Y allí te encontrabas. Sin nadie a tu alrededor. Un pentagrama que habías dibujado con esmero en el centro de la habitación, tras mover todos los muebles contra las paredes. La puerta cerrada a cal y canto, con una pequeña cómoda puesta del otro lado para que nadie pueda entrar. Aunque tampoco podrías salir si la cosa se desmadraba de algún modo.
Sin embargo, confiabas que con lo que te habían enseñado ibas a poder realizar la invocación correctamente. No era difícil. Habías repetido una y otra vez, hasta el hartazgo, las palabras que harían que un demonio apareciera dentro del pentagrama, y también los hechizos protectores para que no te hiciera daño.
La verdad es que sabías muy bien a quién ibas a invocar. Su nombre aparecía en muchos de los libros que habías leído y también, sabías de su poder. Sabías muy bien que podía pasar si te equivocabas en una frase, si la criatura que aparecería en ese pentagrama encontraba algún fallo, un tartamudeo, un error en una línea del pentagrama.
Cualquier error sería tu muerte.
Por eso repasaste una última vez las oraciones, las palabras, el pentagrama - Bueno, eso lo hiciste dos veces. -, cualquier cosa que pueda dar lugar a error.
Y te pusiste a ello.
Simplemente tenías que recordar un nombre para decirlo al final.
Y ese nombre era Asyntoth.
Así, con todo controlado, comenzaste la letanía de frases. El incienso llenaba el lugar con su olor dulzón, un poco apagado por el olor de la cera de las velas que tenías alrededor del pentagrama. Y recitaste las palabras, y las frases, y los hechizos de protección, uno detrás del otro, sin equivocarte.
Y nada ocurrió.
Por lo menos durante unos minutos, hasta que notaste como una oleada de olor a azufre empañó los aromas de la habitación y como, en el centro del pentagrama, un pequeño circulo de fuego comenzaba a aparecer.
Y una vez más, como siempre, comenzaste a sentir como las tripas se te revolvían.
Una vez.
La invocación daba comienzo.
Otra vez.
El sello estaba abierto y el hechicero comenzaba a protegerse.
Una última vez.
Había dicho tu nombre.
Como un tirón de esencia, te sentiste expulsado de tu lugar de tranquilidad, allí en el Otro Lado, y tu cuerpo, o mejor dicho, tu Esencia se hizo larga, estirándose hasta el infinito...
Hasta que por fin sentiste la paz...
Pero lo que tus ojos veían en este momento, era un simple pentagrama, - muy bien hecho, por cierto -, y una figura de aspecto humano que miraba hacia él, esperando una aparición.
Y no pensabas defraudarle.
Como cientos de veces en cientos de lugares y en cientos de épocas, pasada y futuras la llamada de un poderoso hechicero me trae de nuevo a la tierra de los mortales.
El fuego de la invocación deja paso a una densa nube de humo amarillento que pronto se disipa quedando reducida a espirales de humo que flotan a mi alrededor en patrones imposibles.
Como las veces anteriores mi tamaño aumenta, para resultar impresionante a los débiles mortales... el problema es que la habitación no es demasiado grande, por lo que el efecto queda algo mermado... bueno, se hace lo que se puede...
*Ejem, donde iba...*
Ante mi presencia el tiempo fluye a un ritmo diferente y el sonido parece comportarse de una manera extraña, el rápido latir de un corazón contrasta con el lento transcurrir de los segundos en un reloj cercano...
TIC....... TAC......
Busco con la mirada al poderoso hechicero que me ha invocado, dispuesto a saber por qué me ha sacado de mi descanso eterno... pero allí no parece haber ningún sacerdote o hechicero, también faltan las habituales ofrendas y sacrificios. Todo lo que hay es una pequeña niña humana.
La niña es la hechicera, sobre ella actúan los hechizos de protección, como si fueran mantas de poder, me observa, desde un par de metros más abajo. Mi cuerpo aparece ante ella en todo su esplendor. Un cuerpo perfecto, tan perfecto que provocaría la locura a una mente débil, cada músculo y cada vena a la vista. Y sobre todo, la cornamenta, una espléndida cornamenta que infundiría terror en el humano más valiente...
Miro a la niña, inquisitivo, y después pregunto con mi voz, que más que llenar la habitación en un estruendo, suena directamente en la cabeza de la niña.
-¡Tú! ¡Tú me has llamado a mí? Asyntoth, el infinito, el inalcanzable... ¿pequeña niña mortal? ¿Y quien eres tú que osas a invocarme? Si puede saberse...
Phoebe abre los ojos y casi da un paso atrás.
¡No, la protección! Se corrige, manteniendose en la posición segura.
Vuelve a dirigir la mirada al demonio, mucho más grande y terrorífico de lo que se había imaginado. Los dibujos de los libros se quedaban muy atrás. Su voz tampoco es descriptible.
Traga saliva cuando el demonio acaba de hablar. ¡Vamos, no te acobardes ahora!
Soy Phoebe Miles. Dice carraspeando y poniendo una postura recta. Tengo una misión para ti. Dice con el mismo tono imperativo.
Me cruzo de brazos y me inclino ligeramente hacia la niña, disminuyendo mi tamaño hasta unos dos metros.
-¿Y cual es esa misión Phoebe Miles? Espero que sea una buena razón para molestarme
Phoebe vuelve a tragar saliva, pero no se mueve ni un milímetro.
Encuentra un amuleto o talismán que aumente mi magia. Me da igual dónde lo consigas... cómo si se lo quieres robar al hechicero más fuerte del mundo. Dice asintiendo convencida. Había practicado su dureza varias veces.
En ese preciso momento, un trueno se sintió en la lejanía.
Por las ventanas de la habitación podía verse las nubes negras que comenzaban a cubrir el cielo de la ciudad a una velocidad impresionante. Las nubes un poco más claras, avanzaban por debajo de las oscuras, un poco más rápido, casi ganándole terreno a las primeras. Sin embargo, y pese a la diferente velocidad de las nubes, el cielo se encapotó de repente y en pocos minutos.
La luz de la sala descendió en picado, ahora sólo estaba iluminada por las velas que oscilaban de un lado a otro por la Esencia del Demonio.
Un relámpago iluminó la estancia, haciendo que el rostro del invocado pareciera aún más demoníaco.