Partida Rol por web

El enemigo seguía siendo la araña gigante. Ometar colocó un nuevo virote en la ballesta y disparó contra ella.

No conseguía matarla, pero sí detener su avance.

Wrugger aguanta con paciencia a que la araña se ponga a tiro y cuando lo hace suelta un hachazo, aunque la dura piel del monstruo lo repele con facilidad. 

Sin embargo, confiada, la araña se retira hacia las presas aparentemente más fáciles de los dos humanos enredados, descuidando un flanco por el que el guerrero aprovecha para hundir el hacha

Harald se esforzó otra vez en liberarse de la dichosa tela de arañas, que parecía más unos filamentos provenidos del suelo que impedían moverse a quien los atrapaba, siendo pegajosos y duros a la vez aunque por fuera no dieran esa impresión. Movió su cuerpo todo lo que pudo para zafarse de tan horrenda muerte.

Las arañas que habían brotado se abalanzaron sobre Wrugger y Ometar, rodeándolos y protegiendo a su madre que chillaba de dolor ante el potente golpe del primero, que había logrado arrancarle un pedazo del caparazón que protegía su carne interior.

Los picotazos y mordiscos de las arañas cayeron sobre los guerreros con inesperada violencia y velocidad. Los primeros ataques lograron ser esquivados o detenidos, pero enseguida su número volvió a aumentar, llegando ahora a diez las arañas que los rodeaban.

Mientras tanto Harald había conseguido romper su prisión de tela de araña, y se encontraba en una buena posición para asestar un nuevo golpe a la araña madre, mientras las pequeñas lanzaban sus ataques. Harald desenvainó su espada mientras recuperaba el aliento, y se hizo con la posición y la fuerza que necesitaba para tratar de atravesar a la araña por el hueco que había abierto su compañero.

En el mismo momento que la espada iba a impactar, esta desapareció; y lo mismo hicieron las arañas pequeñas. Sin embargo el dolor de las heridas causadas a Wrugger y Ometar permaneció. El suelo también se volvió de nuevo terroso y las raíces que se ocultaban bajo las telas de araña se mostraban ahora en todo su esplendor...

- ¡¡ Suficiente !! - 

- ¡¡ Suficiente !! - 

Una voz femenina y potente atravesó aquella zona del bosque, y a su paso la espesura de los árboles desapareció, mostrando de nuevo el cielo tal y como era el día anterior. A la vez que volvía el entorno real, aparecían multitud de arqueros, que con sus flechas cargadas os apuntaban a cada uno de vosotros. A sus lados otros hombres de orejas puntiagudas y facciones afiladas sostenían una especie de esferas y dejaban de recitar unas letanías que al parecer provocaban que se iluminaran. Entre arqueros y esa especie de hechiceros, varios guerreros observaban con sus espadas dobles envainadas.

- Decir lo que habéis venido a decir - La mujer caminaba hacia vosotros con una capa roja que le cubría el pelo, y dejaba ver un hermoso rostro. 

Pudisteis ver como Grimwald permanecía en el suelo inconsciente, y también visteis como nadie parecía hacer nada por él. Su pecho se movía, por lo que claramente respiraba... pero quien sabe cuanto aguantaría.

La elfa se detuvo y levantó su mano haciendo un gesto en el aire, provocando que los arqueros destensaran sus cuerdas. 

Cuando Ometar pensaba que todo había acabado y que sucumbirían ante el número de enemigos, todo desapareció.

Pestañeó un par de veces. Las arañas no estaban, pero el dolor permanecía. Dificultosamente se puso en pie. Ciertamente no había sido una calurosa bienvenida.

Se calló lo que pensaba de los elfos por lo que les habían hecho y se acercó a Grimwald para ver su estado.

- Podríais primero atender a mi compañero, hemos venido en son de paz y no pretendíamos causar ningún daño. - En su voz había cierto reproche. - Tenemos una carta para vosotros de nuestro rey. Nuestra misión es entregarla y regresar con vuestra respuesta.

Enseñó las palmas de las manos abiertas.

- Está en ese zurrón*, en ese bolsillo. Puedo sacarla yo o podéis cogerla vosotros, no hay trampa ni engaño.

Centró su atención en su compañero, observando sus heridas y si podía hacer algo para aliviarle y que volviera en si.

En cuanto te moviste para acercarte a Grimwald los arqueros volvieron a tensar sus arcos. 

- Tu amigo será atendido cuando yo lo diga - Dijo de forma autoritaria la mujer; momento en el cual se acercó a Ometar y le pidió la carta. 

Abrió el sobre y la leyó detenidamente. Los arqueros no destensaron sus armas hasta que la elfa dio la orden. Fue entonces cuando pronunció una palabra, un susurro y el papel comenzó a arder durante un segundo y desapareció entre cenizas negras.

Dos de los elfos que no portaban armas sino esferas se acercaron a Grimwald entonces y comenzaron a recitar algunas palabras.

- Vuestro compañero estará bien. - Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el interior del bosque. - Seguidme, hablemos y volveréis con la respuesta que habéis venido a buscar, sea cual sea. -

Preocupado por sus compañeros heridos, Wrugger escuchó en silencio la conversación y esperó a que la elfa leyera la carta.

- Así que esto son elfos - pensó mirando a todos con atención y descaro - parecen muy poderosos. Es verdad que son legión pero podrían haber acabado con nosotros sin piedad. De hecho han jugado con nosotros.

Sorprendido por la reacción de la dama élfica haciendo arder la nota.

- ¡Es la palabra de un rey y merece un respeto!... - Arrepentido bajó la cabeza, envainó su espada y siguió a los elfos.

La elfa se detuvo al escuchar las palabras de Wrugger. Lo miró y se acercó a él hasta que estuvo prácticamente a un palmo de su rostro. Puso su mano en el mentón del guerrero y levantó su rostro.

- Tu rey debe estar orgulloso, sus hombres han entregado el mensaje y además lo defiendes incluso sin estar presente - 

Sonrío y se dio la vuelta para seguir caminando.

- En la misiva, tu rey solicitaba la destrucción de la carta una vez leída. Ahora deliberaremos durante tres días y podréis volver con una respuesta. - 

Seguisteis caminando, hasta que llegado un punto del bosque la elfa se detuvo. Descansar antes de recorrer el último tramo a nuestro hogar, será duro. La noche ya era cerrada, y el claro en el que os encontrabais mostraba un cielo despejado y estrellado. Casi por arte de magia, el agotamiento y el estrés de aquel día os invadió y caísteis dormidos.

Despertasteis en aquel mismo claro. Sorprendentemente os notabais con unas energías excepcionales, recuperados de vuestras heridas e incluso Grimwald se encontraba mucho mejor. La elfa no estaba con vosotros; pero en su lugar un esbelto y fino elfo os miraba sonriendo.

- Buenos días, hemos de continuar... vuestro rey estará ansioso por escuchar las noticias - 

Extrañados no tardasteis en descubrir por palabras del mismo elfo que habíais pasado tres días en Nu i' giliath, la ciudad de los elfos. Tirel Qualar, regente de la ciudad, junto con sus consejeros habían decidido que prestarían su apoyo al rey de Gorgol.

- Yo soy el emisario que comunicará la decisión, y el contacto entre los dos pueblos - Dijo el elfo ayudándoos a levantaros.

El camino de vuelta fue tranquilo, no hubo bandidos, ni arañas. Tan solo el suave paseo en un soleado día. De vez en cuando, como destellos o flashes, venían a vuestra mente imágenes de una ciudad hermosa, una complicada red de casas sobre los árboles, un insondable abismo lejano y una isla suspendida por una extraña magia. Poco a poco esos flashes fueron desapareciendo, y para cuando llegasteis a Misrash apenas podías recordar nimios detalles. 

Aún así, en sueños, muy de vez en cuando todavía recordabais que una vez estuvisteis en aquellas hermosas tierras, comiendo manjares, disfrutando de la bebida y de la compañía y de aquella maravillosa ciudad. 

¿Sería real, o sería tan solo parte de los recuerdos alterados de los elfos?

Wrugger recibió las felicitaciones de su empleador. Había respaldado las recomendaciones ante el rey con sus actos.

Aún así estaba frustrado. No conseguía recordar apenas nada de los elfos y tampoco el que los acompañó de vuelta le contó nada más allá de lo que había escuchado antes.

Durante tres semanas estuvo medio borracho, que es cuando le venían con más facilidad los flashes a la memoria pero no consiguió nada más que meterse en peleas por su mal humor...

Harald pudo salir de la tela de arañas para poder seguir luchando junto a sus compañeros, y librar así a Grimwald del enredo y salvar su vida. Tomó unos segundos de aire fresco antes de seguir con el combate, que debido a la cercanía de su enemigo tuvo que optar por utilizar su espada corta, su ataque iba a la zona más vulnerable y crítica del monstruo, pero la araña madre desapareció en aquel momento igual que sus crías, como si de un espejismo se tratara.

El suelo dejaba mostrar otra vez la hierba del bosque desapareciendo aquellas telas de arañas... Después escuchó una voz femenina que presentaba una profundidad y mando en su voz que nunca antes había experimentado. El sol otra vez salía viéndose en toda su plenitud el bosque, y por tanto a la mujer y otros compañeros suyos que estaban posicionados con arcos. También había hechiceros que sostenían esferas en sus manos, y guerreros que blandían espadas, se veían sus facciones, con sus orejas puntiagudas, ¡eran elfos!, Harald dijo en voz alta: - ¡MELLON!, tirando la espada al suelo y levantando las manos, con una sonrisa en la comisura de sus labios, aunque vio que Grimwald seguía tumbado como si el hechizo aquel hubiera sido tan real que hubiera dañado su cuerpo. 

Aquella mujer con su capa roja que imponía por su voz y su forma de andar, igual por su belleza ultraterrena dejó embobado a Harald, a la vez que avanzaba como si hubiera hecho caso a la palabra de amistad que hubo pronunciado Harald, y los arqueros destensaron sus cuerdas al movimiento de la mano de la mujer. 

Todo lo que aconteció después igual que los pasos que dio Harald para adentrarse en el bosque quedaron en un vago recuerdo, de imágenes inconexas, pero que sentía en su pecho como si hubiera tenido una experiencia inolvidable. Después anduvo con sus compañeros y un emisario, ¡los elfos habían accedido a ayudar al Rey!, ¡habían cumplido su misión!, Harald no se lo creía parecía que estaba en un sueño, pues allí donde muchos otros habían fracasado ellos habían triunfado, solo veía la gloria y el poder que traerían al reino y todo a causa de ellos.

Harald que era analfabeto y había tenido una vida dura y con ausencia de los lujos del siglo tenía ahora una oportunidad única de rehacer su vida. De contar a sus hijos que ellos fueron los héroes que dieron el mensaje a los elfos, los que vencieron a los bandidos, y a los hechizos de los elfos, todo había sido muy difícil pero habían salido victoriosos.

Pero cuando llegaron al Castillo la presencia del elfo emisario acaparó toda la atención de la gente y del Rey, en vanos recuerdos quedaron sus compañeros y él, todos hablaban de los elfos pero nadie de aquellos héroes que se habían enfrentado al bosque para hacer llegar el mensaje. La gloria quedó otra vez eclipsada por la vida dura del siglo y el enclaustramiento de las clases sociales, volviendo a su vida cotidiana sin ademán de que fueron una vez ellos los que consiguieron la paz y ayuda de los elfos.