Los ruidos no paraban de escucharse, y ahora aquél aterrador grito de Gabi, que sonaba tan cercano y tan poderoso...
Tras el aviso sólo quedó el silencio, para después dar lugar a una serie de acelerados pasos en dirección al desván. Un rápido vistazo al resto de niños te permite ver que... ¡se han dormido!, están tirados sobre los colchones, inmóviles y el ruido avanza hacia ti a gran velocidad...
Mensajes sólo para el director.
El escandaloso trote va haciéndose más ensordecedor a medida que se acerca. El pavor te impide moverte y reaccionar, tu falta de iniciativa te ha impedido actuar a tiempo, y ahora te han dejado sólo...
En mitad de la oscuridad del desván, solitario y aterrado, aguardas lo que ya es inevitable, con la mirada fija en la puerta y las piernas temblorosas.
Cuando el ruido ya es tan terrible que parece que vaya a irrumpir en la estancia una locomotora... todo se queda en silencio... tan sólo se escucha el omnipresente repiqueteo de la lluvia contra el tejadillo... y de pronto un fortísimo trueno hace estremecerse hasta los cimientos del hospicio, ¡pero algo sucede!, ¡inexplicablemente te has caído y tu cara se ha golpeado contra el duro suelo del desván!, ¡un momento, ¿qué es eso?!, y entonces lo ves y te das cuenta de lo que está ocurriendo, las garras del Coco están clavándose en tus piernas con fuerza, no sabes cómo demonios ha entrado allí, pero poco importa eso ahora, pues tus esfuerzos están concentrados en lograr que te agarres a algo, pues el monstruo está tirando de ti para llevarte consigo.
Horrorizado, contemplas como a pesar de los rugidos y los fuertes golpes, tus compañeros no se inmutan y continúan durmiendo sobre los sucios colchones.
Acción enfrentada con el monstruo para lograr soltarte de él, se toma como base tu edad física (4 años ya que estas bajo los efectos del miedo) y puedes aumentarla gastando tabas verdes (cada una aumenta en un año tu edad), y/o blancas (cada una aumenta en 3 años tu edad, pero a cambio tienes que imaginar una forma distinta de la habitual para huir de sus garras), no hay límite de verdes, pero blancas como mucho puedes gastar 3.
Mensajes sólo para el director.
-¡¡Gabi Gabi!! -De un brinco, Razzi salió de detrás de la puerta. El miedo ya no existía, y había dado paso a una terrible preocupación, un sentimiento de culpa terrible por estar escondiéndose mientras sus compañeros podían estar sucumbiendo en las fauces de la horrenda bestia. Un par de zancadas, que a pesar de lo pequeño de piernecitas se le antojaron enormes, y se encontraba en el pasillo, flanqueado por su inseparable amigo de felpa, dispuesto a lo que hiciese falta: enfrentarse al monstruo, o al fin de su horrible destino, quién lo sabía...
Sorry, me temo que he estao un poco off...
Gritas y lloras tanto como puedes, pero tus compañeros no despiertan para ayudarte. En mitad de la oscuridad del desván, con los estruendos de los truenos haciendo retumbar el hospicio, sientes cómo tu cuerpo es arrastrado cada vez con más fuerza, hasta que llega un momento en que no puedes hacer más esfuerzos por intentar agarrarte a algo, y te dejas llevar, derrotado, a gran velocidad por el suelo.
Sientes un fuerte golpe en la cabeza y escuchas un mueble caer cerca de ti, la desorientación que te ha producido el golpe hace que tardes unos instantes en darte cuenta de que algo está aplastándote las piernas con rapidez, primero cerca de los tobillos, luego por las rodillas y sube... y sube... mientras el dolor empieza a volverse terrible a medida que esa cosa te machaca el cuerpo.
Notas las afiladas zarpas desgarrándote las costillas por ambos lados, y entonces te das cuenta de que lo que está destrozándote el cuerpo no es otra cosa que la inmensa boca del Coco, que con ayuda de sus enormes dientes está deformándote por completo mientras te engulle.
Y quieres gritar de dolor, pero éste es tan fuerte que no puedes, y entre convulsiones nerviosas y espasmos, en completo silencio, eres devorado en mitad de la oscuridad, sin que nadie acuda en tu ayuda y sin que nadie pueda verte.
Un crujido de huesos y dejas de sentir.
Falleces en el acto.
Corriendo por el oscuro y frío pasillo en busca de Gabi, pronto doblas todas las esquinas hasta alcanzar el tramo que finaliza en el desván.
Todo está en penumbras y es verdaderamente tétrico, ya no escuchas a Gabi, sino a algún niño gritando de miedo en el desván, y se escuchan muchos ruidos fuertes, como de muebles caerse, y rugidos, y luego, de pronto, no se escucha nada más, y un siniestro silencio lo invade todo, dejando que tan sólo se oiga la lluvia de fondo.
No se escucha a nadie más, es como si de pronto, Popescu y tú os hubiéseis quedado sólos en el inmenso y viejo hospicio.
Es todo tan aterrador y extraño... ¿dónde están los demás?, ¿habrán conseguido esconderse del monstruo o...?. Por si la presencia maligna de aquél ser fuese poco, el viento y la tormenta del exterior te hacen estremecerte aún más... por suerte Popescu está contigo, porque si no, estarías completamente sólo.
Puedes incluso escuchar tu acelerada respiración en mitad del hospicio, que ha quedado inmerso en un silencio sepulcral, pero por poco tiempo... pues en cuestión de segundos, un rápido y ruidoso trote comienza a escucharse a tus espaldas... algo viene desde la galería, corriendo, y en poco tiempo doblará la esquina y te encontrará...
El viento, ese horrible sonido... Razzi se sacudió violentamente con un escalofrío que hizo tambalearse al señor Popescu. No le gustaba nada, y eso no era bueno para ninguno de los dos.
De pronto, ese trote que se escuchaba en la galería le sacó de su ensimismamiento. Sus sentidos se activaron, ante la inminente sensación de peligro. ¿Era la bestia? No lo sabía, pero de seguro que era mejor no quedarse a comprobarlo. Rápidamente echó a correr hacia las escaleras del desván. ¿Estaban allí el resto de niños? Popescu y él no tenían la menor idea, pero sus miradas se transmitieron la esperanza de que así fuese.
-Vamos, vamos Razzi amigo. ¡Corre, que viene a por nosotros! -Animó el ratoncillo al pequeño.
Atravesando el pasillo a toda velocidad, vas siendo devorado por una oscuridad absoluta, pues en esta zona no hay ventanas que permitan la iluminación gracias a los rayos.
Con Popescu al hombro y el cada vez más cercano trote tras de ti, alcanzas las viejas escaleras del desván, que crujen bajo tu peso. La puerta está abierta, por lo que entrar no supone problema alguno. Pero ese ruido que se acerca por el corredor está consiguiendo erizar todos los pelos de tus brazos.
El Desván está aún más oscuro que el resto del hospicio, lo que hace que en un primer momento no veas absolutamente nada y te sientas desorientado, pero en cuestión de segundos tus ojos se acostumbran a la negrura y consigues distinguir algo al fondo del ala izquierda del desván... ¡allí hay tres niños tirados en el suelo!. No los distingues desde la puerta, y el trote ya retumba como si hubiese doblado la última esquina y se dirigiese en línea recta hacia allí.
Con los nervios a flor de piel, recorres el ala izquierda del desván en dirección a los niños que hay tirados en el suelo. A tus espaldas el trote deja de escucharse de golpe cuando ya estaba muy cerca de la puerta, pero sabes que no puedes quedarte quieto, seguramente el monstruo esté bucando una forma de entrar a por ti.
Ya puedes distinguir los cuerpos, son Viorica, Aurel y Jan, pero no parecen heridos, sino... ¡dormidos!, están acurrucados sobre un montón de colchones viejos. Cuando estás intentando encontrar una explicación lógica, escuchas una respiración entrecortada junto a tu oreja, ¡te giras rápidamente para ver quién se oculta en las sombras!, pero lo único que ves es una enorme y monstruosa boca llena de gigantescos dientes que se abalanza sobre ti.
Caes al suelo y te agitas asustado intentando liberarte del monstruo, pero pronto empiezas a notar un terrible dolor con cada dentellada que mutila tu cuerpo.
Gritas y lloras pero nadie te escucha, y poco a poco vas siendo devorado por la malvada criatura, hasta que todo tu cuerpo está en su boca, y desde dentro, mientras mastica e intenta tragarte, aún puedes ver a Popescu, sólo y aterrado, escondido tras un viejo mueble, mientras observa la horrible escena que pone fin a tu vida.
Razzi, falleces en el acto.