13 de octubre de 1992. Martes 10:00 de la mañana
Hacia casi un mes que os encontrabais en Noruega, la Merrick os había mandado allí a una investigación, apenas hacia unos días que habíais terminado con el caso. Por lo que ahora estabais en el psio que habíais alquilado en Noruega, preparandoos para volver a casa, la puerta sono, después de que Jack soltara una maldición, levantandose como siempre de mal humor en las mañanas, fue Nathan quien abrió la puerta. En ella estaba el conserje del edificio
- Buenos días caballeros- dijo con voz alegre- Ha llegado un telegrama para vosotros- os entrega el telegrama
Al cerrar la puerta, Nathan ve que el telegrama está a vuestro nombre, esta fechado a tres días antes y ha sido enviado desde Trondheim, una ciudad costera situada a unos 400km al norte de Oslo. El telegrama está firmado por Elijah McDowell, uno de los pocos amigos que ambos teneis en común. Elijah había estado muchas veces como ayudante en algunos de los casos donde Nathan había trabajado durante su estancia en la policia, mientras que Jack había trabajado varios años para Elijah, llegando a conocerlo bien. Nathan abre el telegrama y lo lee en voz alta
"Necesito vuestra ayuda. Stop. Estoy en mi casa de Trondheim. Stop. Acudid por favor en el menor plazo posible. Stop. Os espero. Stop
Estais a unos 400 km, podeis ir en tren o en el coche de Nathan
Me guardo la nota en un bolsillo interno de la chaqueta del traje.
-¿Qué crees que ha pasado?
Mientras hablaba, fui guardando algunos artículos en mi abrigo y en la maleta. Quizás les hicieran falta pronto. Habían pasado algunos días desde que acabó lo sucedido en Inglaterra, y habría esperado que lo devolviesen a su puesto en Los Ángeles, pero sorprendentemente, le mandaron a Noruega. Y además, con Jack.
Lo sucedido en Londres les había cambiado un poco. Ahora eramos más cuidadosos y menos confiados. Por suerte, podíamos agregar que estábamos vivos. La verdad, no habría esperado salir con vida.
Estaba frotándome los brazos para entrar en calor mientras daba unas patadas a un radiador que no funcionaba bien:
-¿Por qué siempre vamos a lo mas barato?, había un piso mucho mejor por un poco mas, la próxima vez pago yo la diferencia -en voz mas baja pero asegurándome que lo escucharía- agarrado...
Le serví una taza de café y yo me puse un vaso de zumo helado mientras le respondía:
-Si le ha dado tiempo de enviar un telegrama, no debe ser cuestión de vida o muerte. Igualmente sería muy descortés faltar a una invitación así de nuestro amigo. ¿Vamos en tu "clásico" serian cuatro horas si conduces tu o dos y media si conduzco yo?
Ruedo los ojos. Esto ya empezaba a parecer una escena de matrimonio. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Que se quejase porque no bajaba la tapa del váter? Ignoré su comentario. Tripper acabaría con la paciencia del Papa... Hasta posiblemente le pegaría un puñetazo, dado su odio hacia lo eclesiástico.
-Eso depende, ¿volverás comerte el guardabarros del coche con un badén? -di un largo suspiro.- Sea. Llevas el coche. Sólo intenta no hacerle arañazos. Es una herencia de mi padre.
Estaba algo mosqueado, eso tengo que admitirlo. Algo me daba mala espina en todo aquello, y no entendía demasiado el idioma del lugar. Guardo las maletas en el maletero, antes de cerrar.
-Es la suspensión que ya te toca cambiarla, en América os gusta muy blanda, y cuando hacemos curvas esto parece una barca. Si fuese un Aston Martin o como mínimo un Rover la cosa cambiaría...
Arranco chirriando ruedas y vamos hacia la cita.
-¿Has visto que a 5.000 revoluciones hace un ruido raro? upss, es que se corta la inyección me parece...
Pito al que llevamos delante mientras le hago ráfagas de luces.
-No se aparta...
Tenía los ojos abiertos como si me fuera a dar un infarto. Y realmente iba a darme un infarto. Para empezar, el coche había sobrevivido milagrosamente a la misión anterior, y es cierto que no le había dado tiempo a ir al mecánico. Eso sumado al estado de la carretera y a la locura de Jack, era muy probable que se dejara la cabeza contra el cristal.
-Jaaaaaaaaaack... Por favor, no hagas cosas suicidas. Te prometo por mi madre, que como le ocurra algo a este coche, no te dejaré volver a cogerlo nunca.