Partida Rol por web

- No hará falta – dijo Eliza señalando una bolsa de cuero en el suelo que tenía tirantes para colgársela como una mochila o como un bolso y la pistola que descansaba en una funda pegada a su muslo.

Mientras Eliza cubría a Jeremy ayudándole a disimular en el motor de delante, Azotitos se marchó meneando su culo con pasos bien marcados.

El paripé de Eliza y Jeremy parecía bastante innecesario, ya que nadie parecía prestarles atención y que toda la acción estaba en la zona abierta del asentamiento.

Andas entre la gente del asentamiento y los Huesos de Sokolov. Alguno de los Huesos te echa una mirada al culo, pero cuando ven que te faltan tetas pierden el interés. En alguna mirada puedes ver que le apetecería darte una paliza, pero se están conteniendo por algún motivo.

Entras por el edificio en el que Jackson y el líder de los Huesos se metieron. Hay varios pasillos, con diversos pisos cada uno y varias plantas. Sería complicado encontrarlos ahora si no fuera porque no se han ido demasiado lejos y por el tono de su conversación no parece que les importe lo más mínimo que les escuchen.

Un par de hombres de Sokolov están plantados cerca del piso de la planta baja en el que están. Si te no te han visto o directamente pasan de tu culo es difícil de determinar. Lo importante para ti es que te metes en un piso al lado del que están usando para su conversación privada desde el que puedes escuchar retazos de la conversación a través de los agujeros en las paredes.

- La paciencia de Sokolov no es infinita, Jackson. – oyes decir al líder de los Huesos – Ya sabes lo que quiere.

- Sí, lo sé de sobra. Los tendrá pronto. – masculló Jackson con pocas ganas de que le vengan a tocar los cojones.

- Espero que sea pronto de verdad. Nuestra próxima visita no será de cortesía como esta.

- La próxima vez a lo mejor os damos una bienvenida más entretenida. – replicó Jackson acercándose a su interlocutor.

- Veremos entonces quien se divierte más – el sadismo era patente en su voz; aquí todo el mundo buscaba una excusa.

- Lárgate ya antes de que te arranque la cabeza.

Un tenso silencio acabó siendo roto por unos pasos que se alejaron. Conocías el andar de Jackson para ser capaz de determinar que esos pasos no eran los suyos. No iban deprisa, ni lentos; parecían calculados para no mostrar miedo ni para querer provocar más a Jackson.

Así que eso es el primer aviso de Sokolov para que le devuelvan la deuda de favor... ese tipo de cosas no suelen terminar bien. Quizás tendremos que aprovechar nuestra expedición para ir valorando nuevos asentamientos de cara al futuro.

Me siento tentado a aparecer ante Jackson y consolarle un poquito, pero algo en mi instinto me retiene de hacerlo.

Hay que saber exactamente a qué distancia de la luz volar para no quemarse y parece que la luz ya brilla demasiado fuerte hoy.

Lanzo un suspiro y me vuelvo a la limuvana con los demás.

Al cabo de unos veinte minutos mientras Jeremy compartía un cigarrito con Eliza, aquello de fingir después de cinco minutos era mucho trabajo y se merecían una recompensa, vio como los Huesos arrancaban sus motos y se largaban por donde habían venido sin prestar atención a la pareja.

Las piernas de Shatura dejaron de sostenerla. Su cabeza le daba vueltas sin dejar de darle vueltas a la máscara de Eve y de Jeremy. Abrió los ojos para tener frente a ella la máscara de Eve. Reculó para ponerse en pie por el susto. Antes de poder reconocer siquiera que estaba en la limusina de Azotitos miró por la ventanilla tintada viendo pasar delante de ella a los Huesos en sus motos. Con los ojos abiertos como platos y paralizada por el miedo sintió como uno de ellos la miraba directamente a los ojos al pasar delante de su ventanilla. El miedo la atenazaba hasta el punto de no poder articular el grito que amenazaba salir de su garganta.

Diez minutos después apareció Azotitos meneando de nuevo su culo dispuesto a largarse de allí.

Lo bueno de estar despierta era que el pánico absoluto no duraba eternamente, y aunque se pasó un rato largo hiperventilando tras ver a los Huesos  en el mundo real, poco a poco logro recuperar la respiración. Instintivamente se dejó deslizar hacia abajo, como intentando esconderse. Poco a poco fue percatándose de lo que ocurría, aunque se sobresaltó al ver a Eliza con ellos.

—Eh... hola... ¿qué...— miró la mochila de Eliza, la actitud de Jeremy y la caravana atada a sus espaldas antes de tocar la cara de Eve por debajo de la máscara para comprobar si tenía sangre mirándose los dedos. — ¿Dónde vamos? ¿Y qué hacen aquí Los Huesos?

Al ver volver a Azotitos de la zona donde estaban los hombres de Sokolov, Shatura recordó el sueño y el pánico apareció en sus ojos. Controlando la respiración, disimuló el ataque de pánico que parecía que le iba a dar hasta conseguir controlarlo.

Era un sueño, no era real, los sueños no significan nada, nada, era un sueño no va a pasar

— ¡Buenos días princesa! — dijo Jeremy con su sonrisa habitual.

— Calma chicha señorita, te acabas de despertar así que no te preocupes de nada y deja que el Tío Jeremy y el bueno de Azotitos se encargue de todo. Nos íbamos de excursión ¿recuerdas? Nos acompañará Eliza.

Cerró el capó del coche y sacó sus "herramientas" que había estado liando, se las guardó en el bolsillo. Acto seguido dio un par de golpes a la limusina en plan caballo de monta para avisar al conductor que estaban listos.

Los golpecitos en la parte de atrás son la señal, el llavero queda colgando del contacto cuando giro la llave y la radio se prende junto a unas luces azules y violetas que recorren el techo interior trasero del vehículo.

Piso el gas demasiado pronto y cuando suelto el embrague las ruedas levantan una humareda de polvo y un pestazo a neumático fundido se cuela por la ventilación.

No contaba con el peso de la caravana, pero la limovana sale hacia la carretera principal al ritmo de la princesa del pop.

Las habitaciones se sucedieron una tras otra, todas iguales, todas anodinas. Eve corrió desesperada tratando de huir de aquel lugar, de encontrar una salida. Avanzaba por un pasillo interminable para continuar por otro al girar y por otro al atravesar una habitación y de nuevo otra igual.

Las calles se sucedieron una tras otra, todas distintas, todas echas mierda. Conducir en el apocalipsis siempre era divertido. Hacía más de 50 años que nadie mantenía las carreteras, que las grietas habían aparecido, la lluvia se había filtrado en ellas, en invierno la lluvia se convertía en hielo y las plantas crecían entre ellas abriéndolas con la fuerza de sus raíces. Cualquiera pensaría que esas condenadas cosas verdes eran blandas y fáciles de arrancar, pero las raíces tenían la fuerza de un martillo neumático y la tenacidad de cualquier organismo que se emperra en vivir.

La consecuencia era que había socavones y trozos levantados de asfalto por doquier. Cuando conduces una moto son relativamente fáciles de esquivar, sobre todo con una monomoto. Con un coche la cosa se vuelve más interesante y hay muchos que no puedes esquivar, por lo que acabas poniendo en un platillo de la balanza la velocidad y en el otro la integridad de tu coche. Con un vehículo pesado como una limusina, la cosa era mucho más seria. Había muchos tramos que directamente no podías seguir si no querías dejarte el vehículo entero. Ni que hablar de algo tan pesado como una limuvana.

De rodillas en el suelo con las manos alrededor de la cabeza solo quería gritar, solo podía gritar.

Azotitos maldecía al encontrarse con el enésimo callejón en el que tenía que dar la marcha atrás. El grito de Eve le hizo pegar un brinco a él y a Shatura. Eliza y Jeremy los miraron impávidos, se miraron entre sí y comenzaron a descojonarse.

Con tanto ruido era normal que Azotitos no le prestara atención a ese ruidito diferente que hacía el motor del coche. Sería por el esfuerzo extra de llevar la caravana. Jeremy tampoco le oía feliz en su propia nube y si lo oía le importaba lo mismo que el sexo del lagarto rojo de Nuevo México.  

Entonces el silencio. Eve no oía ni su propio grito. ¿Cómo era aquello posible?

Abrió de nuevo los ojos y ante ella, iluminado por los rayos del sol que se filtraban hasta aquel lugar partiendo las tinieblas a su alrededor, el árbol. Quizás el más hermoso que había visto jamás. Sabía que no era un árbol. Era El Árbol. Era único.

Entonces la gravedad alcanzó a Eve en aquel vacío intemporal.

Otro rascacielos, otro edificio de mierda de apartamentos, otra tienda saqueada… La puta Zona Roja parecía lo mismo que el resto de la ciudad. Incluso ese ruido lejano de motos se parecía al mismo puto ruido lejano de motos que se podía oír en cualquier otro lugar de la ciudad. Era exasperante y les obligaba a confiar en que Jeremy supiera leer su mapa para saber dónde estaban, porque con tantas vueltas como habían dado era muy fácil que estuvieran perdidos en cualquier lugar de la Zona Roja.

Cuando el golpe de la caída parecía inminente después de agónicos minutos cayendo sin fin…

Eve despertó con el golpe del coche.

Un ruido como de una pequeña explosión se había oído procedente del motor. Por un momento Azotitos perdió el control de la limuvana. Lo retomó acostumbrado a cabalgar aquella yegua rencorosa que tenía por vehículo, pero no estaba acostumbrado a llevar el peso muerto de la caravana detrás que seguía su propia inercia, lo que le llevó a culear dando otro bandazo.

Todos os agarrasteis a lo que pudisteis, como si aquello fuera a servir de algo. El instinto humano, tan inútil en tantas ocasiones con su ilusión de seguridad.

Al fin al coche se paró, mezcla de la falta de motor y los frenos pisados por Azotitos.

Todos estabais bastante magullados, aunque ninguno parecía herido de gravedad.

Al abrir las puertas y salir a las calles el apocalipsis, ante vosotros una vieja iglesia neogótico semiderruida, pero en un extraño buen estado de conservación general incluso a pesar de que las plantas lo hubieran tomado como su nuevo hogar. Si fuerais como esos capullos que creen en dioses y mierdas varias que no se pueden tocar juraríais que se trataba de una puta señal divina. Pero vosotros no creéis en esas mierdas, ¿o sí?