Partida Rol por web

- Crucemos ahora.-

Dijo señalando el puente. No iba a meterse en el rio ahora, y mucho menos cuando no había vigilantes. No era necesario y hasta que los soldados entendieran lo que pasaba dentro aun faltaba un poco.

Duilio aprovecho y empezó a moverse con agilidad poniendo metros y distancia entre ellos y la finca. Un doble crimen, que sin duda, en pocos días habría llegado a oídos de todos. Y quizás sospecharan de ellos, o quizás no. Pero el trabajo estaba hecho.

Assim, miró a su compañero, y con la mirada firme y un golpe de cabeza que daba a entender que estaba de acuerdo, empezó a correr en dirección al puente. 

Lo cierto es que ahora tocaba volver a Roma, pero una vez allí, nadie le aseguraba que su amo cumpliera con nada de lo prometido. Le había ordenado un crimen a sabiendas de que si los atrapaban el no perdía más que un esclavo y se salvaguardaba de toda culpa... Era una baza ganadora. El sacrificio de un peón por un beneficio mucho mayor...

Quizás había llegado el momento de huir. Poner tierra de por medio. Embarcarse de nuevo y volver a su tierra natal... Volver a ser libre, cosa que nunca debería haber dejado de ser, y morir en esa condición.

Quedaban varias jornadas de camino. En alguna de ellas, salvo que otros acontecimientos lo impidieran, marcharía por su lado, sin comprometer al Ex-Legionario.

En algún momento le comentó:

Lo mío fue sencillo. Lo hice parecer una muerte natural. Alguien con esa cantidad de alcohol en su cuerpo, puede morirse ahogado en sus propios vómitos. No hubo sangre. Imagino que tu lo tendrías mas complicado.

Con la mirada puesta en roma, donde días atrás se habían pertrechados con las armas, Duilio miro a Assim.

- Tengo algo de dinero, tomalo, y ve al puerto a embarcarte lejos, luego yo presentare el informe a Tiberio Livio Claudiano. Le diré que moriste en una trifulca con un grupo de bandidos, y yo quedare para asumir la responsabilidad de las muertes, porque estoy seguro que tu patrón ofrecerá nuestra cabeza como prenda para la paz. Siempre lo he sabido.-

Duilio siempre supo que moriría por esta empresa, pero el esclavo se había ganado la libertad hace mucho tiempo, y que Tiberio no lo hubiera hecho una verdad, era por qué en el fondo era un mezquino. No era ni mucho menos la peor persona del mundo, pero sí una que bailaba al son de la música de los senados y las fiestas privadas.

Si otro día quisiera disponer de la vida de otro de sus esclavos lo harían. Pero concretamente Assim había logrado que su cuello llegara a viejo, y eso tenia mucho más valor que untar en aceite o podar unas plantas, y había que estar ciego para no darse cuenta de ello.

Respiro hondo mirando al esclavo, con el que había vivido momentos tensos y sangrientos. Y siempre había salido airoso y orgulloso. Ojalá pudiera ser libre como él. Pero el tenia una deuda que saldar con su sangre.

Diulio le entregó algunas monedas, incluyendo parte de los sestercios los que Tiberio, por mano de su criado Manio, os entregó como presupuesto de viaje. Parecía que el exlegionario tenía muy claro qué hacer, y que su compañero Assim se había ganado la libertad, tal vez con éste, su último trabajo. La noche seguía su curso, y la huida podría ser inmediata en cualquier momento.

Duilio caminaba ligero por las calles de Roma. Había pasado por sí morada para dejar las armas, puesto que ahora de poco le iban a servir.

Mientras avanzaba la calle a la casa de Tiberio no se molesto en pensar en Assim, ese capitulo estaba cerrado. Lo que se planteaba, era si su querida estaría en el mas allá, y la podría ver pronto. Como seria el inframundo, peor que esta vida que había llevado, lo dudaba.

Uno de los sirvientes de su “amigo” lo diviso a lo lejos y se guareció en la casa con rapidez, seguramente estarían esperando que volvieran, mas o menos sobre esta fecha. Con un poco de suerte habría llegado antes que las noticias completas, o puede que no. La distancia entre el campamento militar y Roma era mucho más fáciles de hacer a caballo por rutas bien empedradas, y él había vuelto por el mismo sendero que habían usado para ir…. Mas o menos, pues evito cruzarse con los labriegos que conocieran días atrás.

Se paro frente a la puerta, y respiro hondo. El último paso, la última conversación al respecto. Pues a partir de aquel día olvidaría lo que había pasado sin duda.

Ajenos a sus pareceres, los Romanos, libres o esclavos deambulaban por la capital de un imperio creciente. Uno que mucho sabia de cambios de favores, dinero y personas. Uno que se erguía, como no podía ser de otro modo, sobre la sangre y las espaldas de sus ciudadanos.

Roma, la gran Roma, nada sabia de las desventuras de Duilio Eligio Séptimo Fabio, el último de su casa, el ultimo de su sangre. Y a Roma eso le daba igual, porque Roma seguiría viviendo para siempre.

Assim quedó sorprendido por las palabras de Duilio. Le estaba alentando a que se cobrara la ansiada libertad. Aquella que le había sido reiteradamente prometida, pero que nunca había llegado.

Cierto era que el servicio cumplido en esta última misión bien se valía tal recompensa, pero en realidad todo eso solo valdría hasta que otro romano quisiera arrebatársela de nuevo alegando cualquier mentira...

Había salvado la vida de Tiberio al menos 3 veces, y matado por él, varias más, pero asesinar... y siendo esclavo... Estaba claro que le había mandado al sacrificio, y que para evitar dudas hacia su persona, lo utilizaría como chivo expiatorio y a Duilio de traidor...

Duilio, no puedo dejar que vayas a una muerte segura. Que sentido tiene? Por amistad has cumplido y la deuda está saldada. Yo he cumplido la misión encomendada y habiendo sido engañado repetidas veces, morir por morir, prefiero que sea luchando por mi libertad. Puedes venir conmigo. Que hay que te ate a Roma y a Tiberio a estas alturas?

Veo la firmeza en tu mirada sobre la decisión tomada.

Si sales vivo, quieres y puedes, búscame en Semna. Serás bien recibido en mi casa.

Tras esto le dio un colgante que siempre había llevado consigo. No tenía mucho valor, más allá del sentimental y el de ser un bien conocido por su familia. Su abuelo se los hizo a él y a su hermano mayor.

Toma, nunca me he desprendido de él. Tiberio se creerá más lo de mi  muerte si llevas esto.

Que la Diosa Fortuna, allane tu camino y que puedas ver muchos amaneceres y ocasos de aquí al futuro.

Le dio la mano al estilo romano (cogiéndose por el antebrazo) y luego se giró para no volver la mirada atrás. Iba camino de la costa, para encontrar la libertad más allá del océano.

EPÍLOGO

Assim entendió que la propuesta de Diulio era firme. Volver a Roma y ser recompensados por Tiberio; pero Tiberio seguiría siendo amo de Assim, y por muy buen pago que le ofreciera nunca se equipararía a la manumisión (que, recordemos, Tiberio le había ofrecido a la muerte del patricio). Tras la entrega del collar familiar por parte del esclavo, Diulio y Assim se despidieron, teniendo el segundo ánimos de volverse a ver en un futuro. Sin embargo, ninguno de ellos sabía aún que eso jamás pasaría.

Lo que ocurrió con Assim a partir de este momento es un misterio. Halló la libertad, la libertad que siempre había tenido pero que las condiciones de Roma se habían empeñado en clasificarle como esclavo. Vivió largo tiempo lejos de la Gran Ciudad, y jamás olvidó, entre otros sucesos, la incursión para el asesinato de Lucio Emilio Scabo, prefecto militar de Roma.

* * *

Manio se introdujo en la domus de Tiberio al verle llegar de lejos. Pondría así de sobreaviso a su amo, y el patricio podría recibirle como era debido.

Al llegar, el criado recibió en el vestibulum al ex-legionario, y luego le condujo directamente hacia el peristilo. Allí estaba Tiberio, con las manos entrelazadas entre sí. Enseguida Diulio se acercó y el patricio le asintió, levantando las cejas, como si les estuviera preguntando si había salido todo bien.

¿Y dónde está Assim? -preguntó-. Tú le contaste todos los pormenores del viaje, pero no con detalle desmedido: el momento en que llegásteis a la granja con aquel que os informó; el encuentro en el molino con los dos legionarios (uno de ellos herido); el revuelo formado con los asaltantes de caminos y, finalmente, el tiempo que habías pasado en la hacienda del patricio Giacomo. Mientras Diulio le daba todos estos detalles, respondiendo a ciertas preguntas que poco a poco le hiciera Tiberio, el patricio se vestía en el jardín con su vieja coraza de legionario. Era ahora asistido por otro esclavo, y se ponía los cintos y se enfundaba el gladio. ¿Iría a alguna parte? El traje de legionario se ajustaba ya a su cuerpo en demasía, y Tiberio, seguramente, había tenido una mejor figura física que la de ahora.

Muerto... en un trifulca, dices... -apretó sus labios mientras se ajustaba el peto y observaba el colgante de Assim en su cuello-. Que los dioses lo acojan, al menos sus dioses -musitó-. Diulio... ahora... a mis brazos... -Tiberio extendió sus manos, como para recibir un abrazo de su vasallo, mientras el ex-legionario ya se acercaba-. Te agradezco lo que has hecho, pues la noticia ya corre rauda por Roma. Ha prevalecido la justicia -añadió como orgulloso-. Aunque Roma... Roma nunca nos lo pagará, nunca TE lo pagará...

Acto seguido, en mitad del abrazo, Tiberio Livio clavó en el estómago de Diulio un pugio. Al mismo tiempo, Manio y el esclavo que había ayudado a vestir al patricio hicieron lo mismo, pero por la parte trasera y el costado, rematando al ex-legionario. Antes de morir, Diulio oyó decir unas últimas palabras a Tiberio.

Nadie te lo pagará, como he dicho, pues... ¡Roma no paga traidores! -y el ahora cuerpo ensangrentado del ex-legionario cayó desplomado sobre la piedra del patio-.