Partida Rol por web

El clérigo de Gilean avanza con cautela hacia el bandido de la maza y se sitúa junto a él con el bastón preparado para intervenir si intenta escapar o atacar a Lowen.

Glinthalas apresta una nueva flecha de su cada vez más vacío carcaj y dispara al último ballestero. La fecha se hunde en su carne hasta las plumas y éste deja caer su arma con un grito de dolor. Está vivo todavía, pero no le quedan fuerzas para seguir luchando y tampoco conseguirá llegar muy lejos si intenta huir y decidís perseguirle.

La pareja de guardias goblins que custodiaban a los prisioneros se alejan a la carrera, abandonando su puesto y perdiéndose entre la espesura. Lluvia Estelar va tras ellos pero se detiene al llegar junto al cuerpo destrozado de Ethani. Dos jabalinas han hecho diana en ella y su pequeño rostro ha sido aplastado con tanta saña que sus facciones apenas son reconocibles.

Lowenherz avanza hacia el bandido de la maza, que ya se enfrenta cuerpo a cuerpo con Kylian. Al verle acercarse, el rufián intenta escapar a la carrera pero Lowen le propina tal golpe en la cabeza con el pomo de su espada que le destroza el cráneo. El infeliz sin vida, muerto antes incluso de quedar tendido en el suelo.

—¡Nos rendimos! —grita aterrorizado el ballestero desarmado por Briand en su nombre y en el de su malherido compañero, mientras se arrodilla y pone las manos por detrás de la cabeza, en actitud derrotada—. Nos rendimos, pero no nos matéis, por el amor de los dioses. Haremos lo que queráis, pero dejadnos vivir.

Me apresuro en recorrer los últimos metros que me separan de Ethani, aunque su aspecto no permite albergar demasiadas esperanzas. Me temo que no sé tanto sobre la restauración de la carne y los huesos como para devolverle la vitalidad perdida.

Encomendándome a los espíritus de mis ancestros, les pido que me ayuden a traer a la valiente kender de su viaje por el Río de los Muertos, o la acompañen al menos en su travesía para que no se extravíe y llegue rápida y segura a su destino. Cualquiera que este sea.

A continuación, me ocuparé de desatar a los prisioneros y comprobar si alguno de ellos está herido y necesita mi atención. Eso es mucho más importante que andar persiguiendo a goblins por sanguinarios que estos sean. Creo que a mi pequeña amiga no le gustaría que diese más importancia a la venganza que a atender a aquellos que necesitan de mis cuidados.

- Sus armas sobre el suelo. Y bien lejos. - Fue su rápida orden en respuesta, manteniendo de cerca las tres puntas de su ronca. - Kylian, Lluvia, atiendan a los malheridos. - Indicó por el otro lado, lo cuál incluía a los enemigos caídos que aún contuvieran algo de su vida... Y a la pobre Ethani, aparentemente. Sería mejor que ella junto a Lowen y Glinthalas se mantuvieran en guardia y alertas hasta que pudieran meter a todos los prisioneros en su propia celda móvil, cosa de no ofrecerles ninguna oportunidad para intentar nada.

Un rehén de mayor importancia era el infame caballero. Trataría de echarle un ojo y si llegaba a notar que estaba al borde de la muerte, consideraría usar el poder de su cinturón para al menos estabilizarlo.

Luego se redirigió hacia los rendidos. - Andando. Hacia la carreta. Colaboren y garantizaremos sus vidas. - Los llevaría, sin dejar de apuntarlos. Hasta que no estuvieran reos y los anteriores, libres, no se relajaría de más.

En cuanto a los últimos, se acercaría a liberarlos si no lo había logrado la kender ya. - ¿Están todos? ¿Saben si hay más compañías con rehenes? - Les pregunto mientras con preocupación, más en su labor que en sus personas.

Al fin, pienso aliviado cuando los últimos dos ballesteros deciden rendirse. Briand no tarda en apresarlos y dirigirlos hacia la carreta que aún mantenía presos a unas pocas personas, seguramente gente de Belleria. Ironías del destino ahora serían ellos los que ocupasen aquella carreta como presos.

Sigo a Briand y a los dos ballesteros desde atrás, dejando algo más de un metro entre ellos y yo. En cuanto llegásemos a la carreta comprobaría el estado de su cerradura, por si la kender había conseguido forzarla antes de caer herida por el ataque de los goblins. En caso negativo, me dirigiría a nuestros prisioneros.

—La llave de la carreta, ¿quién la tiene? —diría con tono severo.

En cuanto la tuviéramos liberaríamos a los prisioneros, cachearíamos a los dos ballesteros y una vez que les quitásemos todas sus posesiones serían ellos los quienes estarían encerrados. Ya tendríamos tiempo de interrogarlos una vez que nos ocupásemos de las necesidades de los prisioneros.

Al parecer no habría mas sangre hoy. Escuchó las órdenes de su señora y se aprestó a sacar su botiquín de madera para atender a los heridos.

- Si señora de le Besco. Procederé a atender a los heridos.

Con su ojo entrenado hizo una primera valoración superficial de los enfermos, para descartar los que ya estaban fuera de peligro y los que ya no se podía hacer nada por ellos.

Tras valorarlos empezó a lavar sus heridas con agua y aplicar las vendas y los aceites. una tintura de tomillo y cataplasmas de romero y salvia. Aunque lo que realmente le intrigaba era saber la verdad de aquella gente. Cuando llegó al cuerpo del clérigo de zeboím se aseguró que estaba muerto, antes de retirar su símbolo sagrado para añadirlo a su colección. Sería imprescindible para su trabajo sobre el regreso de los dioses tras la guerra de los espíritus. Una lástima que no hubiera sobrevivido para poder interrogar también al seguidor de Zeboím.

Pero sabía muy bien que no era el más indicado para llevar el interrogatorio. No tenía la autoridad, la experiencia, la capacidad ni las ganas de llevarlos a cabo. Sin embargo, cuando terminara de atenderlos, anotaría cada fragmento de información sobre ese grupo de caballeros, goblins, soldados y sacerdotes que asaltaron Belleria.

Lluvia intenta estabilizar con su magia a la destrozada kender antes de verificar que Ethani se encuentra más allá de toda salvación posible. Aflijida, comienza a liberar a los cautivos de sus ataduras con la ayuda de su daga. Son cinco: un matrimonio con una niña pequeña, un mercader que acudió a hacer negocios a la feria y Aedyan Falmon, el clérigo de Shinare. No hay ningún kender entre ellos.

Para cuando Briand y Lowen escoltan a sus dos prisioneros hasta la carreta, ésta ya ha sido desocupada. El vehículo no cuenta con ningún tipo de jaula, pero los bandidos no tardan en ser despojados de sus pertenencias, atados y tendidos sin contemplaciones sobre la zona destinada para la carga. El que resultó herido por el disparo de Glinthalas pierde el conocimiento.

Mientras el pícaro elfo desvalija a los vencidos, Kylian examina los cuerpos tratando de cerciorarse de si están vivos o muertos. El caballero negro todavía vive a pesar de sus heridas y el clérigo consigue estabilizarle; al igual que uno de los ballesteros. El otro parece muerto y también el clérigo de Zeboim. Sin embargo, cuando intenta arrebatarle su amuleto, Kylian se lleva la misma desgradable sorpresa que la última vez que intentó saquear a otro adorador de la irascible diosa. En esta ocasión, sí logra despojarle de su símbolo sagrado, pero no antes de recibir el correspondiente castigo divino por su sacrilegio.

Ninguno de vosotros repara en que el lloroso goblin derrotado por Lluvia Estelar se ha escabullido durante el combate, llevándose consigo la mula de Glin con todas sus pertenencias; incluido el botín que habíais conseguido recuperar de la cueva de las arañas.

—¡Que Shinere os bendiga! Os debemos la vida. Nos habéis salvado de esos sádicos asesinos y os estaremos agradecidos para siempre. No hemos visto a más prisioneros como nosotros, pero hemos oído que hay más. Nos llevaban a todos a un campamento mayor que tienen al este, para trabajar como esclavos en unas minas de las que no nos han dado detalles.

»Al parecer nosotros éramos los últimos. Los rezagados del ataque de Belleria. Nos cogieron cuando vimos que las fuerzas enemigas se retiraban y ya pensábamos que el peligro había pasado. ¡Qué ingenuos y confiados fuimos! Pero vosotros venís de allí, ¿no es cierto? Sí, yo os recuerdo a algunos. Dedidnos, qué ha ocurrido con nuestro pueblo. ¿Hay supervivientes? ¿El templo sigue todavía en pie?

- Sí, parte del pueblo ha sobrevivido, y del templo también. Más adelante veremos cómo saldar esa deuda. De momento... - Observando el botín recuperado del carro, junto con el equipo confiscado de sus ahora prisioneros, que seguramente podrían usar para reponer sus propios daños. - ...Si ustedes sólo representan los últimos, es de suponer que nuestra misión aún no ha concluido. No obstante, resultaría demasiado inconveniente continuar nuestro viaje arrastrando prisioneros ¿Se considera lo suficientemente competente como para regresar estos bienes a Belleria, siervo de Shinare? - Le preguntó al clérigo, mirándole firmemente a los ojos, a ver si tenía el aplomo y no se le caía la mirada ante la idea. Podría ser de utilidad, pero de ninguna utilidad sería si permitía amotinarse fácilmente a los reos o ni siquiera sabía el camino de regreso.

- Una de nuestras mulas contiene el resto del cargamento recuperado. En cuanto a esto... - Terminó indicando, esperando que el dueño decidiese entre prestar su burro o traspasar la carga hacia el carro. Su atención se redirigió hacia el armamento embargado, en especial el del caballero, como era de esperar no eran piezas de herrería ordinarias. - Tal vez se vería en manos más justas, bajo las suyas, Lowenherz. - Le sugirió al guerrero, quien necesitaba de un nuevo arco y seguro podía hacer mejor uso de aquella espada y escudo de manera más provechosa que ella.

El silvanesti negó con la cabeza, apenado, al ver cómo Lluvia era incapaz de reanimar el cuerpo muerto de la kender. Le caía bien, pero no tenía sentido común y eso, en situaciones como la que estaban viviendo ese día, tiene un duro coste.

No obstante, Glinthalas tardó poco en emplearse a fondo en registrar y revisar todos los bienes saqueables, resultado de aquella pequeña batalla. Al llegar a las armas del caballero negro miró con cierto pesar el arco. Era un arma demasiado pesada, preparada para alguien mucho más musculoso que él, así que acabó descartando la idea de requisarlo para sí.

El pícaro del grupo prosiguió hasta que se dio por satisfecho con todo lo reunido y fue a incorporarlo a su mula, su fiel y testaruda Yonyo... para darse cuenta que ésta no estaba.

─¿¡Pero qué demonios!? Chicos, maldito sea el goblin traicionero y ambicioso que lo ha hecho, pero ese cabrón de culo verde se ha llevado a Yonyo. ¡Si corremos todavía podemos atraparle!

No había tiempo que perder y por la premura y postura que ponía, el elfo estaba a punto de emprender la carrera, si era necesario él solo.

Aquel goblin iba a morir por su desmedida ambición. Aprovechar ese descuido del grupo le iba a salir muy caro. Siempre y cuando, eso sí, le atraparan antes de llegar al campamento general. Si llegaban ahí las cosas cambiarían considerablemente.

─Por cierto, me quedan muy pocas flechas, si no vas a utilizarlas todas, cogería media docena más, Lowen. Tengo dos carcajs llenos en Yonyo... con los que contaba, pero que ahora se han ido de la mano de ese goblin ladrón, mil dioses le maldigan. Espero que Yonyo le patee el culo o le muerda a la mínima posibilidad. ─añadió relajándose un poco, pero sólo un poco, viendo que el resto del grupo tardaba en reaccionar. Unos minutos más no iban a cambiar demasiado las cosas, ¿no?

Por suerte, los prisioneros de los asaltantes parecían estar intactos. Aunque no había ni rastro del escudero de sir Brannthor ni del prometido de la pobre Ethani, que había caído cuando trataba de rescatarlos. Otra víctima más por culpa de la ambición de estos malnacidos, pienso conteniéndome de no darles una buena paliza a los asaltantes que acabábamos de apresar.

Trato de entretener mi mente revisando el equipo obtenido en el asalto. Como era de esperar el equipamiento del caballero eran de una manufactura excelente, de lo mejor que se puede conseguir. Pruebo su escudo, que aunque más pesado que el mío es bastante más resistente.

—Me lo quedo —digo—, quizás con él pueda defender mejor a esta gente y expiar los pecados de su antiguo dueño. La espada y la armadura servirán bien para defender Belleria, ellos las necesitan más que yo.

Me siento tentado también de coger el arco dejado por el caballero para reponer el que perdí, pero mis experiencias previas con ese tipo de arma me hace pensar que seguramente esté mejor en manos más diestras y espero a ver si alguien más lo reclama.

Mientras tanto escucho la historia que nos cuenta el clérigo de Shinere. Al parecer su destino era un campamento al este, transportados para ser mano de obra en sus minas. Pero antes de que pueda hacerle más preguntas Glinthalas nos informa apresurado, uno de los goblins supervivientes nos había robado una mula. Y justamente la mula que transportaba los tesoros recuperados de Belleria.

—Sí, será mejor no permitir que el goblin se aleje demasiado. El futuro de Belleria depende en gran medida de lo que recuperamos en la cueva. Yo no puedo seguir tu ritmo, así que me quedaré con esta gente, pero que te acompañe alguien más. Y toma, coge todas estas flechas —le respondo a Glin pasándole rápidamente las flechas que llevaba encima el caballero—. No os retraséis.

Ethani está muerta. Resulta tan difícil de creer... No la conocíamos más que desde hace unas pocas horas y aun así me siento profundamente afligida. Ha sido ella pero podríamos haber sido cualquiera de nosotros.

La muerte tiene mucho de natural y de hermoso cuando le llega a aquellos que han disfrutado de una vida plena y dichosa, pero es muy triste cuando se lleva a alguien lleno de ilusiones y experiencias por vivir, como en este caso. La alegre kender se nos ha ido sin saber qué ha ocurrido con su prometido y ahora siento que le debo el rescatarle y contarle lo que ha ocurrido con Ethani.

Estoy furiosa con los bandidos, con los goblins y conmigo misma por no haber conseguido llegar a tiempo para salvar a nuestra pequeña guía. Sin ella, encontrar el campamento principal de los saqueadores resultará más difícil y seguir la pista de Yonyo, casi imposible.

—La noche se nos echa encima y ninguno somos grandes rastreadores. El ladrón nos lleva ventaja y ve mejor que la mayoría de nosotros en la oscuridad. Él viaja en mula y nosotros a pie tras una fatigosa jornada de caminatas y desencuentros.... Aunque entiendo lo que debes sentir, perseguir al goblin en estas condiciones no parece una buena idea. No porque él sea un peligro, sino porque podemos tropezar accidentalmente con alguna verdadera amenaza persiguiéndolo a ciegas y sin saber dónde ha ido.

»Yo no quiero nada que me recuerde a estos asesinos, pero tú puedes quedarte con lo que quieras para comprar una nueva mula y volver a adquirir lo que fuera que llevara en sus alforjas, Glin —le sugiero a mi indignado compañero—. Quizá tengas suerte y deje libre a Yonyo una vez que se encuentre a salvo en su campamento base. ¿Alguno sabe cómo llegar hasta allí?

Kylian se limpió las manos, y observó el cadáver de la Kender desde lejos. Elevó una sencilla oración. Aún no habían interrogado a nadie y podían tener la información de donde se encontraba el campamento base. Se acercó a su señora y explicó con cierto aire de condescendencia las posibilidades.

- En primer lugar, perseguir al goblin es la única forma que veo de volver a ver la mula con vida. La azotará para llegar cuanto antes a su campamento y cuando caiga derrotada por el abuso la matará para comérsela y seguir a pie. Lo que nos deja con el goblin volviendo al campamento base y avisando de nuestro ataque.

Dijo con aire displicente observando a los prisioneros. Se acercó al clérigo de Shinare y saludó con una inclinación de cabeza.

- La diosa de la fortuna os sonríe hoy. Con suerte tendréis fuerzas suficientes para volver al pueblo y florecer de nuevo a pesar del temporal Aedyan. Ahora debemos valorar como afrontar la última prueba. Os agradeceríamos que antes de partir dierais oficio y sepultura por la muerte de uno de los miembros del grupo que murió por liberaros, se llamaba Ethani.

Se acercó de nuevo a Briand y con un cabeceo siguió analizando la situación.

- Si dejamos que se escape los del campamento principal estarán sobre aviso, pero trazará un rastro fácil de seguir en su huida desesperada, al menos mientras no llueva. Recordar que había un dragón entre sus filas, y me aventuro a predecir que ninguno de nosotros tiene oportunidad alguna de abatir a tan terrible enemigo. Con lo que nos deja con varios caminos a tomar.

Dijo enumerando las opciones y consultando los escritos hasta entonces.

- Perseguir el goblin a pesar del cansancio y las heridas, el rastro es fresco y por el momento está solo. Rastrear su huida hasta el campamento principal. Y una vez allí tratar de robar las pertenencias saqueadas de Belleria y liberar a los prisioneros, o directamente asaltarlos por la noche rezando para que el dragón no esté con ellos.

Haciendo gala de su actitud realista y su falta de tacto asintió ante su propio discurso, a la espera que Briand decidiera el curso de acción a tomar.

Viendo que el guerrero había dejado de lado la gran espada, decidió tomarla ella misma. Era una pieza bastante peculiar, con una longitud extrema y difícil de maniobrar a una mano, mas bastante ligera como para un mandoble. Enganchó su vaina en su cinto junto a su otra espada más corta.

Un par de malas noticias no tardaron en llegar. Al parecer, la kender había sido víctima de sus propios descuidos, y las cargas que tanto había mencionado, arrebatadas. Tal parece que no tendrían tiempo para darle luto a su muerte, que siendo sincera, era algo que esperaba bastante. Razón por la cuál había evitado acercarse.

- Parte de Belleria estaba con esa mula, y es nuestro deber recuperarlas. No debe haber podido ir demasiado lejos. Adelántense, yo los alcanzaré tan pronto la situación aquí esté asegurada. - Los animó a ir, ella no era tan ligera como los demás con su armamento actual y además sería poco prudente dejar la caravana sola, al menos hasta que pudiese asegurarse de que el clérigo pudiese llevar todo bajo control. - Es sólo un goblin, algunos de ellos acabaron en el nido de una araña. No tenemos garantía de que se dirija al campamento. - Le advirtió a Kylian, si bien era lo lógico y un humano lo haría, los trasgos parecían ser seres más caóticos y menos inteligentes. Sin nadie a su mando quizás se fuese a cualquier escondrijo encontrase.

La trágica muerte de Ethani y el rapto de Yonyo son lo único que empaña vuestra victoria, pero nadie dijo que llegar hasta aquí fuera a ser sencillo. Y habéis logrado grandes cosas desde que dejasteis el castillo esta mañana.

Habéis liberado a Belleria de los rezagados que habían ocupado el templo de Shinare.

Habéis seguido el rastro de los goblins hasta la cueva de las arañas y acabado con la horrible plaga del lugar, recuperando el botín que los asaltantes de la feria allí.

Habéis rastreado al caballero oscuro y a sus tropas hasta este claro y habéis logrado derrotarlos a todos ellos, a pesar de vuestra inferioridad numérica, rescatando a aquellos que tenían prisioneros y que ahora os consideran auténticos héroes. El clérigo de Shinare reconoce el cinturón que lleva Briand como propio, pero insiste en que os lo quedéis como pago por haberles salvado.

La familia de campasinos se deshace en agradecimientos y os asegura que jamás os faltará comida y cama cuando regreséis a Belleria. Su hija pequeña se prodiga en cariñosos abrazos y hace dibujos sobre vuestra heroica victoria con un tizón recuperado del fuego de campamento.

Solo los dioses saben qué otras aventuras os aguardan en vuestro camino, qué peligros os acechan y qué recompensas hallaréis. Con la esperanza de un mañana mejor, os separáis. Lluvia Estelar y Lowen, enterrando a los muertos y custodiando a vuestros prisioneros; Briand y Kylian, conducidos por Glinthalas, en pos del goblin fugitivo.