Partida Rol por web

Con vuestra atención puesta en los hombres bestia que avanzaban cautelosos hacia vosotros, la sorpresa de ver al halfling saliendo del bosque se tornó en horror al verle cubierto de sangre, de su propia sangre y tres flechas clavadas en su espalda que sobresalían de su pecho.

Apoyado en un árbol, sus piernas ya no podían sostenerle mientras sus ojos os advertían del error de atravesar la linde. Mientras caía una flecha atravesó su cuello clavándolo al árbol y sacando un grito de horror a Viveca y los pequeños, dejando al halfling como un recordatorio de lo que les pasaba a aquellos que osaban entrar al bosque de los elfos.

No podíais avanzar ni retroceder. Los Hombres bestia se abalanzaban hacia vosotros.

Franciscus notaba el aliento de aquella bestia en su rostro. Aquel hombre cabra sentía odio y desprecio hacia él. Quería su muerte, la ansiaba. Franciscus sentía lástima por un ser que albergaba tanto odio en su interior y sabía que su destino no tenía que ser otro que la muerte. Esa era la única forma en la que no haría daño a nadie más y la única manera de que no persiguiera a Kruger y a sus chiquillos. Por eso estaba él allí. 

- ¡Vete al infierno del que saliste! - Le gritó con fuerza mientras volvía a descargar un golpe de mangual sobre su cabeza.

Esperaba eliminarlo, pues estaba cansado, sus pies ampollados y sabía que no resistiría demasiado, por lo tanto, tenía que matar a cuantos más seres de aquellos posibles antes de caer bajo sus armas y muy posiblemente empezar a ser devorado en vida. Una muerte atroz le esperaba, pero no sentía miedo, pues Sigmar estaba con él. O eso esperaba al menos.

Kruger miró a Hans con cierto aire de duda mientras sacaba el hacha. Le azotó a la mula en el trasero indicándole a los niños la dirección en la que correr, siempre en paralelo al bosque, a pesar de que ellos corrían y su enemigo se mostraba cauteloso era cuestión de tiempo que les atrapasen. La visión de hafling era la confirmación que necesitaba para saber que los elfos estaban allí, ahora todo dependía de ellos, si es que estaban dispuestos a ayudarles.-¡Hijos del bosque! No perturbaremos vuestro territorio por el respeto que os debemos, mi vida ya os pertenece. Tan solo os pido clemencia para los niños, dejad que la semilla que representan crezca hasta madurar.-no esperó respuesta alguna mientras se situaba pegado a un árbol intentado cerrar filas con Hans mientras se colocaba en actitud defensiva para bloquear a sus perseguidores. Estaba tratando de darles el mayor tiempo posible a los niños en su apresurada huida. Si los elfos le usaban con distracción ya le iba bien, el Cuervo Burlón intentó usar el miedo de los hombres bestia ante el cadáver ensartado del hafling para que estos se o pesaran dos veces antes de perseguir a los niños o encararse con ellos.

Rufus demostró que los elfos estaban allí, pero parecía que no tenían ningún interés en volver a ayudarles con los hombres bestia. Kruger indicó a los niños que huyeran, dándoles unos segundos más de esperanza y vida, pero Hans sabía que nada de eso era para él. No había ni vida ni tampoco esperanza.

Parece que nuestro viaje desde Hargendorf termina aquí, ha sido un placer viajar con vos.-Le dijo a Kruger mientras desenfundaba su espada e imitando al cuervo burlón se disponía a morir para dar un poco más de tiempo a los niños

-¿Por qué debemos dejar que crezca esa semilla?- Respondió una voz calmada desde algún lugar de entre la maleza. -¿Para que crezcan y vengan aquí con armas de fuego a reclamar un territorio que no es suyo? ¿Para que el día de mañana puedan matar a más gente de mi especie?-

De entre las hojas apareció un rostro imperturbable con afilados rasgos y ojos inquisitivos.

La ferocidad del hombre que manejaba el mangual no dejaba lugar a dudas que su vida la vendía cara. La bola de pinchos que antes desollara su piel ahora arremetía contra el enemigo impuro, destrozándole la mandíbula. Pero otro Gor ya estaba pisoteando a su camarada caído para ocupar su puesto.

Aún con la magia de Mathilda y el escudo de Tharstein, eran demasiados. Pronto abrirían un hueco en algún punto y os dividirían, rodeándoos por completo y acabando con vosotros en un instante. 

Francisus, herido como estaba seguía haciendo girar su mangual sobre la cabeza tratando de alejar a golpes a sus enemigos. Todo lo que pudiera retrasar a aquellas criaturas del caos iría en favor de los pobres chiquillos de Kruger. Sólo esperaba que su sacrificio fuera por algo y lograran sobrevivir. 

- ¡Atrás seres impíos! - Les ordenó a aquellas bestias. - ¡Regresar al deforme lugar de donde habéis venido! ¡Sigmar lo ordena! - Gritó con convicción.

-Todo lo contrario mi buen señor. Los niños aprenden lo que ven, si el pueblo elfico les muestra el camino de la compasión esa lección nunca será olvidada. Crecerán agradecidos al linaje que les salvó la vida, al igual que lo estoy yo, pues ya os debo la vida una vez. Bien seguro estoy que me habreis oido defender en todo momento vuestro territorio y vuestro linaje, pues no puedo más que estaros agradecido por lo que hicisteis por nosotros.-

había aceptado el primer virote, pero todavía quedaban muchos por matar, así que preparo el siguiente para disparar

Luchar espalda contra espalda tenía dos puntos débiles; la persona de al lado y que no podías moverte muy bien. Si la persona que tienes al lado no sabe luchar en pareja, ni defenderte cuando tiene que hacerlo, entonces mas te valía luchar solo.

Los Gors seguían fijados en su empeño de mataros. Habíais matado a sus compañeros, eso no era motivo suficiente para tomar venganza, pues les habrían considerado débiles. Pero sumado a su sed de odio contra los humanos y todo lo relacionado con ellos, hacía que todo el esfuerzo mereciera la pena. 

Los golpes se sucedían uno tras otro con brutalidad. El golpe de Franciscus golpeó contra la cara del gor quebrando el mango de madera de su hacha. La bola de pinchos rompió la mandíbula dejando ensangrentado el lateral izquierdo de la bestia.

La guardacaminos estaba en una posición distinta. Dos hombres bestia habían atacado a la vez, y ella solo tenía un arma...

Si tu intención era apaciguar a los elfos del bosque, había resultado el efecto contrario.
-¡Desde hace mil años mi pueblo ha mostrado generosidad a los humanos. Os enseñamos las artes arcanas para que comprendiérais el universo. Os enseñamos a moldear el metal para defenderos forjando armas y armaduras. Os enseñamos a luchar por un hogar y protegerlo!.- El tono suave de voz se calmó de repente, tan de repente que ahora parecía un canto lastimero.
-No queda nada de aquellos hombres de antaño que veneraban nuestro saber. Ahora tan solo hay codicia en la mente del hombre, codicia por nuestro saber y nuestra sangre. Aquellos días han pasado. Nada os queda de la gloria de antes....Tan solo manifiestas tu cortesía hacia nosotros para que te salvemos. "Utilízalos mientras te sirvan". ¿No es un dicho del pueblo humano?.- 

Los hombres bestia estaban cerca, muy cerca y se percataron de que nadie les lanzaba flechas o les atacaba. Sabedores de su ventaja, dejaron de caminar para lanzarse a la carga. 
Viveca gritó, abrazando a todos los niños que podía albergar. Todos los que no desaparecieron junto al halfling en el bosque. 

- ¡No pasaréis de aquí! - Gritó el flagelante volviendo a lanzar su bola armada contra uno de los gors. - ¡Sigmar os lo ordena! - Lanzó una amenaza religiosa contra ellos. 

Y es que el flagelante estaba eufórico. El combate estaba yendo bastante mejor de lo que hubiera podido soñar. Parecía que en efecto su dios patrón, aprobaba lo que estaba haciendo. Aunque claro estaba que igual, la aprobación de Sigmar no sería suficiente para una victoria.

-Es cierto que el saber se ha perdido, que la perfidia mora en el corazón anidando en la codicia humana; así cayó Hargendorf por no escuchar nuestras palabras. El hombre no solo niega a tú pueblo, también niega al suyo propio eso no cambiará en breve, pues nuestras vidas son cortas y nuestra mente frágil. Sin embargo solo en una cosa puedo corregiros, mi cortesía se da porqué ya me salvasteis una vez, porqué yo soy un hombre diferente al resto que emprendió un camino para salvar a otros, a nuestro futuro. En ningún momento he pedido por mi vida, sino por las de aquello que no pueden valerse por si mismos. Los niños pueden aprender, que vivan ellos para sanar las heridas entre nuestros pueblos y yo me ocuparé de mi propio destino.

¿Acaso en estas tierras no ha habido lugares donde elfos y humanos han vivido en armonía? No temo a la muerte, pero si me preocupa que los pequeños conserven el recuerdo de mi sacrificio. Por muy noble que este fuera y por mucho que lo acepte de buen grado pudiera ser que alguno no lo entendiera, entonces el odio anidaría en su corazón y el ciclo se repetiría; otro humano que crece odiando a vuestro pueblo. ¿Es esto lo que queremos?- el cuervo Burlón trató de mantener la frialdad a pesar de la tensa situación dejando caer el hacha a sus pies. Estaba claro que él y Hans no podrían parar solos a los hombres bestia.-"Toda vida es sagrada" ¿No es un dicho del pueblo élfico?. No intento discutir ni perturbar vuestra paz, ya demostrasteis vuestra generosidad salvándonos una vez, no tengo derecho a solicitaros una segunda. Tan solo espero que si yo siendo hombre he podido cambiar y romper con mis costumbres por un noble fin, al menos vuestro linaje me de una última lección antes de morir y se mantenga fiel a sus costumbres.-Kruger se puso frente a Viveca y los niños, luchar ya no tenía sentido. Solo les quedaba esperar a la intervención de los elfos, un dicho a cambio de otro costumbres frente a cambios. La moneda de Ranald estaba en el aire girando sin cesar a medida que se acercaba a la resolución el señor del engaño se reía más más sin revelar si el pequeño Cuervo Burlón había apostado o no por el bando ganador.

El elfo seguía hablando con Kruger pero Hans que era hombre de pocas palabras se limitó a escuchar mientras los hombres bestia se acercaban y llegado un momento empezaban a cargar.

El bandido apretó la empuñadura de la espada y se preparó para morir allí, lo había intentado pero no lo habían conseguido. Se encaró al capitán elfo y dijo las que pensaba serían sus últimas palabras.- Si esos seres no nos matan y nos atrapan con vida. Ruego su benevolencia, para que un certero disparo acabe con nuestros sufrimientos.- Había escuchado historias sobre lo que pasaba a quienes eran capturados y no deseaba pasar por ello.

El combate era abrumador. La feroz resistencia nada podía hacer por contener la ola de estas bestias. Tharstein Escudoroto fue superado por el número dejando una brecha en el círculo. El enano cayó al suelo entre pies y pezuñas. Mathilda era su objetivo, que descargó una luz cegadora para ganar tiempo e intentar levantar al enano, pero eran demasiados y cayeron sobre la hechicera.

Valentina era mas diestra con la ballesta que con la espada, y una de las mazas Gor atravesaron su defensa golpeándola sin piedad en el estómago, dejándola sin aire y a merced de sus crueles intenciones.

Franciscus volteó el mangual que fue intercepctado por una de sus armas, pero la cadena volteó el mango y acertó de pleno en el brazo derecho, obligando a soltar el arma. Pero no había cortesía ninguna ni tampoco tregua en este combate. Más garrotes y hachas intentaron golpear al fanático penetrando una de ellas sus defensas. El dolor de a herida obligó al flagelante a dar un paso atrás mientras el apestoso aliento de sus enemigos sacaba vaharadas de vapor en el gélido ambiente. 

El encarnizado combate empezaba a hacer mella en el flagelante. Sus golpes, sin ser torpes del todo, fueron esquivados por sus adversarios. Franciscus empezaba a estar cansado y parecía que Sigmar le había abandonado definitivamente a su destino. 

- ¡Resistid! - Trató de arengar a sus compañeros. - ¡Seréis recompensados por vuestros dioses en la otra vida! - Dijo sin demasiada esperanza de que eso fuera a pasar realmente.

No obstante, necesitaba creer en algo. Necesitaba pensar que su sacrificio una a servir de algo. Sin embargo, en a fuero interno acababa de comprender que en aquel mundo despiadado y cruel, no había esperanza para alguien como él y que ningún dios intercedía por sus fieles, pues estaban ocupados en sus asuntos y la suerte o desgracia de su iglesia les tenía sin cuidado.

Los hombres bestia habían cargado contra los niños con la misma brutalidad que contra vosotros. Viveca no para de gritar de impotencia y dolor por ellos mientras se aferraban en un abrazo protector que no les salvaría de su cruel destino.

Kruguer intentaba protegerlos con su propio cuerpo, sin armas, pero la muerte era inevitable y estaba preparado para ello. Solo deseaba que los niños tuvieran una muerte digna y rápida.

Hans no se resignó tanto y mantenía su espada firme ante él, pero la saliva tragada a cada momento delataba su nerviosismo. Este era el final del camino. Los elfos os habían cerrado sus fronteras y nada podíais hacer.

El fétido aliento de los hombres bestia llegó hasta vosotros. 

Los hombres bestia habían ganado. Nadie les molestaba en su avance y nadie os iba a ayudar. Los elfos permanecían ocultos tras su bosque mientras en la colina y más abajo en su misma linde, la sangre comenzaba a correr.
Los elfos os lo habían avisado, no querían saber nada de los hombres y esta era la prueba. La desesperación de vuestros rostros era la misma que habrían sufrido los habitantes de Hargendorf días antes. Por lo menos, pensáis, habéis vivido unos días más y disfrutado de una buena comida decente.

                                                                                    ***

Las flechas comenzaron a llover de todas partes. Antes de que un Gor llegara a la altura de Kruguer, una mano enorme de madera, como si de ramas se trataran, alzó en el aire al hombre bestia aplastándole la cabeza como una fruta podrida.
Elfos vestidos de verde y marrón, gris invernal y blanco nieve aparecieron del bosque con finas hojas relucientes dispuestas a matar y cobrarse la rabia contenida.

En la colina, flechas surgidas de no se sabe dónde, igual de certeras que en aquél camino lejos de Hargendorf, asaetearon los cuerpos de hombres bestia desde todos lados sin dejarles posibilidad de reaccionar.
La nieve se levantaba de repente para dejar ver a un elfo debajo de una capa blanca, disparando con tal velocidad y precisión que dificil hubiera sido igualarlos.

La batalla comenzó y acabó al poco tiempo casi sin saber que había pasado. A vuestro alrededor solo había cadáveres de hombres bestia y elfos que os miraban con desconfianza.