Después de haber mantenido una conversación privada con Ethel en la que se desprendía cierta complicidad a raíz de los gestos que intercambiaban, Brant regresó su atención a los demás integrantes de la mesa, por tal de no hacerles un vacío y porque tampoco sabía muy bien cómo mostrarse ahora. Le embargaba una extraña sensación en su cuerpo, desconocida en esos instantes. Por eso, quiso centrarse en un tema de conversación distinto.
—Una casa no es más que un lugar en el que descansar y vivir, Derek. El verdadero hogar es este —señaló su cuerpo con el índice—. Este es el que te conduce a cualquier sitio y el que hay que cuidar —No en vano, no era Brant el mejor ejemplo posible, después de haber acabado muy magullado tras la batalla con el dragón—. Venga, alegrad esas caras y aprovechemos para beber antes de partir hacia Oldenburg... Hoy me siento generoso, quizá porque seré un poco más rico en unas semanas —esbozó una sonrisa, rodando los ojos por sus rostros—. Os invito a esta ronda, no os cortéis —alzó su jarra, promoviendo un brindis por haber salido victoriosos y por haberlos conocido. El resto de parroquianos no tardarían en unirse, aunque solo les sirviera como excusa para empinar el codo.
Increíble, pero cierto. Un cazarrecompensas solitario que escapaba de su pasado y que rehuía del contacto estrecho con las personas para evitar situaciones complicadas a posteriori, mostrándose abiertamente sociable y cómodo con la compañía. Feliz, incluso. Tal vez era que había encontrado a las personas adecuadas con las que evolucionar y avanzar hacia adelante; ciertamente, aún le quedaba mucho por aprender y vivir en su día a día. El futuro que se les presentaba, no obstante, pintaba apasionante para ellos y él tenía ganas de comprobar qué les esperaría en los próximos meses durante el viaje a la Universidad. "Tatyana, Derek y Ethel. Quién me iba a decir cuando llegué a este pueblo humilde que saldría de aquí con tres amistades de las de verdad..." —sonrió para sus adentros, apurando lo que le quedaba de cerveza mientras se afanaba por hallar una respuesta lógica. Qué curiosa era la vida.
- Bueno, los verdaderos motivos de la Vizcondesa no lo sabremos... O al menos no tengo intenciones de saberlo... y espero que tú tampoco Derek... - esperaba que se fuera con ellos a una posible siguiente aventura o, simplemente, irse a otro lugar a vivir.
Siguió escuchando a Derek y asintió - Sí, hay que seguir hacia delante, como siempre hemos hecho - le dedicó una pequeña sonrisa - ¿A nosotras? A nosotras nos ha ido bien. Nos ganábamos la vida con la caza y haciendo algún que otro pequeño recado. Después, por un encargo de Artemi, fue cuando Brant, Liselot y yo nos unimos para acompañarle. Antes de encontrarnos con vosotros, hubo un percance con la mujer esa y los soldados y ya ahí fue cuando nos reencontramos - sus vidas en el tiempo que estuvieron separados tampoco fue nada del otro mundo, guardando su verdadera identidad y siguiendo adelante - Derek, vendrás con nosotras, ¿verdad? - ya se lo había dicho varias veces desde la cueva, pero no quería que sus caminos volvieran a separarse.
Ante las palabras de Brant, Tatyana soltó un suspiro - Tienes razón... ahora le toca asimilar toda esta información... - lo miró - a lo mejor elegí un mal momento para hacerlo... pero hasta que no me lo dijo, yo no lo sabía... - en parte se sentía angustiada. Ya había hablado ellas dos, pero temía no haberlo hecho bien - Solo queda esperar... - se acercó un poco más a Brant y lo abrazó, intentando no apretar mucho - Gracias por escucharme y por confiar en mí... Debería dejarte descansar...
Su corazón seguía latiendo con fuerzas y más cuando Liselot le había dicho que la quería. Una parte de su mente la felicitaba por haberse atrevido a dar el paso, pero la otra se sentía atormentada Debería de haber esperado otro momento... Liselot la miraba a los ojos y acariciaba sus mejillas. Tatyana cerró los ojos disfrutando de aquel gesto - Bueno... yo sí sé lo que siento por ti... y te daré todo el tiempo que necesites para que puedas descubrirlo... - asintió lentamente - nada nos separará - le dedicó una sonrisa algo triste que intentó disimular - ¿Q-quieres que me quede contigo o prefieres que te deje sola? - no quería agobiarla ni que se sintiera incómoda después de aquel beso.
Asintió ante las palabras de Brant y se rio ante su comentario. Seguía sintiéndose algo mal por ese dinero que iban a recibir por el cuerpo de la madre o padre de Viksey. Por eso, pensaba que no se lo quedaría todo, solo con lo necesario con lo que pudiera vivir una temporada - Yo no sé vosotros, pero yo estoy lista para partir de nuevo - dijo con una sonrisa. De vez en cuando, echaba una mirada fugaz a Liselot, le preocupaba su estado y quería hacerle sentir bien en todo momento. Mientras bebía esa copa, Viksey estaba colocado sobre las rodillas de Tatyana, sentado y mirando a los presentes, parecía algo más animado y haciéndose a su nueva familia. La chica lo miraba y lo acariciaba - También te esperan muchas aventuras a ti también pequeño...
Y allí quedó todo, una charla, verdades que cobran vida en el interior para ser asimiladas mientras los vínculos se van forjando como si un artesano estuviera dedicando horas a su obra. Esto la llevó a quedar un poquito relegada, mirando desde esa distancia a sus amigos, a Brant y se atrevió a sonreír. Le encantó aquella imagen, tan diferente a la que tuvo una vez se fue de Wickland.
No sé atrevió a brindar, solo le regaló una dulce caricia a su lobo y pensó que quizás esta vez será diferente. Ya eran cuatro, tenían dinero y seguramente un puñado de aventuras en las manos llegarían por si solas. Todo era cuestión de tiempo, Liselot necesitaba ese trocito de normalidad para volver a ser aquella chica que solía perderse en los bosques mientras tenía esas conversaciones con Tatyana o Derek.
Echaba de menos su pueblo, le dolía el destino lo cruel que había sido y aún así, esa esperanza era una pequeña llama que latente estaba.
No, yo tampoco tengo ninguna intención de volver cerca de esa mujer tan terrible. Sería mi fin sin duda alguna y tengo la sensación que hemos tenido demasiada suerte últimamente, no han sido pocas las oportunidades por las que he podido salir mal parado en estos días y he salido ileso completamente. No quisiera tentar demasiado a que la balanza se incline hacia el otro lado.- Tatyana le hizo la pregunta que llevaba tiempo pensando, desde que se unió a los Wickland sopesó la posibilidad de que tendría que huir pero nunca esperó que fuese tras este reencuentro tan fortuito. Quizás era el destino y no la casualidad, era difícil pensar lo contrario cuando se encontraba en medio de todo aquello.- Lo he pensado mucho, creo que si pero es una decisión difícil no exenta de peligros, para empezar os pondría en el punto de mira de la Vizcondesa que parece que ya ha dejado de perseguiros. Quizás piensen que he muerto pero eso de ser así no dudará mucho, soy un hechicero Tatyana, no paso desapercibido. En algún momento lo descubrirán, pero pensaré en ello, si tengo que ir solo para evitaros males mayores tendrá que ser así. Sabes que siempre he pensado en los demás, no será distinto ahora.
Lo que decía lo hacía de corazón, si por fin dejaron de ser fugitivas aunque no pudieran acercarse a su antiguo hogar no permitiría que aquello cambiase por un intento egoísta de escape. Correría con su suerte fuese cual fuese y aceptaría la responsabilidad de sus decisiones, pero era difícil ignorar lo que la vida le había puesto delante de manera tan oportuna.
Por mi parte todo listo por aquí.
Como era de esperar no le rechazaron, no tendría sentido hacerlo. Aunque no hubiese sido conocido de Ethel y Tatyana ningún loco rechazaría la ayuda de un hechicero con experiencia como ya había deducido antes. Tenían razón en sus palabras pero aquello no era tan sencillo y debía explicarse.
-Entiendo lo que queréis decirme, pero viajar conmigo es cuanto menos peligroso. Mi condición de hechicero no es admirada en todo el mundo, hay lugares donde se nos persigue y ejecuta, si vais conmigo se os juzgará cuanto menos de cómplices. Además soy un desertor de los Wickland, quizás me den por muerto pero lo descubrirán tarde o temprano y existe la posibilidad de que vengas por mi, de nuevo estaréis en medio.- Quedó en silencio pensativo antes de continuar.- También es cierto que me alegro mucho de este encuentro y aunque no creo demasiado en el destino es difícil de ignorar esa posibilidad cuando nuestros caminos se han unido de manera tan fortuita pero conveniente. Es casi mágico, parece que la vida nos ha querido dar un respiro uniéndonos.- De nuevo silencio, era difícil y peligroso tomar la decisión. Su corazón quería ir con ellos pero su cabeza sabía que los podía poner en peligro, no vivían en un cuento de hadas y eso el lo sabía muy bien. Brant ofreció una ronda y le pareció que debía ser el momento de la toma de decisiones, de manera simbólica aquel brindis representaría su resolución siendo responsable y consecuente con ella. Darle más vueltas no tenía ningún sentido, ya había tomado la decisión hace tiempo y solo buscaba el valor para verbalizarla.
Cogió su jarra y la elevó mirándola, perdiéndose unos segundos en ella, repasando mentalmente lo ocurrido hacía seis meses, el duro invierno, los cadáveres congelados, el hambre, las enfermedades, la oferta de los Wickland, el viaje, el encuentro, un dragón. Y su dolor, siempre su dolor. Lo había intentado todo y nada había surgido efecto, había sufrido y padecido por sus vecinos, había aceptado la oferta más repugnante de su vida, había protegido a quién odiaba y su corazón seguía negro y pesado como un ónice, como si se pudiera hundir al sumergirse en agua. Tal era su pesar, pero allí su alma se elevaba un poco, pesaba menos y sentía como el calor de las antorchas le llegaba dentro. No era la cura, pero era un comienzo. Quizás debió haber huido aquel día con ellas, pero no el sabía que no, aquello formaba parte de su curación y era necesario haberse roto para recomponerse de nuevo, pero ya había sido suficiente. Si aquel pesar se había aliviado al volver a verlas a pesar de que su vida corrió real peligro, quizás podría encontrar allí las respuestas. Había pasado mucho tiempo regurgitando el dolor y sufrimiento en la oscura Wickland, ya había dado hasta su propia salud por sus habitantes pero ya bastaba. Había muchos enfermos por el mundo a los que podría ayudar y se merecía alejar la mirada del fango en Wickland, recordaría su tierra para siempre pero era hora de pasar de página, simplemente lo merecía y por primera vez se atrevió a pensar de aquella manera.
Bajó la jarra y decidido volvió a hablar.- Creo que tienes razón Brant, he sido un estúpido pensando que eliminaría el dolor con más dolor. Quizás no entenderás mis palabras ahora pero así ha sido. He buscado mi propia destrucción porque creía de verdad que la merecía, pero ya basta. He luchado con uñas y dientes por cada alma de mi hogar, es tiempo de hacerlo por la mía.- Sonrió un poco, casi avergonzado.- Si a pesar de lo que he dicho anteriormente sobre los peligros seguís queriendo viajar conmigo, contad con mi magia para el viaje. No soy el más poderoso, pero os haré el viaje más ligero, podéis estar seguro. Tenéis más experiencia que yo y os seguiré, solo os pediré a cambio ayudar a quién nos encontremos en el viaje y lo necesite. Solo eso pido.- Bebió el contenido de la jarra hasta el final.- Deberíamos celebrarlo y descansar porque a partir de mañana comenzará nuestro viaje y el mío personal, será difícil estoy seguro pero estaremos a la altura. No volveré a dejar que la oscuridad me consuma de esta manera y exprimiré cada segundo que me regale la vida.
Aquellas palabras estaban cargadas de sentimiento y emoción, Derek sufría una catarsis tan necesaria como el aire que respiraba. Aquel cambio revivió su cuerpo y mente agotadas por el castigo autoimpuesto durante meses sin descanso. El Derek que conocían volverá, renovado y con más fuerza, solo esperaba poder seguirles el ritmo. El fango de Wickland bajo sus pies quedaría atrás y con la pesadez que sentía en su interior, sería lento pero volvió a sentir aquella sensación que hacía tanto no sentía, esperanza. Una extraña sonrisa se dibujaba de nuevo en su rostro, más sincera y grande que la anterior.
Vaya tocho, creo que por mi parte no está. Lo he repasado pero si veis alguna falta decídmelo porfa, estoy agotado hoy.
Los intentos de Artemi por seducir a la camarera son inútiles. Derrotado, vuelve hacia la mesa, donde estáis hablando acerca de vuestro pasado, vuestro presente y vuestro futuro. Artemi se sienta.
—Retirada estratégica —dice con una sonrisa triste—. La camarera no estaba lista para mis encantos. Ah, extraño a Pavlinka. Un campesino me contó que mientras todos estábamos viendo lo que pasaba en la entrada de la cueva del dragón, Pavlinka aprovechó que el campamento estaba casi desierto, saqueó las tiendas y se escapó con todo el oro que encontró.
>>Hablando de dinero... este es el pago que os debía —deposita las monedas de plata sobre la mesa—. Todo lo que prometí, por llevarme sano y salvo a la cueva, y por traerme sano y salvo de vuelta al pueblo. Brindo por todas las cosas interesantes que vimos en esta pequeña travesía —y alza su jarra.
(sigue...)
A los pocos minutos entra un grupo de soldados a la taberna. Son diez y visten el uniforme de la tropa de la dinastía Lieber. No se sientan, se quedan parados y miran a toda la clientela. Los parroquianos se han callado de golpe. El que parece ser el sargento de la tropa se acerca al tabernero.
—Los que mataron al dragón. ¿Quiénes son?
—E-esos de allí, oficial —dice el tabernero señalando vuestra mesa.
El sargento levanta la voz para que todo el establecimiento pueda escucharlo.
—¡Habitantes de Lieber! Vuestro nuevo señor ha decidido visitar a sus súbditos. Recibid al nuevo Conde, Fritz von Lieber, hermano de nuestro tristemente fallecido Manfred von Lieber —y luego, se dirige a Brant, Derek, Tatyana y Ethel—. El Conde ha venido hasta aquí para hablar con vosotros.
(sigue...)
Una vez que el sargento anuncia su llegada, el Conde de Lieber, Fritz von Lieber, hace su teatral entrada a la posada. Es el hermano menor de Manfred von Lieber. Ahora que su hermano ha muerto, es el nuevo señor del pueblo. No podría ser más distinto de Manfred: nada hay en él de la gallardía y el encanto de aquel caballero cobardemente asesinado por Silvester von Wick. Luce una espléndida armadura verde similar a la de su hermano y una capa del mismo color. Es tan bajo como Ethel y pálido como la luna. Sus ojeras son moradas y espantosas. Su mirada es febril. Las manos le tiemblan levemente.
El Conde Fritz os mira. Sonríe. Y su sonrisa es perversa, delirante y maligna.
Fin del capítulo FUEGO DE DRAGÓN
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Fin de la partida LAS PLUMAS DE LA COCATRIZ