Partida Rol por web

3 Phoenix 435 AC

Consciente de que tu actual repertorio de conjuros preparados no termina de satisfacer tus necesidades presentes, dedicas buena parte de la noche a preparar uno nuevo y a descansar.

Lunitari no brilla en el cielo y Nuitari, aunque no puedes verla, sabes que se encuentra también en fase de luna nueva. Únicamente Solinari ilumina la oscuridad, pero lleva días en fase decreciente y pronto estará en cuarto menguante.

Para cuando terminas de estudiar, el sol ya comienza a asomar por la línea del horizonte. Sin embargo, lejos de recuperarte, cada vez te sientes más débil.

A pesar de mi creciente debilidad, o tal vez debido a ello, me tomo mi tiempo para preparar los conjuros para la nueva jornada. Es muy probable que no llegue a tener la oportunidad de usar la mayoría de ellos, pero en realidad solo unos pocos revisten una importancia capital dada la situación.

Solo dispongo de una oportunidad para contactar con Enrielle, así que decido actuar con sangre fría. Si tratase de contactar con mi compañera al amanecer, podría descubrir con disgusto que ella ha madrugado más que yo y me encontraría obligado a tener que elegir entre la indefensión total durante toda la jornada o resignarme a renunciar a su ayuda.

Así pues, periódicamente renuevo mis protecciones para tratar de resistir los efectos más perniciosos de la enfermedad. Esto resulta agotador y no estoy del todo seguro de que beneficioso, pero no pienso dejarme morir sin intentar al menos defenderme. Incluso aunque eso provoque en una ocasión que pierda el conocimiento durante más de una hora y tenga que tranquilizar a la huerfanita que vive conmigo.

También me esmero por explicarle a la niña humana que voy a usar mi magia para contactar con una amiga. Y que, cuando lo haga, caeré en un sueño profundo del que no debo ser despertado. Únicamente debe despertarme en caso de que exista una amenaza grave para nuestra integridad física, pero en ningún otro caso. Se lo repito machaconamente a lo largo de todo el día pero ni siquiera así estoy seguro de que lo haya entendido.

La indefensión es posiblemente la más importante razón por la que rara vez hago uso de este poderoso conjuro. Otra no menos significativa es que no permite al soñador interactuar conmigo una vez que entre en su sueño. Desgraciadamente, no tengo aquí un espejo lo suficientemente grande y valioso como para probar otras formas de comunicación.

Intento resistir consciente hasta pasada la medianoche, cuando sospecho que Flechas de Muerte y todos los demás estarán profundamente dormidos o cerca de estarlo. Mi esperanza actuando así es minimizar el tiempo que yo esté en letargo esperando contactar con ella.

Cuando finalmente irrumpo a través de los brumosos sueños de Enrielle, lo hago a lomos de una versión onírica de Shilara y vestido de un blanco tan radiante y resplandeciente como Solinari.

—Escucha bien mi mensaje, Flechas de Muerte, pues desapareceré en cuanto te lo haya trasladado. Sabe que por medio de mi magia he entrado en tus sueños y que no por ello debes ignorar mis palabras creyéndolas fruto de tu mente. Si así lo hicieras, me estarías abandonando a mi suerte en esta hora de gran peligro personal.

»Fui en busca del sanador del que me hablaste y un mendigo me indicó en qué chabola de los suburbios al sureste de Daron podía hallarlo. El supuesto curandero resultó no ser más que un mestizo dedicado al oficio de la veterinaria, o al menos afirmó que sus talentos sanadores se circunscribían únicamente a la atención de animales enfermos o heridos, no de personas.

»Visité después el orfanato que estuvo regido por una difunta sacerdotisa llamada Dolauria. Según el veterinario, la Hija Venerable de Mishakal murió hace pocas semanas y sospecho que su muerte no fue casual, sino la primera y decisiva para poder expandir la Peste Escarlata de Morgion por la ciudad. Sin embargo, a mi llegada, descubrí un horror inenarrable entre sus muros. Huérfanos y trabajadores habían sido confinados para sucumbir más tarde y sin remedio a la enfermedad o la inanición. Debéis prenderle fuego y arrasarlo hasta sus cimientos. Yo me llevé conmigo a la única superviviente que encontré, incapaz de abandonarla allí a una muerte segura y horrible.

»Por temor a que estuviera infectada y propagara la enfermedad, la saqué de Daron y nos instalamos a menos de una milla de la muralla norte. Ella no parece presentar síntomas todavía, pero yo he comenzado a experimentarlos. Si ha sido ella quien me ha contagiado, o el mendigo, o el veterinario, o cualquier otro, lo desconozco por completo.

»No descanses hasta encontrar mi refugio. Yo no me moveré de allí para no propagar la epidemia ni a nuestros amigos en la torre, ni a las gentes de Palanthas. No sé cuánto más podré aguantar y si Kyliana no puede sanarme a tiempo, nadie lo hará.