-Sólo el necio niega de frente la compasión y el abrigo ofrecidos libremente -dijo el anciano.
Damian mantuvo el porte como mejor sabía hacer tras la aparición repentina del individuo iluminado. Lo miró y escuchó con escepticismo. Tenía que ser alguna especie de truco, aunque después de conocer de la verdadera existencia de los vampiros no estaba tan seguro de ello.
- Puede sentir toda la compasión que desee, pero eso no va a cambiar nada.- Contestó con dureza.
-Puede que no. Y puede que sí. Comprender estas cosas exige una sabiduría superior a la que poseeis. Necesitáis las enseñanzas del Libro de Nod. Tener sabiduría es tener vida más allá de la vida: carecer de ella es perecer incluso en vida. ¿Deseáis alcanzar esta sabiduría?
Damian se quedó totalmente perplejo y acto seguido miró a Leonore como esperando una señal o una respuesta que pudiera dar porque no tenía ni idea de lo que estaba hablando aquel ente etéreo.
Leonore le devolvió la mirada a Damian y comprendió que estas no eran precisamente el tipo de situaciones que a él se le daban bien manejar. Avanzó un paso hacia el iluminado.
-Hemos sufrido mucho y recientemente, Sr. Cappadocius. Nos cuesta creer que queda algo de bondad en el mundo. Pero ahora que poseemos la vida eterna ni quisiéramos desperdiciarla.
-Lo sé, hija mía -dijo el anciano compasivamente-. Por eso os ofrezco la oportunidad de empezar de cero, de aprender a vivir como los iluminados que podéis ser y no como los monstruos que os han dicho que sois.
Leonore quedó descontenta con la mención ha su nueva "naturaleza". Monstruos. Si bien no le faltaba razón, aunque tampoco era cierto del todo. ¿O sí? La imagen del Templario le hizo tambalear.
-No es culpa nuestra lo que nos han hecho, ni deseo ser lo que decís que somos...
Damian estaba tan desconcertado como Leonore.
- ¿Hay algún tipo de... cura?
-La única cura es para el espíritu y no para el cuerpo. Acercarse a Dios, rezar, y comprender. No hay otro modo -contestó Cappadocius.
"Acercarse a Dios, rezar y..." Rezar. Sí, claro, ella rezaba. Pero auguraba que no era ese tipo de rezo, sino uno con fe ciega en aquello en lo que creía. Creía en Dios, aunque ya no sabía cuánto ni en qué medida. ¿Eran criaturas de Dios? ¿Del diablo? ¿Tenían un fin concreto?
Las dudas comenzaron a agolparse en su débil y confusa mente, reflejándose en su rostro entristecido.
-Pero, no comprendo cómo Dios nos perdonaría ser algo así. Usted mismo ha dicho que somos monstruos. Hemos pecado. ¿Por qué nos acogería?
-No he dicho que seáis monstruos, sino que podéis elegir serlo o no. Lo importante es la sabiduría y la contemplación de la misma, la investigación de los orígenes de los vampiros como nosotros, de los designios de Dios y de la Providencia. Dios, en su infinita compasión, perdonaría vuestros pecados si vosotros sois capaz de arrepentiros. Para comprobarlo, id al camino donde habéis asesinado a vuestros atacantes y perdonadlos y pedidles perdón. Si eso es lo que queréis, Dios obrará su compasión.
Damian comenzó a fruncir el ceño. Su cara comenzó a denotar rabia.
- Rezar... Perdonar a nuestros perseguidores... Y una mierda! He dedicado toda mi vida a Dios. Mi existencia a la iglesia, he luchado en mil batallas en su nombre y ¿cómo me lo pagó? Me dejó sin hermanos, sin familia, sin... Descendencia... Se llevó a mi hijo, mi único hijo y encima me castigó con no poder engendrar ningún otro por el resto de mi vida. Y ahora nos han convertido en esto. Y tu me pides que rece... Que perdone... Dime maldito viejo iluminado ¿Cómo voy a perdonar eso? ¿De qué demonios me va a servir a estas alturas?
Leonore miró a su compañero, temerosa por su reacción. Pero, en realidad, no tenía respuestas para todo lo que había dicho, y no esperaba que aquel hombre se las pudiese dar. Al menos alguna que aliviase la ira de su espíritu.
-Para encontrar la paz. Es tu decisión si quieres convertirte en un monstruo lleno de rabia o en un ser lleno de compasión y amor. Ser lo que te han dicho que eres o convertirte en lo que puedes llegar a ser.
Damian dejó unos segundos para meditar.
- No. No necesito encontrar la paz. Es demasiado tarde para mi. No volveré a ser el juguete roto del señor. Su herramienta perdida y abandonada. Trazaré mi propio camino, pero no será ni el que ellos me ordenen ni el que un iluminado me dicte. - Sentenció con firmeza.
Leonore estaba de acuerdo, pero sólo en parte. No perdía nada, pero tampoco lo ganaba. ¿Qué ganaba, perdón? ¿De quién y por qué?
-Las cosas no son blancas o negras. No somos monstruos ni tenemos por qué convertirnos en ello. Sabremos encontrar la luz sin necesidad de seguir los caminos de un Señor que nos abandonó -dijo, firme y calándose a la vera de su compañero.
-Entonces ya habéis decidido.
La figura del anciano desapareció y quedó sólo el monje frente a los dos vampiros nuevos.
-Es hora de que retoméis vuestro camino -dijo Japheth.
Leonore asintió y se dio la vuelta para marcharse tomando el brazo de Damian con sus delicadas manos por si el guerrero tenía intención de replicar. Una vez fuera, con algo de duda preguntó.
-¿Realmente hacemos bien, Damian?
Sus ojos azules y chispeantes clamaban por una respuesta firme que asentase sus creencias para no sentirse culpable por aquellos cadáveres que habían dejado atrás.
-Quizá no perdemos nada por intentarlo...
Damian aceptó la mano de Leonore y se sintió aliviado al ver que esta le seguía en lo que estaba diciendo. Cuando salieron al exterior pudo respirar más tranquilo.
- Yo ya he perdido suficiente. Encontraremos nuestro camino de una forma u otra.
Dijo mirándola a la cara.
El amanecer se acercaba: debían partir y buscar refugio. Rodrigo se mantuvo en silencio y los llevó a donde quisieron. En El Cordero Rojo encontraron una habitación donde dormir tras cerrar las contraventanas y taparse con mantas hasta la cabeza. En su tercera noche como vampiros, aquel había sido el lugar más cómodo en el que hubieran dormido.