De vuelta en el castillo de los Fundadores, Leonore y Damian supieron que los prisioneros serían llevados a una fortaleza lejana para... interrogarlos. Hardestadt tenía mucha ira acumulada después de haber presenciado la huida de los Giovanni y la muerte de Cappadocius, y no era difícil adivinar que lo pagaría con los conspiradores.
Pero antes les dijo un escueto "gracias".
Quedaron solos con Rafael de Corazón y el resto de Fundadores.
-Vuestra ayuda ha sido necesaria -admitió el hermoso vampiro-. Aunque no lográramos detener a Giovanni, conseguimos atrapar a varios de los conspiradores, entre ellos a Claudius. Por ello hemos decidido concederos la vida y la libertad.
Las pupilas de Leonore se agrandaron al escuchar la frase de Rafael. Libres había dicho. Libres, después de todo aquel calvario. Era una excelente noticia, un sueño anhelado que aterrizaba sobre su corazón con agradable calidez. No iban a recibir una negativa por su parte a irse, pues no les guardaba ningún aprecio, aunque sí, quizá, algo de respeto. O no. No lo tenía muy claro, en realidad. El caso es que ya podían marcharse con sus ghouls a cualquier otra parte.
-Es un don bien preciado, Rafael. Sabremos cuidarlo –repuso la joven vampiro.
-Si cumplís las normas básicas que os hemos dictado, no tendréis qué temer de nosotros. Se avecina un cambio, pronto. Nuestra criatura está a punto de salir a la luz. Escucharéis las nuevas dentro de unos años, no muchos -dijo Rafael con una sonrisa.
Damian relajó el gesto de su rostro cuando escuchó las palabras de Rafael. ¿De verdad eran ahora libres de ir a dónde quisieran? y ¿A dónde irían ahora? Igualmente no importaba mucho ahora, ya lo pensarían.
Luego de escuchar sus últimas palabras ya no estaba tan seguro. Parecían que no se librarían nunca de ese nuevo mundo en el que los habían envuelto y al que ahora, por desgracia, pertenecerían para toda la eternidad. No tendrían que temer de ellos, pero ¿y de los otros? Ahora sabrán que les traicionaron, no le sorprendería que les buscasen.
- ¿Vuestra nueva criatura?
-La Camarilla, por supuesto. La unión de los vampiros en la sombra, a salvo de la respuesta de la humanidad. Hemos sufrido demasiada persecución como para seguir permitiéndolo.
-¿Una forma de protegernos? -preguntó.
-Exactamente. Guardar el secreto de nuestra existencia, fingirnos humanos y pasar desapercibidos. Demasiados de los nuestros han perecido en las hogueras de las turbas furiosas o a manos de la Iglesia...
- No me gustaría caer en manos de la iglesia, ya he tenido suficiente trato en mi vida con esos bastardos.
Tras la breve charla con Rafael y solicitar algunas indicaciones, Damian y Leonore decidieron que partirían hacia el norte en el siguiente crepúsculo. Con los dos ghoul y algunas riquezas que extraerían del segundo de estos, podrían salir adelante un tiempo hasta que lograran establecerse. La Toreador pensó en regresar a su casa, pero el recuerdo de Dierck hizo que apartase aquel pensamiento con un gesto molesto. No deseaba poner en peligro la vida de sus amados niños, aunque ansiase más que nada en el mundo sostenerlos en sus brazos y acunarlos para que durmiesen sin temer a los peligros de la noche. Ellos eran ahora los grandes depredadores, cazadores, asesinos...
El cielo clareaba y el horizonte se mostraba como un ansiado misterio por resolver. Infinitas posibilidades al alcance de la mano. Siempre que estuviesen protegidos por el manto de la noche y la oscuridad, serían libres de vagar por aquel mundo sin preocupaciones; ella y Damian.
Damian partió de aquél lugar sin mirar atrás, no echaría para nada en falta todo aquello de lo que se habían visto rodeados durante el breve periodo de tiempo que pasaron allí. Aunque sí atesoraría los consejos y normas que les dijeron que deberían cumplir, no quería volver a verse envuelto con esa gente. A partir de ahora tenían un camino propio que seguir, el que ellos habían elegido y conseguido por su propia cuenta.
La vida que había dejado atrás no le había tratado bien, echaba de menos a su esposa, pero sabía perfectamente que no podría volver a verla nunca más, ya no le reconocería. Y su no-vida tampoco había sido mucho más agradable, pero habían conseguido algo. A partir de ahora no sabía muy bien hacia dónde iría su nueva existencia, pero no le importaba, tenía toda la eternidad para pensarlo...