La magia. El elemento místico.
Con ella todo es posible, no hay límites. Poder, fortuna, vida eterna…
Por ese motivo el Reino Fata, hogar de la magia, era considerado el reino de los sueños. Se decía que cualquiera que pisaba sus bosques era transportado a otro mundo. Donde el tiempo no fluía, la luna brillaba como el propio sol en una noche eterna y sus gentes andaban flotando en los hilos de luz de estrellas.
O, al menos, eso es lo que dicen las historias.
Por supuesto la realidad no era tan idílica. Los Fata usaron durante siglos esa magia para expandir y defender su territorio. Creando fronteras de sangre y terror alrededor del místico bosque. Nadie podía entrar, nadie podía conocer su magia.
Pero finalmente, tras siglos de guerras para proteger los secretos de su mundo el Reino Fata desapareció para siempre.
Muchos se alegraron por su partida.
La guerra había terminado. Y pasados 60 años el mundo se estabiliza y se recupera en una era de paz mientras aquellos que se quedaron en el mundo humano se preguntan si alguna vez podrán recuperar aquello que se perdió.