Partida Rol por web

Recogió la tarjeta que le tendía Amy, y le devolvió una sonrisa radiante.

-Muchas gracias. Lo haré, no lo dude. Hay demasiados cabos sueltos en el asunto como para no ayudarnos unos a otros. -Miró al gato refregarse en la pierna de Luka, e iba a decir algo, cuando la florista se adelantó y lo cogió. -Hum. Parece que el animalito te ha cogido cariño. -Soltó únicamente, en tono socarrón.

Luego se giró hacia Woody.

-Chico, creo que seguimos con las mujeres, si no te importa. Ya hemos conocido a Alex y a Amy gracias a ti -le guiñó un ojo a la primera- pero por ahora mejor seguir juntos. Danos tu número también, nunca se sabe si vamos a separarnos en algún momento y te volvemos a necesitar. A menos que alguien tenga otra idea, claro.

Sofía escuchó con atención todo el relato, no se perdió ni un solo detalle. Al escuchar la descripción de la mujer se le vino a la cabeza otra vez.
¿Quién será la mujer del ascensor? ¿por qué ella me conocía?... no consigo encajarlo...

Al terminar de contar la historia, Sofía se levantó de su asiento y se dirigió a tan simpáticas mujeres:
-Muchas gracias por todo, Mya, Alex, Habéis sido muy amables, nos habéis dado una información muy importante
-ahhhh... y el café y las galletas exquisitas...Seguimos en contacto...
les dijo con su amplia sonrisa tendiendoles la mano a la vez.

Miró a sus compañeros -chicos, es hora de seguir... os espero en el coche...

Luka había permanecido en silencio todo aquel tiempo, mordisqueando las galletas y bebiendo su café. Abstraído era decir poco. Pero su cabeza trabajaba. Idaho, como el primer lugar donde quedó registrada una desaparción. Una mujer recién incorporada como único nexo de unión. Una mujer que no envejecía. Físicamente descrita y por lo tanto reconocible. Quizá fuera factible preguntar en el entorno familiar o empresarial si alguien que respondiera a sus características estaba cerca de su objetivo. Un plazo de nueve meses entre un desaparecido y otro, siempre varones, como si de un embarazo se tratara. Su mente se perdió en cavilaciones y apenas fue consciente de las conversaciones telefónicas. Solo los arañazos del gato en su pernera lo sacaron de su trance.

Movió la cabeza, como despertando de un trance, y alcanzó a ver al gato y a su dueña que lo tomaba entre sus brazos.

-No, tranquila -dijo poniéndose en pie y acercándose-. Hola, pequeño -saludó al gato, rascándole la cabeza, entre ambos ojos-. Gracias por todo, señora. Hoy ha sido un día extraño -sus ojos se mantenían fijos en el gato al que sonreía-. ¿Sabes? Te pareces al gato de mi abuela. Bueno, parece que tenemos que irnos. Gracias de nuevo. A ambas.

Los cafés y las galletas habían desaparecido de la mesa durante la conversación, por lo que solo tocaba despedirse, cosa que hicieron brevemente.

Harriet, Luka, Rob y Sofía salieron del local una vez que el taxista les dio una tarjeta con sus datos de contacto como le habían pedido. Los cuatro se montaron en el coche y arrancaron, perdiéndose de la vista de los tres espectadores que los miraban en silencio desde el interior del local, a través de las cristaleras de la floristería. No llegaron a ver las miradas que intercambiaron, las palabras que cruzaron más tarde. Pero lo que si es cierto es que dejaron tras de sí un halo de preocupación intensa en Amy, una curiosidad innata en Alex, una envidia evidente en Woody y un nerviosismo patente en el gato que no dejó de olisquear la silla de Luka durante un buen rato.

Cuando estuvieron de nuevo en camino, abrieron de nuevo el portátil de Adam y vieron que la señal seguía en el mismo sitio. Podían suponer sin problema que el coche seguía arrancado, pero no se había movido casi nada, solo unos metros, para detenerse de nuevo. Su localización, la calle en la que el amigo de Adam vivía. Programaron el gps del coche con aquella dirección y rápidamente las indicaciones los devolvieron de nuevo al centro de Manhattan, a Central Park en aquella ocasión.

Tal y como Woody les había comentado, les fue imposible girar en la calle en cuestión. Un coche de policía bloqueaba el paso, impidiendo que nadie entrara en la calle con vehículo y provocando un poco de caos circulatorio que intentaba resolver dejándose los pulmones en el silbato que hacía sonar con todas sus fuerzas. Un rápido vistazo mientras que pasaban de largo, les confirmó que ocurría lo mismo al final de la manzana. En la calle en sí se veían varias grúas, varios mecánicos y varias personas andado de un lado para otro hablando con sus móviles. Encontraron un lugar en el que dejar el coche bien aparcado en la siguiente calle y fueron andando, portátil en mano, hacia la calle en cuestión, buscando el coche que emitía la señal. Rob, buscando ávidamente a su padre entre los hombres y mujeres uniformados que se repartían por la calle atendiendo a los ciudadanos.

No se veía nada en particular que requiriera la presencia de tanta policía, pero era curioso ver como la mayoría de los coches que estaba en aquella calle tenían las ruedas rajadas, con grandes y limpios tajos, que les impedían moverse. Algunas grúas cargaban coches para llevarlos al taller mientras otras esperaban a tener espacio libre para hacer lo propio y retirar el coche de su cliente de la calle. Y a todo eso, había que sumarle la presencia de múltiples personas que, sin nada más interesante que hacer, observaban lo que ocurría con curiosidad, hablando entre ellas, intentando hablar con la policía, haciendo fotos con sus móviles y, seguramente, colgándolas en las redes sociales como la curiosidad del día.

-¿Harriet Hart? Y, si no me equivoco, la señorita Valero. No sé si debo sorprenderme de verlas a ambas aquí o, por el contrario, debería haberlo esperado. Lo que me extraña, ahora que lo pienso, es que lleguen tan tarde.

En el mismo momento en el que aquella voz masculina llamó la atención de las dos mujeres, la señal en el portátil de Adam indicó que habían llegado a destino.

Delante de ellas, apoyado en el capó de un coche, un hombre de mediana edad miraba al grupo con expresión inteligente y los brazos cruzados sobre el pecho. El coche lucía, al igual que muchos otros, dos bonitos cortes en sus ruedas y estaba en posición de haber querido abandonar el aparcamiento y tener que parar a toda prisa al ver que el coche no podía avanzar, por lo que toda la parte delantera del coche invadía uno de los carriles de circulación.

Harriet reconoce al instante a aquel tipo. Se trata del amigo de Adam, Paul Davis. Y reconoce igualmente el coche, es el coche de Adam.

Paul y ella no han tenido demasiado roce, solamente de algunas veces que han coincidido en la oficina o alguna que otra vez que ella y Adam salieron juntos de la oficina y Adam lo estaba esperando en la puerta. Aunque sí ha escuchado mucho hablar de él, es el mejor amigo de Adam y este suele hacerle comentarios y contarle cosas a Harriet.

Sofía reconoce a aquel hombre como uno de los hombres que viene a ver a Adam de vez en cuando a su oficina. Lo relaciona con una empresa de tecnología que está haciendo un proyecto para el periódico, pero realmente no sabe mucho más.

Lo que sí reconoce es el coche de Adam, sin ningún problema.

Luka no conoce a aquel tipo de nada, pero la expresión en las caras de Harriet y Sofía le indica que ellas sí. Y no es que deba ser un hacha para deducir que el coche sobre el que el hombre está sentado, es el coche que están buscando.

Rob no conoce a aquel tipo de nada, pero la expresión en las caras de Harriet y Sofía le indica que ellas sí. Y no es que deba ser un hacha para deducir que el coche sobre el que el hombre está sentado, es el coche que están buscando.

No hay rastro de su padre, y ya han recorrido casi media calle.

Luka flipaba mirando aquellos coches de ruedas rajadas. Alguien se había puesto las botas, a saber con qué propósito, salvo el de hacer feliz a las compañías de grúas e infelices a las aseguradoras. Y lo que el parecía aún más absurdo era el colapso provocado por aquel maremágnum de grúas, algo perfectamente postergable a horas de menor tránsito por el centro o, en cualquier caso, logísticamente ordenable.

-Vaya caos y valiente hijoputa el que haya hecho esto -dijo sin dirigirse a nadie en especial.

Solo la voz del desconocido que parecía conocer a sus dos compañeras de investigación, hicieron que desviara la mirada hacia ellas y después, con curiosidad, hacia él. No las tenía todas consigo pero parecía que su trabajo o al menos para lo que les habían reunido aquella mañana, había concluido. Si el coche en el que se apoyaba el hombre era el que buscaban y este sabía quiénes eran Harriet y Sofía y bastando con ver las caras de estas al reconocerlo, no era muy complicado apostar que el fulano era su objeto de búsqueda.

De haber tenido ocasión, hubiera comprado unas palomitas y se hubiera agenciado una silla de esas de playa para sentarse y ver con tranquilidad lo que estaba por venir. A falta de algo mejor, se metió las manos en los bolsillos y esperó. Aquello sería jugoso sin duda.

Miró con atención durante un instante a los dos hombres que acompañaban a las mujeres, intentándose hacer a la idea de quienes eran, pero con poco éxito realmente. No los conocía de nada, de eso estaba seguro.

-Y muy bien acompañadas, por lo que veo...

Con un pequeño impulso se levantó del capó y se acercó a los recién llegados con ánimos de saludarles.

-Bueno, aquí estamos... menudo marrón.

Rob miraba a un lado y a otro, buscando a su padre, pero no parecía haber rastro de él. Miró también a ver si había algún conocido del Cuerpo de Policía, para preguntarle. Tampoco era el caso, por lo menos a primer golpe de vista.

Lo que sí vio fue el coche que buscaban y el hombre que interpeló a las chicas. Se quedó mirándole, la una ceja levantada. Le tendió la mano.

-Rob Slash.

Tenía que ser el amigo de Adam, el jugador de golf. El último que lo vio vivo. Y con el que las chicas habían quedado.

-Luka -señaló estrechando la mano del tipo tras Rob. No dijo más. Esperaba que las dos chicas dijeran algo.

-Paul-se presentó, estrechando la mano de Rob y la de Luka para después acercarse a Harriet y Sofía y darles a cada una un beso en la mejilla. Su mirada se posó un instante en el pc que Harriet llevaba entre sus brazos, abierto,mostrando el programa de seguimiento y la señal que emitía el coche que Paul tenía a sus espaldas.

-Si estábais buscando el coche de Adam, lo acabáis de encontrar. Aunque creo que no es sólo el coche lo que andáis buscando. ¿Me equivoco?.

Harriet reconoció de inmediato al hombre que se había dirigido a ellos, no era la primera vez que lo veía y aunque no habían tenido demasiado trato sabía que era el mejor amigo de su jefe, por no decir que el coche donde estaba apoyado era el de Adam. Todo en medio de un caos circulatorio provocado por lo que parecía un acto de vandalismo a gran escala. Tuvo que aparcar su curiosidad periodística sobre lo que había sucedido allí para centrarse en el motivo que los había llevado hasta aquel lugar. Salió del coche en cuanto se detuvo y se dirigió hacia Paul.

-Señor Davis. -Le alargó la mano a modo de saludo, aunque dejó las frases hechas como "me alegro de volver a verle" o "buenos días" para otra ocasión donde no estuviera tan preocupada.- Efectivamente, soy Harriet Hart, le recuerdo de verlo con el Señor Adam en la oficina. Disculpe si soy demasiado directa pero... ¿Sabe algo de Adam? Hoy no apareció por la oficina ni responde a su teléfono, estamos muy preocupados. ¿Está en su casa?

Era una posibilidad remota, una última esperanza de que todo no fuera tan complicado como parecía.

Sofía había visto a aquel señor algunas veces por la oficina, pero no lo tenía relacionado como amigo de Adam si no más bien como una relación comercial...
Creía que este tipo le estaba haciendo una aplicación o algo así al periódico... hummmm

- Buenos días Sr. Davis, encantada de volver a verle, como le ha comentado mi compañera estamos buscando a Adam, ¿Nos puede dar alguna luz?¿Sabe dónde está? ¿Cuál fue la última vez que lo vió?

Le dijo Sofía apresurada esperando una respuesta rápida, lo que supiera o no supiera este señor mejor conocerlo ya.
Mejor saber cuanto antes si hemos llegado a una pista falsa... ¿Pero qué hace este señor con el coche de Adam?

Ah... y permítame el atrevimiento... ¿qué hace con el coche de Adam? ¿Por qué lo tiene usted?
Preguntó Sofía en un tono difícil de interpretar, entre preocupación y acusación con el ceño fruncido.