, mas parecia algo desconcertado. - Ser bienvenidos y no entendáis mal mis palabras pero se me comunico que seria vuestro hermano quien vendría. Espero que no le sucediera ninguna fatalidad que le impidiera venir en persona.- dijo manteniendo el tono educado pero en el fondo molesto. Erik era un bastardo reconocido pero bastardo en todo caso, hijo de una meretriz para mayor despropósito.

- Hubo un cambio de planes a ultima hora, mi padre necesito que el primogénito se quedara. No obstante ocupo un cargo diplomático... a decir verdad soy el único diplomático de donde vengo.- dijo y por alguna razón aquello hizo gracia a la sacerdotisa, quien paro sus ojos en Germund hijo y moviéndose de su posición comenzó a caminar acia el mientras Erik seguía hablando.
- No se trata de nada preocupante pero si un tema importante que le ocupara unos días.

- Los Dioses susurran cosas sobre vos.- dijo la sacerdotisa acercándose al bastardo de la familia Ferom con interés.- Sus voces son lejanas y no llego a entender todo lo que dicen pero sin duda vuestro nombre es conocido por ellos.

Eliane escuchaba en silencio, tomando nota mental de todo lo que se hablaba. Cuando la sacerdotisa se acercó al baatardo, la siguió con la mirada. Al escuchar aquellas palabras, la miró con extrañeza.

Sintiendo la mirada de la joven, la sacerdotisa dedico una sonrisa a esta.- Los Dioses dicen que su bendición esta con vos.- te dijo y sin que entendieras una palabras te hizo una reverencia.

Germund III se quedó en silencio un momento. Intercambió la vista entre los presentes y la detuvo en Erik. Le hacía algo de gracia toda esa reunión a decir verdad y hubiera preferido no ser invitado, pero era lo que tocaba. Escuchó a la sacerdotisa acercarse y giró el rostro para verla a los ojos con curiosidad.
—¿Los dioses, dices? Así que este noble soslayado es víctima del chisme divino. Qué dicha la mía, muchas gracias amiga. —Esbozó una sonrisa pícara—. Entorna tus orejas con premura, que me causa amargura no saber de esas habladurías.
Luego de sus palabras se cruzó de brazos y le dedicó una mirada de abajo hacia arriba deteniéndola en sus ojos. No sabía a qué venía tanta sonrisita, pero él le correspondía con una al igual.

La joven apartó la mirada de la sacerdotisa y luchó para no bajarla al suelo, manteniendo la barbilla alzada. Era imposible que los dioses estuvieran con ella o la hubieran bendecido de alguna manera con lo que había pasado. Permaneció en su sitio y guardó silencio, pues era su señor quien debía hablar.