Enrielle sintió que se desvanecía de nuevo. Hubiera palidecido más aún si su rostro no fuera ya mortalmente pálido, pero las profundas ojeras parecieron acentuarse.
—¿M-morí? — le preguntó aturdida, pero en realidad ya sabía la respuesta. La sabía desde antes de que Kylian se lo dijera. Todo lo que había visto era cierto. Había muerto.
Se miró las manos. Eran tan reales como todo lo demás. Levantó la mirada lentamente.
—Y me has traído de vuelta... — su voz fue apenas un susurro.
Se sentía confusa, aturdida y aterrada. Kylian había intercedido para traerla de vuelta, porque por algún motivo debía permanecer en el mundo de los vivos. La sola idea le hacía explotar su cabeza.
Por fin consiguió icorporarse y respondió estrechando el cuerpo de su amiga goblin con fuerza. Tenía muchas preguntas, pero ahora no podía casi ni hablar. Necesitaba poner en orden sus pensamientos y, sobre todo, sentir el calor de sus amigos.
—Me has traído de vuelta. — repitió llorando sobre el hombro de su amiga.
Al cabo de un rato se separó, asintiendo mientras se sorbía los mocos y se secaba las lágrimas con la manga. Estaba sucia de barro.
—Llévame con los demás. — le pidió bajándose de la cama y dándole la mano. Se sentía extraña y agarrotada en su viejo cuerpo, con el pensamiento de que era como una prisión de músculos y huesos.
- Dame la mano. - Le dijo satisfecha. - Se alegrarán de verte.
Dicho aquello, la mano todavía fría de Enrielle y la garra goblin se unieron para franquear el marco de la puerta. Los que no habían creído en ella, se sorprenderían al ver a Flechas de Muerte caminando entre los vivos y tendrían que comerse sus palabras. No obstante, le daba bastante igual lo que pensara el resto, lo que más le preocupaba era saber si Enrielle realmente quería estar allí o no.
- Tenemos una charla pendiente, pero no será ahora... - Se dijo.
Por mi ya podemos poner fin a este hilo.