INTERLUDIO
Mientras los gladiadores regresaban al foso alguien, en la lejanía, observaba por métodos mágicos aquella escena.
—Sucede.
Era una única frase en un lugar oscuro. Una suerte de eureka que nadie más que aquella única presencia podía escuchar. Una mano enjoyada hizo un gesto en el aire y la imagen se disipó. La misma voz, claramente femenina, añadió:
—Era la señal que esperabais ¿no es así?
Unos murmullos inteligibles respondieron desde la oscuridad. La mujer contestó:
—Se harán los sacrificios requeridos, maestros. Sangre y arena. Fracasar no es una opción: ha sido un largo camino hasta este punto.
Las sombras murmullaron nuevamente complacidas.
Estaba sucediendo.
Ajenos a todo esto y a los insultos de la plebe contrariada los gladiadores regresaron al foso. No había allí soldados que los condujesen a sus celdas. No eran necesarios. La estructura del Coliseo estaba protegida mágicamente pero aunque no lo estuviera a aquellos luchadores no se les había pasado por la cabeza fugarse. ¿Para qué? ¿Dónde emplearían mejor sus habilidades? Aunque aquel lugar pudiera parecer lúgubre como una prisión en realidad tenían libertad de movimiento por todo el foso, un lugar donde entrenar, comida abundante, bebida, compañía si la requerían. Los gladiadores eran un bien muy preciado por el Dueño. Sabían que había otras zonas del foso, al otro lado, donde permanecían los oponentes. Hasta el momento siempre habían estado separados y parecía que así seguiría siendo.
En uno de los pasillos se encontraron con Pasansias, el esclavo personal del Dueño. Era él quien se encargaba de proporcionar cualquier cosa que los gladiadores necesitasen.
—Buen combate... un mero entrenamiento público, pero bueno. Me gustó especialmente el detalle de la lengua. Creo que la gente no ha quedado complacida por el perdón del ettin pero eso es bueno para el negocio. ¡Crea sentimientos! ¡Esto es una fábrica de sentimientos!
El hombre examinaba a los gladiadores que pasaban por su lado.
—Veo que no habéis sufrido siquiera una herida. Un rasguño leve únicamente.— dijo señalando a Gronk —Minucias para un guerrero como tú. Descansad un par de días. Entrenad. Se montará un nuevo espectáculo en el arena. Esta vez añadiremos un decorado para darle emoción.
Se alejó por uno de los pasillos.
—Si necesitáis cualquier cosa avisadme. El Dueño os quiere frescos para el espectáculo inaugural. El verdadero. Esto ha sido un entrenamiento público.— recalcó nuevamente.
Gronk no estaba seguro de si "Ettin" era el nombre del gigante o de su raza. ¿Había una raza de gigantes de dos cabezas? —Ettin vivirá para luchar otro día —dijo. No estaba preocupado, la criatura había peleado bien y no merecía la muerte.
Y desde Gronk luego no reconocería un sentimiento ni aunque apareciera delante de él y le gritara a la cara. No entendía lo que decía el calvo, ni sabía lo que era una fábrica. Pero sí sabía lo que era el entrenamiento y el combate con el gigante no lo había sido. Un mal garrotazo y sus huesos se habrían blanqueado al sol.
—Necesito armadura, si puedes conseguirla —pidió al esclavo. Era lo único que no le habían dado hasta ahora.
Una vez ya dentro de sus espaciosas habitaciones del foso, miró a los otros gladiadores, que iban entrando.
—El calvo afirma que seremos compañeros de patrulla y lucharemos juntos contra otros enemigos —dijo reuniéndolos—, los campeones de los humanos y de los semileones han luchado bien hoy —eso les halagaría, pensó Gronk.
—Mi nombre es Gronk, no sé los vuestros —el semiorco asumía que serían educados. La gente armada solía ser educada con otra gente armada, por lo que pudiera pasar.
Al llegar a su zona de descanso Grendel el Magnífico tiro la lanza a un aldo y se quitó la armadura y la camisa. Se acercó a una jofaina con agua y se la echó por la cabeza para quitarse todo aquel polvo que se le había metido. Casi todo por culpa de la caida del ettin.
No le preocupaba la reprimenda, si es que lo era, del anciano. Él era Grendel el Magnífico. Los dueños del circo no se desprendería de su mejor luchador. Además, como también insinuó, el que fuera un poco rebelde les venía bien. Aumentaba la tensión. Y eso hacía que el dinero corriese más. No, Grendel el Magnífico sólo tenía que preocuparse de los enemigos de la arena. Nada más. Y dudaba que hubiera alguno que pudiera derrotarlo. Y menos si peleaba junto a luchadores como los de ese día. Desde luego eran lo suficientemente buenos como para poder pelear junto a él.
-Mujeres. Bebida. Comida y Mujeres. Da igual el orden.-
Fue lo que pidió a Pasansias. No es que necesitase más. Lo que sí le sorprendió fue que el semiorco iniciara la conversación para conocerse. Grendel el Magnífico todavía tenía el cuerpo chorreando de agua, no se había molestado en secarse.
-Soy Grendel el Magnífico. Me extraña que no hayas oido hablar de mí, debes ser nuevo aquí. Y sí, parece que vais a formar grupo conmigo. Hoy os habéis portado, aunque haya sido un mero entrenamiento.-
Ale. Otra vez el post, aunque creo que no se parece en nada al anterior. XDD
- Servirá para aleccionar a esas criaturas. Que aprendan a tratar a una dama. - digo socarronamente mientras imito el deje que tienen las nobles del imperio al dirigirse a los plebeyos.
- Yo quiero que los eunucos me den un baño. - Pido a Pasansias mientras le cedo mi lanza para que la cuelgue. Eran los mejores esclavos para tal fin. Serviciales, atentos, delicados incluso y sin molestias innecesarias.
Comienzo a aflojarme las cinchas de la coraza mientras oigo hablar al resto de gladiadores. Al desprenderme de la pechera puede intuirse como, bajo la tela, me falta el seno derecho.
- Mi madre me dió el nombre Tenshia. - respondo plantándome orgullosa frente al orco. El hecho de que me saque dos cabezas o pese el doble que yo no me amedrenta. - Tu también has luchado bien. - digo tendiéndole una mano manchada de sangre reseca por el pequeño trofeo que guardo en el cinto.
Al escuchar a Grendel "el magnífico" giro la cara para oirle, sin moverme del frente de Gronk. Vuelvo a mirar al orgo que me parece mucho más interesante. - ¿Conocías a alguno de esos goblins de la arena? Si es así... - pregunto mientras le tiendo la lengua, como si se tratara de un torpe presente.
No, no sé que puede paracerle ese gesto a un orco. Pero lo hago como gesto de buena voluntad.
Entro en el foso y sus ojos se acostumbraron de inmediato a la penumbra reinante. Unido a la ausencia de ruidos, aquel lugar era realmente agradable en comparación con el griterío y el fulgor del exterior.
Desató las correas que sujetaban su coraza de acero y dejó esta por el momento en una esquina. Pensaba limpiarla y sacarla brillo, como le habían enseñado en la academia militar, pero primero se ocuparía de lavarse él mismo en un pilón puesto a tal efecto.
Pasansias llegó entonces y empezó a explicarles cómo funcionaba aquel negocio. Rashid ya lo había comprendido desde un primer momento. Matar a los demás antes de que te maten a ti. No había más misterio.
– Rashid. –respondió a la invitación del ser de piel verde a darse a conocer. El Rakasha, como todos los suyos, no tenía aprecio por los integrantes de otras razas, pero entendía que estaban unidos en aquel juego, y que la diferencia entre sobrevivir o morir podía depender de una buena coordinación entre ellos–. Habéis luchado bien, pero creo que el esclavo ese no ha exagerado. Nos esperan peleas más peligrosas que esta y tendremos que estar preparados.
Los humanos hicieron entonces uso de los privilegios de los vencedores y pidieron todo tipo de comodidades. No era ese el estilo de los Rakasha.
– Me voy a meditar y luego descansaré un rato. Si lo queréis, me podréis encontrar más tarde en la sala de entrenamientos.
Grendel el Magnífico quería mujeres y comida. La mujer humana deseaba que los eunucos ¿qué clase de criatura sería esa? le preparan un baño. Era extraño, no estaba tan sucia. Igual le tocaba ya el baño anual.
Y se llamaba Tenshia y le ofreció el saludo humano de ofrecer la mano. Gronk aceptó y apretó como había visto. No para romper huesos sino tratando de igualar la fuerza que usaba la humana. Ahora no le veía sentido a marcar territorio con sus compañeros por el liderazgo. Eso siempre costaba guerreros y eran pocos.
Le preguntó si conocía a los goblins. No. Esas alimañas eran despreciadas por los orcos. Los humanos eran respetados por su inteligencia y a veces por su habilidad para pelear. Los pequeños diablos no valían ni como esclavos. Meneó la cabeza.
Luego le ofreció la lengua. ¿Qué sería eso? ¿Una muestra de respeto? ¿Una ofrenda para hacer gronkitos? Los humanos eran complicados. Por no ofender, Gronk tomó la lengua del goblin con un gesto de aprecio y se la comió masticando ruidosamente. Era casi lo lo más sabroso de esas criaturas, después de las otras vísceras.
—Gracias. Deliciosa. Te debo una —era lo mínimo— no, no los conocía... no sí distinguir a un goblin de otro.
El semileón dijo algo sobre "meditar". ¿Que era aquello? Gronk no sabía que era meditar. Supuso que era descansar como cuando el león cavernario devoraba su presa, que se tumbaba al sol a ver pasar la vida. El ser, mezcla de un humano que había copulado con un león ¿o habría sido un león que había poseído a una humana? igual necesitaba hacer lo mismo que sus compañeros de las montañas.
—No os conocía a ninguno de los dos, grandes guerreros de la raza humana —si, ambos peleaban bien, los lanceros siempre eran apreciados —pero prefiero teneros de mi lado.
Uno de los esclavos del Coliseo entró en la sala de entrenamiento y entregó una caja a Gronk.
—Desde el Palco de la Gloria le desean la mejor de las suertes.
El esclavo abrió la caja mostrando en su interior un camisote de mallas. El orco comprobó que era adecuado a su talla y ofrecía una buena protección.
Cota de mallas (+2 armadura, 12,5 peso, precio 300 monedas)
A Gronk no le cuesta ni una moneda porque es un regalo de arriba.
He tenido una mañana liada, a ver si por la tarde os subo la nueva arena de combate :/
De pronto, otro de los esclavos entró con una caja, en ella había una cota de mallas. Gronk se quedó extrañado. ¿Era para él? Eso decía el esclavo. Y no le hubieran dejado meter una si el dueño no estuviera de acuerdo.
Ahora entendía el semiorco por qué los humanos mantenían a aquella banda de débiles mentales y disminuidos físicos en el pedestal de la arena.
Daban suerte. Eso debía de ser. Y por tanto no se atrevían a trocearlos y echarlos como comida a los cerdos como se haría en una tribu orca.
Entendiendo un poco más las costumbres humanas, se puso la cota de mallas. Le quedaba bien, era para un humano bien grande, uno robusto, o un semiorco como él. —Manda mi agradecimiento a los débiles bufones pintarrajeados del palco —dijo al esclavo—, si es que comprenden lo que gracias quiere decir —no debían de ser muy listos.
—Ahora, espero que no haya batallas navales —pensó.
Quizá se mantendría la suerte.