Partida Rol por web

¿Por qué creía que Triea le había pedido lo que le había pedido? Bregham empezaba a sospechar con bastante claridad que la salvaje planeaba cambiar unas cuantas cosas si era nombrada Lady Comandante. Y la norma de prohibir las relaciones era una de esas cosas que se iban a cambiar. Pero no iba a ser sencillo, y de ahí que le hubiera dicho a Bregham que pensara en ello y le diera una respuesta al día siguiente.

Cuando Triea le preguntó por esos otros que había mencionado, Bregham no pudo evitar contárselo... con el rostro algo compungido aunque trató de disimularlo. - Olyvar... Me contó que le parecía apuesto aunque no sabía bailar. - Bueno, Elba no había dicho apuesto, había dicho muy apuesto. Pero Bregham matizaba aquello su moral se hundiría en la miseria.

Triea estaba tratando de animarlo y Bregham acabó por sonreír un poco y animarse.

- ¿Su Majestad? - Preguntó con una risita leve. - ¿No le parecerá mal ese apodo? - Preguntó. Si Elba sabía que la llamaban así y Breg lo mencionaba en alguna ocasión fijo que conseguía incordiarla un poco... de manera amistosa claro.

Finalmente volvió a preguntar falto de confianza. - ¿De verdad crees que tengo alguna oportunidad? - No estaba habituado tampoco a ese tipo de conversaciones y mucho menos a recibir consejo amoroso de una mujer. - Tengo miedo no solo de que diga que no... sino de que luego ya no sea nada como antes... - Confesó. Si Elba no estaba interesada en él podría perder hasta su amistad.

—Ninguno sabe bailar, no sé qué os enseñan en el sur —dijo, medio en broma medio en serio, intentando animar al joven mayordomo—. No me hagas mucho caso, es cosa mía, pero los hombres ganáis con barba. Así no parecéis niños del verano. Y las mujeres pues como yo —bromeó, extendiendo los brazos y empezando a reír.

Asintió cuando repitió el apodo de Elba y sonrió al ver que él también lo hacía.

—Ese mismo; y sí, no es lo que más le gusta, pero no todas tenemos el «honor» —recalcó con sorna— de nacer en un castillo y ser una hija de un rey o lo que sea su padre. —Soltó una carcajada—. No me hagas mucho caso en eso, te lo permito.

Su última pregunta y la poca confianza que notaba en él provocó una mueca en la guerrera; se detuvo a pensar, acariciándose la barbilla mientras lo observaba con atención.

—Te entiendo, tienes dudas —admitió—. Lo primero no tengas miedo, no sirve de nada salvo para no conseguir lo que quieres. Ahora mismo, tienes pocas —respondió en referencia a esa oportunidad de la que hablaba—, el juramento de Elba y eso, pero mañana habrás pensado sobre esos cambios y, además, me tienes a mí. —Sonrió enigmáticamente—. Fíjate en los candidatos y deja eso en mis manos. Si sobrevivo a mi destino, voy a querer follar y mucho. 

Al ver la naturalidad con que Elba hablaba acerca de los hombres con barba y de que las mujeres se debían parecer a ella, la risa se le contagió al joven mayordomo.

Le sorprendió descubrir que Elba era hija de un Lord, o eso sacó en conclusión de las explicaciones de Triea, y se anotó mentalmente preguntarle luego, con cuidado, a "Su Majestad". Podía resultar una conversación interesante siempre que no despertara antiguos fantasmas.

Luego asintió a las últimas palabras de Triea. Al día siguiente habría pensado con calma sobre esos cambios. Y contaba con Triea para que modificara esas normas... Más, si como ella decía, iba a querer follar mucho. Bregham volvió a sonreír, medio divertido y quizá un pelín avergonzado de que la salvaje hablase así como así del tema. Su rostro tomó un poco de color rojizo, solo un poco, pero suficiente para que se notara.

- Está bien. Mañana hablaremos de nuevo. - Afirmó mientras le daba todavía muchas vueltas en la cabeza a todo aquello.

Estaba preparado para marcharse y continuar con sus tareas, pero antes de despedirse quiso añadir algo más.

- Gracias. - le dijo a la exploradora. - Por la charla y por los ánimos. - Iba a buscar esa información que ella necesitaba y se la iba a dar cuanto antes. Y luego ya se vería...

Asintió al hecho de que hablarían mañana, sabedora de que así sería. Luego, cuando le agradeció sus palabras, esbozó una media sonrisa. No vio la necesidad de decir mucho más y aunque no hubiera podido ver la biblioteca, tendría otras oportunidades.

—Cuando termines con lo que te he pedido, descansa —soltó a modo de despedida.