Partida Rol por web

Los siguientes días de espera se hicieron eternos. La esperanza de lo que se avecinaba hacía que aquello fuera más llevadero de lo que en otro contexto lo habría sido. Vida normal, rutinas normales, vuestros compañeros de barracón a los que sabíais que ibais a dejar de ver dentro de poco.

De pronto volvió a suceder, aquél pequeño enano gritón volvió a aparecer de improviso en los barracones con una lista que empezó a leer en voz alta.  Tres o cuatro enanos nombrados, de momento ninguno de vosotros, a los que iban repartiendo unos cofres, y de pronto sucedió.

- ¡¡¡¡BORZOS, TORIL ALTOROCA, KROGGAR MARTILLOARDIENTE!!!! – alzó la voz fuerte gritando vuestros nombres y se os hizo entrega de unos cofres similares a los del resto.

Los murmullos empezaron a correr por la sala, nadie esperaba que fuerais a ser nombrados tan pronto. No sabían si sorprenderse, felicitaros al igual que al resto o preocuparse.

Tras una incómoda y larga pausa, alguien empezó a golpear su martillo contra el suelo, seguida de un hacha, de dos hachas y al concluir de todo el barracón aclamándoos por el gran esfuerzo que habíais realizado. Era de las pocas veces que enanos que habían entrado tan recientemente a formar parte de las filas de Khâzad Felek alcanzaban ese hito, y eso merecía una ovación especial.

En el interior de los cofres, pudisteis encontrar vuestro nuevo uniforme, os esperaban en el patio de armas para el nombramiento. Podríais lucir los colores de Khâzad Felek, el negro y dorado con orgullo delante de las narices de Ivor Barbabronce.

En el interior del cofre además del uniforme reglamentario correspondiente a tu nuevo cargo pudiste encontrar un par de cosas más.

En primer lugar un par de guantes que parecían estar imbuidos por alguna clase de poder divino o arcano, de una gran calidad. Tenían el rostro de un par de enanos grabados como si la fuerza de dos guerreros te fuera a acompañar en combate a partir de ahora.

Un bastón, un enorme bastón de madera con remaches de plata y oro para que te ayudara en combate.

Una bolsa con 10.000 piezas de oro, bastante cuidada, de cuero y con unas cuerdas debidamente ornamentadas.

A todo lo demás le acompañaba una nota.

“Moradin bendiga tus pasos.

Bienvenido a las fuerzas de Khâzad Felek. Pocos hemos visto con tus habilidades por estas tierras, se esperan grandes cosas de ti. Si tu barba crece larga y fuerte, quizás mis viejos ojos puedan ver una escuela de ese estilo de combate tuyo para la gloria del padre forjador.

Mis más sinceros respetos. Adrik.”

Borzos apenas podía creer lo que acababa de leer. El uniforme le daba bastante igual (no en vano él iba a pecho descubierto) pero el bastón y los guantes eran tan espectaculares que hasta le cayó una lagrimita. Y el oro... Moradin, el oro! Con tanto oro podría pasarse borracho... ¿Cuanto? ¿Un año? ¿Diez? ¿Toda la vida?

En el interior del cofre además del uniforme reglamentario correspondiente a tu nuevo cargo pudiste encontrar un par de cosas más.

En primer lugar un enorme martillo enano con las esquinas llenas de remaches dorados. En el centro, una enorme gema de color verde y a su alrededor lo que parecían llamas.

Un anillo con el sello de los sacerdotes guerreros de Khâzad Felek. De oro, con una gema negra en su centro, adornado con las llamas de la forja del padre creador.

Una bolsa con 10.000 piezas de oro, bastante cuidada, de cuero y con unas cuerdas debidamente ornamentadas.

A todo lo demás le acompañaba una nota.

“Moradin bendiga tus pasos.

Bienvenido a las fuerzas de Khâzad Felek. Eres el orgullo de aquellos que defienden el panteón del padre forjador aquí en nuestro mundo. Espero que tu barba crezca larga y fuerte, y seas la inspiración de los más jóvenes. Quizás, cuando te vean levantar tu martillo contra los enemigos del pueblo enano, decidan defender las enseñanzas de Bargenta al igual que tu.

Mis más sinceros respetos. Adrik.”

En el interior del cofre además del uniforme reglamentario correspondiente a tu nuevo cargo pudiste encontrar un par de cosas más.

En primer lugar un par de hachas nuevas, resplandecientes, pequeñas y altamente manejables. Parecía que una estaba hecha de un acero especial, bastante ligero, y la otra tenía alta cantidad de metales nobles en su composición.

Un par de botas nuevas ligeras, de cuero pero con unos remaches bastante peculiares. Tenían una forma a la hora de ajustarse que pocas veces la habías visto antes. Solían utilizarlas las fuerzas de escalada de Khâzad Felek, siempre te habías preguntado para qué, y ahora lo sabías bien.

Una bolsa con 10.000 piezas de oro, bastante cuidada, de cuero y con unas cuerdas debidamente ornamentadas.

A todo lo demás le acompañaba una nota.

“Moradin bendiga tus pasos.

Bienvenido a las fuerzas de Khâzad Felek. Conozco bien tu caso Toril AltoRoca, he oído hablar de ti. Espero que la confianza que depositamos en ti se vea devuelta con creces en los próximos años, ya que grandes peligros acechan estas montañas, las cuales, ahora también son tuyas.

Bienvenido a tu nuevo hogar hijo de la montaña.

Mis más sinceros respetos. Adrik.”

Kroggar se sintió henchido de orgullo cuando tomó el cofre. El enano no pudo esperar y lo abrió inmediatamente quedándose tremendamente sorprendido cuando vio su contenido. Entendiendo que había mucho más, el enano se marchó para revisarlo en privado y cambiarse.

Al leer la nota de Adrik no pudo evitar secarse una lágrima emocionado. A continuación se puso el uniforme con ceremonia. Encima se colocó su armadura y más visible todavía el medallón de Bargenta de su abuelo. Después se colocó el sello de los sacerdotes en el dedo anular de su mano izquierda y por último agarró su nuevo martillo. Puede que Bargenta fuera conocido como el Señor de las Hachas, pero estaba seguro de que no iba a importarle que blandiera un hacha. Como tampoco le importó que desobedeciera las órdenes de Ivor por el bien del pueblo robusto.

Tras colocarse el martillo en el cinto, Kroggar marchó a reunirse con sus compañeros.

—Vamos herrmanos—dijo con un un estupendo humor—. Nos lo hemos ganado.

Borzos vestía el uniforme a su estilo, como siempre. No había podido evitar llevar los botones de la pechera desabrochados hasta casi el ombligo y arremangarse las mangas de la camisa.

Lucía, además, unos enormes guantes en lo que habían bordado el rostro de dos guerreros enanos. Con ellos puestos el bárbaro parecía aún más fuerte y robusto y a su espalda el viejo bastón de roble había desaparecido, sustituido por un enorme bastón de madera con remaches de plata y oro, a todas luces mágico.

-JAJAJA! Y TANTO QUE SÍ! -Le gritó a Kroggar mientras le palmeaba la espalda con la fuerza de un oso.

Todo por lo que había luchado estaba en ese cofre y especialmente en las palabras anotadas de Adrik. Ahora era el momento de devolver lo que había recibido y deseaba tener una larga vida llena de aventuras para poder hacerlo.

Admiró sus nuevas hachas y sus botas, eran increíbles, tardaría en creer lo que había conseguido.

Se vistió apresuradamente, estaba tan nervioso que las correas y broches del uniforme no terminaban de emparejarse, le tuvo que pedir a ayuda a Kroggar cuando se unió de nuevo con ellos para presentarse a Ivor con un aspecto impecable, casi no se reconocía y deseaba poder desgastar un poco aquellas vestiduras para sentirlas suyas.

—Todavía recuerdo el susto que llevábamos la primera vez que nos llamarón a voces para encararnos a Barbabronce, parece que fue hace mucho. Después de esto deberíamos llevarle unas zanahorias a Rim, antes de que las alabanzas se nos suban a la cabeza,jajaja…

Y de esta manera formasteis, saliendo del barracón rubí junto con todos vuestros compañeros que habían salido ya de la etapa formativa para pasar a formar oficialmente parte de las fuerzas de la avanzada enana. Los colores, el uniforme y la solemnidad de la ceremonia hacían que el ambiente se cargara de cierto nivel de emotividad.

La marcha comenzó, y junto con ella los cánticos de los soldados y de los ciudadanos que se habían acercado a contemplar la ceremonia. Era un evento importante, y cada vez que se celebraba simbolizaba el crecimiento de la avanzada, un auténtico éxito para el pueblo robusto.

El patio de armas estaba lleno de pequeños grupos de escuadrones, junto con los jefes de pelotón a un lado, apartados de sus respectivos grupos simbolizando la nueva etapa.

En un pequeño escenario improvisado, donde ardían dos grandes hogueras recordando al padre forjador, había un enorme trono de piedra negra y en él, un enano de edad avanzada, el Thâne, el líder bajo la montaña. Se alzó, tomó su hacha, y se dispuso a leer un enorme libro que tenía cerca, en un atril hecho de piedra y metales nobles.

- Y de la fragua de las almas, de mithril, hierro, oro y plata, el padre forjador creo al primero de los hijos del pueblo bajo la montaña. Nuestra es la tierra y los secretos que esta guarda pues somos sus protectores. La ley y el orden del pueblo de Moradin reside en cada generación, y es el deber de estas mismas transmitirlas a los que vendrán en el futuro. – Alzó las manos – Ved hijos del pueblo robusto a las nuevas generaciones que se abren paso ante las anteriores, suyo es el legado y los dominios de sus ancestros, a quienes conmemorarán y honrarán, pues de ellos no solo heredarán sus reinos, si no también su sabiduría. Sabiduría que usarán para hacer a nuestro pueblo más fuerte, y fortalecer a los más débiles, pues somos como una cota de mallas, todos unidos a los otros, y tan débiles como el más débil de nuestros eslabones. ¡ BARRUK KHÂZAD ! – acabó con el grito de guerra enano, respondido al unísono por el “khazad ai menû” por todos los presentes. Un grito de guerra que cobraba un simbolismo patente y fuerte en aquél lugar, donde las voces se hacían eco en toda la caverna que conformaba la ciudadela enana.

De esta manera, acabó de recitar estas palabras, y un enano se le acercó entregándole un largo pergamino que empezó a leer lentamente y con calma. Eran los nuevos escuadrones que estarían formados por los recién graduados reclutas. Pasaron unos minutos hasta que finalmente llego vuestro nombre.

- Borzos, Kroggar Martilloardiente, Toril AltoRoca, grupo de exploración de cavernas y minas. Responsable Barruk Toscaruna.

En ese instante no pudisteis evitar desviar la cara hacia Ivor Barbabronce, quien os miraba con una ira patente, colorado como un tomate como si fuera a explotar. Era obvio que no estaba de acuerdo con aquella decisión, pero ya no había manera de cambiarla, estaba escrita en piedra, el Thâne había hablado. Un nuevo comienzo, una nueva historia y nuevos caminos se abrían ante vosotros.