La Señora de la Torre de Wayreth se enjuga una solitaria lágrima de manera discreta antes de añadir con tono desapasionado:
—Es cierto, Flechas de Muerte, queda mucho por hacer y nosotros tampoco hemos permanecido ociosos mientras llevabais a cabo vuestra gesta memorable.
»Como os prometimos, hemos estado tratando de rastrear los artefactos que se citaban en la correspondencia de los caballeros de Neraka, pero hacen faltan falta augurios poderosos para ello. Por eso hemos hecho llamar a uno de los mejores, a nuestro hermano en la magia Ailas, para que os ayude —añade, señalando al demacrado elfo silvanesti—. Él será los ojos y los oídos del Cónclave allí donde vayáis y también la expresión de nuestra voluntad. Si deseáis llevarlo con vosotros, claro está.
»Después del enorme servicio que habéis prestado, estoy convencida de que Solinari se mostrará propicio y verá con mejores ojos vuestra búsqueda de las reliquias de Takhisis. Y ya habéis descubierto que Ailas es un activo extraordinario. Uno sin el que, posiblemente, ninguno de vosotros estaría aquí ahora mismo.
»Y también he hecho llamar a uno de los más afamados maestros arquitectos de Kayolin. Un ingeniero sin cuyas armas de asedio hubiera sido imposible la fundación del Imperio: maese Ulfgar Eisbart. Es posible que hayáis oído hablar de él y esperamos poder contar con su presencia muy pronto.
»Pero, hasta entonces, os habéis ganado un merecido descanso. Podéis regresar a vuestro castillo o quedaros aquí si lo preferís —vuelve su atención hacia Kylian—. Os haremos llegar los componentes que habéis pedido de inmediato.
—Ailaserenth Sëlanar, augur, profeta de las estrellas —me apresuro a presentarme con una formal reverencia—. A vuestro servicio. Permitidme que os diga que para mí es un auténtico honor colaborar con los Héroes de la Desesperación. El eco de vuestro logro en el pantano de Nordmaar sin duda se propaga por todo Ansalon y pronto lo hará también vuestra hazaña en el Pico de Malys. Eso no hace falta ser vidente para saberlo.
Me sonrojo por lo desacertado de mi broma.
—Lamento profundamente vuestras pérdidas —añado, sin dirigirme a ninguno en particular—. Haré lo que esté en mi mano para ayudaros.
Todo silvanesti sabe lo que es perder el hogar y los seres queridos, no una sino dos veces en el transcurso de una vida. Primero a manos de la Pesadilla de Lorac y después con la invasión de los minotauros que siguió a la caída del Escudo. Al menos a nosotros nos queda la esperanza de reconquistar nuestra patria de nuevo algún día, a estos kenders en cambio no les queda ni siquiera eso.
Klunurig observó a aquel elfo con bastante curiosidad. Los druanti-asesinos querían que se uniese a ellos, y ciertamente el vendaval-de-muerte necesitaba renovar a sus miembros, pues la mujer-chamán parecía incapaz de moverse, y el guerrero-greñudo había muerto abrasado por el gusano-rojo.
- ¡Humph! Yo soy Klunurig Tzé, druanti del Gran Pantano. Bienvenido al vendaval-de-muerte, elfo-alado-de-las-estrellas.
El concepto no le terminaba de quedar muy claro al bakali, pero en todo caso había visto a aquel guerrero descender del cielo y enfrentarse al gusano-rojo de fuego cuando el vendaval-de-muerte perdía el valor y se retiraba.
Respecto a los hombrecillos, no dijo gran cosa. Si Enrielle-flechamuerte quería guardarlos en la pústula, él no tenía problema. No parecían aptos para el vendaval-de-muerte, pero seguro que no comían demasiado.
Enrielle se mordió el labio. El alma se le estaba haciendo añicos de escuchar a la kender. Justo lo que necesitaba ahora, con Lluvia catatónica, el horrible recuerdo de la muerte de Drey y lo cerca que estuvo su propio final. Intentó sacudirse la depresión centrándose en los magos. La Señora de Wayreth había cumplido su palabra y movido hilos mientras ellos se jugaban el cuello en el infierno. Bien, era más de lo que había esperado, así que asintió satisfecha.
—Os lo agradezco profundamente, Coryn. Lamento que en algún momento haya podido desconfiar, pero ahora estoy convencida de que unidos podremos hacer frente a la terrible amenaza. — se giró hacia el elfo, que se acababa de presentar, y le devolvió el saludo con un breve asentimiento de cabeza — Gracias por tus palabras, Ailaserenth Sëlanar. Yo soy Flechas de Muerte, de la Legión de Acero. Aceptamos y agradecemos tu ayuda, y aunque no te conozca aún, estoy segura de que tus habilidades son extraordinarias, pues según tengo entendido fuiste tú quien distrajo al dragón a riesgo de tu propia vida, permitiéndonos conservar la nuestra. También te doy las gracias por ello y exponerte a tan peligrosa situación.
Tras eso, fue asintiendo todos los avances que Coryn iba relatando, hasta que concluyó.
— Gracias de nuevo por la hospitalidad, pero me gustaría regresar a nuestro castillo y ver de nuevo la luz del sol... — si bien no sabía siquiera qué momento del día era. — Klunurig, hermano del pantano, ayúdame a llevar a Lluvia hasta su cama. Vamos, Bugambilia y... tú. Os daremos de comer algo más que un trozo de pan duro. — aunque no sabía si les quedarían viandas. Era Lluvia quien llevaba el control de todo y cocinaba. Y pilotar el castillo, también. Desde luego, iban a notar su ausencia enormemente. A unas malas, pensaba, tenían las insípidas raciones de la bolsa mágica. — Cuando descansemos un poco volveremos, magos de Wayreth, y seguiremos hablando acerca de los artefactos y decidiremos cuál será el siguiente paso. — se despidió y se dispuso a cargar con Lluvia Estelar, confiando en la ayuda del enano musgoso.
- Y yo soy Kylian Brickstone... - Dijo sin mucho convencimiento. - Heraldo de la Neutralidad, Campeón del Zigurat, Azote de los No-Muertos, el de las formas cambiantes, pero sobre todo, soy un siervo de Gilean y soy el guía de la Senda de la Neutralidad. - Sonrió. - O lo que queda de él. - Ladeó la cabeza. - Y también soy sacerdote y bibliotecario. - Asintió.
Se dispuso entonces a recoger los componentes que requiera para el ritual. Cuando todo estuviera listo, tardaría unos diez minutos para contactar con lo divino y entonces podría realizar una pregunta.
- Voy a necesitar cierta intimidad. - Dijo entonces, dispuesto a desfilar hacia la biblioteca de la fortaleza. En ningún sitio mejor que en aquel podría llevar a cabo el ritual que podía facilitarle alguna pista sobre como recuperar a Lluvia Estelar. - Luego nos vemos... - Y sin mas, se puso en camino.
Ya en el interior de la biblioteca y bajo la tenue luz de una linterna de aceite, Kylian comenzó a prepararlo todo de forma minuciosa. Lo primero que hizo fue cerrar las puertas, asegurándose de que tenía la suficiencia intimidad.
Acto seguido agarró un incensario lo bañó con el bálsamo de mirra y acto seguido cogió un cono de incienso y lo colocó en el centro del incensario. Alrededor del mismo, sitúo el oro a modo de ofrenda.
Encendió el incienso y enseguida empezó a mandar un dulce aroma a lavanda. Mientras la goblin estaba concentrado en sus oraciones, el incienso empezó a impregnar su aroma por toda la estancia, creando un clima adecuado para conectar con el plano divino donde Gilean residía.
- ¡Oh Gilean, en tu inmensa sabiduría! - Alzó la voz extendiendo los brazos en horizontal, como si de una balanza se tratase. - ¡Una decris agentes ha caído en una extraña catatónia! ¡Es el nexo que une a nuestro grupo! ¡La necesitamos! Dime, oh Gilean, ¿cómo puedo hacer que regrese?
Pero nada sucedió y Kylian no recibió respuesta alguna.
- ¿Ha fallado? - Chasqueó la lengua contrariado. - ¡Maldita sea! Tendré que intentarlo mañana...
Motivo: Adivinación
Tirada: 1d100
Dificultad: 78-
Resultado: 80 (Fracaso) [80]
8 Reorxmont 433 AC
Han pasado seis días desde que Kylian trató de entrar en comunión por primera vez con su dios para averiguar el modo de sanar a Lluvia Estelar sin éxito. Desde entonces, sus sucesivos esfuerzos por obtener una respuesta han resultado igualmente infructuosos.
En este tiempo, el estado físico de la mística que-shu se ha ido deteriorando a toda velocidad a pesar de que tanto Klunurig como Kylian han probado en ella todo lo que se les ha ocurrido y de la dedicación de Enrielle por mantenerla hidratada y aseada.
Incapaz de soportar la visión de su mamá marchitándose, Jilhazhí lleva días suplicando la intervención del maestro Theodore hasta que uno tras otro habéis ido perdiendo toda esperanza en cualquier solución alternativa. Al menos por el momento. Es por eso que esta mañana os habéis dado cita en la primera planta del torreón noreste de vuestra fortaleza voladora. No solo vosotros estáis presentes, sino también la pareja de kenders, Ailas el silvanesti y los tres magos del Cónclave.
El dormitorio más septentrional es el mayor de los tres que tiene esta planta y aun así es pequeño para daros cabida a todos en estos momentos de luto. Pequeño y caluroso a pesar de que la chimenea no está encendida. Es el dormitorio de Lluvia Estelar y ella yace allí en su lecho de pieles, con la expresión beatífica de quien está profundamente dormido. Una cama demasiado grande para una sola persona, pensáis algunos.
A la derecha de la cama hay un cofre reforzado con bandas de hierro y en su interior están amontonadas algunas de las pertenencias de la mística que-shu. Jilhazhí lo custodia día y noche con celo dragonil, aunque no descartáis que tarde o temprano acabará dejando que os acerquéis a ellas cuando finalmente asuma que su mamá no va a volver para reclamarlas.
A la izquierda, en una sencilla mesita de noche circular, una alegre llamita naranja titila dentro de una linterna de ojo de buey. Es la linterna que Lluvia Estelar encargó a los magos del Cónclave que encantaran para detectar la presencia de muertos vivientes. El anciano Túnica Negra os ha dicho que mientras la llama no se vuelva verde, será una buena señal.
Pero vuestras miradas no se fijan en el resplandor anaranjado, sino en vuestra compañera inerte.
Sobre su pecho descansa el sencillo broche de plata con runas que ella misma regaló a su amado. Viste sus sencillas ropas de viaje, aunque estas ahora están zurcidas, limpias y planchadas; como nuevas. Y, por encima de ellas, el camisote de mallas hobgoblin que Lowenherz adaptó para su figura. Los dedos rotos de su mano derecha ya no se cierran ahora sobre la temible Dragonlance, sino su vieja lanza corta; y el pesado escudo de acero ha sido despojado de su cubierta de cuero blanco pintado para revelar la imagen esmaltada en oro que había debajo: el martín pescador coronado y con las alas desplegadas que sujeta entre sus garras una espada y una rosa. Sobre sus hombros, el llamativo chal étnico adornado con plumas de pavo real y el cuello hecho de piel de zorro gris, completa su atuendo dándole a su figura una apariencia de heroína salvaje y eterna.
El Maestro Theodore alza sus temblorosas manos sobre el cuerpo inmóvil y éstas comienzan a irradiar un sobrenatural resplandor dorado. Un resplandor que, a medida que el anciano recita las palabras de su hechizo, va creciendo en intensidad hasta que se vuelve tan doloroso que os obliga a cerrar los ojos. Y, aun entonces, continuáis sintiendo el fulgor a través de vuestros párpados cerrados.
Solo cuando el nigromante guarda silencio, os atrevéis a abrir los ojos de nuevo. Al hacerlo, descubrís con asombro que el cuerpo de Lluvia Estelar está ahora conservado en un grueso sarcófago de ámbar. Un ataúd transparente destinado a preservarla como la veis ahora, para siempre.
Tirada oculta
Motivo: Días
Tirada: 1d8
Resultado: 6 [6]
Rabia era lo que Kylian sentía. No contra Gilean, pese a que podría parecerlo. ¿Por qué no estaba funcionando el conjuro de adivinación que estaba tratando de llevar a cabo? ¿Le había abandonado su dios patrón? No lo creía, sin duda la neutralidad tenía algo que ver en todo aquello. Un plan que él no podía comprender.
Fruto de sus frustraciones, tuvo que reconstruir una de las estanterías de su biblioteca, la cual sufrió su ira y fue goleada con su bastón. De no ser un bastón de buena calidad, posiblemente lo habría partido por la mitad.
Durante aquellos días en los que una y otra vez, sus esfuerzos por descubrir el mal que afectaba a Lluvia y como sacarla de su trance, sólo el ordenar una y otra vez los libros de su biblioteca, le reconfortó de cierta manera.
Pese a que su apariencia era la de siempre, un gnomo feo de orejas y nariz enormes, estaba realmente sucio. No se había lavado desde que regresaron a la fortaleza una vez casi perecieron contra el dragón. Eso era algo que ahora no le importaba, pues si única preocupación era la bárbara del grupo. El olor que desprendía aquel clérigo era cuanto menos, desagradable.
Fuera como fuera, su vida de huraño debía acabarse. Estaba ya casi convencido de que él no podía hacer nada por su amiga y sin la interdicción de Gilean, mucho menos. El ritual que depositó el cuerpo de su amiga en un sarcófago de ámbar, fue la confirmación.
- Lo siento... - Le dijo a modo de despedida con una lágrima en los ojos. - Lo siento de verdad... - Repitió.
Y dicho aquello, se dio media vuelta y salió de la estancia. Necesitaba estar solo. Al menos eso era lo que él pensaba en esos momentos.
Las esperanzas de Enrielle se habían ido diluyendo conforme los días pasaron y los poderes de Gilean, a través de las neutrales manos de Kylian, se evidenciaron insuficientes para traer de vuelta a Lluvia Estelar. La muchacha había hecho torpes intentos de acercarse a Kylian, pero la rabia y el deseo de estar a solas del clérigo hicieron que mantuviese cierta distancia. Kylian podía ser muchas cosas, pero había vivido muchas cosas ya con él y por mucho que detestara sus desvaríos había demostrado estar ahí. En aquel momento el clérigo el único amigo que quedaba de aquellos con los que comenzara el viaje. Thorwyn, Lowen, el propio Kylian -durante un breve periodo de tiempo-, Nudillos, y ahora Lluvia. Todos ellos, muertos.
También tenía a Klunurig, por supuesto. Sus consejos y reflexiones acerca de regresar al pantano y demás le daban cierto consuelo, pero a fin de cuentas era un enano que se consideraba bakali no debía estar muy centrado, y en sus conversaciones tan pronto parecía escucharle con toda su atención como de repente le daba por pegarle un pegote de barro en la frente, regañándola porque andaba desnuda de pantano, o bien se alejaba gruñendo para cuidar de sus macetas sin ningún interés en sus preocupaciones humanas.
Pensando en todo eso, Enrielle miraba fijamente el sarcófago ámbar de brazos cruzados, con la nariz y los ojos enrojecidos, sorbiendo los mocos de vez en cuando. Siguió con la mirada a Kylian cuando éste salió de la habitación. Puso una mano cariñosa sobre el pequeño dragón latonado.
—La esperanza es lo último que se pierde, Jilhazí. Algún día encontraremos la forma de ayudarla, ya lo verás. Lo importante es seguir juntos. Aún nos tenemos a nosotros. Tu mamá lo decía, ¿recuerdas? Juntos podemos conseguir cualquier cosa. — le dijo dándole un pequeño apretón con la mano.
Volvió a mirar la puerta por la que Kylian había salido y entonces salió corriendo en pos de él, que ya estaba llegando a las escaleras. Lo detuvo agarrándole con cierta violencia por los hombros y le dio un abrazo. El hedor a goblin sucio, que le recordaba al del pescado podrido, le resultó sumamente repugnante, pero aún así mantuvo el abrazo unos momentos antes de soltarlo bruscamente para encerrarse lo que quedaba de tarde en su propia alcoba.
Kylian se vio sorprendido por el abrazo de Enrielle. Ella precisamente, quien tanto había desconfiado de él en los pantanos, cuando estaban investigando la implicación del alférez Abrena en todo aquel escabroso asunto, era ahora la persona que más se había acercado a él desde que su buen Valev muriera precisamente en ese mismo pantano, entre las fauces de los reptiles que allí moraban.
Kylian respondió al abrazo. Hasta alguien tan centrado como él en el objetivo final de toda aquel largo viaje, necesitaba de vez en cuando algún tipo de gesto afectivo. Al fin y al cabo, él no era de piedra tampoco, aunque a veces pudiera aparentarlo.
Fue a decir algo, pero fue tarde. Aquel inesperado abrazo finalizado de forma tan repentina como había comenzado. No obstante, no pudo hacer más que sonreír. Parte de la rabia que sentía por la marcha de Lluvia Estelar desapareció.
- No será lo mismo sin ella, pero intentaremos hacer que funcione. - Se dijo a si mismo. - Mientras estemos unidos, equilibrio se mantendrá. - Asintió con la cabeza. - Llegaremos al final. Lo haremos por Lluvia, por Glinthalas, por Lowen, por Enrielle, por Drey e incluso por Briand... Lo prometo.