Partida Rol por web

Viendo que la caida de Max era inevitable, Gideon no pudo dejarlo estar. 

Aunque la física básica no le acompañaba, ya que un cuerpo de casi el doble de su tamaño y de más de el doble de su peso se precipitaba a 9,8 metros por segundo hacia si muerte, decidió hacer una locura y se puso debajo para intentar amortiguar su golpe y detener su caida, lo que probablemente acabase muy mal para el gnomo.

¡Te tengo! ¡No desfalletscas!

Maximilian cae sobre Gideon que intenta hacer algo. El impacto mata a ambos en el instante. Nada puede hacerse por ellos. Han muerto por una causa mayor. Tras la muerte de su amigo, Amarïe se queda devastada, aunque no lo exprese, y decide que esa misión no es para ella. En realidad, ninguno de los allí presentes le importan lo más mínimo.

Así pues, antes de que nadie más aparezca, guarda su arco y se interna en las sombras para alejarse. Nada les dice a los dos que quedan junto a la muralla. La cuerda cae, cortada, a los pies de la muralla y Thomas aleja a los solados de ese lugar. Quizá sin haber visto que dos han muerto en la escapada.

Pero no solo eso. John está malherido y su hombro no parece estar en el lugar adecuado. Y de Melira no hay ni rastro. ¿Habrá dejado la pelirroja al chico solo?

El crujido sordo de los huesos de Gideon y Maximilian le hizo arrugar el gesto horrorizado. Los cuerpos desmadejados de ambos compañeros yacían al pie de la muralla con el cuello doblado en un ángulo imposible. John se maldecía por no haber sido más rápido. Tras unos segundos de estupor un dolor punzante le avisaba a gritos de que tenía el hombro dislocado.  El joven molinero hacia arriba a tiempo de ver caer la cuerda cortada, seguramente por Thomas.  Buscó a Melira con la mirada entre la espesura, pero nada, estaba solo.

John apretó los dientes. No importa, salvaré a la princesa aunque sea lo último que haga, aunque tenga que ir solo al mismo infierno. El joven buscó el escudo del caballero, iba a necesitar uno. Lanzando miradas furtivas hacia arriba recogió el escudo con respeto y cerró los ojos de sus compañeros caídos. Musitó una breve oración. No se merecían un fin como ese. Mientras corría a cobijo de la espesura pensó que aquello de ser un héroe tenía mucho menos de heroico de lo que pensaba. 

—Tsss, ¿Melira, Amarie, estáis ahí? —susurró una vez en las sombras, con la esperanza de que solo se hubieran escondido—. Sólo quedamos nosotros, tenemos que seguir.

Espero un momento en silencio, temiendo lo peor. La soledad se le antojaba demasiado pesada, pero estaba decidido a seguir, aunque fuera solo.