Partida Rol por web

Todo aquel asunto había transcurrido despacio y deprisa a la vez. Biornthalar había aceptado con naturalidad esperar a que sus compañeros recuperasen sus cualidades. Él mismo, aunque se hubiese podido sintonizar con relativa rapidez con las fuerzas arcanas del Corazón de la Magia, no poseía suficientes conocimientos para crear uno de los portales que Ailaserenth sí que había logrado construir. La magia, que habitaba en él por voluntad propia, no le había conferido dones suficientes. Quizá lo haría más adelante, pero habría que esperar para aquello.

Afortunadamente, parecía que Ailaserenth había podido desencadenar la secuencia de conjuros adecuada, y ahora disponían de un cuadro que les llevaría de vuelta a la torre del Paso de Palanthas, o la torre del Vendaval, como ellos la llamaban. Biornthalar echaba de menos a Andunië, y también apreciaba la oportunidad de retornar a un lugar relativamente seguro a recobrar sus fuerzas y preparar el asalto definitivo a la fortaleza de los morgionitas.

- Coincido con vosotros en la idoneidad de retornar a nuestro refugio. - dijo con suavidad - Sin duda es preferible que el hallazgo de este lugar sea compartido, antes de que caiga en el olvido, o en las manos equivocadas. - asintió a Ailaserenth - Y, naturalmente, que recuperéis vuestra salud y capacidad al máximo es necesario para la dura misión que se avecina. - le dijo a Kyliana.

Hizo una breve pausa, antes de mirar de nuevo a Ailaserenth.

- Cuando acudáis a visitar al Cónclave, me gustaría viajar con vos.

Era hora de confrontar su destino, fuera cual fuera este.

Resultaba llamativa la intensa variación en los patrones de los acontecimientos en torno al Vendaval  de Muerte: de buscar una localización ascender una escalera imposible, de averiguar la localización a colarse en el Bastión de la Magia,  de aspirar  a unas  reliquias a aspirar a acceder al Corazón de la Magia,  de abrirlo a luchar  a muerte en él y deshacerse del  demonio atrapado en su interior para, a continuación quedar atrapado en el Corazón…

Si  el Vendaval de  Muerte recorría un camino,  éste era sin duda el más tortuoso y caótico imaginable,  y sus paradas en  el camino y su destino los más  inesperados. Sólo el Dios  Supremo podía ser su diseñador, o eso creía Flynnean.

El  monje esperó, como  Enrielle, que la aparición del constructo marcara el inicio de una nueva batalla, pero contra tod pronóstico aquello no fue así. Los arcanistas del grupo, según parecía, se habían convertido en sus amos.

-Mis respetos a los nuevos señores del Bastión de la Magia. Por mi parte, quisiera volver ante los guardianes de las reliquias de Majere, para finalizar el asunto que me  había traído hasta aquí y que me ha convertido en vuestro compañero de aventuras. Si alguno de ustedes tiene a bien ayudarme a completar la tarea que me impuso mi Orden, tendrá mi eterno agradecimiento, pero no puedo ni quiero obligarles a nada. Consideraré cualquier posible deuda pagada en el momento en que pueda afrontar mi destino, y lo afrontaré en solitario si es menester, como comencé mi búsqueda. Sin ustedes jamás podría haber subido aquellas escaleras. Ha sido un privilegio acompañarles en su camino…

El  monje, normalmente mucho más parco en  palabras, había reflexionado cómo comunicar su deseo de enfrentarse a su destino, algo que muchos no aceptarían de buen grado. Unas pocas palabras o alguna de sus frases lapidarias simplemente no eran suficientes en este caso.

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—No te obligaré a venir con nosotros a nuestro hogar si no deseas hacerlo, siervo de Matheri, ni te dejaré en el Bastión en mi ausencia. Si tu voluntad es regresar al Camino del Tiempo, yo te llevaré allí y me reencontraré con el resto en la torre del Paso de Palanthas —a continuación, dirigiéndome a los demás, añado—: Biornthalar os ayudará a cruzar este nuevo portal hasta allí.

»Esa espada sagrada que empuñas, Enrielle, ha hecho mucho bien en tus manos y todavía podría hacer mucho más en el futuro para combatir a las fuerzas de la oscuridad. Sin embargo, es igualmente cierto que en manos de su legítima dueña sirve también a nuestros propósitos al impedir que los intrusos lleguen al Bastión a través del Camino del Tiempo. No nos pertenece, pero fuiste tú quien desarmaste a la hija de la luz de luna y por tanto la decisión de qué hacer con ella es tuya. Yo la devolveré en tu nombre si decides renunciar a ella y no te juzgaré con severidad si optas por quedártela.

- Los Guardianes seguirán donde los dejamos cuando en unas jornadas estén todos los asuntos resueltos, maese Flynnean. - Intervino Kyliana. -Yo recuperada, el Cónclave en sobreviso del descubrimiento... - Suspiró. - En fin, no creo que sea necesario que vayáis solo a enfrentar a una muerte tan probable. - Hizo una breve pausa mirando con determinación al monje. - ¿No enseñan en su monasterio que la paciencia es una virtud? - Dejó caer. - La Senda, nos ha puesto en tu camino, somos parte del mismo. Aprende a caminar a nuestro lado y obtendrás el objeto por el que viajaste tan lejos. - Esbozó una sonrisa. - Mientras todo sucede, eres bienvenido a nuestro hogar en Torre Palanthas. Allí podrás descansar, comer y meditar. ¿Qué me dices?

Enrielle no sentía cansancio, sólo hambre, así que no se sentó. Tampoco hizo nada, realmente. Sólo quedó allí, de pie, antinaturalmente quieta, observando con paciencia. Observando cómo Ailaserenth trabajaba, cómo Kyliana oraba, cómo los demás se acomodaban como podían, ojerosos pero con corazones fuertes, deliciosos y palpitantes...

La voz de Ailaserenth fue la que la sacó de sus fantasías caníbales, pero no reaccionó de inmediato. Desenvainó la espada y la sostuvo frente a ella, tomándose su tiempo para observarla detenidamente. 

—Lo cierto es que no la desarmé yo, al menos voluntariamente. Simplemente se le escapó intentando ensartarme con ella, y tú te arriesgaste a recogerla... —respondió pensativa, pasando un dedo enguantado por el metal brillante—Si no lo hubieras hecho, yo no podría haberla usado para matar a esos buitres, lo que fácilmente hubiera sido nuestro final. Un final que podría llegar definitivamente si nos enfrentásemos a los demonios del Abismo sin ella... —giró la espada y la envainó con un chasquido. Después posó la mano sobre el pomo— Estoy segura de que esta espada fue forjada con un propósito muy claro, y en mis manos es justo lo que va a hacer. Que los ángeles se busquen otra, o que la reclamen de vuelta cuando la oscuridad esté destruida... o yo lo esté.

Sus ojos se deslizaron hacia Flynnean. En cierto modo estaban en deuda con él, por mucho que dijera, ¿no? Enrielle chasqueó la lengua. En otro tiempo hubiera dado más valor a la ayuda de Flynnean, pero ahora todo lo veía teñido de un oscuro pragmatismo.

—Haz caso a Kyliana. Siempre hay tiempo para volver y morir.

- Es la Senda Enrielle. - Intervino Kyliana cuando Enrielle explicó aquellos aparentes acontecimientos casuales y sin conexión preconcebida. - Todo lo que has narrado querida, es lo que debía suceder y esa espada ahora es tuya por derecho propio. - Se acercó a su cadavérica amiga. - Es eso lo que quiere... - Asintió con una leve sonrisa. 

Biornthalar también asintió a las palabras de Enrielle, secundando a Kyliana.

- No debemos juzgar los hechos, pues no hay mal ni bien en ellos. - dijo suavemente - La plaga de Morgion amenaza con destruir el mundo en su belleza y complejidad, y nosotros hemos hecho nuestra la tarea de erradicarla. Cada arma, cada reliquia, sirven en nuestras manos a un propósito. Los guardianes del Bastión frente al Camino del Tiempo sin duda podrán proteger la entrada sin esa espada.

Biornthalar asumía con naturalidad los acontecimientos, del mismo modo que había aprendido a aceptar la arcana oscuridad que habitaba en su interior. No podía hacerse el bien sin causar dolor, ni había mal que no viniese aparejado de alguna bondad. Todo confluía en un mismo lugar. Y ellos, el Vendaval de Muerte, eran como un viento que equilibra el frío y el calor. Parte de un ciclo que jamás terminaba, que entremezclaba la vida con la muerte, el bien con el mal.

Enrielle miró la sonrisa de Kyliana y ladeó la cabeza, sopesando sus palabras.

—¿Sabes? Llevo años escuchándote hablar de La Senda y siempre he pensado que eran idioteces. — se miró las manos carentes de pulso —Pero dos veces he muerto y dos veces me has hecho volver. Es difícil no creer después de eso.— levantó la mirada vacía hacia los ojos de Kyliana. Vacía salvo por el hambre.— La Senda es la voluntad de Chemosh, ¿verdad?

Al intervenir Biornthalar, se giró lentamente hacia él. De todos sus compañeros, el elfo rollizo, aunque pequeño, era el más suculento.

—Yo solía juzgar el mal, e intentar hacer el bien. He matado a muchos que consideré malvados, pero también a inocentes que estaban en el lugar equivocado.—Curvó los labios en un atisbo de sonrisa amarga, con la mirada hambrienta.— Supongo que también tenéis parte de razón, maese Biornthalar.

Kyliana, como ferviente devota de Chemosh, respondería con cuidado y reverencia para no contradecir sus creencias, pero también para enmarcar la Senda como algo profundamente significativo.

- No, la Senda no es la voluntad de Chemosh. Es el destino, el flujo inmutable que gobierna todas las cosas. Chemosh, en Su sabiduría infinita, puede interpretarla y guiarnos dentro de sus confines, pero la Senda no es Su creación. - Kyliana trataba de explicarle a Enrielle lo que había entendido sobre la Senda, después de tantos años persiguiéndola. - Más bien, Él nos muestra cómo movernos en armonía con ella, para que podamos cumplir con nuestro propósito en el gran esquema del universo. - Sonrió y entonces acarició el cabello de la no muerta, notando como se alteraba y deseaba morderla, pero ella no se inmutó ante eso. - La Senda es el destino, un tejido que trasciende a cualquier dios. Antes de conocer a Chemosh, incluso cuando era fiel de Gielan, ya entendía que la Senda está ahí para todos, indiferente y eterna. Chemosh, en Su magnificencia, puede interpretar sus patrones y guiarnos a través de ellos, pero no la controla. Es un puente entre lo que somos y lo que debemos ser. Eso es la Senda...

─Os agradezco sobremanera vuestra consideración, maestro Ailaserenth, sin vuestra ayuda no podría regresar a por las reliquias de Majere. No obstante, el ofrecimiento de Kyliana para ayudarme a recuperar las reliquias es muy generoso y sería un necio si lo rechazase. ¿Sería posible que vos o el señor Adamiel nos acompañarna en unos días, cuando Kyliana se encuentre en plenitud de facultades? No deseo convertirme en una molestia o una carga... ─dijo humildemente el monje de Majere.

Por lo que a él respectaba todos y cada uno de los miembros del Vendaval de Muerte era tan capaz que su ayuda era impagable. La colaboracíón de uno solo de ellos podía suponer el éxito para una misión imposible. Y el grupo entero... bueno, se había dedicado a tareas imposibles sistemáticamente y muchas veces (aunque no siempre) había salido victorioso.