Pablo al ver a su oponente huir de tal escenario, busca dejar la pelea para socorrer a Don Lope y salir juntos de la iglesia. De camino ve a Ignacio buscando una salida y a la mujer loca manejando el miedo como un cuchillo… Y también un cuchillo que daba miedo al frente del pobre brujo.
¿Yo supongo que realizo la acción de huir? Mi oponente no va a hacer nada por ahora, por lo que no me preocupo, ya sea este o el siguiente turno estaré fuera de combate para ir a por Don Lope.
Eleazar debería hacer una tirada de templanza ante tal horror.
Las llamas devoraban todo a su paso y el humo me hacía toser y lagrimear. Miré de soslayo detrás mía, un segundo, para ver que el combate había terminado, ya que el suelo estaba lleno de cadáveres y el resto había huido o lo hacía en ese momento. Aunque saliera corriendo ahora, no creía que me diera tiempo a llegar a la salida. Don Lope yacía muy malherido a un lado, por lo que no podría ayudar en nada más, solo rezar para expiar sus pecados. Volví la mirada hacia el loco que había hecho todo esto, porque suya era la culpa. Agarré con fuerza el cuchillo y traté de asestarle una puñalada fatal para acabar por fin con su locura. Si iba a morir, me aseguraría de que él se venía conmigo a la tumba.
2 ataque normales.
Turno 6:
Hubo Ignacio de dejar de disparar, por lo que trató de buscar una salida por allí. Pasó delante de don Lope, dejando atrás a Pablo y a Julia, y rodeó las ahora altas lenguas de fuego para escapar yendo de nuevo a la única entrada del templo. Corrió y corrió, pudiendo salir de allí. Pablo, por su parte, no insistió en perseguir al malogrado rival, y se preocupó por don Lope. Se acercó a él para socorrerle. Le colocó un brazo detrás de su cuello y trató de auparlo. Don Lope comenzó a caminar, acalorado, sostenido por el pastor. Éste observó a Julia, mano a mano contra Eleazar, en el ábside de la iglesia. Después ambos siguieron el recorrido lateral de la iglesia hasta la salida, tras los pasos de Ignacio.
La curandera reaccionó pronto ante un malherido Eleazar, y logró endosarle una cuchillada en el pecho. La punzada fue casi mortal, puesto que hizo caer al judío al suelo, delante del altar, quedando inconsciente:
Daño (a Eleazar): 10 (sin protección): 10 puntos de daño.
Las llamas seguían lanzándose sobre ella, y ahora llegaron al ábside. El fuego comenzó a tocar el altar, y tal que así Julia logró desatar al último apresado que había al lado del judío, quien ahora acababa de morir fruto de las heridas. Aquel tipo estaba desorientado, pero la curandera pudo hacerse con él y llevarlo de vuelta a la salida. Unos instantes más y ambos se habrían abrasado...
Motivo: RES x5 Pablo
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 25 (Exito) [25]
Motivo: SUEx2 Pablo
Tirada: 1d100
Dificultad: 90-
Resultado: 73 (Exito) [73]
Motivo: Ataques Julia a Eleazar
Tirada: 2d100
Dificultad: 50-
Resultado: 8, 69 (Suma: 77)
Exitos: 1
Motivo: Daño
Tirada: 2d6
Resultado: 6, 4 (Suma: 10)
Motivo: Localización
Tirada: 1d10
Resultado: 5 [5]
Motivo: RES x5 Julia
Tirada: 1d100
Dificultad: 75-
Resultado: 65 (Exito) [65]
Motivo: SUEx2 Julia
Tirada: 1d100
Dificultad: 80-
Resultado: 28 (Exito) [28]
* * *
Dentro habían quedado algunos secuaces de Eleazar, él mismo, y los rufianes que don Lope había contratado. Otros, de uno u otro bando, lograron escapar de aquel gran incendio. No tardásteis de huir allí, habiendo ahora atraído la atención de algunos curiosos que aún vagaban en la noche por las calles de Salamanca. Tras reuniros y caminar con don Lope (éste sobre el brazo de Pablo), alcanzásteis la vivienda que habíais alquilado.
Una vez arriba Julia pudo revisar la herida del noble, y aunque no había sido superficial, sí que había tenido suerte: no había penetrado demasiado. Con la atenta mirada de sus compañeros, Julia pudo coser, como buenamente pudo, la gran herida del noble, aplicando agua caliente y paños continuamente.
Varias horas después las autoridades locales (alguaciles de la ciudad) y algunos vecinos, lograron sofocar el incendio. El interior de la iglesia de San Juan de Bárbalos estaba ahora hecho añicos, ennegrecida y entrada en caos. En su interior encontraron cuerpos calcinados, armas y todo tipo de indicios de que se había cometido un fatídico acto en su interior.
Tras dos días de intensas fiebres, don Lope despertó. Le habíais acompañado ese tiempo en la vivienda que os protegía del frío invernal de la ciudad.
¿Qué... ha pasado? -preguntó con dificultad, aún tumbado en su camastro-.
Haced un último post de partida. Después añadiré un pequeño epílogo final.
Habían logrado salir vivos de aquel infierno, aunque con mucha tos y algo de ahogamiento, debido a todo el humo que habían tragado. Y no solo el, sino todos, a pesar de que Julia parecía querer quedarse dentro para acabar con el judío.
Dos días estuvo Don Lope recuperándose de las heridas, con fiebres y hasta parecía que de aquella no saliera. Pero luego mejoró, y pregunto por lo sucedido.
-Pues gracias a Pablo usted pudo salir de aquella iglesia que ardió por completo. Julia dejo inconsciente al judío, que moriría abrasado o ahogado. Y sus secuaces unos muertos y otros huidos. Gracias a Dios hemos de darle por seguir todos con vida, que bien pudiéramos haber muerto.- Y tampoco sabía que mas decirle, si el judío estaba muerto, sería el final de sus problemas, ya no debería de poder arruinarle.
Había sido un encargo mucho más difícil y complicado de lo que había pensado. Pero las cosas habían terminado bastante bien. Y había conocido Salamanca, y hecho amigos. La vida fuera del pueblo no iba a ser sencilla, pero comenzaba a pensar que tal vez se podría desempeñar bien, y ganarse la vida honradamente.
Miré a los ojos al maldito judío mientras éste caía al suelo y su mirada se volvía vidriosa. Lo último que vería ese desgraciado sería mi rostro. Me di la vuelta y vi que solo quedaba yo en la iglesia, por lo que bajé rápidamente del altar, llevándome la mano al rostro para tapármelo lo que pudiera, y corrí hacia la salida. Tras toser, chocar con algún muerto, llenarse mis ojos de lágrimas por el humo, logré salir con vida de aquel infierno. Acompañé a los demás a la casa alquilada y empecé a tratar las heridas de los demás, sobre todo la de don Lope, que era la más seria. Tras dos días de descanso y reposo, el noble pareció recobrar la consciencia. Me acerqué a él para tocarle la frente y ver si le había bajado la fiebre, cosa que imaginaba que sí.
-"Sí, es como ha dicho Ignacio. Ya no debe preocuparse por la herencia ni por ese judío. Se ha reunido en el infierno con los demonios a los que adoraba." Dije seriamente.
Pablo saco el pecho con orgullo, entre la agitación de aquella noche, los extraños eventos, los comentarios halagadores y un poco de vanidad hicieron que sus recuerdos cambiaran un poco de la realidad.
—Así es Señor, yo mismo me encargué de todos sus esbirros, poco pudieron hacer contra mí.
Dijo mientras daba puñetazos contra el aire.
Tras despertarse, aún postrado en su camastro, escuchó pacientemente don Lope aquellas respuestas acerca de lo sucedido. No dijo nada más, intentó levantarse y con vuestra ayuda lo consiguió. Caminó por la habitación, aquel salón con chimenea, y trató de recordar lo sucedido. Su tronco estaba totalmente vendado, gracias a los cuidados de la curandera Julia.
Si el judío murió... puedo estar tranquilo. No cobrará ninguna herencia de mi señor padre... -os dijo el noble-. Os lo debo. He de agradeceros vuestra ayuda. Seréis bienvenido a mi hogar, en Ciudad Rodrigo. Y allí, si queréis prosperar en el castillo de mi padre, así lo procuraré yo -os aseguró-. Os doy las gracias de nuevo.
Tal que así, quedásteis unos días más en la ciudad de Salamanca. La nieve caía esos días sobre los tejados, y la iglesia de San Juan de Barbalos no era sino la comidilla de toda la ciudad ¿Qué había pasado? Las autoridades concejiles no sabían qué había ocurrido allí dentro, aunque se temía un ajuste de cuentas entre nobles de la ciudad. Lo que desconcertó a los alguaciles y conjeales fueron los cuerpos degollados junto al altar, así como el incendio... Eso sí, algunas imágenes del interior habían sido alcanzadas por el fuego, pero no quemadas ni hechas cenizas (como si de un prodigio se tratara).
Cuando estuvo más acertado don Lope, aún doliéndose, al igual que vosotros, de las heridas, hizo algunas averiguaciones en la ciudad. Logró saber alguna cosa más de Eleazar en Salamanca. Por lo visto, se guarecía en la sacristía de tal iglesia. Ésta, por supuesto, había quedado calcinada, por lo que el legajo firmado por su padre se habría perdido, para su tranquilidad. Y antes de que se esclareciera nada, vosotros marchásteis a Ciudad Rodrigo. Estaríais algún tiempo al servicio de don Lope, tal vez para siempre, como muestra de agradecimiento. Y en ese tiempo no os faltaría de nada.
Epílogo. LA VERDAD
SOBRE ELEAZAR
Eleazar ben Jonás era un escriba con conocimientos mágicos que entró al servicio de don Isidoro, conde de Ciudad Rodrigo y padre de don Lope. Lo hizo mientras el hijo estaba fuera, sirviendo al rey castellano. Hace dos años, el judío descubrió un grimorio antiquísimo en la biblioteca del castillo de don Isidoro, del cual se aperdó simulando un incendio en la biblioteca. Aprendió los hechizos más peligrosos del grimorio y se propuso hacerse adorador de Agaliaretph, demonio de la Magia Negra.
Fue entonces cuando creó la secta Aqua Mors, cuyo nombre es Aqua Mors et Agaliareptatis Liberatio Est ("El agua es la muerte y liberación de Agaliaretph"). Entre otras condiciones para invocar a este demonio, una de las condiciones no era sino celebrar una misa oscura en un templo sagrado.
Para ello solicitó la ayuda de un cerero de Cantalpino (a quien embaucó con su labia, dinero o artes mágicas, quién sabe). El cerero fabricaba velas y cirios con sebo o grasa humana (lo cual potenciaba las invocaciones). Dos secuaces de la secta de Eleazar viajaron a Cantalpino a recoger un encargo de cirio negro, pero ambos, al regresar a Salamanca, se detuvieron antes de llegar a la posada. Mas bien los detuvieron otros dos hombres, quienen trataron de apresarlos y hacerlos hablar. Justo en tal momento, intervinísteis.
LOS VISITANTES
Aquellos dos hombres extraños (el fuerte y el encapuchado), no eran sino miembros de la Fraternitas Vera Lucis, organización oculta que lucha por mantener a raya a las criaturas del mundo irracional. Resulta que, desde hacía tiempo, venían observando unos terribles hechos en la zona: los malos rumores hablaban sobre una criatura, asesinatos, ganado desaparecido otros hechos de mal infundio. Y tal que así decidieron averiguar de qué se trataba. En su periplo a Cantalpino y los alrededores se toparon con los secuaces de Eleazar, con el resultado ya conocido.
LA CRIATURA
En cuanto a la infame criatura jamás vista por el Ser humano, nada tenía que ver con Eleazar, pues aquello no era la ciudad de Salamanca. Se alimentaba de sangre y una noche antes de vuestra llegada asaltó la posada y mato a todos cuantos había en su interior, guareciéndose allí tras su banquete. De dónde salió, no es algo que pueda saberse.
LA MISA NEGRA
En cuanto a la misa negra en la iglesia de San Juan de Bárbalos, Eleazar la comenzó sin el cirio negro, y por eso hubo de potenciar su invocación pasando a cuchillo a varios inocentes. Aquellos encapuchados de blanco no eran sino los secuaces más elevados de su secta, sus "Cónsules", como él los llamaba. Algunos de ellos no era sino miembros nobles, altas gentes de la ciudad, y por supuesto el párroco de dicha iglesia (cuyos cuerpos no hubieron de sobrevivir al incendio).
La única cosa que Eleazar no controló en durante la misa fue el incendio. ¿Por qué se provocó a vuestras espaldas mientras luchábais contra aquellos fanáticos desalmados? Tal vez aquello sea un misterio que siempre os preguntásteis, tal vez algunos de vosotros.
FIN