Partida Rol por web

Por detrás venía el orangután que se estaba zampando a medio Walmart. Su apetito era insaciable, más que el de Karen. Al parecer me habían visto los del tanque, que disparaban con la ametralladora al susodicho. ¡Ni eso le paraba! Solo tenía que correr unos metros y podría meterme en el tanque. ¡Sería el puto amo del barrio con uno, joder! En cuanto saliera de aquí me pillaría un par y los pintaría de colores chillones, para que cantasen aún más.

-"¡Voy, joder, voy!" Les grité.

Enfilé hacia la salida, dejando ensartadas a varias grupies, mientras me tocaba el paquete a modo de despedida.

-"Chao, bacalao."

Corrí y corrí como si me persiguieran todas las bandas del Bronx. Era rápido, jodidamente rápido con la lengua y la picha, solo esperaba que también lo fuera con los pies.

Cada mañana en la savana, el más rápido de los leones debe ser capaz de cazar a la más lenta de las gacelas. Es ley de vida, si no hay caza te mueres, se muere la manada, y en eso estaba en no ser la gacela más lenta. Nadie lo grababa, pero si se quedaba detrás lo iban a dejar como un tertuliano que va al sálvame, no lo iba a conocer ni su madre. Corrió, puede que fuera por el nombre, que aun no estaba seguro de si era el suyo, o si era por la voz autoritaria del tipo. Correr, justo lo que peor le iba, que ni de joven había conseguido correr los 100 metros, caminar lo que le echaran, pero correr... correr era para cobardes y para negros, como Snoop Dogg, que estaban acostumbrados a que la policía los persiguiera y por eso desarrollaban la ligereza de pies. No miró hacia atrás, mirar hacia atrás era perder tiempo, y le estaba llegando por linea interna la emisión cada vez más cercana de radio zombie. El vehículo derrapó y se puso lateralmente mientras el soldado gritaba

- Sube, sube, me cago en la hostia. AAAAAAAAH - y abrió fuego contra los zombies que venían como si saliera de apocalypsis now, pero sin napalm ni cabalgata de las valkyrias. Después de una gruesa cortina de plomo el jeep rodeó el centro comercial en dirección al tanque con un pasajero. Norman estaba a salvo, se lo podría contar a su novia cuando la encontrara. Ahora solo quería saber si volvería a ver a sus amigos, a la Vero, si podría resucitar, y si el soldado lo iba a alistar a la fuerza en los marines o algo así.

No era el único que corría por su vida. Snoop Dogg intentaba llegar al tanque para afanarlo, que diga, para pedir amablemente que lo llevaran mientras un miembro de la dotación disparaba desde la torreta con una ametralladora ligera a un Jake que no parecía enterarse de que la gente cuando les disparan se tiene que puto morir. Corrió como un manifestante en tiempos de Luther King, corrió como un diablo, mientras alguna gruppie intentaba agarrarse a sus piernas, a todas ellas, pero no, no tenía tiempo de darle alegría Macarena, así que empezó a trepar por la parte delantera del tanque mientras el operador de la torreta le gritaba

- Corre, corre, que te pilla joder.

Les dio tiempo de cerrar la escotilla antes de que Jake comenzara a aporrear la escotilla como un energúmeno. El tipo pegaba como Poli Diaz, uno, dos, tres, pero sin drogas. El bacalao estaba fuera y él dentro, a salvo, menos por la música que se filtraba en el radiocassette del tanque. No me jodas. Justin Bieber. Baby, baby, uhhhhhh. Daban ganas de dejarse comer. Al menos le prometieron que por el camino le dejarían disparar con el cañón para compensar. Tal vez si se reventaba los tímpanos con el cañón dejaría de sufrir.

En el otro extremo del walmart Nathan y Zacharias se intercambiaban papeles, claramente descontentos de como habían ido las cosas antes. Ni Nathan había abierto la ventana ni Zacharias había despachado al técnico de la ITV, ¿pero que se podía esperar de un tipo que no sabía reconocer a sus superiores y tratarles de usted?. El mecánico se dirigió hacia Nathan, que recibió la lanza de Zacharias, que aunque no supiera reconocer el poder del dinero sí sabía compartir. Nathan demostró ser un ferviente lector del arte de la guerra de Tsun Tzu, y le metió un lanzazo directo al cuello antes de que el mecánico de utilitarios de gama baja pusiera las manos en su cuerpo de ferrari. El mecánico cayó al suelo retorciéndose, pero no estaba muerto, y solo dios y San Warren Buffett sabía cuando se recuperaría. Nathan, con el buen ejemplo del patrón, pidió a su hijo que se apartara y con la fuerza del que quiere mantener en su puesto de trabajo levantó la ventana, que chirrió como un cochinillo camino del matadero. Moses flipó, su padre era como He-man, como Hulk, con sus manos había levantado una ventana atascada y les había abierto una vía de escape. El primero en bajar fue el niño, que vio aparecer un jeep y agitó sus brazos para llamar la atención del coche. Funcionó, se dirigió hacia ellos y cuando los vio sonrió ampliamente

- 93, 15 y 67. Nathan, Zacharias y Moses, bienvenidos a la vida. Subid. Tenemos una horda detrás y tenemos que largarnos de aquí.

No exageraba, una horda los perseguía, así que mejor largarse no fuera que se calara el motor. El jeep recibió una comunicación por radio que decía

- Tenemos a Snoop Dogg, hay que evacuar y llevarlos a la base, prioridad alfa. El uso de la violencia está permitido.

El tanque encabezó la marcha y como habían prometido, dejaron al rapero disparar con el cañón, y cuando lo tuvo controlado le dejaron conducir para poder chafar con las orugas todo lo que se pusiera en medio. La salida hacia el campo era directa y se notaba que habían pasado por allí varias veces. Los coches de la autopista estaban chafados como latas, y a todos los lados de la carretera se podían ver cientos de zombies que habían sido neutralizados para hacer de esa vía una carretera segura. El tanque los guió durante 45 minutos hasta acercarse a un edificio que debió ser una prisión en algún momento, con altos muros, alambradas sólidas y torres donde guardias armados tenían visibilidad de varios kilómetros. Olía a carne quemada, y cerca de la barrera parecía que había habido una fiesta vikinga que se había ido de las manos. Pilas de cuerpo ardían, pero no parecía inquietar a los soldados, menos al del jeep, que parecía ser feliz. Se acercó la radio a los labios y dijo

- Nueva Esperanza, Nueva Esperanza, aquí Charlie 9, despertad a los médicos, lo hemos conseguido, repito, lo hemos conseguido, traemos con nosotros a cinco sujetos.

Los vítores se pudieron escuchar antes de que las puertas exteriores se abrieran. Nada más salir de los vehículos cientos de personas se arremoliraron para tocarles, con una sonrisa jubilosa, mientras que hombres vestidos con bata se intentaban abrir paso hacia ellos. Uno de ellos que parecía ser el doctor House de aquel sitio les dijo

- Soy el doctor Jenkins, sé que tendrán muchas preguntas, pero me tienen que seguir, hay que hacerles pruebas, análisis... - Les sonrió con los ojos brillantes - Han conseguido superar la enfermedad, han vuelto, representan la esperanza de restaurar el mundo.... ¿Como se encuentran? ¿Les duele algo? ¿Oyen voces?

Y entonces Norman la vio. Su novia, Janice. Era enfermera, y allí estaba, abriéndose paso para abrazarle. No podía creérselo. Ella agitaba los brazos y gritaba

- NORMAN!! NORMAN!!! ESTÁS VIVO!!!

Y es que no se podía negar, la quería por lo observadora que era.

Todo sucede a una velocidad que me sobrepasa. Como a cámara rápida, en plan cine mudo, de esas pelis cómicas, de risa. Veo caer a mis amiguis zombis lo mismo que moñecos abatidos en una atracción de feria, veo el mundo correr deprisa a nuestro lado. Pero no, es el jeep que circula a mucha velocidad, a lo F1 en Mónaco.

-Nos van a poner una multa. Yo no tengo dinero.

Qué cosas. No pienso en mi integridad física, sino en las multas, las reglamentaciones, las leyes. ¿Acaso seré abogado? 

Estoy a salvo dentro de la lata de sardinas esta. Más o menos. El viaje no es bonito, no se ve nada, y encima solo dejan jugar con el cacharro al negro este, que si no, parece que se pone a llorar. 

-Eh, chicos, me alegro. -no muy original. Sonrío a mis camaradas. Somos cinco. Estamos vivos. ¿Vivos? ¿O nunca llegamos a morir? Empiezo a recordar cosas. Unas pocas.

-Olemos fatal. A caca, pedo, pis.

No está la Vero, ni la Conchi, ni Jinete sin cabeza, ni Nigan, tampoco la Viuda, ni Charlie, ni la Jefa, ni la rubia aquella, ni Gusiluz.

Qué rollo.

Y llegamos a casa. Me suena de algo este sitio.

-Por favor, una ducha. Y un tazón de leche calentita con galletas. Galletangas.-le pido al dostor. ¿Voces? No, muchos tiros y gruñidos y masticar de dientes.

Wow. ¿Esa es mi chica? Nomacuerdo. Parece tan espabilada como yo. Claro. Qué linda. Sonrío. Debe de ser ella.

-Hola. Me acordaba mucho de ti. Estoy vivo gracias a ti. -que es verdad, buscarla me daba ánimos todo este tiempo.- Tienes saludos de la Vero. Muy simpática. La pobre no lo consiguió. 

Y le doy un abrazo, que eso no se olvida.

Lo había conseguido, era el puto amo de los cien metros lisos. ¡Ni Carl Lewis me superaba! El madafacka del Walmart lo había vuelto a hacer. Me saqué mi último pitillito de la risa y me lo encendí, mientras pilotaba el jodido tanque. Era el humo de la victoria, como debía de ser. Por el camino aplasté unos cuantos zombis, y hasta disparé un par de pepinazos contra ellos. ¡Joder como me gustaba! Si no lo podía sisar, me compraría uno. Al cabo de un tiempo, llegamos a una prisión llena de soldados y médicos, todos muy happies. Uno, el jefazo debía de ser, nos preguntó por nuestro estado. La pivita de Norman estaba allí, y creía recordar su cara y su conejito, pero no le diría nada al chaval, que bastante tenía ya con ser blanco.

-"¿Quién coño es usted y por qué soy el ciento treinta y dos? ¡Yo soy el número uno de la West Coust, capichi?" Le dije al botarate ese. "Por cierto, se me ha acabado la María, ¿tienen algo por aquí?"

Parecía que estábamos a salvo y me di un descanso. Me apoyé en la pared y observé a mis compañeros de zombiparty.

-"¿Qué tal estáis? Ha sido todo como una jodida pesadilla, ¿verdad?" Les dije.

Tras la pesadilla con el maldito mecánico que quería hacerles una inspección por vía urgente. Y al que Nathan supo como convencer de que ya habíamos pasado la ITV. Y gracias a que aquella puta vetana por fin habían podido abrirla, los tres pudieron salir, en el último momento. Los podridos de sus compañeros les habían cogido mucho cariño y no querían que se marchasen así como así.

Ya en el vehículo, viendo las pintas que llevaban Moses y el, de nuevo volvieron las malas vibraciones, la Jenny le mataba seguro. Vaya aspecto, vestidos con andrajos, sin ducharse desde el día que habían venido a comprar el disfraz. Si Moses parecía más grande, y era por la costra de suciedad que llevaba encima la pobre criatura. Y el también, hasta restos de carne llevaba pegados. Respiro con alivio cuando escucho que les tenían que hacer algunas pruebas, eso le daría algo de tiempo, y quien sabe si hasta con un poco de suerte les ponían en aislamiento, y la primera visita de su mujer sería con un cristal blindado de por medio. Si eso sería una cosa buena, le gritaría hasta quedarse afónica, pero de momento estarían a salvo.

Cuando escucho que si se encontraban bien, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse a reír.

-Hombre lo que se dice bien, bien, pues tampoco hay que exagerar. Pero al menos estamos vivos, que ya es más de lo que podríamos decir esta mañana.- Y luego tratando de pensar en lo más urgente, era quitarse aquella mugre de encima. -Lo primero que vamos a necesitar es unos buenos lavados, con una simple ducha no creo que pueda salir la capa de mugre y fétidos olores a podrido que arrastramos. Y no solo en los harapos que llevamos como ropa, ha sido mucho tiempo sin tocar el agua, y tenemos mugre para rato. Luego una vez limpios y con ropa, seguro que nos encontramos mucho mejor.-

Si la esperanza era lo último que deberían perder, ya les pondría luego la vida en su lugar. Joder, si hasta a lo mejor se tenía que escapar en unos días y venirse aquí con los podridos, pero bueno ya se vería.

-Menuda situación Moses, a ver que le contamos a tu madre. Bueno, al menos has tenido unas buenas vacaciones  del cole. Pero me parece que en poco se acabaron.- Y ahí fue cuando se puso malo, hasta el color le cambio. El trabajo, los putos fondos de inversión, de lo mismo habían perdido una fortuna. O se habían hecho millonarios. Joder, el puto trabajo, a ver que cojones les contaba a esos chacales.

-¡Perdone! De lo mismo me hace falta algún justificante o informe, que en este tiempo que he pasado como un zombi, de lo mismo me he metido en algún buen lio. Sabe usted, no dije nada, ni a mi mujer, ni en el trabajo.- Joder, menudo panorama, la madre que lo pario, a ver como salía de esta. 

-¡Menuda situación Moses! ¡Menuda situación! Y encima se ha estropeado el disfraz que compramos para aquella fiesta de cumpleaños. A ver que nos dice tu madre.- 

El jeep pegó un volantazo, había visto las señales de Moses. A la carrera sé montaron, cuando casi se les venía encima una horda, todo el maldito centro comercial había salido a despedirles. El pequeño dejaba a muchos amigos allí, amigos que tuvo a bien recordar el bueno de Norman. Era una pena, pero aparte de ser su cena, poco más tenían que hacer allí. Aun así, Moses agito la mano diciendo adiós a todos.

Pronto estuvieron lejos del lugar, escoltados por un tanque que iba haciendo zigzag y disparando a boleo. —Pa, ¿qué le pasa a ese? ¿Le gusta empinar el codo como a ti? — El pequeño preguntaba por el conductor del tanque, comparándolo con los viejos hábitos de su padre.

Ya en su destino una multitud les rodeo. Moses se posó con los brazos en jarra y mirada al infinito. Aunque su pose de héroes duro hasta que vio llegar a los médicos, momento que se encendió tras su padre. —¡Paaa! ¡No quiero que me pinchen!— Sin más comenzó a llorar y a patear el suelo. Su padre intentaba darle conversación, pero no lo distraía, si acaso lloro aún más fuerte cuando Zach menciono que su traje de Capitán América estaba estropeado. —¡Mi tra-traje! ¡Quiero uno nuevo!

Moses no se mostraba colaborativo para nada con los médicos, huía de ellos y les pateaba las espinillas si se acercaban. —¡Le diré a Ma que dejaste que me hicieran daño!— Amenazaba a su padre.

—El altruismo está de moda — se dijo al encontrarse rodeado de gente vitoreandoles.  Empezaba a ser consciente de que la civilización como tal seguramente había desaparecido y que sus bonos, letras, participaciones, operaciones a corto, medio, largo y super largo plazo tenían ahora el mismo valor conjunto que un dólar ruandés. O menos todavía.

Había perdido absolutamente todo lo creía que le permitía alzarse por encima de la inmensa mayoría de la humanidad, pero estaba contento.  Por respirar, por sentir latir su corazón, por las posibilidades.

—Esto es una nueva oportunidad.  Una nueva humanidad resurgirá de sus cenizas hambrientas y todos nosotros — hizo un gesto incluyendo a los presentes — seremos adalides de una era de prosperidad y crecimiento sin límite.  Seremos leyendas, aquellos que..— se quitó al doctor de encima, que insistía en llevárselo a rastras para hacerle análisis —... aquellos que reconquistaron el mundo para la gente. ¡Para vosotros!

Entre los que les rodeaban, mucho rostro de aspecto embrutecido, almas simples, apéndices animales de un arma.  Estos hombres necesitarían guía, sabiduría y una buena dosis de espíritu emprendedor.

—Me voy — se lo llevaron en volandas hacia los laboratorios —. Pero volveré. Debemos descansar, planificar y recuperarnos.  No era cuestión de empezar a deszombificar ciegamente a millones de personas.  No había cadenas de suministro, ni logística, ni producción de alimentos.  Sería hacerlo para que volviesen a morir de hambre en unos días.  Lo mejor sería establecer unos plazos y un plan escalonado en el que los nuevos humanos engrasaran la maquinaria de la reconquista.  Una maquinaria bajo su mando absoluto.

—¡Os quiero a todos! — gritó antes de desaparecer. —Nos brr.. veremos pronto.

Cinco supervivientes, cinco renacidos en medio del último reducto de la esperanza para la raza humano, todos distintos, todos compartiendo una  realidad, malnutridos, sucios, bueno, sí, necesitaban una ducha, pero vivos, cada uno con sus ideas, cada uno una esperanza en la búsqueda de un remedio. Los rodearon los médicos, que anotaban cada una de las tonterías que decían. La petición de galletatangas con leche caliente de Norman, las de Snoop de drogas, las preocupaciones de Zacharias por su trabajo y su mujer, la pataleta de Moses para evitar pinchazos y obtener un disfraz nuevo y los juegos políticos de un Nathan que intuía que todo se había perdido.

El doctor les dejó hablar mientras la chica corría hacia Norman y lo abrazaba, un abrazo compartido porque eso era como fo...ntar en bicicleta, eso. Los pequeños pechos de la mujer se hundieron en el pecho de Norman y se sintió como en casa. Esos brazos, esos brazos no podían olvidarse. Janice. Su dulce novia. Se acercó a besarle y se retiró de golpe con una pequeña risita

- Eso tendrá que esperar a que te laves los dientes. - Sonrió con dulzura infinita - Yo también te veía todos los días Norman, todos. En el centro comercial habían cámaras y te veía todo el rato buscando en la parte de ropa femenina. ¿Me buscabas? - Le acarició y, venciendo el hedor de una boca que ha comido carne cruda y no se ha lavado en un mes, le deposito un tierno beso en los labios antes de decirle - Lo sé... que se joda, fue quien te mordió. - Si era verdad o no era complicado de decirlo. Janice siempre había tenido pelusilla de Verónica, pero es que Verónica tenía imán para los hombres y era pelín zorra, atrayendo y alejándolos cuando se acercaban.

El doctor Jenkins intentaba calmar al rapero que no le iba bien él número 132. Sonrió y con voz metódica y calculada le dijo

- Cada uno de los pacientes - un eufemismo para zombie - del centro comercial tenía un número, mientras no eran personas no podían tener nombre... Lo siento. El hecho es que los numeramos dependiendo de los lugares donde más frecuentemente dormían, numerando las secciones, y los pasillos. Usted solía dormir en el pasillo 13, y era el sujeto número 2... - Levantó las manos - No tenemos María, pero podemos darle algo...con un poco de manzanilla, y podemos usar algo de papel de vater para liarlos..... Es un día grande.

Snoop preguntaba a todos como estaban, pero eso era perder el tiempo para Nathan. Igual ahora era pobre, igual había perdido todas esas acciones de Google, Amazon y General Motors, el oro, las islas privadas, los diamantes, las cuentas en las Islas Caimán, todo, pero eso era una oportunidad, la de liderar ese nuevo mundo, porque siempre tenía que haber alguien superior sobre la chusma, y todos esos soldados y médicos.... Lo que necesitaban era un político, alguien con huevos de hacer lo que hacía falta, un líder, un gurú, un ayatolah...Algunos le miraban como si fuera un loco, pero pronto comprenderían, que él era un genio....Le hicieron caso, para que no hiciera y

El doctor le sonrió y le dijo - Claro, claro, necesitaremos un nuevo presidente cuando consigamos curar a todos. Por favor, váyase con Charles, le guiará al baño y le dará ropa limpia. Vaya, vaya....

La pataleta de Moses y la preocupación de Zacharias fueron calmadas con más paciencia por el doctor.

- No se preocupe, no hay trabajos, no hay nada... no necesita un justificante, y si su mujer lo vuelve a ver estará feliz de encontrarse. No tiene que preocuparse de nada - Pero claro, él no conocía a Jeny, que no hubiera trabajo no le daba derecho a estar en el paro, no, iba a morir. Pero claro, Moses la empezó a liar, que no quería que lo pincharan, que quería un traje y no colaborando, pateando, arañando, lo que hiciera falta, sobre todo amenazando a su padre. El doctor Jenkins lo intentó, intentando sobornarle con caramelos, jugar a la consola, una pizza, pero Moses no estaba receptivo, una cosa era ser el Capitán América y otra los análisis de sangre. El doctor se acabó por rendir y le dijo

- Está bien, miraremos si haciendo pruebas con los mayores nos basta ¿vale, guapo? - Aunque por lo que decía parecía que no tendría ningún reparo en cortarle un brazo y recoger su sangre con un barreño.

Los guiaron a las duchas de la cárcel y les dieron jabón. Agua caliente, jabón, aquello era el paraíso, todo eso durante cinco deliciosos minutos que le parecieron cortos. Les ofrecieron unas toallas rasposas, que necesitaban kilos de mimosín, y unos monos naranjas que debían haber sido usado por presidiarios. El de Moses le iba grande, el de Nathan le caía como un guante, como si estuviera predestinado a él. Tras vestirse los llevaron a una sala donde había camas, y les pidieron que se tumbaran para hacerles pruebas mientras les preparaban la comida.

Como había prometido el doctor Jenkins, Moses fue respetado, pero al resto le sacaron un par de tubos de sangre, les cogieron muestra de saliva, pelos, piel y les cortaron las uñas, que estaban a un paso de poder escalar palmeras sin ayuda. Las enfermeras le tomaron la presión, la temperatura, hablaron con ellos, les hicieron preguntas y al final les pusieron un plato contundente de huevos con patatas fritas. Ducha, una cama, ropa limpia...un paraíso, aunque los huevos estaban pasados, las patatas demasiado hechos y la gente hablaba raro. Debían ser las pruebas, el cansancio, cualquier cosa, durmiendo se pasaría, había sido un día demasiado largo. Janice se sentó en una silla junto a la cama de Norman y empezó a contarle que había pasado en el último mes: El estallido, la rápida expansión, como había muerto cuando ella le había enviado a por fresas al Walmart para... hacer fresas con nata, claro. Él no entendía algunas palabras, pero sí que entendía esa caricia, la echaba de menos. Tenía una mano suave, tan deliciosa.. Quería comer, quería comérsela. Los ojos de Zaspa se comenzaron a hundir, el corazón de Moooooom dejó de latir, y los sueños de dominar el mundo o fumarse un peta, carne, carne cruda, y allí había corredores, que parecían estar distraídos jugando con unos microscopios, mirando a cualquier sitio menos a las camas. Se levantaron. Nadie lo sabía, pero la esperanza acabaría ese día, la cura no era permanente, se hubieran necesitado unos meses para perfeccionarla, pero no los tendrían. Habían metido a los zombies en casa. Que comiencen los juegos de la carne.

Que la Vero me mordió. Al igual sí, que era mucho de morder y arañar, una arácnida. Y la última vez que la vi quiso pegarme un buen mordisco. Pero no se. Nomacuerdo. Me lo hubiese dicho, ¿no? Bueh, total, ya esto es otra historia, encuentros en tercera fase. 

El Renacimiento. 

Ains, que buen sabe ese piquito. 

-Sí, te buscaba. Eras la única persona de la que acordaba un poco. Todos decían que no tengo novia, que me lo inventaba, pero yo sabía que sí. -la miré con ojitos soñadores y nostálgicos de enamorado tontín.

-Te quiero, Janice. -A pesar de la Conchi y las otras titis y sus esfuerzos por poseerme. 

La tarde pasa volando. Solo un mes, que increíble. -¿Te duchas conmigo? -Va a ser que no. Tenía que probar. Bueno, ya habrá otras ocasiones, montones de ellas. A la gente buena les pasan cosas buenas, decía mi mamá. Y aquí estamos, los coleguis y yo, renacidos, reduchados, guapitos y alimentados de manera decente, comida calentita y no esa carne cruda y sosa que se te queda entre los dientes. Y zumo de naranja, en vez de sangre y más sangre.

Y sin vaso o taza, lo peor.

Ay madre. Que la Jenice habla y me empiezo a sentir mal. Oh, no. Otra vez. No hay derecho. No es justo. Te ponen la miel de los labios de mi chica en la boca y te la quitan. 

El dios de los zombis es cruel. Caca. 

Seguro que la culpa es del Maikel. Ese tipo es lo peor.

-Oye…Janice… Que me estáaaa entrando haaaanvre. Mentiendes. Estoo no ba. Avisa al dostor eseee. Zeereevroo.

Se mescapó una lágrima. 

-Anda, lárgate, corre, Janice, que te doy ventaja. - menos mal que no soy muy rápido. Me lo pienso observando las grietas de la pintura sucia del techo. Es que nomacuerdo si primero se mueve la pierna izquierda o la derecha. No se. 

Norman

Norman, ese soy yo. No más Nomacuerdo

El mundo no había cambiado, había poco que un niño con su poderoso llanto no pudiera conseguir. Si encima le sumabas que era el primer niño regresado de allí, de la misma muerte, pues eso aumentaba las posibilidades.

Moses sonrió aprobando la oferta del médico. No le importaba lo que hiciera con el resto si eso le mantenía a él lejos de las agujas. Ellos eran los adultos. Aunque por algún motivo no terminaba de fiarse del tal Jenkins. Tenía una cara que daba miedo.

Ya duchadito andaba por ahí, ton la minga al aire, esperando que alguien lavara su disfraz, sin él se sentía raro... Porque era eso, ¿no? La comida empezó a saberle mal. —Pa, estoy malito. No me encuentroooo...— Miro con agobio a los médicos que ahora volvía a no entender y al fijarse en ellos volvió a sentir ese apetito. Aunque más cerca estaba la chica, la que Norman empujaba alejándola de él. Trato de saltar hacia ella que parecía debatirse entre alejarse o no. —¡Moooommmmm!— ¡Cane tiena!—¡Mooommmm! — ¡La comia está en la mesa!

Tras lo que les habían contado, las cosas ya no estaban nada claras. A ver donde estaban la Jenny y los dos zagales, a saber, de lo mismo era toda una odisea volver a reunir la familia. Y el trabajo, a tomar por culo, o sea que ni curro, ni familia, ni hostias putas. 

Disfruto de la ducha, al salir tenía algún kilo menos, y el atasco de las cañerías estaba asegurado. Anda que no llevaban mierda encima, si había algunos trozos de ropa que se les habían quedado pegados a la piel. Y el Moses, aun peor, llevaba tan pegadas algunas partes del maldito disfraz, que hizo falta ver sangre para sacarlas. Así que luego cuando le querían poner unas inyecciones, menuda la que monto. 

Pero allí, algo no iba bien. Pues no les habían traído unos huevos con patatas fritas, cosa rica a mas no poder, y casi le entró una vomitona. Y de repente, ala, ya no entendía nada de lo que aquella gente decía. De hecho, empezó a ver a aquella gente con otros ojos. Corredores, chuletas andantes, se empezó a relamer.

-¡Me cago en la puta! Algo no va bien. No se Moses, me siento raro.- Algo estaba cambiando en Zacharias, Zaspa, estaba regresando, aquel podrido siempre con ganas de carne.

Casi sin darse cuenta, y ya no volvería a tener la oportunidad, se encontró muy a gustito, con la boca llena de sangre y rica carne, carne cruda recién arrancada de un potente mordisco. Y allí tuvo su último instante de consciencia, que aprovecho para decirle algo a su pobre hijo.

-Esto se ha acabado Moses, habrá que recordar buscarte algún bonito disfraz, que ahora vas en pelotas y eso no esta bien ni para un zombi.- Luego ya se olvido de todo, excepto de la rica carne cruda. Y se pego un buen atracón, como el resto, incluyendo el pequeño Moon, al que algún hijo puta había dejado en pelotas.

-Za zaspaaa, zaspan zaspa zon.- Pero donde cojones has dejado el disfraz, Capi. Habrá que ir a por otro.

Y ya se perdió en la sin razón de memoria de pez que era aquel ser llamado Zaspa, feliz en su ignorancia de lo que le rodeaba y pasaba. Sin nociones del exterior, ni del futuro, y para el que su mayor problema consistiría en encontrar una buena peli, o mejor una serie cojonuda, para llenar sus ratos de espera entre una cacería y la siguiente. Siempre cerca de aquel pequeño Capi, al que algún cabrón había robado la ropa.

Algunos zombis eran un simple manojo de instintos: comer, digerir, comer, correr, caca, pis.  Otros eran impotentes ecos de lo que otrora fueron seres humanos, con sus tics, sus manías y frases hechas. Unos pocos, muy pocos, entre los que se encontraba Nathan, eran unos jodidos y adaptables hijos de puta.

El tiburón financiero notó su piel tirante, su garganta reseca y su estómago contraerse asqueado mucho antes que el resto.  Enseguida imaginó qué estaba sucediendo.

—Tsk — se lamentó sonoramente, haciendo que un par de técnicos de laboratorio se girasen momentanamente hacia él.  Sus nuevos planes de futuro habían quedado hechos pedazos, tocaba una nueva y definitiva vuelta a la marginal, primaria, salvaje y sucia no-vida.  Tocaba reinventarse.

—Los brrrotes verdes no han durado y esta crrrrisis no hay estímulo que la detenga.. —hablaba mientras se acercaba a la puerta del laboratorio, cada vez más mareado, cada vez menos Nathan y más...

—Brr! Brr! — abrió la puerta y la cerró tras de sí. Avanzó sigilosamente por el pasillo apagando luces, abriendo en silencio los cubículos donde los supervivientes descansaban, dormían, comían o se tocaban la sardina.  Casi todos mostraban una mezcla entre incredulidad y horror al encontrarse con él y morían con el cráneo partido como un melón maduro.

—¡Brrrr!— dijo mientras se probaba una gorra militar. Aún estaba hambriento, hambriento.  No era como Kareeeeeen, que se comía hasta los andares de la gente, él solo comía cerebros , cerebelos y bulbos raquídeos.

—Comandantrrr— le gustó como sonaba, aunque no tenía muy claro por qué— Misiles. Tanque. Monopolio. Oligopolio... —las palabras empezaban a no tener sentido para el, meros sonidos cuyo significado se le escapaba. Salvo una de ellas..

—¡Brrrrrrrrains!

Tumbado en la cama pensaba en todo lo que iba a hacer a partir de ahora: fumar, follar, fumar, robar el tanque, follar, agenciarme unas cuantas pipas y munición a raudales, fumar, follar, cantar en algún bolo... Todo iba a ser la hostia desde este momento. Tenía pensado entrar en los conciertos montado en el puto tanque y en vez de bailarines, tendría zombis encima de los bafles. La vida me iba a ir de perlas, dado que la vida actual era mejor que mi antiguo barrio. Estaba acostumbrado a la violencia y no tenía secretos para mi. Giré la cabeza y miré a la chati del Norman, que juraría ya me la había apretado en algún retrete de algún garito. Tendría que charlar de nuevo con ella, cuando estuviera a solas, y la dejaría cantar con mi micrófono.

El estómago me dio un aviso, luego otro y otro más. Pensaba que me iba a ir de varetas, pero no, no era eso. Algo estaba pasando en mi interior, volvía a sentir ese hambre voraz por comerme algún choche.. digo... carne humana. ¡No podía ser! Me incorporé y vi a los demás pálidos y con cara de estreñíos. ¿Volveríamos a ser zombis, con todos los planes de futuro que tenía? No había podido fumarme un trócolo de hierba y eso me jodía cantidad. Ni tan siquiera había podido echar un polvo o hacerme una paja. ¡Odiaba esta vida!

-"¡Me cago en la puta, no me jodas!" Dije mezclando el idioma zombi con el humano, el zombglish.

Los músculos se me fueron entumeciendo, la reseca garganta gemía más que hablaba, los pies se arrastraban en vez de andar y los ojos se volvían vidriosos. Solo veía comida, rica carne por todos lados. Así que solo podía hacer una cosa: correr y mordisquear a todo bicho viviente que hubiera en este lugar. ¡Que se jodan! Eso por no tener algo de hierba para darme...

Si había un dios de los zombies era cruel, aunque tal vez aquellos malditos podridos habían mordido hasta el mismísimo dios. Tal vez esa fuera la razón de todo, tal vez por eso ni siquiera la esperanza perduraría en ese mundo apocalíptico. Comenzaron a sentirse mal, la comida les sabía a ceniza, pasada, quemada, sencillamente incomible, mientras las apetencias por la carne menos hecha les golpeaban con fría intensidad. Carne, humanos, y allí estaban, eran los únicos zombies y no contaban con un ataque desde dentro.

Algo había cambiado. Se estaban transformando, pero pensar era menos difícil, más natural. Ordenar los pensamientos, saber lo que debían hacer, que estaba bien y que mal, y matar estaba mal, menos si era para comer. Los humanos se habían convertido en su ganado, pero no todos. Nomacuerdo intentó avisar a Janice que se fuera, que le daba ventaja, que corriera, que con su velocidad que pasaba de 0 a 100 en 3 semanas seguro que podría escapar, pero Mooom y Snoop querían su carne. Janice lo miró a los ojos y vio su lágrima, a ella se le escapó otra, dio un paso hacia atrás. La boca le tembló, mezclando una sonrisa que quería ocultar su llanto y entonces avanzó y se abrazó, bajando el cuello, resignándose a su suerte. Alcanzó a escuchar

- Otra vez no, nunca me separaré de ti.... nunca más.

Norman gruñó algo que Janice no pudo entender y la mordió. Un mordisco superficial con el que prácticamente le arañó la piel, poco más que una abrasión con un par de gotas de sangre. La chica se estremeció y cuando Mooom y Snoop llegaron a ella Norman gruñó, algo amenazador, algo que nunca había hecho en vida. Era suya, y Mooom y Snoop lo entendieron. Había más peces en aquel mar, peces que cayeron bajo sus fauces sin que pudieran hacer mucho más que gritar. Eran científicos, no habían estado en peligro en todo ese mes, y ellos tenían experiencia sobrada en cazar corredores, no tenían ni una oportunidad, más con sus nuevas habilidades cognitivas, que les servían para pensar mejor e incluso para moverse con mayor destreza.

Algo más había cambiado. Los efectos de la mordedura de Norman fue casi inmediato y Janice lo miró con una sonrisa dulce

- ¿Te acuerdas?. Noooooorm..... juuuuuuntos.

Un par de soldados llegaron a ver que eran esos gritos y abrieron la puerta. Ese error condenó a la humanidad. Si hubieran volado la habitación, si hubieran sido capaces de contenerlos, pero no, armados con una pistola entraron esperando encontrar a un niño levantando la falda a las enfermeras, un cantante intentando violar a una doctora, o un ejecutivo intentando hacerse con la provisión de barbitúricos para tener el monopolio y poder venderlos al mejor postor. Se equivocaban, y al entrar fueron superados rápidamente en número, incorporándose a la fila de los muertos.

Una hora, lo que habían construido en un mes fue destruido en una hora. La luz se había apagado en el mundo, pero donde se apaga una bombilla siempre se puede encender una cerilla. Eran inteligentes, mucho para ser zombies, y eso les hacía ser una especie de híbridos entre humanos y zombies, aprovechando cada uno de ellos su nueva condición a su manera.

Nathan se buscó una pequeña isla con sol y arena blanca para convertirse en el gobernador. Desde allí podía controlar el comercio de la única cosa que valía la pena, Brains. Dejaron de comer humanos, eran escasos, ¿y si los acababan que?. No, lo mejor era meterlos en granjas, que criaran, y cuando estaban maduros, se podía uno comer los Brains. Los zombies pobres comían animales, algunos no comían y entraban en un letargo, pero los ricos, los que tenían lo que había que tener como Nathan, comían los mejores Brains, cultivados en institutos y universidades, porque nada sabía mejor que un cerebro desbordante de inteligencia.

Snoop se dedicó a lo suyo, el espectáculo. No había tele, no había cine, ni siquiera libros, así que los cantantes empezaron a ser muy cotizados. Las ventajas de ser un cantante reconocido eran las misas que antes, pero había inconvenientes. Como cuando se lió con una stripper casi intacta, donde perdió una de las partes más preciadas de su anatomía. Estar podrido tenía sus inconvenientes, pero nunca le faltó de fumar, para nada, y es que la maría se cuidaba casi sola y no necesitaba mantenimiento. Era lo bueno de estar muerto, no podías morirte de sobredosis, a las gruppies les ponía que les mordiera el cerebro..... La dolce vitta.

En cuando a Zaspa y Mooom hicieron todo lo que haría un hombre sabio, buscar a su mujer, como fuera, y la encontraron donde menos se esperaban, en un bingo. Su mujer siempre había estado en contra de los juegos de azar, de los gastos superfluos, y allí estaba, sentada a una mesa mirando una pantalla, esperando que salieran unos números que no saldrían jamás. En cuanto entraron la mujer se levantó, dispuesta a otra bronca, pero Zaspa no lo permitió, le afeo que estuviera allí y hubiera dejado a los niños, que no le hubiera buscado. La mujer intentó protestar, buscando excusas, intentando aferrarse a lo que era antes, una máquina de causar miedo y obtener obediencia, pero no podía, pensar era demasiado difícil, y se rindió, pidió perdón, dijo que todo era su culpa. Había cambiado la marea. Zaspa y Mooom eran los reyes de la familia, y su madre y los hermanos mayores les seguían.

Y Norman? Norman había buscado desde el primer día a su novia y la había encontrado. No necesitaba nada más y ella parecía tenerlo todo. Caminaron, hacia el amanecer de forma constante. No se cansaban, no notaban el dolor. Recorrerían el mundo juntos, porque teniéndose el uno al otro lo tenían todo.

- FIN -