Partida Rol por web

Que demonios era aquel ruido en el piso bajo de la taberna: Solo había dos opciones, la primera era que el propio dueño estuviese repasando algo o preparando algo para el día siguiente, o bien alguien se ha colado sin permiso.

Los músculos de Roderigo se pusieron en tensión. Se puso por encima su capa negra y empuñó su terciado, aprovechándose de la oscuridad de la noche y su experiencia para moverse sin hacer ruido, se asomó hast aun punto donde poder ver de donde provenía el ruido y al mismo tiempo tener a la vista la habitación donde Don Carlos reposaba.

"La curiosidad mató al gato, y tu estás empezando a maullar Roderigo"- pensó el ladronzuelo para sí.

Al asomarte ves a Hernán que camina hacia la puerta de salida de la taberna mientras mira a la puerta de la habitación donde descansa Don Carlos. Ni siquiera te ha escuchado.

A dónde cojones irá Piensa Roderigo para sí."irá de putas", concluye.

Esperando a que el mozo se fuera de la taberna. Roderigo vuelve a la habitación, a descansar, pero esta vez, sin soltar el terciado, vista la facilidad de entrar y salir en plena noche.

Recorres el pasillo del piso superior y después bajas al inferior, al comedor general, la habitación de Don Carlos está allí abajo. Al descender te percatas de que no hay nadie en el gran salón ni escucha ningún ruido. Todos deben dormir.

Hernán se quedó en frente de la habitación de Don Carlos, mirando a la puerta fijamente.

-¿Debería entrar y acabar con él? -Se preguntó-. A nadie le extrañaría que acabase mal en su situación y seguro que a más de uno de nuestra comitiva no le cae bien. De todas formas, si Don Carlos no hay viaje, y sin viaje no hay escolta.

Siguió mirando a la puerta fijamente como esperando una respuesta a su dilema, pero esta, obviamente, no le respondió.

Al final decidió que no era una buena idea y que la utilizaría como último recurso, así que continuó caminando por el pasillo, poniendo especial cuidado en no hacer ruido, esperando a ver si ocurría algo, una tos, un gemido, algo que le pudiese delatar donde encontrar otra persona enferma...

En la planta de abajo de la posada sólo estaba el comedor, la pequeña habitación donde reposaba Don Carlos y las cocinas y despensa. Las habitaciones estaban en el piso superior.

En ese momento escuchas un ruido que proviene desde el otro lado de la puerta de la calle, que en estos momentos tiene echado el pestillo. Ha sonado como si alguien lanzara una piedrecita contra la puerta.

Hernán no oye nada, empieza a desesperarse y piensa en Don Carlos como una posibilidad más que probable. En ese momento escucha un pequeño ruido. Se dirige hacia donde proviene. Para su desilusión ve que proviene del otro lado de la puerta, de la calle.

-No puede ser, no voy a poder aguantar muchos más días así. Espero que permanezcamos en este lugar al menos una jornada más o dos -Piensa.

Luego, casi sin darse cuenta se acerca sigilosamente hacia la puerta y se pega contra la pared, esperando volver a oír el ruido.

-Bueno, quizá algún desprecavido se atreva a acercarse aquí por la noche -Se dice a sí mismo intentando convencerse-. Puede que esta sea su última noche sin que él lo sepa...

Entonces se ríe ante la idea de la cara de horror del chico cuando tenga un hombre delante dispuesto a mutilarle sin ninguna piedad.

Cuando te acercas, desde el otro lado de la puerta alguien te llama por tu nombre... ¡ Hernán! ... pero no reconoces la voz de ninguno de tus compañeros, sino la voz de otro hombre. - si eres tú sal fuera, tengo algo que proponerte.

Hernán se sobresalta. ¡Alguien acababa de llamarle desde el otro lado de la puerta! y para colmo quería proponerle algo.

-¿Quién puede ser? -Se preguntó-. A estas horas no puede ser nada bueno, y quizás esté llamando a otro Hernán. Puede que me entere de algo que no deba saber y que me cause problemas...

La vida había enseñado al barbero a ser precavido, así que intentando hacer el menor ruido posible comenzó a andar hacia la alcoba... Hasta que algo que no le encajaba picó su curiosidad mas de la cuenta, no sabia lo que era, pero cuando iba a cruzar el umbral de la puerta que daba al pasillo, giró en redondo y echó a andar, demasiado apresuradamente hacia la puerta. Al llegar se pegó a ella.

-¿Quién eres y qué quieres? -Dijo susurrando peor con una entonación que intentaba parecer imponente.

-Si algo sale mal, siempre puedo acabar con él y matar dos pájaros de un tiro... -Se dijo a si mismo sonriendo.

Aunque esta sonrisa no era porque le hiciese gracia, era para intentar convencerse de que no tenía miedo.

La voz del otro lado suena enérgica pero susurra para no despertar a nadie

- Mi nombre es Ramiro, Ramiro de Osuya. He estado parte de la tarde bebiendo con tus compañeros de viaje en una taberna cercana, les he propuesto un negocio pero no han querido ganarse unas monedas. ¿Vas a ser igual de cerrado que ellos ?

Pregunta con impaciencia  - Estoy dispuesto a darte cien maravedíes si me ayudas. Sólo tendrías que montar ruido en casa de mi amada, para que los criados salgan a ver qué pasa y yo poder colarme. Es un trabajo rápido y sencillo.

Ese tal Ramiro se le presenta a Hernán un tanto sospechoso. Se presenta en mitad de la noche ofreciéndole dinero a cambio de producir ruidos para colarse en una casa que "él dice" pertenece a su amada.

-¿Por qué iba a querer entrar en la casa de su amada a escondidas? -piensa Hernán-. Bueno, se me ocurren varias cosas, pero sigue pareciéndome una locura... Además, mis otros compañeros han rechazado la oferta y parecen sensatos, lo mejor sera no inmiscuirse.

Mientras pensaba esto se alejó de la puerta, sin hacer ruido, creía que lo mejor era no decir nada y retirarse, así a lo mejor se olvidaba de él.