Desde que los digimons rompieron el cascarón estuvieron esperando a que llegaran. No sabían quién, ni cuando, solo sabían dónde. Y tenía que ser allí. dando pequeños saltitos y moviéndose como podían, los nueve bebés se dirigieron hacia el lugar de encuentro. Sentían que debáin estar allí para cuando llegaran, así que corrieron mucho, todo lo que sus pequeños cuerpos dieron de sí.
En el mundo digital los días, las horas y los minutos pasaban de forma diferente al del mundo físico, pero en cualquier medida digital o terrestre, el tiempo que pasó fue mucho. Qué digo mucho, ¡muchísimo!
Los nueve digibebés se cansaron de esperar, de dar saltos mirando a ese cielo de color turquesa. Jugando con los nueve dispositivos electrónicos que estaban junto a su huevo cuando rompieron el cascarón. Se habían cansado ya. Pero tampoco había nada que hacer. Aquel bosque era peligroso para unos digimons tan pequeños, y que toda su vida se la habían pasado esperando, dando saltos y comiendo lo poco que encontraban por los alrededores.
Pero entonces, la esperanza llegó a sus corazones. ¡Los dispositivos empezaron a brillar con una tenue luz verde! Aquello solo podía indicar una cosa, ese día había llegado. Significase lo que significase. Pero, ¿dónde estaban? ¡Habían llegado al mundo digital! ¡Ellos tenían que ser, pero dónde! ¡No podían andar muy lejos! ¡El bosque era el lugar! ¡Lo tenían muy claro!
Pues ahora abrimos el turno para postear como digimon, durante este turno quiero que posteeis en ambas escenas, de momento no están en común, por lo que no os encontraréis.
Si os fijais os he creado nuevos personajes para llevar a vuestra preevolución. Me la he inventado un poco, así que si tenéis alguna sugerencia para que os cambie el avatar, se aceptan (por el off y en privado).
Se encontraba comiendo una piedra cuando sucedió. Por fin. Mirar al cielo comenzaba a ser demasiado aburrido, ademas que la comida comenzaba a escasear. Bueno, no para el, pero si para otros. Habían esperado mucho y finalmente había sucedido. Quienes habían sido elegidos llegaron. Terminó de tragar mi comida y se acerecó al dispositivo. Comenzó a mirarlo en todas las direcciones. En algún punto tenía que decir por donde estaban los elegidos. Miró al resto con cara dubitativa.
-¿Alguien sabe como funciona esto? Tiene que haber una manera de saber donde estan los elegidos.
Cuando abrió los ojos, los rayos de luz le indicaron el nuevo día. Gimió un poco, y contempló a sus compañeros, totalmente asombrado. Les iba a preguntar qué era lo que pasaba, cuando lo vio.
—¡El dispositivo!— gritó con su dulce vocecita, mirando a los demás, y saltó de alegría al ver que sus dispositivos también brillaban— ¡Mirad, mirad!
De repente, el hambre con el que había despertado se había esfumado. Contemplaba en ese momento a su alrededor, como si fuera a encontrar a su esperado humano corriendo hacia él.
—Están aquí— se emocionó, dando de nuevo otro salto. Esta vez mucho más alto, haciendo elevar el dispositivo digital por el aire.
Escuchó la pregunta de Trampmon, y se acercó a él, observando la pequeña máquina que brillaba.
—No lo sé— confesó Flabmon—. Pero, si brilla mucho es porque están cerca, ¿no?— preguntó, mirando a los demás, esperanzado—. Seguro que si nos acercamos cada vez más, los dispositivos serán luces muy, muy brillantes. Cada vez más— terminó la frase, muy emocionado—. Tenemos que buscarlos, ¡vamos, vamos!— animó, totalmente emocionado.
Hasta que sus compañeros no empezaron a desperar, Magnemon tenía la mirada perdida en el vacío, preguntándose cómo serían las cosas en el mundo real, tal vez allí hubiese mucha más comida rica. También se preguntaba cómo sería su compañero, tal vez fuese alguien agradable e inteligente, aquello lo emocionaba de sobremanera, a pesar de que no se lo diría a nadie.
Pero la emoción de sus compañeros le hizo girarse a mirarlos y pegar un pequeño saltito.
¡Vamos!
Se acercó a Trapmon y lo animó con un pequeño golpecito en el costado.
Tenemos que encontrarlos.
Al notar movimiento a su alrededor una pequeña bola azul bostezó para desperezarse, abrió primero un ojo y después el otro. Había estado durmiendo mucho, tanto que ni ya ni lo recordaba, esperaba pacientemente a alguien, no sabía cómo sería su aspecto, sin embargo se lo había imaginado muchas maneras.
En todo ese tiempo, se había dedicado a dormir, comer lo que encontrarse, y regresar a su sueño pero por fin se había acabado. - ¿Qué pasa? ¿Ya están aquí? – Empezó a buscar a ese alguien tan sumamente importante con sus pequeños y redondos ojos por todo aquel lugar de apariencia infinita.
– Pero donde, no veo a nadie. – Añadí poco después un poco decepcionado. Después se fijó que algunos de sus compañeros se empezaron a dirigir a un punto sin determinar. – ¡Ey! ¡Esperad! Yo voy con vosotros.- Empezó a seguirles para no quedarse atrás pero en el camino se tropezó en un par de ocasiones cayendo de cara al suelo. - ¡Ay!
Eso no le haría dudar, continuaría hasta encontrar a su compañero, cada vez sentía que estaba más cerca y su ilusión iba creciendo por cada pasito que daba. Se puso muy feliz de saber que pronto su larga espera habría merecido la pena.
Los días habían pasado para Larvimon muy lentos esperando que los elegidos llegaran y así poder conocerlos. Su único consuelo era saber que tenía el dispositivo digital junto a él y que cuando sucediera, él iba a estar allí.
Pasaron muchos días, hasta que un día el alboroto de sus compañeros lo despertó. Se preguntó que pasaba ya que no entendía a sus compañeros. Larvimon los miraba extrañado, hasta que él mismo miró su dispositivo y vio el brillo, que le pareció increíble y cálido e inmediatamente se unió a las prisas de sus compañeros.
Vamos, vamos, vayamos todos juntos pero hay que irse ya, si están aquí los podemos perder.
Normalmente Larvimon solía ser callado pero la emoción de conocer al elegido le había llenado de alegría.
Sacudiendo las gotas de roció de su hoja, Treeckymon se fue desperezando. Aquel lugar estaba bien, se había acostumbrado y casi podía decir que era su hogar. La única pega claro era que no podía reclamarlo como territorio ya que habían muchos mas como el. Agarrando el dispositivo como podía también se quiso sumar a la expedición en busca de su elegido. No sabia quien era pero tenia ganas de verlo.
-Vale, vale. Pero no os separéis que como nos encontremos a alguien mas grande nos pueden comer. Va diciendo Treeckymon recuperando el paso. -Ademas coger un par de frutas no estaría nada mal que vete tu a saber donde están. Pero aquellas palabras parecían hasta tontas en la mente de Treeckymon, tenia muchas ganas de saber como seria su elegido y esa idea hacia que su idea de comer se esfumara. Solo queria que su dispositivo brillara con fuerza. Nada mas.
Totomon no se aburría de jugar con su dispositivo. Quizá si de lanzarlo siempre hacia arriba, y también de no poder comérselo. Pero, ¡eh! Había otras cosas que podía hacer con él, como lanzarlo e ir a buscarlo, tirárselo a la cabeza a sus compañeros, e incluso mirarlo fijamente, a ver si podía hacerlo funcionar.
Y una de esas veces, cuando lo lanzaba lejos, chocó contra una piedra. Totomon corrió hasta él, pero se quedó pálido cuando vio que estaba brillando.
¡Ooooh, nooooo! ¡Lo he roto, lo he roto, lo he roto! acercó una de sus patitas hacia el dispositivo, ¿qué podía hacer ahora? ¿Qué? Lo recogió en sus manitas, y le resultó muy extraño. No había ni un arañazo. ¿Por qué brillaba entonces? Lo agitó con energía, pero tampoco sonaba a roto. ¿Entonces?
Sin saber qué hacer o decir, se giró hacia sus compañeros, dispuestos a darles la mala noticia...
¡También brillan los vuestros! gritó, acercándose a ellos a la carrera, aliviado. Cuando los demás hablaron de los niños, no pudo contener su emoción. ¿Que han llegado? ¿Yaaa? ¡Y a qué esperamos! gritó, al tiempo que salía a la carrera tras los demás
Fletchmon se despertó, una mañana más, aburrida como las anteriores. Ya era aburrido pasar las horas durmiendo, mirando el dispositivo por si hacía algo y intentando volar; eso último era lo que más le entretenía pero también lo que peor le salía, pues siempre que lo intentaba acababa rodando por el suelo, aunque ríendo. Pero, ¿si tenía alas sería por algo no?
Ese día en uno de sus aterrizajes forzosos cayó cerca de su dispositivo, entonces empezó a emitir un brillo verde. No se lo acababa de creer y miró al resto, su cara se iluminó cuando vió que no era el único. ¡Por fin habían llegado los elegidos y podría conocer a quien sería su compañero! - ¡Vamos, vamos!.- Dijo al instante y sin pensarlo salió dando saltitos agitando las alas con los demás
A cada paso que daban los nueve digimons, o mejor dicho a cada saltito que daban, la luz del dispositivo brillaba y brillaba con más fuerza. Se estaban acercando, y además, algo en el interior de sus corazones les decía que no lo estaban pasando especialmente bien, se podría decir que estuvieran en peligro. Ese mundo tendría que estar resultándoles hostil, puesto que eran ajenos a él y no comprenderían nada.
Sabían que ellos serían su única salvación y ellos podrían ser el apoyo que necesitaban en ese mundo, pero para ello tendrían que encontrarlos. Aunque no parecían ir en mal camino.
Totomon estaba ansioso, como los demás, en conocer a su niño. Saltó y saltó (y también se tropezó, claro) hasta alcanzar a los que iban en primer lugar. Con la lengua fuera, como si fuera un perrillo, se concentraba en no volver a caerse, en saltar cada vez más alto, pues quería llegar ya.
Un fuerte escalofrío le recorrió su pequeño cuerpo y casi se detuvo. Sentía la necesidad de llegar ya, pero no por conocer, si no porque sentía que estaba en peligro. Miró a sus compañeros, y vio que todos pensaban como él.
¡Vamos rápido! Algo no está bien, ¡lo están pasando mal!
No paraba de dar pequeños saltos, o, cuando estaba ya algo cansado, se arrastraba, notando el dispositivo junto a sí, bien apretado, sin desprenderse de él. Y, de vez en cuando, lo miraba, totalmente maravillado al ver que seguía encendido, y veía que el de sus compañeros también estaban brillando, felices, como si el pequeño aparato electrónico también estuviera contento y feliz por poder brillar, y sentir a los elegidos tan cerca.
—Vamos, vamos— decía, a cada salto que daba, mirando a sus compañeros, feliz—. Tenemos que verlos, tenemos que decirles que estamos con ellos.
Se había imaginado muchas veces en su mente lo que podía llegar a pasar justo en ese momento, y, en ese instante, no podía recordar lo que había pensado. Había momentos en los que su compañero humano lo aplastaba, y él salía por debajo, totalmente radiante. Otras veces había imaginado que lo salvaba a punto de ahogarse en el río cercano.
Pero, justo en ese momento, cuando sus compañeros iban dando saltos como él, y avanzaban, poco a poco, tenía su mente en blanco, sólo esperando a ver a su compañero humano, llamándolo, como si se conocieran de toda la vida.
Fue entonces cuando escuchó la voz de su compañero Totomon, y su pequeño cuerpecito se encogió.
—¿Mal?— repitió, temblando un poco—. ¡No, no!— dijo, saltando con todas sus fuerzas, avanzando lo más rápido que podía para poder ayudarlos.
Gimió un poco, y gruñó, ignorando el cansancio, y el reclamo de sus miembros para descansar.
—¡Vamos, vamos!— animó a los demás, frunciendo el entrecejo.
Larvimon seguía a sus compañeros lo más rápido que podía, el hecho de no tener patas le dificultaba bastante el movimiento, pero el saber que finalmente y después de tanto tiempo podría conocer a su compañero, a aquel que llevaba tanto tiempo esperando hacía que el cansancio fuese secundario.
Él mismo intentaba animar a sus compañeros, aunque en el fondo sabía que también era una forma de animarse a él mismo.
Vamos chicos, tenemos que estar ya cerca, seguro que en nada vamos a estar con ellos, solo un poquito más.
Pero su corazón se paró cuando algo dentro de él sabía que algo estaba ocurriendo y que no era el único que lo pensaba tras las palabras de Totomon.
Si nos necesitan, tenemos que correr aún más, adelante - dijo tratando de pegar saltos aún más rápido.
Trapmon comenzó a saltar a toda velocidad en el instante en el que sintió algo extraño dentro de el. No sabía lo que era, pero no le gustaba.
-Si despues de esperar tanto me quedo sin compañero...-pensó en voz alta, sin llegar a acabar la frase.
La verdad le daba igual como fuera el humano, pero de seguro que no quería perderlo.
La pequeña y blandita bola azul con sus pequeñas patitas seguía al resto de sus compañeros, bastante preocupado, como ellos, tenía la extraña sensación de que algo no iba del todo bien. El dispositivo a su vez brillaba intensamente sin saber muy bien qué tendría que significar. ¿Se acercaban o es que estaba pasando algo malo? Era complicado, después de todo era la primera vez que ocurría y se sentía perdido.
Tenemos que darnos prisa. – Comentó con timidez y preocupación. Para los extraños podría ser bastante complicado entender sus sentimientos en un primer vistazo. No así con sus compañeros con los cuales había compartido la eterna espera que llegó a su fin. – Venga, un poquito más, aguanta. – Repetía con cada pasito, y tropiezo que daba.
Por un momento se posó sus ojos sobre los más rezagados. – Tenemos que estar juntos, ellos nos necesitan. – Lo sabía con certeza, no sabía muy bien porqué pero estaba seguro. El momento había llegado y tenían que reunirse. Se había imaginado que el encuentro con quien soñó durante mucho tiempo sería más alegre, pero ahora tenía que darse prisa, todo lo que su pequeño y blandito cuerpo de color azul le permitía.
Siguió avanzando a saltos lo más rápido que podía, lo hacía más rápido que muchos de los demás pues aunque no podía volar sus pequeñas alas le permitían dar saltos más largos; pero no era suficientemente rápido, sentía que los elegidos estaban en peligro, y al parecer no era el único, sus compañeros estaban muy nerviosos
- Rápido, rápido, no podemos dejar que les pase nada.- No podía permitir que después de esperar tanto tiempo por el que sería su compañero le pasara algo malo.
Se olvidó de todo el cansancio que llevaba encima y agitó sus alas lo más rápido que pudo para llegar cuanto antes y ayudar a los elegidos
Con toda la velocidad que podía reunir, avanzaba saltando. Pero como "toda la velocidad que podía reunir" era más bien escasa, estaba al lado de sus compañeros, moviéndose con patetismo, intentando alcanzar el lugar antes de que fuera demasiado tarde.
- ¡Si no llegamos, estará todo perdido! ¡Vamos!
Ninguno de mis compañeros está más cerca del lugar que yo. ¡Hay que darse prisa!